El sábado 16 de diciembre se ha celebrado un acto en el cementerio de Zafra, organizado por los miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Un acto laico, sin responsos ni oraciones. Hubo, sí, un sustitutivo de este tipo de ceremonias, no menos digno ni edificante, como fue la interpretación musical de una conocida pieza de Pau Casals, el Cant dels Ucells, que resonó en el recinto con la devota unción de una oración. Fue emotivo pensar que, al cabo de 70 años, la memoria recuperaba el recuerdo de aquella joven mujer, asesinada sin piedad, como otras tantas víctimas de aquella represión brutal, que empleó la estrategia de deshacerse del enemigo potencial antes de que éste pudiera incorporarse a la resistencia. Fue el pueblo indefenso uno de los principales objetivos bélicos: Era más fácil y cómodo eliminar al enemigo en la retaguardia que esperar a que tratara de incorporarse a filas. Fue el juego sucio de la guerra. Previsión, dirán algunos; pero en realidad, felonía y cobardía.
La sepultura de Nieves González Gomato está en la parte antigua del cementerio zafrense, junto a un ciprés, en el suelo, semioculta por el pavimento de la acera que discurre paralela a la pared de los nichos. En el tronco de ese ciprés, alguien ha adosado un pequeño fanal con unas flores y un retrato de la mártir republicana. Ahora se ha añadido una losa de mármol con una inscripción que conmemora el acto y exalta la memoria de esta víctima y, por extensión, de aquellas otras cuyos restos descansan en fosas comunes, las más veces en lugares ignorados o desconocidos.
Queremos pensar que en la ceremonia de ayer se ha honrado la memoria de esos difuntos carentes de honras fúnebres, cuyo rastro se perdió para siempre. Que con este homenaje se haya hecho realidad la profecía del salmista:
La sepultura de Nieves González Gomato está en la parte antigua del cementerio zafrense, junto a un ciprés, en el suelo, semioculta por el pavimento de la acera que discurre paralela a la pared de los nichos. En el tronco de ese ciprés, alguien ha adosado un pequeño fanal con unas flores y un retrato de la mártir republicana. Ahora se ha añadido una losa de mármol con una inscripción que conmemora el acto y exalta la memoria de esta víctima y, por extensión, de aquellas otras cuyos restos descansan en fosas comunes, las más veces en lugares ignorados o desconocidos.
Queremos pensar que en la ceremonia de ayer se ha honrado la memoria de esos difuntos carentes de honras fúnebres, cuyo rastro se perdió para siempre. Que con este homenaje se haya hecho realidad la profecía del salmista:
– Exultabunt ossa humiliata (Se alegrarán los huesos humillados)
Al menos, los de esta difunta ya tienen una lápida y unas exequias aunque con un retraso de setenta años.