Con motivo de las fiestas del solsticio de verano, De la luna al fuego, se han venido desarrollando en Zafra diversos actos culturales, entre ellos, varias representaciones teatrales. La del sábado, día 28, ha consistido en la puesta en escena de la obra Miles gloriosus (‘El soldado fanfarrón’) del comediógrafo latino Plauto. La célebre comedia del autor romano, en la que se describe al personaje fachendoso y engreído que es el protagonista de la obra, el militar Pirgopolinices, sigue manteniendo fresca su comicidad a través de los siglos, gracias a las acertadas adaptaciones de los traductores actuales. Plauto consiguió estereotipar una serie de personajes cómicos que mantienen plena vigencia, si se sabe identificar esos estereotipos a través de sus recreaciones actuales, de su acomodación a los tiempos presentes. Los caracteres plautinos preservan su innata vis comica, si acertamos a ‘ponerlos al día’, o hacer que el espectador consiga actualizar, a su manera, la situación que al antiguo le producía hilaridad y regocijo.
Hay ciertas deformidades que ya resultan de por sí ridículas, como la presunción del oficial fantoche, la desenvoltura de la cortesana Acroteleutia o la salacidad de viejo verde, aunque impotente, que es Periplectómeno, el vecino del presumido militar. Y es risible, per se, la astucia del parásito adulador y sus trapisondas para engañar al mílite y al vigilante que éste ha puesto para que Filocomasia ‘no se la pegue’.
El espectador va entrando poco a poco en el entramado del asunto y la comicidad va brotando ocasionalmente, a veces adobada por referencias de clara actualidad, como, por ejemplo, cuando el grupo de mujeres, presuntas fans del soldado, le gritan:
- ¡Miles, capullo, queremos un hijo tuyo!
El anacronismo hace ocasionalmente acto de presencia, con efectos cómicos menos apreciables para quien no está familiarizado con el latín. Los actores no pueden evitar, a veces, el tic reflejo del latinismo y sueltan, ocasionalmente, alguna frase para que se recuerde que todo ese divertimiento se expresó un día en la antigua lengua de Roma. Entre esas frases, una de efecto especialmente hilarante es la frase Alea jacta est! (‘La suerte está echada’) que puede que ya se utilizara en tiempos de Plauto, pero cuya referencia histórica corresponde a un siglo y medio después, ya que fue pronunciada por César en la memorable ocasión de pasar el Rubicón. El anacronismo tiene su efecto cómico, pero, bien mirado, podemos pensar que, antes que la pronunciara César, la frase podía ser de uso corriente, por más que las circunstancias solemnes en que el general romano la pronunciara la hayan hecho famosa: el momento decisivo de cruzar el Rubicón, río fronterizo de Galia con el territorio romano.
Hay ciertas deformidades que ya resultan de por sí ridículas, como la presunción del oficial fantoche, la desenvoltura de la cortesana Acroteleutia o la salacidad de viejo verde, aunque impotente, que es Periplectómeno, el vecino del presumido militar. Y es risible, per se, la astucia del parásito adulador y sus trapisondas para engañar al mílite y al vigilante que éste ha puesto para que Filocomasia ‘no se la pegue’.
El espectador va entrando poco a poco en el entramado del asunto y la comicidad va brotando ocasionalmente, a veces adobada por referencias de clara actualidad, como, por ejemplo, cuando el grupo de mujeres, presuntas fans del soldado, le gritan:
- ¡Miles, capullo, queremos un hijo tuyo!
El anacronismo hace ocasionalmente acto de presencia, con efectos cómicos menos apreciables para quien no está familiarizado con el latín. Los actores no pueden evitar, a veces, el tic reflejo del latinismo y sueltan, ocasionalmente, alguna frase para que se recuerde que todo ese divertimiento se expresó un día en la antigua lengua de Roma. Entre esas frases, una de efecto especialmente hilarante es la frase Alea jacta est! (‘La suerte está echada’) que puede que ya se utilizara en tiempos de Plauto, pero cuya referencia histórica corresponde a un siglo y medio después, ya que fue pronunciada por César en la memorable ocasión de pasar el Rubicón. El anacronismo tiene su efecto cómico, pero, bien mirado, podemos pensar que, antes que la pronunciara César, la frase podía ser de uso corriente, por más que las circunstancias solemnes en que el general romano la pronunciara la hayan hecho famosa: el momento decisivo de cruzar el Rubicón, río fronterizo de Galia con el territorio romano.
César fue un general golpista, un dux perduellis (un traidor a la patria) como lo fue Franco en su día.
En fin, con el Miles nos hemos reído y lo hemos pasado bien. Los aplausos lo avalan. Aplausos que, por cierto, solicitó nuestro antiguo colega Quique Serviá (en el papel de Palestrión) dirigiéndose al público con el plaudite, plaudite, de rigor.
(Por cierto, Quique, se pronuncia pláudite. Aunque puede resultar cómico pronunciarlo como se escribe. Los latinos no usaban tildes ortográficas y tú, evidentemente, no tienes la culpa de eso)
Muy oportuna la invocación penúltima (antes del plaudite) que cierra la versión actualizada de la comedia:
-Donde has de meter la olla…
En fin, con el Miles nos hemos reído y lo hemos pasado bien. Los aplausos lo avalan. Aplausos que, por cierto, solicitó nuestro antiguo colega Quique Serviá (en el papel de Palestrión) dirigiéndose al público con el plaudite, plaudite, de rigor.
(Por cierto, Quique, se pronuncia pláudite. Aunque puede resultar cómico pronunciarlo como se escribe. Los latinos no usaban tildes ortográficas y tú, evidentemente, no tienes la culpa de eso)
Muy oportuna la invocación penúltima (antes del plaudite) que cierra la versión actualizada de la comedia:
-Donde has de meter la olla…
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* El Miles gloriosus se estrenó hacia el año 205 ó 204 a. de C.