martes, abril 29, 2008

ALEGORÍA DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS

Minerva, la diosa de la sabiduría es también la diosa de la guerra defensiva. Entiende en estrategias de construcción de fuertes y ciudadelas, muros y trincheras. En su honor, las murallas y las barreras se llaman paladiones (de Palas, su otro nombre) No es, sin embargo, una diosa especialmente amiga de la guerra. No hay más que ver que ella fue la que ganó el primer premio en un concurso para remunerar el invento más útil a la Humanidad. Compitió en esta ocasión con Neptuno (Poseidón), que inventó el caballo. Minerva inventó el olivo y, como sabemos, el olivo es el símbolo de la paz.
Uno de los principios de la estrategia dice que la mejor defensa es un buen ataque, pero este principio, bien aplicado, debe entenderse también en sentido inverso: el mejor ataque consiste en una buena defensa. Minerva es maestra en el arte de la defensa (y, sin embargo, en lo que respecta a la defensa personal, se denominan ‘artes marciales’ a las artes defensivas, atribuyendo a Marte lo que es más bien propio de Minerva. En lo que atañe a la defensa de las ciudades, la ciencia y el arte que la estudia se denomina poliorcética.
Todo este preámbulo trata de llevarnos a la consideración siguiente: el arco de la Moncloa, símbolo de la victoria franquista, enclavado en la Ciudad Universitaria, puede ser considerado un bastión de la inteligencia (mens), muy similar a la célebre estratagema del caballo de Troya. En él (el arco digo) se parapeta la inteligencia (cuya muerte había sido la más miserable aspiración del vencedor) y desde su altura lanza su sibilino pronóstico por boca de uno de sus sumos sacerdotes del templo de la ciencia (aedes studiorum Matritensis) La inteligencia de uno de sus paladines (Laín) dirige al franquismo vencedor su mensaje críptico, henchido de espera y esperanza por parte de los vencidos: MENS IVGITER VICTVRA/ MONVMENTVM HOC/ D.D.D.
Si ahora interpretamos este último tramo de la inscripción como



D(anai) D(icant) D(onum)



es decir, los griegos dedican este regalo (siendo los griegos el mejor exponente de la intelectualidad) veremos en esta obra vindicativa de la inteligencia esa sutil ironía por la que el autor del proyecto, el arquitecto Modesto López Otero, y el autor de la inscripción, Pedro Laín Entralgo, aparentando ensalzar la grandeza del franquismo, vaticinaban su derrota futura.
Con el arco de la Moncloa, una vez más, la estratagema del caballo de Troya tuvo éxito.
Si Millán Astray, o el propio Franco, hubieran leído a Virgilio, habrían recordado el receloso pálpito de Laoconte, tratando de disuadir a los suyos de que introdujeran el caballo en la ciudad:
Timeo Danaos et dona ferentes *

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* Temo a los griegos incluso cuando nos ofrecen regalos (Aen. 2.49)

domingo, abril 27, 2008

DONDE SE CONFIRMA LA AUTORÍA DE LOS TEXTOS LATINOS DEL ARCO MATRITENSE DE LA MONCLOA






La carta y el comentario recibidos hoy creo que bien merecen gratitud por mi parte a su autor, por lo que la transcribo aquí para recreo de los lectores que se hayan sentido atraídos en su curiosidad por este apasionante asunto de las inscripciones latinas del Arco de la Moncloa.

Buenos días D. Juan : Soy Jesús M. Sánchez, autor del Blogg Hispaniarum, sevillano residente en Madrid. Estudié 4 años en Fuente de Cantos (Bup y Cou) y con gran cariño por Zafra donde mantengo grandes amigos. Respecto al tema de las inscripciónes latinas del Arco de la Victoria madrileño, lo leí hace años y desde siempre pensé que era algo sabido, aunque -sólo- en los ámbitos que este tipo de cosas interesan, que desgraciadamente no son muchos. Como ejemplo , le traigo aquí una cita del amigo y discípulo de Laín D. Juan Antonio Paniagua Arellano Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra y sacerdote. "Recuerdo que en un atasco circulatorio —poco frecuentes todavía— ante el arco de triunfo de la plaza de la Moncloa, nos dijo Laín que él era el autor del texto de la doble inscripción latina que campea a uno y otro lado del coronamiento de aquella construcción; y que algunos puristas del latín habían censurado el empleo de los términos aedes y iugiter en cada una de las frases allí estampadas." Como verá, parece que la polémica por el término IUGITER también se suscitó por entonces.


Le envío el enlace donde consultará el texto completo, y podrá comprobar que un lema que Pedro Laín se aplicó a sí mismo durante toda su vida era: "La fuerza se consume, el ingenio siempre dura". Según sus amigos lo repetía a menudo, y que -por ejemplo- dejó por escrito en su discurso de ingreso de la Academia de Medicina. Por ahí pienso yo que habría que buscar la clave del texto posterior del arco de Moncloa. Aunque suene a repipi, y antiguo, sepa que quedo a su entera disposición y que sus comentarios -sean de la índole que sean- serán siempre bienvenidos en Hispaniarm. Por mi parte pienso hacer lo mismo con su Blog. Es más: pienso tenerle como consultor de lujo, para cualquier duda que me surja con la lengua de Virgilio. Saludos capitalinos.JM.

sábado, abril 26, 2008

MENS IVGITER VICTVRA






La inteligencia que perennemente había de vencer, aquella contra la que veinte años atrás se había pronunciado ruidosamente el energúmeno de Millán Astray (tuerto, como Aníbal, pero infinitamente menos inteligente que él) inició su disidencia del régimen hacia 1956, fecha en la que, precísamente, se rematan las obras del Arco de la Victoria en la Moncloa y en la que Pedro Laín es relevado de su cargo de Rector Magnífico de la Universidad Complutense.



La vieja guardia de Falange comienza a hacerse incómoda al franquismo, que sigue incondicionalmente apoyado por la Iglesia y los terratenientes. La destitución de Laín ("Rector Magnífico y magnífico rector", como lo saludó, con cierta sorna, por aquellas fechas el matemático Rey Pastor, en una carta polémica publicada en la tercera de ABC) iniciaba la latente disidencia que comenzaba a producirse entre el régimen y las altas esferas de la intelectualidad. La Falange se sentía traicionada en sus principios por el régimen; y algunos de sus aristocráticos corifeos, como Foxá, declaraban sin empacho que ellos, de falangistas, tenían más bien poco. Dentro de la familia falangista más allegada al ideario joseantoniano se llegó a reconocer cuánto de quijotismo había en el falangismo; y esta conciencia de quijotismo inducía a no tomarse en serio su misma ideología, resaltando paródicamente su carácter 'caballeresco', en ceremonias como la que nos refiere Laín en su Descargo de conciencia, cuando unos cuantos amigos falangistas participaron solemnemente en la pantomima de armar caballero falangista a Eugenio d'Ors, un simulacro de las antiguas normas caballerescas, pero también un ejemplo de aquello que los antiguos griegos llamaban 'jugar con lo serio' ('spoudé charientissein') *



La inscripción de la Moncloa, atribuida a Laín, se carga así de un sentido simbólico precursor del ocaso del franquismo. Y encaja perfectamente que la interpretemos como el comienzo de la disidencia de los intelectuales con el régimen franquista.


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* Mi amigo Angel Balbuena, que me prestó hace mucho tiempo el libro de Laín, Descargo de conciencia, recién publicado por entonces, me dice que no ha encontrado en este libro la anécdota a la que aquí se alude. Es probable que yo haya sufrido un lapsus de memoria y que la anécdota la haya visto referida en otra parte (¿quizás en el libro de Ridruejo Casi unas memorias?) En todo caso, la ceremonia de armar caballero a Eugenio d'Ors es un hecho histórico comprobable (http://www.letraslibres.com/index.php?art=7837) y también (http://www.galeon.com/razonespanola/re87-gal.htm)

viernes, abril 25, 2008

¡Por fin, el autor de la inscripción!







Resulta que, de creer en la información que nos proporciona cierto desconocido (por mí, al menos) bloguero, Alfaraz de nombre (http://hispaniarum.blogspot.com/2008/04/armis-hic-victricibus.html) el autor de las inscripciones latinas del Arco de la Victoria, en la madrileña Moncloa, es el ínclito Pedro Laín Entralgo, el 'camisa vieja' de los primeros fervores falangistas, camarada y amigo de José Antonio y de Ridruejo, una terna de virtuales opositores al Régimen, de haber sobrevivido a la Guerra Civil el Fundador. De hecho, Ridruejo tuvo la valentía de desmarcarse de ese Régimen, lo que le costó, como sabemos, cárcel y persecución política. En cuanto a Laín, se vio en el caso de hacer catarsis, psicoanalizándose públicamente con su Descargo de conciencia.



No sospechábamos, la verdad, que fuera Laín el autor de los textos latinos del Arco de la Moncloa, por más que sabíamos que era cultivador de las lenguas clásicas y, detalle importante, que era consocio nuestro en la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Pero ahora que alguien lo dice (sus pruebas tendrá) lo acepto como muy verosímil y aun me parece que la autoría de Laín encaja bien y explica, en cierta manera, ese desmarque por el que el triunfo de las armas no se hace coincidir con el triunfo de la inteligencia; el triunfo que ha de llegar después y que será perdurable, no provisional y sujeto a las vicisitudes de un cambio político. Laín habría ideado así un texto en el que se reconocía el triunfo de las armas, pero no el de la razón (Laín guardaría en su alma el recuerdo del profético "venceréis, pero no convenceréis", de Unamuno) el triunfo definitivo que estaba por llegar. Cuando se concibió ese texto (entre 1953 y 1956, tiempo que dura la construcción del monumento), el autor (siempre admitiendo que fuese Laín) aunque todavía perteneciese en teoría al bando de los vencedores, ya tenía motivos para estar en latente discrepancia con el régimen que perseguía, por esos mismos años, a un amigo suyo tan apreciado como era Ridruejo.



Tiene, pues, sentido que veamos en el texto de la inscripción un indicio de distanciamiento entre la victoria de las armas y la victoria de la inteligencia, todavía sojuzgada por aquellas.

domingo, abril 20, 2008

OTRO LIBRO DE FRANCISCO CROCHE

Acaba de aparecer, en los pasados días, un nuevo libro de Francisco Croche de Acuña, un libro en torno a Zafra (como no podía ser menos) y que hace el número 45 de todos los que lleva publicados hasta el momento; y el número 9 de los que versan sobre el género poético (otros géneros por él cultivados son el narrativo, el periodístico y el histórico-artístico, el que se lleva la palma en el número de publicaciones del autor)
Es este último (por ahora) libro de Croche un bello tomito, pulcra y profusamente ilustrado con fotografías que retratan rincones y personajes típicos de su ciudad natal. Las fotografías ilustran los diversos poemas que se agrupan según los siguientes criterios de selección: “Zafra artística, monumental y urbana”, “Zafra festiva, costumbrista y simpática” y, finalmente, “Zafra religiosa”. Todo lo que de típico tiene la ciudad queda resaltado en los correspondientes versos de su entusiasta cronista oficial y trovador enamorado. Incluso se recogen, en sendas imágenes fotográficas, dos típicos personajes de la Zafra del siglo pasado, como son el menudo y arriscado “Abuelino” (que creo que aún vive) y el inefable y pintoresco “Curriqui”, fan impenitente del Caudillo, cuyos servicios propagandísticos al Régimen nunca fueron reconocidos y premiados como merecían.
Uno de los más loables empeños de Croche consiste en hacerse entender por el mayor número posible de lectores. Sus poemas, en este libro sobre todo, son sencillos, sin mayores complicaciones, y llegan al más amplio número lectores. De ahí que resulte agradable la andadura poética a lo largo de sus páginas. Es como un paseo poético que recrea nuestra mirada, dirigiendo sabiamente nuestra atención hacia cada uno de los rincones más pintorescos de nuestra ciudad. Enhorabuena a su autor por este logro.
Y enhorabuena a los patrocinadores (sus nombres, o sus logotipos, aparecen en la contraportada del libro) que han apostado sobre seguro al subvencionar la publicación de este poemario, una muestra más del sincero afecto que su autor siente hacia su ciudad natal.