Con fecha 01-01-2010 publiqué en este blog un artículo con el título "Así era la educación para la ciudadanía en el franquismo". En él me refería a un libro publicado en 1940 por la editorial Hijos de Santiago Rodríguez, radicada en Burgos. El título del libro era Así quiero ser.
Libro doctrinario, si los hay (siempre los hubo) dentro de la ortodoxia del régimen. Tuve la curiosidad de guardar una copia del mismo en mi PC y gracias a esta previsión puedo solazarme releyendo sus páginas dogmáticas, degustando a placer las más frescas doctrinas del franquismo. Y ahora que digo 'frescas' (como sinónimo de 'recientes') me viene a la memoria uno de los chistes de la época cuando el franquismo comenzó ya a ser atacado desde la trinchera del humor. Se trataba de un presunto parte meteorológico que decía "reina un fresco general en toda España procedente de Galicia".
En las páginas de este manual escolar podemos encontrar las más finas perlas de la doctrina franquista, dentro de la más pura ortodoxia del régimen. Por ejemplo, se admite como dogma de fe, la afirmación que hizo el propio caudillo de que él sólo respondería de sus actos "ante Dios y ante la Historia" (p. 11). Es decir, prácticamente, ante nadie, ya que a efectos jurídicos tanto Dios como la Historia son meras entelequias. Dios ya lo habrá juzgado, en especial en lo referente al 5º mandamiento de su decálogo. Y la Historia, según los cánones del derecho constitucional, lo enjuicia como un golpista. Los romanos llamaban a ese delito 'perduellio', uno de las más graves que se podían cometer contra la patria: el delito de alta traición.
Otra de las 'perlas' del libro que venimos comentando es la afirmación de que "el alma española es naturalmente católica". Se supone que en este país se nace ya católico, como por un privilegio especial de la Providencia que así lo ha determinado "ab aeterno".
Según la ortodoxia del nuevo régimen, tal como se expone en el libro, la democracia como sistema político es abiertamente rechazable. Se puede admitir la 'demofilia' (que no es un vicio de la sangre, como podría pensar algún indocumentado) sino una palabra que procede etimológicamente del griego 'demos' (=pueblo) y 'filia' (=amor): "Se puede ser demófilo y no ser demócrata; es decir, se puede amar al pueblo y no ser partidario de que estén en sus manos las altas jerarquías del mando de la nación. ¿Por qué? Porque no está preparado para desempeñarlas" (pp. 26-27)
Y se añade en recuadro: "El saber gobernar una nación es una cosa que sólo conoce el que la ha estudiado y aprendido". (Y podríamos preguntarnos: ¿En dónde aprendió Franco la ciencia de gobernar a España?)
Y se añade en recuadro: "El saber gobernar una nación es una cosa que sólo conoce el que la ha estudiado y aprendido". (Y podríamos preguntarnos: ¿En dónde aprendió Franco la ciencia de gobernar a España?)
De modo que se puede (y se debe) amar al pueblo, pero no hasta el extremo de entregarle los resortes del poder. Esto es una aberración rechazable por completo en un estado totalitario como es el franquismo que, según ulteriores precisiones de los teóricos del régimen, no debe llamarse 'totalitario' sino, propiamente, 'autoritario'.
En este sistema, la voluntad del pueblo no cuenta en absoluto. La democracia es la antítesis del poder personal en el que se basa el franquismo.
En fin, una joyita bibliográfica es este libro de texto (que, valga el juego, no detesto, por cuanto aporta un valioso testimonio de lo que fue la educación en tiempos del franquismo)
El título del libro, Así quiero ser, pretendía que el niño asumiera como un deseo propio el amoldarse a su modelo educativo.
Hoy, afortunadamente, estamos asumiendo que la 'demofilia' se consolida y acrisola a través de la democracia.
Por fortuna, a la dictadura se la llevó el carro de la basura de la Historia.