El 15-M es (esperamos que sea) la fecha del alumbramiento fausto, legítimo, decisivo, de la Democracia española, la recién nacida más esperada, la hermana menor de su otra hermana, bastarda al fin, por los genes de su inevitable ascendencia franquista. La democracia de la Transición, suplantadora del poder legítimo del pueblo, que es la que aspiraba a instalarse de manera definitiva en la convivencia española, no era, no ha sido la Democracia que esperábamos los españoles: la prueba más evidente de que no lo era es que no logró superar el complejo de las dos Españas con el que solíamos venir al mundo todos los españoles, en la convicción fatal y resignada de que una de esas dos Españas había de helarnos el corazón. Recuerden ustedes un detalle emocionante y es el de que la Deseada, Desirée Democracia, cuya partida de bautismo se asentó en la Constitución de 1978, se nos presentó con el atractivo nombre de pila de UCD, Unión de Centro Democrático, lo que de momento suponía una voluntad de superación del pasado, dolorosamente anclado en la bipolaridad de la izquierda y la derecha, ese binomio inicuo que dejó manca a España tras la contienda civil. La derecha eliminó a la izquierda, una parte del propio cuerpo social y, desde entonces, estuvo manca la sociedad española; los dextrógiros hicieron y deshicieron a su gusto. Por eso fue tan bien recibida la Deseada UCD, porque disimulaba su manquedad y su bipolaridad congénita (en el sentido de enfrentamiento) eliminando los nombres-tabú de ‘izquierda’ y ‘derecha’. La ‘izquierda’ por manca; y la ‘derecha’ por pegona. Luego, como ustedes recordarán, esa derecha recalcitrante y fajadora se empeñó, terne, en que no se tocase el franquismo: la Constitución de 1978 no anunciaba, expresamente, su extirpación definitiva; lo que hizo posible ulteriores coletazos del mismo (23-F) y, finalmente, restituida la bipolaridad natural (la naturaleza nos ha creado con dos manos) la derecha, por medio de su representante en el foro europeo, resolvió no condenar el franquismo (sólo por moler, claro; pues al franquismo no hay dios que lo redima, por más que hubo iglesia que lo cobijó bajo su palio)
Desirée Transición es, ha sido, (el 15-M puede ser la fecha fijada para su caducidad definitiva) la hermana bastarda de la Democracia. Ésta se hace acompañar ahora del sobrenombre de Real, innecesario de no haber existido la suplantadora. No nos explique doña Esperanza Aguirre, con su aguerrido ejemplo, levemente crítico hacia el franquismo, que no se puede poner apellido a la Democracia, como hizo Franco llamándola Orgánica (lo que dio lugar al chiste de que se llamaba así porque “le había salido a Franco de los órganos”) Desde luego, doña Esperanza, la democracia de suyo no necesita apellidos, salvo que se nos quiera meter gato por liebre, o bastardía por legitimidad. Usted ya me entiende. En resumen, nuestra juventud, plantada ahora en la Puerta del Sol de la Esperanza, su tocaya, aspira a que los políticos entiendan de una puñetera vez que ellos (y con ellos la inmensa mayoría de los españoles) están por la democracia de verdad, no la de pacotilla, y que ya está bien de tirarse a degüello, en foros y ágoras, con estériles discusiones interminables. De que ya está bien de descalificarse mutuamente los eternos rivales, de que ha llegado la hora de arrimar el hombro, de que hay que eliminar el rastro apestoso de esa antidemocracia visceral que fue el franquismo, y de que hay que dejarse de entretener a los españoles con promesas de un lado y de otro, mientras que las políticos van a lo suyo que, como desgraciadamente se ha demostrado, es el interés particular, no el interés general.
La actual crisis política española es la crisis de la democracia suplantada.
La de hoy es una jornada de reflexión . Si sirve la modesta opinión de un autodidacta en política (y en tantas otras cosas) aunque, sin duda, bien intencionado ciudadano, diré que ni la derecha del PP con sus halagüeñas perspectivas de un próximo triunfo electoral, ni la izquierda del PSOE, con su previsible derrota son, por sí solas, la solución que demanda la indignada ciudadanía.
La solución vendrá de un nuevo reinicio del ordenamiento democrático en el que esos focos viciosos de democracia espúrea (La Gaceta y su hermana gemela, la televisiva Intereconomía, con sus encuestas amañadas entre los propios seguidores, que naturalmente, sólo reflejan, a lo más, la opinión de su grupo) están llamadas a desaparecer. La democracia que el naciente movimiento postula las va a catalogar como prácticas suicidas, a eliminar en el futuro ordenamiento constitucional.