martes, septiembre 24, 2013

LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA EN EL FRANQUISMO

He encontrado recientemente un viejo libro escolar titulado ASÍ QUIERO SER, editado por la recordada editorial placentina Sánchez Rodrigo (editora, asimismo, de las famosas “Rayas”, donde solían aprender la lectura los niños de mi generación y posteriores) y he descubierto en este libro el perfecto libro de educación para la ciudadanía que le gustaba al franquismo. Leyéndolo no se puede menos que sonreír, cada dos por tres, viendo con qué desparpajo trataban de inculcar en los futuros ciudadanos la que, en aquella época, se consideraba una apropiada “educación para la ciudadanía”. Por supuesto que la jerarquía eclesiástica de aquellos tiempos no hubiera puesto reparo alguno a las doctrinas que en ese libro se trataba de imponer a los chicos. Hay páginas de antología, con auténticas perlas didácticas, para modelar el criterio infantil de acuerdo con el Estado totalitario (a propósito: en el libro se define lo que es Estado totalitario, y se da a entender que es el que más se adecua al carácter de la nación española: he aquí la definición que, en recuadro, nos brinda el propio libro:


Un Estado es totalitario cuando en él sólo manda
uno y cuando la voluntad de todos los ciudadanos
es una: entregarse a su servicio.


Se opina con los criterios de la más pura ortodoxia franquista, en asuntos de religión, de democracia, de sumisión al régimen...
Por supuesto que la única religión aceptable es la católica y España no es concebible sin ella. A propósito de la religión, una afirmación en recuadro asegura que

El alma española es naturalmente católica


A esta convicción, probablemente, respondía la costumbre de que la gente bautizara a sus hijos como un trámite casi de obligado cumplimiento, a tenor de esa naturaleza. Y la inscripción en el seno de la Iglesia Católica se realizaba sin tener en cuenta la opinión del catecúmeno, ya que se hacía habitualmente cuando éste aún no tenía uso de razón.


(Por supuesto, la tradición continúa por inercia todavía en nuestros días)


Sobre la democracia, se rechazaba de plano. En la página 26 se inserta una imagen de Franco, dibujada por el ilustrador. Y se comienza la página con una distinción entre los términos democracia y demofilia. (El corrector automático me ha subrayado en rojo la palabra, después de habérmela cambiado automáticamente por hemofilia) La demo–filia, señores, viene, como saben los que tienen los primeros rudimentos de griego, de sendas raíces, como son “demo = pueblo, y “filia” = amor (la demofilia quiere decir “amor al pueblo”) En cambio, la “democracia” significa (¡lagarto, lagarto!) “el poder ejercido por el pueblo”. ¿Qué disparate es éste? En la página 27 se dice, tajantemente:


No debemos ser demócratas, sino demófilos.


Y retrotrayéndonos a la página anterior nos aclara:


Se puede ser demófilo y no ser demócrata;
es decir, se puede amar al pueblo y no ser
partidario de que estén en sus manos las  
altas jerarquías del mando.


Y es que (en recuadro):


El saber gobernar una nación es una cosa que
sólo conoce el que la ha estudiado y aprendido.



(Aquí podíamos preguntarnos: ¿Dónde aprendió Franco y dónde estudió la ciencia del gobierno de España?) Sabemos que la práctica de esa ciencia la adquirió principalmente en las kabilas de África. Pero vino preparado de tal modo que su responsabilidad estaba exenta de justificar sus actuaciones ante todo un pueblo representado en un Parlamento. Franco solo gobernaba con poder omnímodo y sólo reconocía la existencia de dos instancias superiores a él, instancias que, por lo demás, consistían en sendas entelequias llamadas Dios y la Historia. El texto didáctico enmarcaba en un recuadro lo que Franco mismo había proclamado al respecto:

El Caudillo sólo es responsable de sus actos
ante Dios y ante la Historia.


Dios, por boca de sus representantes en la Tierra, hizo llamar Cruzada al genocidio puesto en marcha por su ‘elegido’. Y la Historia, manipulada por los Vidal, los La Cierva y los Moa, no haría otra cosa que encumbrar al personaje.


Esta era la “educación para la ciudadanía” que mejor convenía a los propósitos de un dictador y de sus secuaces.


La que hoy se ha pretendido adaptar a esta interminable Transición y que ha recibido el rechazo incondicional, severo, de la Jerarquía eclesiástica*, que sigue todavía siendo uno de los poderes fácticos del llamado Estado de derecho.
_______  

* Me refiero a la Educación para la ciudadanía. Rechazada por la actual Jerarquía eclesiástica.







sábado, septiembre 14, 2013

ZAFRA REVISITED (IAN GIBSON AN ILLUSTRIOUS VISITOR)

Anoche estuvo en Zafra el conocido hispanista Ian Gibson, invitado por el colectivo "Manuel Peláez", a través de José María Lama, que ya en una ocasión anterior consiguió traer a Zafra al ilustre autor irlandés. Su intervención versó principalmente acerca del reportaje fílmico que allá por los años 30 del siglo pasado el cineasta Luis Buñuel filmó en la comarca de Las Hurdes, cuando las condiciones de la existencia en estas poblaciones constituían el paradigma de lo que son los pueblos sumidos en el atraso secular y en la pobreza endémica (y, especialmente, en el abandono por parte de los responsables del gobierno de la Nación, España, en este caso) El documento es, literalmente, estremecedor, y suscita la más indignada repulsa contra las autoridades, por su condenable conducta de indiferencia ante el desvalimiento de unos seres humanos olvidados entre unas montañas. Hoy día, los pueblos que antaño constituían Las Hurdes (Martilandrán, Nuñomoral, Pinofranqueado...) mantienen un grado de desarrollo a tono con los tiempos actuales, ya que, contra lo que pueda parecer Las Hurdes constituyen en la actualidad una comarca rica en recursos naturales.

Por causas ajenas a mi voluntad, no pude estar en el coloquio que se celebró a continuación. Me hubiera gustado poder conversar más tiempo con uno de los mejores hispanistas del momento, autor del que poseo en mi biblioteca varios libros.Aprovechando la ocasión, me llevé al lugar de la conferencia uno de estos libros: el titulado Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca (1898-1936),una de las mejor documentadas biografías sobre el poeta de Granada, más querido y admirado por mí, desde incluso mi niñez. La imagen de Lorca me era familiar por las revistas de Blanco y Negro antiguas que se guardaban en el desván de la casa de mi abuela paterna. Luego, ya un poco mayor, supe que la suerte del poeta había sido la misma que la de mi progenitor: ser fusilado por los franquistas. Aparte de mi admiración incondicional hacia los méritos literarios del poeta, existían, por tanto, estos motivos adicionales que le añadían cierto carácter familiar a mi relación con la admirada figura.

Me llevé la biografía de Lorca, escrita por Gibson, para que me la dedicara el autor.
¿Cuántos años esperó en mi biblioteca el libro a que el mismísimo autor estampara su firma en él?  Calculo que más de una década (la edición que tengo es de 1998) y yo no debí esperar mucho para adquirir el libro. Así que pueden haber transcurrido entre 10 y 15 años, como máximo. Pero ha merecido la pena, y mi ejemplar se ve hoy 'revalorizado' por la firma del autor que me ha dedicado estas halagüeñas palabras: "Para mi amigo Juan García Gutiérrez, con un fuerte abrazo, en esta entrañable ZAFRA que tanto me entusiasma. Muy cordialmente, Ian Gibson. (Se añade la fecha: 13 de septiembre de 2013)

NOTA: Incluyo una fotografía del autor, tomada de la prensa.

domingo, septiembre 08, 2013

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DEL HOY

Reconforta que desde el periódico HOY alguien decida alzar la voz contra esa provocación que supone utilizar la simbología franquista en una época que juzgamos plenamente democrática, de hecho y de derecho. Y que sean voces del PP las que llamen al orden a quienes llevan a cabo semejantes provocaciones. Puesto que esta formación política tiene como motivo principal de su descrédito democrático su origen o procedencia franquista, todo lo que suponga desmarcarse del franquismo contribuye a fortalecer su credibilidad democrática y a generar la correspondiente confianza por parte del electorado en esa formación política. Las formaciones políticas de izquierda llevan recabando, tiempo ha, del PP la explícita y pública condena del franquismo, sin conseguirlo por el momento. Hubo en el Parlamento una fecha memorable (tanto más memorable cuanto que era capicúa) como fue la del 20-N-02 (el 20 de noviembre de 2002) en la que hubo una condena unánime del franquismo. Este consenso duró sólo unos años, pues en 2006, el representante del PP en el Parlamento europeo, Sr. Mayor Oreja, llevó a cabo la palinodia, negándose a la condena, en ese foro europeo, de lo que suponía el último reducto del fascismo en Europa: el franquismo español. El PP, en aquella ocasión, no procedió adecuadamente. Ahora parece que, como formación política, comienza a tomar conciencia de que, para poder utilizar debidamente el marchamo democrático, tiene que atajar ciertas demasías, y aun desmanes, que se cometen por algunos insensatos dentro de su partido: la utilización de símbolos franquistas (banderas preconstitucionales, cantos del “Cara al sol”, etc.) con que algunos hacen ostentación de su pasado fascista, o sea, antidemocrático, debe atajarse con toda energía. Si el PP quiere ganar credibilidad democrática (como sería lo deseable) será necesario que ponga su más decidido empeño en atajar esas demostraciones que le restan la confianza de posibles votantes en el futuro. Tienen que procurar que esa simbología (banderas, saludos brazo en alto, canciones...) no sirva para poner en entredicho su credibilidad democrática.

Afortunadamente comienzan a alzarse voces de protesta, llamando al orden a quienes, al amparo de las siglas del partido, hacen ostentación de esa simbología obsoleta y rechazable, que tuvo vigencia en épocas pasadas de la dictadura.

Una de esas voces es la que se manifiesta en el diario regional HOY de esta misma fecha (6-9-2013), en un artículo firmado por José María Calleja, titulado “Simbología inaceptable”. El autor reprueba la utilización (¡a estas alturas todavía!) de banderas franquistas (símbolo inconstitucional en la actualidad) así como que se cante el “Cara al sol” en algunos de los actos públicos que organizan estos incondicionales adictos al régimen franquista. Sólo con tales exhibiciones por su parte se ponen abiertamente al margen de una sociedad que pretende vivir en democracia. Es evidente que deben ser llamados al orden desde las filas del PP y expulsados de ellas sin contemplaciones, precisamente por su conducta antidemocrática. Asumimos las palabras del articulista quien, en el párrafo final de su escrito concluye que, quienes así proceden, “deberían ser expulsados de los partidos democráticos”, sean cualesquiera los militantes, “jóvenes o mayores, que hagan el saludo franquista o muestren símbolos ultras. Son actitudes incompatibles con la democracia y pasarlos por alto o minusvalorarlos no es la forma de combatirlos”.

Con este firme criterio de expulsión del partido, o como mínimo de la remoción de su cargo (si es que lo tenía) se ha debido de proceder desde hace tiempo por parte del PP. De haber actuado así, habría ganado en credibilidad democrática y, por qué no, en adeptos; ya que muchos de los posibles votantes verían en él una opción democrática aceptable. La rémora del PP es, precisamente, su pasado franquista, ese fardo con el que nadie con aspiraciones inequívocamente democráticas quiere cargar.

Mucho en credibilidad habría ganado el PP si hubiera destituido fulminantemente al alcalde de Baralla (Lugo), González Capón, tras sus afirmaciones sobre los condenados a muerte por el régimen de Franco (“sería porque lo merecían”) Mientras el PP no se deshaga de los ‘incondicionales del franquismo’ no engrosará de veras las filas de la democracia.

Y, por supuesto, al que debiera haber destituido hace tiempo (concretamente, a raíz de su renuencia a condenar el franquismo en el Parlamento europeo) fue al Sr. Mayor Oreja, que tan “plácidamente” vivió la dictadura que nunca pudo ver en Franco a un golpista, y a un ‘perduellión’, que llamó para luchar contra su propio país a las potencias fascistas europeas del momento. Oreja debería estar, desde entonces, relegado de cualquier cargo en el PP. Su permanencia en el mismo pone en entredicho la calidad democrática de su propio partido.

miércoles, septiembre 04, 2013

"TODO" Y "NADA" EN LA POESÍA DE J.R.J.


‘Todo’ y ‘Nada’ son términos contrapuestos entre sí, pero en la poesía de J.R.J. aparecen, con frecuencia, identificables y, de hecho, identificados. Esta identificación va a constituir uno de los más arquetípicos clisés-concepto en la poesía juanramoniana, una especie de axioma general subyacente a su peculiar ‘metafísica’, utilizando esta palabra con el disgusto de aquellos críticos literarios que aborrecen que se aplique al poeta el epíteto de ‘metafísico’. Pese a quien pese, J.R.J. es un filósofo ‘sui generis’ y un metafísico, eso sí, sin recabar para esa ‘metafísica’ el carácter inamovible de un sistema. Se puede adoptar como principio provisional que “todo es nada”, como dice Juan Ramón, por más que el propio poeta se permita, alguna vez, poner esa afirmación en entredicho. Esa puesta en duda de algo que otras veces ha proclamado como cierto exime a su poética de cualquier intención sistemática, propia de lo rigurosamente ‘metafísico’:


¿Nada todo? Pues, ¿y este gusto entero
de entrar bajo la tierra, terminado
igual que un libro bello?   (P. 32   -y IV-)


En muchas ocasiones, sin embargo, el tópico se mantiene, más que como una convicción, como un convencionalismo poético:


¡Todo es ya mío -¡todo!- digo nada
es ya mío, nada!   (D., 191)
                        __


¡Oh, qué entrar tan gustoso
en la miel tuya, todo, o tuya, nada!
                                             (E., 83)

                        __

...Ahora, ¡qué tranquilo
recomenzar la senda con cimiento
firme hacia todo!
...o, es lo mismo, hacia nada!
                                             (PC, LX - y IV -)

Identificados así los términos ‘todo’/ ‘nada’ se torna posible hacerlos igualmente deseables, tanto si se anhela alcanzar la plenitud como si se aspira al nirvana nihilista. En el poema dedicado a la memoria de su sobrino y ahijado Juan Ramón Jiménez Bayo (caído en el frente de Teruel) el poeta evoca a su querido y joven familiar, ya a salvo, en ese nirvana-paraíso que constituye el final deseable para todo ser vivo inteligente: lo que siendo el Todo es, a la vez, la Nada. El ruiseñor (símbolo del poeta, sobre todo con Rubén Darío) ha consolado al joven caído en el frente. El poeta pregunta a su querido difunto si escuchó el canto del pájaro divino:


¿Oyes el ruiseñor?,
me dijo con voz lejana,
con voz cercana me dijo:
Lo oigo, sí; ¡qué lindo canta!


                  (...)


¿No había de oirlo lindo
si, ya cerrada su cara,
lo oía desde su fin,
desde su todo y su nada?
 ("La noche mejor", En el otro costado, 13)

Este es el extraño paraíso de la beatitud juanramoniana: el ‘panteísmo’ (o panto-ísmo, de ‘pan’ (=todo) que resulta perfectamente identificable con el nirvana, o nihilismo de la Nada.


domingo, septiembre 01, 2013

EVOCACIÓN DE LUIS ÁLVAREZ LENCERO


 Mi artículo “La hombría como virtud en Miguel Hernández y en Luis Álvarez Lencero” (recogido en la reciente edición de mi libro De la Vida a la Teoría) se publicó por vez primera en las Actas del V Congreso de Escritores Extremeños, pp. 71-77 (1990)
En un congreso subsiguiente, el VII, en las correspondientes Actas (1996), el escritor y profesor D. Francisco López Arza, publicó una comunicación suya a dicho congreso (pp. 81-83) en torno al  Juan Pueblo lenceriano. A este congreso no tuve la oportunidad de asistir, pero me llegaron puntualmente sus Actas, a través de la Asociación de Escritores Extremeños. Así pude leer el comunicado de Arza y verme literalmente aludido en él a través de ciertas afirmaciones vertidas en mi comunicación del congreso anterior. Arza intenta eximir a Lencero de toda sospecha de izquierdismo y, en particular, de esa aparente animosidad antifranquista que parece trascender de las páginas de Juan Pueblo, particularmente en la famosa diatriba titulada “El gallo” que, hasta entonces, los lectores habíamos interpretado como una referencia inequívoca a Franco: “maldito sea este gallo, /dictador del gallinero,/ que con pico carnicero / mata a la gallinería / y nadie por miedo pía / bajo sus patas de acero”.


Arza cita un amplio párrafo de mi ponencia al V congreso, sin aludirme personalmente, y atribuyendo mis palabras a una vaga pluralidad de opinantes, representada por la palabra “otros”. Según Arza, había habido ciertos “cronistas sobresaltados” que habían considerado al autor de Juan Pueblo como “un rojo diabólico”. Otros, en cambio, no tan exaltados, pero con “parecidos propósitos”, lo habían presentado como “un disidente del régimen franquista, al que tuvo la gallardía de oponerse desde su lírica trinchera” (son palabras textuales mías en la citada ponencia) y, más aún, como “un peligroso fermento revolucionario”, por lo que Juan Pueblo “tenía de alegato contra el militarismo, contra el abuso del poder”. "Algunos" (el aludido sigo siendo yo) vieron en “El gallo” una “estupenda soflama contra la figura del Dictador”, etc.

Si lo que pretendía Arza en su comunicación era eximir a Lencero de su condición de luchador avanzado contra el franquismo, su pretensión estaba desautorizada por el propio Lencero. Según un testimonio recogido por Alejandro García Galán (amigo personal de Lencero y mío) en su libro Pregones, discursos y otros escritos extremeños       (p.244), en cierta ocasión el ingeniero alemán Helmut Letz preguntó expresamente a Lencero: “¿Eres franquista?”. A lo que éste respondió: “No, la prueba está en mi libro Juan Pueblo”. De modo que, según el propio poeta, en dicho libro se manifiesta el antifranquismo del autor.

Todas las demás citas anónimas en las que me alude Arza, las asumo y las apoyaré, si fuera preciso, con los oportunos testimonios. Así lo del “alegato contra el militarismo” se puede apoyar con uno de los poemas del libro (el titulado, precisamente, “Juan Pueblo”, que imagino sería el que abriría el libro en la versión más antigua del mismo) En la edición que yo tengo (1971) ocupa el 2º lugar, tras el poema titulado “Juan Poeta”(aunque la prioridad no deja de tener sentido) Lo reproduzco a continuación, por si el lector cree que puede contener algún indicio (bien que moderado) de antimilitarismo:

                   JUAN PUEBLO

¬ ¡Alto! - ¿Quién vive?
Soy un loco que sueña
− ¿Un loco sin atar? - ¡La soga, pronto!
¡Que le ahorquen la lengua! ¡ Vaya un tonto!
Dice versos encima de una peña.
Encima de una lágrima.
− ¿Y se empeña
en contestar¡Silencio!  Yo no afronto
las palabras de un loco porque monto
en fuego de fusil.¡El santo y seña!

Yo digo libertad y patria pido...
¿Quéee...?
¡Oh, nada! Es sólo un verso ensangrentado... 

Basta ya y al paredón con él. Alego
que es el loco Juan Pueblo y que ha escupido
mi brillante uniforme de soldado.

¡Y aquí no habla ni dios! ¡Apunten! ¡Fuégooo!

                                   __