martes, septiembre 23, 2008

La inscripción latina del Puente de Alcántara

Mi doblemente amigo José Luís Ortiz (por ex – discípulo y por amigo de mi hijo Juan Gabriel) me remite unas fotos preciosas del puente romano de Alcántara, lo que me hace pensar que el obsequio supone una invitación tácita a que me atreva a descifrar la inscripción en latín que aparece en el frontis del templete, junto al puente. Porque yo interpreto como una invitación, hecha, desde luego, con discreción y delicadeza, insinuada más bien, a que el antiguo profesor de Latín haga inteligible el texto del dintel de ese templete.
Tengo, pues, trabajo a la vista y, en tal situación, lo que debe hacer un investigador responsable es documentarse sobre el asunto y ver qué es lo que han dicho anteriormente otros investigadores sobre el particular. Yo tengo que declarar no haber visto aún ninguna bibliografía sobre el tema y, desde luego, ninguna traducción previa. Asumo, por tanto, mi tarea con el solo bagaje científico de mis estudios filológicos. El documentarse lleva tiempo y el contrastar opiniones más, y lo que yo quiero es hacer inteligible la inscripción como latinista que se enfrenta por primera vez a un texto y trata de hacerlo asequible a los no latinistas.
Lo primero que el latinista advierte, y que suele pasar desapercibido para el no latinista, es que el texto de la inscripción está en verso. Exceptuado el primer renglón que contiene la dedicatoria, los seis renglones siguientes contienen sendos dísticos (dos versos por renglón) Vamos a proceder, ante todo, a poner cada verso en un renglón, tras el encabezamiento, o dedicatoria, que resaltaremos en negrita:

IMP.NERVAE.TRAIANO.CAESARI.AVG.GERM.DAC.SACRVM

Templum in rupe Tagi superis et Caesare plenum
ars ubi materia vincitur ipsa sua.
Quis quali dederit voto fortasse requiret
cura viatorum quos nova fama iuvat.
Ingentem vasta pontem qui mole peregit
sacra litaturo fecit honore Lacer.
Qui pontem fecit Lacer et nova templa dicavit,
illic se solvunt, hic sibi vota litant.
Pontem perpetui mansurum in saecula mundi
fecit divina nobilis arte Lacer.
Idem Romuleis templum cum Caesare divis
constituit felix utraque causa sacri.

C.Iulius Lacer H(oc)S(acellum)F(ecit) et dedicavit amico Curio Lacone Igaeditano
Hunc titulum procellis abrasum Philippus IV renovari, marmori denuo incidi Elisabeth II decrevit.
Hasta aquí el texto completo de la inscripción. Son seis dísticos (cada uno consta de un hexámetro y un pentámetro)

Su traducción, más o menos parafraseada, podría ser esta:
Al Emperador Nerva, Trajano, César, Augusto, Germánico, Dácico, está consagrado




este templo, en la roca viva del Tajo, ocupado por la Divinidad y por el César,

donde la grandeza misma del arte es superada por la grandeza de la obra.

Tal vez la curiosidad de los viajeros, a quienes la celebridad de lo nuevo les agrada,


indagará quién, y en virtud de qué voto, ofreció este templo.

El que construyó el gran puente de vasta fábrica fue Lácer,

para ofrecer con toda solemnidad los sacrificios.

El que hizo el puente, Lácer, también dedicó los nuevos templos:

en aquél se cumplen los votos, en éstos se les consagran las ofrendas.

El ilustre Lácer, con divino arte, hizo el puente

para que durase por los siglos en la perpetuidad del mundo.

Él mismo llevó a cabo felizmente el templo y el puente,

consagrados a los dioses romanos junto con César, una y otra obra.

Cayo Julio Lácer hizo esta capilla y la dedicó a su amigo Curio Lacón Igaeditano*.

Este letrero, desgastado por el temporal, lo mandó renovar Felipe IV y lo mandó grabar en mármol de nuevo Isabel II.


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* El gentilicio Igaeditano corresponde, según estudio de Luis García Iglesias (que he consultado después) a los habitantes de la ciudad portuguesa de Idanha a Velha (Cf. REEx, t. XXXII, nº 2, pág. 266


NOTA: Probablemente la abreviatura IMP. habrá que interpretarla no como un singular sino como un plural: IMP(ERATORIBVS). Nerva adoptó a Trajano y ambos comandaron el imperio durante los últimos años de Nerva. En cuanto a los nombres posteriores que aparecen en la inscripción, son títulos, no propiamente nombres de personas: César, Augusto, Germánico, Dácico.

martes, septiembre 16, 2008

Doña Juanita, recordada por un ex – alumno de Almoharín

Mi amigo Miguel Garci-Gómez, del que ustedes tienen cumplida referencia a través de este mismo blog Reencuentros en la tercera fase , me envía una carta interesantísima de un paisano suyo, arquitecto en ejercicio en tierras gallegas. La memoria del antiguo alumno nos acerca vívidamente la imagen de Doña Juanita, por lo que este testimonio es uno de los más valiosos entre los que, hasta el momento, hemos recibido los de la Agencia GGs (que es como, humorísticamente, ha bautizado Miguel al equipo que, en cierto modo, él coordina, y cuyos miembros somos, además del propio Miguel, su esposa, el citado arquitecto, la periodista Ángeles Torres, y una serie de enlaces más (Nacho Pavón, Maruja Pavón, María Mayoral, María Inocencia Alarcón…) y yo mismo. Vamos ya, sin más dilaciones, a participar a ustedes el precioso testimonio:

Respecto a Doña Juanita, dudo que esté enterrada en el pueblo. Digo esto porque la última vez que la ví, en 1962 ó 1963, vivía en Cáceres,cerca del Camino Llano, por donde paraban los coches de línea de Almoharín. Desde allí salen unas calles cortas en fuerte pendiente que van hacia Cánovas. En una de ellas está la casa donde la visité. Era un lugar sórdido y maloliente que me impresionó tanto o más que el lamentable aspecto que ella presentaba. La encontré muy deteriorada y con cierto aire de miseria. Al parecer, sobrevivía, malamente, dando clases de Inglés. No recuerdo bien si me contaron que acabó mal con la familia que convivía en Almoharín, en una casa del Postigo, tal vez porque se le complicó la situación económica. Por eso decidiría irse a Cáceres e iniciar allí otra etapa en su vida que, salvo alguna circunstancia excepcional, pudo ser la última. Desde luego, no sería descabellado pensar que muriera y fuera enterrada en Cáceres. Mi tío, Domingo Salas, fue quien me dijo, entonces, dónde vivía. La conoció en Almoharín y quiero recordar que le hizo --ya en Cáceres-- alguna entrevista, para el Hoy o el Extremadura, periódicos con los que colaboraba. Lástima que Domingo muriese hace unos años porque, casi seguro, podría recomponer una buena parte de lo que falta de esta historia. De doña Juanita guardo muy buenos recuerdos. Fue todo un curso yendo, diariamente, a la casa donde vivía en Almoharín. Allí nos recibía, en una habitación que compartía con Negus, un gato mimoso y un poco tonto que nos disputaba, con fiereza, el espacio frente al brasero. Tenía una maleta llena de recortes de periódico de Alemania, Italia, Francia, EE.UU. y, por supuesto, de España. Aparecía con Hitler, con Mussolini, con Franco, con Serrano Suñer y un largo etcétera. Nos contaba cosas de su vida que, a veces, ilustraba con los recortes de periódico, mientras fumaba insistentemente. Recuerdo, vagamente, oirla decir que sus antecesores eran irlandeses, que ella había estudiado filología alemana en La Sorbona y un sinfín de anécdotas de su vida. Solía lamentarse de su condena y destierro a perpetuidad --confiscación de bienes incluida-- por el "macarthysmo" que la había acusado de actividades antiamericanas. Estaba aún muy afectada por la muerte, relativamente reciente, de su marido.Las clases de inglés con ella consistían en conversaciones sobre las cuestiones citadas, sin especial interés por los aspectos gramaticales. Para D.J., mi pronunciación, o la forma de expresarme, era siempre "wonderful" (¿?). A veces paseábamos por la Vega o por la carretera, lo que provocaba la natural curiosidad de los paisanos, sorprendidos por su especial atuendo, que solían volverse para estar seguros de no haber visto una pantarulla, de 1,80 m., que no paraba de fumar con su inseparable pipa alargada, tipo Mata-Hari, años veinte. Conservaba alguna foto de ella, tomada con una vieja cámara que había en casa, pero no puedo saber dónde estará. Puedo decir, en resumen, que fue una persona exquisitamente amable, generosa y delicada en el trato. Nunca quiso cobrar por sus clases porque, según ella, este tipo de actividad le daba alegría de vivir y debía agradecerlo de algún modo. Evidentemente, mi madre, encontraba siempre alguna forma de compensarla. Es posible que se pueda indagar algo en Almoharín. Lo intentaré, la próxima vez que vaya. Le preguntaré, también, a la viuda de mi tío Domingo, por si recuerda algo.

Hasta aquí la misiva del antiguo alumno de DJ, Pepe Fernández.

Por azares del destino, Doña Juanita fue una víctima de la 2ª república y una adelantada del fascismo, primero español y, después, europeo. Casada con el falangista (¿de conveniencia?) Eduardo Álvarez de Cienfuegos, apresada y torturada por los ‘rojos’, fue una acérrima defensora de la causa fascista. Y, a su pesar, una mártir de esa causa (dio testimonio de sufrimiento por la misma), como mártires fueron otros por la causa religiosa. Mártir la llamó el obispo Fulton Sheen, contemporáneo y compatriota suyo. Mártir en el sentido del sufrimiento. También en el bando contrario hubo ‘mártires’ (sufrieron y hasta murieron por la causa de la república) ¿Quiénes fueron los equivocados? Doña Juanita, sin duda, estuvo equivocada en sus apreciaciones sobre Hitler y el fascismo. Esa causa produjo pavorosos estragos a la Humanidad y son testimonios de ello nombres como los de Auschwitz y Matthaussen.

La causa franquista se quiso identificar con la causa religiosa (es lo que pretendía el lema “Por Dios y por España”) y, ambas, con la causa patriótica.
No había tal: en el fondo se trataba de impedir los verdaderos objetivos de la república: poner los medios de producción de riqueza al alcance del mayor número posible de ciudadanos. Todo se tergiversó, como sabemos. La patria fue traicionada por quienes pretendían ‘salvarla’. Lo que en realidad pretendían era salvar sus privilegios.

Por azares del destino, Doña Juanita cayó del lado de los vencedores en la guerra civil española, y en el de los perdedores de la segunda guerra mundial. Esto le valió la calificación de ‘traidora’ a la causa de su propio país.

A casi 40 años de su muerte, deseamos que sus huesos reposen en paz. Y que, si no en el cielo católico (se convirtió al catolicismo desde el credo protestante) , se encuentre, al menos, junto a sus compañeros “que hacen guardia sobre los luceros”. Catasterizada, como una constelación (¡el “melocotón de Georgia”!) en el cielo falangista.

domingo, septiembre 14, 2008

Los últimos años de Doña Juanita

To this day nothing else is known about Jane Anderson after 1947. Despite diligent investigations by historians it still has not been determined when or where Jane Anderson died. Somewhere, presumably in Spain, lie the ashes of an Atlanta-born woman who drank the cup of life to the full but nonetheless suffered a tragic fate. Born a Georgia peach, she died the Nazi Georgia Peach.

(From “JANE ANDERSON: THE NAZI GEORGIA PEACH, Part 3” by Prof. Wilkes. Published in The Athens Observer, June, 1 (1995)

(Hasta hoy, nada más se ha sabido acerca de Jane Anderson, después de 1947. A pesar de diligentes investigaciones realizadas por historiadores, no se ha determinado aún cuándo y dónde murió Jane Anderson. En algún lugar, presumiblemente de España, yacen las cenizas de una mujer nacida en Atlanta, que bebió hasta el borde la copa de la vida y, con todo, sufrió un trágico destino. Nació como un ‘melocotón de Georgia’ y murió como ‘el melocotón nazi de Georgia’ *





*(Nota: Retrato de Doña Juanita Anderson (1910) La expresión ‘melocotón de Georgia’ es la equivalente de lo que en España llamamos ‘un bombón’, para ponderar los apetecibles encantos de una mujer guapa. Debo esta explicación a mi amigo Miguel Garci-Gómez)







Habría que contar con un equipo tan eficiente como el de Paco Lobatón, el recordado presentador televisivo del programa “¿Quién sabe dónde?” para averiguar con toda la precisión deseable dónde y en qué fecha exacta acabó sus días Dª Juanita Anderson de Cienfuegos, la yankee de Atlanta (Georgia, USA) que casó con el español Eduardo Álvarez de Cienfuegos.
Dª Juanita vivió en Almoharín (Cáceres), pueblecito de la Alta Extremadura donde Cienfuegos tenía posesiones. Testigos presenciales retrotraen la presencia de Doña Juanita en Almoharín a los tiempos de la República (así nos lo confirma Doña María Mayoral, que aún vive en esta población) La señora Anderson frecuentaba por esas fechas las embajadas y legaciones extranjeras. Así parece ser que conoció a Eduardo Álvarez Cienfuegos y se unió a él en matrimonio.
Al comienzo de la guerra civil envió crónicas de España a los periódicos de lengua inglesa. En Madrid fue apresada por los ‘rojos’, acusada de espionaje, y encerrada en una checa en la que la sometieron a cruelísimas torturas (por ejemplo, soltando en su celda ratas hambrientas que la mordían y la llevaban al paroxismo del terror) Otras veces la iluminaban con un foco que mantenían encendido a todas horas. Desde entonces padeció disminución de la visión.
Cuando consiguió verse libre de aquel infierno (gracias a la intervención de la legación de su país en Madrid) se convirtió, como no podía menos, en una fervorosa apologista del franquismo y en una acérrima detractora de la causa de la República.
Esto hizo que la Falange la considerara la más adecuada propagandista del Movimiento en territorio americano. Allí fue la panegirista del franquismo, narrando sus penalidades carcelarias, lo que predispuso a sus oyentes de habla inglesa contra la causa de la República (identificada con la causa de sus torturadores en la checa) El obispo Fulton Sheen dijo de ella que “era una mártir viviente”.
La labor propagandística que Doña Juanita había desarrollado en pro de la Falange y del franquismo prosiguió, terminada la guerra civil, en Alemania, ahora a favor del fascismo. Sólo que ahora, el ataque japonés a Pearl Harbor, dejó a Juanita fuera de juego ante sus compatriotas. El panegírico del fascismo cayó en picado ante la opinión pública y Juanita fue declarada traidora y antipatriota.
En esa tesitura, Juanita optó por volver a España y pasar desapercibida en la tierra de su marido.
Doña Juanita vivió algunos años en Almoharín (Cáceres), atendida por los caseros de la finca que su marido poseía cerca de esa población. Parece que esa finca se llamaba El Rincón, aunque Juanita la bautizó con el poético nombre de La Vega de Oro (desde esa dirección recibí yo una carta suya en el verano de 1952) En 1957 todavía residía en esa población y mi amigo Miguel recuerda que asistió a la celebración de su primera misa en ese pueblo.
Años después, probablemente a comienzos de los 60, se instaló en una modesta vivienda de Cáceres capital, con el fin de ayudarse a su sustento dando clases particulares de inglés y de alemán (hablaba perfectamente también el francés)
Hacia finales de los 60 o comienzos de los 70, los parientes de su marido (ya fallecido) la llevaron a Madrid, bien a una residencia o a una clínica de desintoxicación, ya que se habían agudizado sus problemas de adicción al alcoholismo. Y en la capital de España murió en 1972. Doña Inocencia Alarcón, hija de un pariente del marido de Doña Juanita, recuerda que fue en ese año, porque "en el mismo año (poco antes o poco después) falleció mi padre, José Alarcón".
De modo que “el melocotón de Georgia”, “la mujer más buscada del mundo”, tras la caída del tercer Reich, vivió en tierras de Extremadura hasta finales de los años 60. Y murió en Madrid en 1972*.
Con o sin lápida, sus cenizas deben reposar en alguno de los cementerios de la capital de España.
Hasta ahora es toda la información que hemos podido recopilar de personas que la conocieron.
Si más adelante averiguáramos algo más, lo trasladaríamos puntualmente a ustedes.


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* En el Registro Civil de Madrid se ha localizado su partida de defunción, ocurrida el 5 de mayo de 1972

miércoles, septiembre 10, 2008

LXXII aniversario

Hoy, 10 de septiembre, se cumple el 72 aniversario de la muerte de mi padre. Tenía 31 años. Yo tenía la edad que tiene mi nieto ahora (tres años y ocho meses). Recuerdo que fuimos, mi madre y yo, a llevarle la cena la noche anterior, al rincón de Nicolás, donde este vecino puso un bar años después. Un ángulo de la plaza de España, de Aceuchal, entre el casino y la que después sería oficina de Caja Badajoz.
Había en la puerta unos tipos con escopetas. Recuerdo nítidamente que mi padre no quiso comer y que dejó intacta la tortilla de patatas que le había preparado mi madre.

Tío Jerónimo me contó, muchos años después, que a él le habían dado palabra de no hacerle ningún daño a mi padre (su hermano) de modo que podía regresar tranquilo. No sé cuántas marrullerías más alegaron para convencer a mi tío; el caso es que éste picó el anzuelo y fue a buscarlo a su escondite, a varias leguas del pueblo:

− Me han prometido que no te harán daño, si regresas. Es más, si te escondes, dicen que puedes dar pie a que se piense que has hecho algo malo. Por eso he venido a pedirte que vuelvas a casa.

Nada más llegar el fugitivo, fueron a por él. ¿Fue aquella, que yo recuerdo, la última noche de su vida? Pienso que sí. Se traicionó la buena fe de la buena gente, con dolo y felonía. Pero, ¿qué importaba eso a los que se habían propuesto eliminar, sin contemplaciones, a quienes querían mejoras sociales? Había que proceder sin miramientos, de acuerdo con las consignas de los militares rebeldes. La derecha consideró, desde luego, a éstos como la autoridad absoluta, actuó de común acuerdo con ellos y en ellos se escudó para justificar sus ejecuciones y asesinatos, considerándolos acciones de guerra. Y a esta cacería se la llamó “Cruzada” y se la cohonestó con la consigna de “Por Dios y por España”.

Hubo registros domiciliarios y recuerdo a unos facinerosos con camisa azul registrando los cajones de la cómoda de mi madre (ropa interior, sábanas, etc.) Se consideraban con derecho a despojar de sus pertenencias a la gente de ‘izquierda’. (Sí, yo recuerdo que en el ayuntamiento socialista se acumulaban receptores de radio confiscados a la gente de la derecha. Ignoro el por qué de la medida y cuál fue el verdadero motivo de esa confiscación. Pero tal vez eso fue lo que provocó la reacción posterior que consistió en despojar a la gente humilde de sus más modestas propiedades. A mi padre le quitaron la bicicleta, herramienta de trabajo con la que, ocasionalmente, se desplazaba a trabajar fuera del pueblo. Y hasta les hizo cuerpo una colección de la revista “Estampa” que mi padre guardaba en una casa de Los Silos. Era la suscripción de varios años. Se la llevaron como si tuvieran derecho a hacerlo.

72 años ya. Y después de 40 años de “Caídos por Dios y por España” y 30 años más de propina ‘transicional’, todavía se nos reprende que tengamos ‘memoria histórica’, que queramos honrar a nuestros muertos, localizar sus huesos, recuperarlos para nuestra veneración…

martes, septiembre 09, 2008

PRIVILEGIO DE IMPUNTUALIDAD

Durante mucho tiempo existió, en el pasado, una prerrogativa cuya vigencia podía comprobarse por quienes asistían habitualmente a ceremonias religiosas en las que había intervenciones propias de la oratoria sagrada: sermones u homilías, principalmente.
Se trataba de un privilegio, ante todo, real (o regio), pero, también, de la jerarquía eclesiástica de rango superior al del que ocupaba, en ese momento, la tribuna sagrada. A esta prerrogativa podríamos llamarla ‘privilegio de impuntualidad’ y consistía en que el orador sagrado interrumpía el sermón cuando entraba en el templo un personaje regio, o un alto dignatario eclesiástico. El orador aguardaba a que el recién llegado se acomodara y, tras dirigirle unas palabras de bienvenida, tenía para el ilustre personaje la deferencia de resumirle lo que, hasta el momento de su entrada en el templo, estaba diciendo. Retomaba el hilo del discurso interrumpido con un “íbamos diciendo, Majestad, (o el título que correspondiera, Excelencia, Eminencia…)
Es muy verosímil que, para hacer efectivo el privilegio, se programara de antemano la ceremonia con el episodio de la impuntualidad incluido.
Cuenta Gracián que, en una de estas ceremonias de impuntualidad regia, estando el oficiante hablando de la pasión de Cristo, tuvo que interrumpir el sermón por la llegada de la reina con retraso al templo. No hubo más remedio que tener en cuenta la prerrogativa. Cuando la real persona se acomodó y el cura pudo retomar su discurso, lo hizo con la frase por la que Eneas accede a la petición de Dido, a que le cuente sus penalidades en la guerra de Troya:

Infandum, regina, iubes renovare dolorem

(mándasme, reina, renovar un dolor indecible)

Dadas las circunstancias, la cita virgiliana no carecía de sentido del humor.

El otro día, en Guadalupe, se reprodujo, seguramente de manera involuntaria, la mise in scène de la vieja prerrogativa. La ex – reina de los belgas, nuestra venerable compatriota Doña Fabiola, entró en el templo guadalupense con retraso. Se escenificó toda la antigua ceremonia. El celebrante interrumpió su homilía, dio la bienvenida a la señora reina e ilustre paisana, y continuó su plática, tras un breve resumen de lo dicho.

Creemos que esta vez el retraso fue debido al azar, o a causas menos rebuscadas de exhibición de privilegios. Por ejemplo, a que el tráfico está fatal. O que hubo atasco en las curvas que dan acceso a Guadalupe.

Nuestra simpática y querida Fabiola, bien a su pesar, malgré lui, había protagonizado la puesta en escena de un rancio, de un obsoleto privilegio.

jueves, septiembre 04, 2008

Un ciclón llamado Juanita

Jane Anderson de Cienfuegos fue un fenómeno de la naturaleza. Bella y borrascosa, “sopló como mujer”, según decía la vieja copla, sedujo, avasalló con su belleza, fue Circe y Calipso a la vez. ¡Legendaria Doña Juanita, Mrs. Anderson de Cienfuegos! Fuegos cien y ardores mil la hacían exaltarse cuando peroraba contra el ‘rojerío’ y los enemigos de la causa fascista. Entonces su oratoria se encandecía como una filípica y el idioma inglés crepitaba en sus labios como las ramas crepitan en un incendio. Se han anotado frases de sus discursos en las que las palabras entrechocan en trallazos onomatopéyicos y el lenguaje despliega sus recursos más característicos y efectistas.
Como en la conocida armonía imitativa que nos recuerda el rumor de las aguas de un arroyuelo:



Myriads of rivulets hurrying through the lawn,
the moan of doves in immemorial elms
and murmuring of innumerable bees…

Es un ejemplo clásico de lo que se considera onomatopeya en las preceptivas de la literatura. Otro buen ejemplo es aquel hexámetro homérico de la Ilíada que imita el ruido del galope de unos caballos, empleando palabras usuales del repertorio griego:

pol-la d’ánanta, kátanta, párantá te, dóchmia t', ēlthon (XXIII, 116)






(y así subieron y bajaron cuestas, y recorrieron atajos y veredas)*





En castellano (toda lengua tiene su ocasión onomatopéyica) recordamos la primera estrofa del poema “El faro de Malta”, del Duque de Rivas, donde creemos percibir el eco lejano del retumbo de los truenos:

Caricatura de Franklin D. Roosevelt


por Sirio








Envuelve al mundo extenso triste noche,
ronco huracán y borrascosas nubes
confunden y tinieblas impalpables
el cielo, el mar, la tierra.





Jane Anderson conseguía en sus discursos apasionados unos efectos semejantes a éstos. Cuando su oratoria se acaloraba (lo que se ha llamado su ‘overheated prose’, sus discursos se aproximaban a la soflama. Juana desplegaba su cohetería verbal que explosionaba en magníficos fogonazos retóricos. Dos ejemplos de antología nos brinda como muestra el profesor Wilkes:

Roosevelt has pulled a brass band out of his hip pocket, and a concentration camp from under the coattails of the brain trust…

Roosevelt consolidated with Churchill in the simultaneous declaration of war upon Japan … so the American people have gone to war to save Stalin and the international banker which are one and the same …

(Se pueden traducir las frases: su efecto sonoro es intraducible) **


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* Nos decidimos por la traducción de Luis Segalá. También se ajusta al texto esta traducción: 'y tras /mucho subir y bajar, rodear y trochar, arribaron'/


** Añadimos, no obstante, la traducción, con el asesoramiento de un amigo: 1) Roosevelt ha sacado una banda de trompetas de su bolsillo trasero y un campo de concentración de debajo de las levitas de su equipo de eminencias grises (brain trust = clan de cerebros, asesores intelectuales)


2) Roosevelt se fusionó con Churchill en la declaración simultánea de guerra contra el Japón, de manera que los americanos han entrado en guerra para salvar a Stalin y al banquero internacional, que son una y la misma cosa.

lunes, septiembre 01, 2008

Jane Anderson de Cienfuegos (tercera entrega)

Tras su salida de la cárcel en Madrid, Jane Anderson regresó temporalmente a los Estados Unidos, convertida en una activa propagandista de la causa de los sublevados y difundiendo, a través de los medios de comunicación de su país, su visión negativa de la República española como sinónimo de barbarie, desorden público y persecución religiosa.
Esta visión, necesariamente parcial, de la situación española predispuso entonces a muchos de sus paisanos en contra de la República y a favor de la sublevación militar. A consolidar esta opinión en el mundo católico contribuyó, en gran medida, la famosa proclama de los obispos españoles, redactada por el Cardenal Gomá y publicada con fecha de 1 de julio de 1937. La adhesión solidaria con este escrito de 32 países y unos 900 obispos de todo el orbe católico consagró la sublevación militar de Franco y sus secuaces como una Cruzada y le otorgó una especie de legitimidad de la que hasta entonces carecía. Los intereses políticos se tiñeron de celo religioso y, en cambio, las mejoras sociales que buscaba la República se asimilaron a una persecución religiosa, el plan diabólico del ateísmo marxista. Se acuñó la famosa consigna de “Por Dios y por España” que monopolizó el patriotismo a favor de la derecha. Esta y otras consignas por el estilo se emplearían como salvoconducto para justificar toda clase de atropellos contra los leales a la causa republicana. Todo estaba justificado para aquellos que creían que ‘Dios estaba de su parte’.
En 1938 los mandos de Falange consideraron que la periodista Jane Anderson, con experiencia como corresponsal de campaña en la I Guerra Mundial y, sobre todo, como ex prisionera de los ‘rojos’, sería un buen fichaje para la causa del Movimiento. Las penalidades que había sufrido durante su encarcelamiento en Madrid eran prendas de garantía de que serviría con fervor a la causa falangista. Pero, sobre todo, el elogio del arzobispo católico Monseñor Fulton Sheen, al declararla una “mártir viviente”, eran una suerte de credenciales para hacer de ella una especie de embajadora en los EEUU de los ideales de la Falange. Y Jane Anderson cumplió a satisfacción su cometido:
Millones de americanos leían sus crónicas en los periódicos −la ‘marquesa’ tenía buena prensa− y la circunstancia de ser una sencilla chica de Georgia daba a su testimonio cierto aire de cercanía y autenticidad. Millares de personas se inclinaban a su favor cuando peroraba en las tribunas públicas y cientos de americanos influyentes que se codeaban con ella en recepciones oficiales estaban por completo inclinados a la causa franquista, ganados para ella, por la habilidad de la ‘noble dama’ americana que había sufrido cautiverio a manos de los ‘Rojos’… (FALANGE…, pág. 218)
En ese mismo año de 1938 viajó por los Estados Unidos abogando por la causa falangista y pudo desempeñar un papel decisivo en la campaña que desarrolló el Eje para evitar que se levantara el embargo de armas a la República española, una medida que muchos americanos de toda clase y condición estaban demandando de su gobierno.
Las cosas, sin embargo, iban a torcerse para Jane Anderson, a partir del ataque japonés a Pearl Harbour. Jane, desde Berlín (la ‘otra’ capital de España en aquellas fechas), en sus emisiones en inglés para EEUU, seguía defendiendo la causa fascista, por más que sus alegatos en pro del nazismo perdían credibilidad de día en día.
Los hechos cotidianos desmentían a la locutora que ensalzaba al Führer como “an immortal crusader, a great lover of God”. Estos elogios y otros por el estilo estaban en flagrante contradicción con la realidad. ¿Quién se iba a creer afirmaciones como que Hitler fuese “the great exponent of Catholic civilization”?
Las emisiones de Jane Anderson se interrumpieron bruscamente en abril de 1942. La ‘marquesa’ de Cienfuegos regresó a España donde se sentía más segura. En 1943 fue acusada ‘in absentia’ junto a otros siete intelectuales americanos por hacer propaganda radiofónica del nazismo. Los demás acusados eran: Robert H. Best, Douglas Chandles, Edgard Delaney, Constance Drexel, Frederick Kaltenbach, Dr. Max Koitschwitz y Ezra Pound. En 1945 los periódicos de Norteamérica proclamaban a Jane Anderson “the most sought- after woman in the world” (la mujer más buscada del mundo)
¿Quién se iba a imaginar que esta mujer se había refugiado en tierras extremeñas? Dicen las crónicas que en 1947 se levantaron los cargos contra ella por falta de pruebas. Y añaden que, a partir de ahí se esfumó, dejó de ser vista públicamente: When and where she died remain a mystery (‘Cuándo y dónde murió continúa siendo un misterio)
Bueno, yo no sé cuándo ni donde murió. Pero sé que en 1957 aún vivía y que asistió a la primera misa de mi ex condiscípulo Miguel Garci-Gómez en Almoharín.
En el caso, bastante improbable, de que aún estuviera viva, tendría entre 115 y 120 años.
Aquí ponemos punto final a la historia de Jane Anderson. Queda en suspenso que fuese ella la dama que salía a pasear con el cura Galán. No quiero que se me acuse de hacer juicios temerarios.