martes, octubre 28, 2014

LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA EN VÍAS DE DESPRESTIGIO

 "Dictaturae ad tempus sumebantur"
(Tac.Ann.1.1.2-3) 

En el comienzo mismo de sus  Anales el historiador romano Tácito nos dice, en un sucinto recorrido de la historia de Roma, que "las dictaduras se adoptaban con carácter temporal". Es decir, se trataba de estados de excepción, como emergencias políticas cuya duración se suponía corta. Si suponemos que el estado caótico en el que cayó la 2ª República española reclamaba la solución de una dictadura, podríamos concluir que ésta era necesaria si la hubiera guiado la buena intención de restaurar el orden público trastornado por continuas alteraciones. Pero si los fautores de la dictadura militar hubieran tenido buenas intenciones, tendrían que haber respetado, ante todo, el estado de derecho que se había instaurado por refrendo popular y este estado era el de la República. No era este el propósito de los militares sublevados, sino el de derrocar el estado constitucional. Los mandos militares no conspiraban para restablecer el orden, sino con el pretexto de restablecer el orden, que es algo muy distinto. ¿Cuáles eran, entonces sus verdaderos propósitos? Pues, sencillamente, los de derrocar a la República. Se vio enseguida que los sublevados tomaban partido por las clases acomodadas y que el levantamiento militar no tenía otro propósito que restablecer la situación anterior a la República, o sea, prolongar la injusticia social que ésta pretendía corregir. Por eso la dictadura que se iniciaba con la revuelta militar no iba a tener carácter temporal, sino vitalicio: aspiraba a mantenerse indefinidamente en el poder, como así ocurrió. La sublevación no venía a restaurar el orden, sino a instaurar a perpetuidad la situación de privilegio de unas clases con respecto a otras. Y, desde luego, a secuestrar por tiempo indefinido el régimen de libertades que pedía la república. Venía sobre todo a defender la causa de los ricos, no a defender al pueblo como tal.

La connivencia entre los mandos militares y la derecha fascista se organizó muy pronto a raíz del golpe militar. La derecha se armó (o fue armada) y el mando militar delegó en los paramilitares de la Falange la tarea de organizar la guerra sucia contra el adversario político inerme y totalmente indefenso. En seguida se procedió a detener a quienes habían mostrado sus preferencias por la república, para conducirlos de la cárcel al paredón, antes de que pudieran incorporarse a los frentes de lucha.


Franco instituyó una de las primeras dictaduras vitalicias de la Edad Moderna. Hizo y deshizo a su antojo y ordenó fabricar una legislación a su propia medida, cual fue el tinglado jurídico que se llamó la Causa General. El dictador nunca soltó el poder que venía detentando desde hacía casi 40 años. Y trató de prolongarlo en sus seguidores, de modo que a su muerte todo quedara “atado y bien atado”

No hay democracia fiable mientras persista ese franquismo larvado, enquistado en el cuerpo de la democracia española. Ya nos están previniendo las naciones que saben de la tragedia española y los crímenes de la dictadura, crímenes de lesa humanidad que son por tanto imprescriptibles.
La validez de la democracia española estará en entredicho, en tanto que no se desmantele por completo ese franquismo residual.
Ni siquiera se ha conseguido, por parte de quienes lo han intentado, anular condenas tan clamorosamente inicuas como la del poeta Miguel Hernández (se le conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua) Y se le dejó morir en la cárcel, negándole los cuidados que su grave estado de salud requería.
No hace mucho tiempo, la nuera del poeta, Lucía Izquierdo, solicitó la anulación de la condena. Y su solicitud fue denegada por el tribunal nombrado al efecto. Y eso después de la generosa amnistía que, en nombre de la izquierda, firmaron en 1977 quienes decían representarla, sin contar con la opinión de los demás. La derecha, por su parte, ni se dignó firmar esa amnistía.
Esta es la precaria y “valetudinaria” democracia de la que gozamos... y penamos los que padecimos aquella dictadura.

lunes, octubre 27, 2014

EL DESPRESTIGIO DE LA 2ª REPÚBLICA ESPAÑOLA

La 2ª República española, votada masivamente en un 14 de abril de 1931, tuvo sus adversarios y detractores, especialmente por parte de las clases privilegiadas, que veían amenazados sus privilegios y la preponderancia social de la que gozaban. Ese primer intento de implantar un Estado democrático en España contó, desde un principio, con la enemiga de sus oponentes, que procuraron difamarla equiparándola a la anarquía y al desorden. Muy posiblemente, debido a que el ejercicio de la democracia requiere la suficiente madurez y cultura por parte de la clase popular, y dado que ésta no tenía fácil acceso a esa cultura, se producía el círculo vicioso de que las masas no podían acceder a la democracia porque previamente no podían acceder a la cultura necesaria para gozar de las ventajas de un Estado democrático. Los gestores de esos gobiernos republicanos bisoños fueron los principales responsables del fracaso de la República. El pueblo inculto entendió mal la libertad y la entendió de la más crasa manera que podía entenderse: la de campar por sus respetos o, utilizando la expresión de Platón, “hacer cada uno lo que le viniera en gana” (poieîn hoti tis boúletai). Así los intelectuales que se habían en principio decantado por este sistema de gobierno, como por ejemplo Ortega, se desmarcaron enseguida de aquellos derroteros descaminados que tomaba la mal entendida libertad y desaprobaron con su dictamen el desorden: “¡No es esto, no es esto!”, clamaba Ortega. Si las autoridades de la República no hubieran actuado con la lenidad e irresponsabilidad que lo hicieron, tal vez se hubiera evitado la ruina del sistema. Si se hubiera encausado de inmediato a los libertarios que incendiaban iglesias o conventos y mataban religiosos (unos desmandados o, quién sabe, si ‘mandados’ por quienes estaban interesados en el fracaso de la República), si se hubiera encarcelado a los derechistas que asesinaron al teniente Castillo y a los izquierdistas que mataron a Calvo Sotelo, si se hubieran atajado desde un principio los desórdenes que los ineptos gestores de la República no supieron atajar, acaso no se hubiera producido el desorden mayor y decisivo que supuso la sublevación militar y el golpe de Estado desencadenante de la Guerra Civil. Desorden mayúsculo y definitivo, porque, como decía Séneca el Mayor: “¿Quién, para corregir desórdenes públicos trastornó el Estado de Derecho?” (Es mi particular interpretación de la frase en latín "quis ut seditiones leniret turbavit rem publicam?”) (L.A. Séneca el Mayor, Contr. 2.6.4.22-24) Los interesados en derrocar la República pretendieron corregir un desorden con otro mayor. Y concluye Séneca : Non coercet vitia qui provocat. (ibid.): “No reprime los desórdenes quien los promueve”. El Alzamiento no tenía otro objetivo que el derrocamiento de la República y hacer al pueblo víctima de los desórdenes por parte de uno y otro bando. “Se revistió de legalidad el crimen” (Luc.B.C. 1.2)


Se constituye un doble frente, político y militar. El primero está integrado por los paramilitares armados de la Falange y la derecha. La ciudadanía inerme de la izquierda es la víctima de la represión de la derecha, apoyada por los mandos militares. La propaganda del llamado Movimiento justificará el exterminio del enemigo político basándose en un presunto doble motivo: el patriótico y el religioso: es lo que preconiza la consigna “Por Dios y por España”.
La publicidad del Régimen se pone en marcha, santificando la propia causa y demonizando al enemigo. Pemán escribirá su Poema de la Bestia y el Ángel y Manuel Machado prostituirá su musa con el soneto panegírico a Franco, Caudillo de la nueva reconquista... ( De todos modos, M. Machado consideraba que ser poeta era ya una manera de ejercer la prostitución: "Hetairas y poetas somos hermanos")
Pero la  publicidad máxima del Régimen proviene de la jerarquía eclesiástica española que, por medio del Cardenal Gomá, califica la sublevación militar como Cruzada (1937) Es el definitivo espaldarazo que consagra la rebelión militar, la perduellio, o alta traición, como una defensa de los valores religiosos.

Y volvieron las “banderas victoriosas / al paso alegre de la paz”. ¿La paz? Sería la paz a la que se refería irónicamente el jefe britano Calgaco, quien hablando de los romanos decía: “llaman paz al hecho de sembrar la desolación” ("ubi solitudinem faciunt pacem appellant" (Tácito, Agr. 30.6.2-3) También la paz de los sepulcros. La propaganda del Régimen justificó los propios crímenes con el  lema de “caídos por Dios y por España”. En todos (o la mayoría) de los pueblos de España se erigió una Cruz de los Caídos y se pusieron en las paredes de los templos parroquiales las listas de los caídos del Régimen, incluidos aquellos pueblos en los que no hubo ni un solo caído de derecha.

Y todo esto lo tuvo que soportar el pobre pueblo español de los vencidos.
¿Hay o no hay motivos suficientes para renegar de aquel régimen que masacró al pueblo español, inocente como tal pueblo, mientras quedaban impunes los crímenes propios?

UNA FORMALIDAD INDISPENSABLE DE LA DEMOCRACIA

La condena de las dictaduras constituye una formalidad exigible de la democracia, algo así como la piedra de toque de su autenticidad. Los damnificados del Régimen vienen reclamando esta mínima satisfacción a fin de partir de un acuerdo básico sobre lo que debe ser la idea de la democracia, en la que se debe coincidir. Consiguieron del PP en el año 2002 la unanimidad en el Parlamento en condenar la dictadura franquista, el día 20 de noviembre del citado año. Pero cuatro años después, el 4 de julio de 2006, el representante del citado partido, entonces en la oposición, se negó a refrendar en el Parlamento Europeo la anterior condena del franquismo. Esto constituía un paso atrás en lo que atañe al proceso democrático de lo que se convino en llamar Transición. El Sr. Mayor Oreja bien pudo en aquella ocasión dejar en un lugar decoroso a su partido y, con él, a España; con sólo alegar que este partido ya se había pronunciado anteriormente sobre el particular y que él no tenía por qué modificar en nada aquel pronunciamiento. Y hubiera demostrado la coherencia deseable en un partido que se supone democrático, de hecho y de derecho.

Pero no lo hizo así y esta renuencia nos induce a replantearnos la demanda en términos constitucionales. ¿Por qué no incluir en el texto constitucional, a revisar en un próximo futuro, una cláusula en la que, explícita o implícitamente, se condene el franquismo? Sé que, en buena lógica, la redacción de unas normas constitucionales supone la apuesta por la democracia y, en consecuencia, el implícito rechazo de la dictadura. Pero lo cierto es que no se puede creer en la sinceridad democrática de los que se niegan a condenar la dictadura, el sistema diametralmente opuesto a la democracia. Es algo así como una “cabezonada” que no tiene otra explicación que el empeño de llevar la contraria. La oposición es la oposición, pero la democracia exige un punto de acuerdo en cuanto al repudio de la dictadura, su contraria.
No se replantearía este requisito de no haberse dado la retractación, por parte del PP, del previo acuerdo aceptado en el Parlamento en la fecha 20-N-02. De manera que, o se rehabilita la cláusula en la que se aprobó aquel acuerdo o se refleja, en una nueva cláusula del texto constitucional reformado, el repudio y condena de la dictadura, como condición previa para el establecimiento formal de la democracia.
Se podrá con razón tildar de lenidad a una democracia que transige con la no condena del franquismo, o sea, de la dictadura; y se revisarán publicaciones de carácter filofranquista, como es el caso del Diccionario Biográfico Español, recientemente publicado, con el patrocinio de la RAH, en el que se pasa por alto el hecho de que el llamado Alzamiento Nacional fue un “golpe de Estado” y un delito de perduellio, es decir, de alta traición.
Si la más alta institución de la nación en materia de Historia se aplica a maquillar la verdad histórica, además con dinero público, ya me dirán qué clase de credibilidad merece no ya la propia institución, sino el sistema democrático que lo permite.

Pero habrá que explicitar, en posteriores reflexiones, por qué las dictaduras militares y, en particular, la franquista, constituyó un hecho 'francamente' repudiable.

martes, octubre 21, 2014

DE CONSTITUTIONE RENOVANDA

Me pongo a fantasear sobre las modificaciones que se podrían introducir en el texto de la Constitución de 1978, todavía vigente, caso de que se promulgara (como parece postularse) una puesta al día de esa constitución, como remate y final de esta ya larga etapa que convinimos en llamar Transición. Se me ocurre que podríamos añadir, si todos estamos de acuerdo, un par de artículos cuya redacción sería, más o menos, la siguiente:


Artículo 1º 
Se declara constitucionalmente ilegítima toda dictadura y, por ende, condenable. 

                                                    Artículo 2º
En consecuencia, condenamos la dictadura que abarca el periodo 1939-1975 y el golpe de Estado que la propició.

Estamos, naturalmente, fantaseando, según hemos dicho más arriba; pero de ninguna manera saliéndonos de los límites de lo razonable, puesto que ya hubo una condena unánime del franquismo en una memorable sesión del Parlamento, en la fecha del 20 de noviembre de 2002, (20-N-02) fecha capicúa, como puede observarse, para que fuese de más fácil recordación.
Se trataría, pues, de poner por escrito, en el sitio donde debe estar, una resolución ya acordada por unanimidad en el parlamento democrático que era el vigente en 2002; por más que, inconsecuentemente con aquel acuerdo, el representante del PP en el Parlamento Europeo, señor Mayor Oreja, se desdijera de lo consensuado años atrás por su partido. Desde esta retractación, se supone que asumida por su propio grupo, se ha hecho necesaria la inclusión, en la futura ley de leyes, de una cláusula que condene explícita  o implícitamente  el  franquismo, ya que un texto constitucional que omita este requisito es incompatible con un estado que pueda considerarse democrático. Si, por boca de su portavoz en el Parlamento Europeo, el PP se echó atrás, en 2006, de lo acordado en el Parlamento Español en 2002, se hace preciso replantear la condena anulada, y restituir su validez como garantía de democracia, ya que la renuencia a condenar la dictadura pone en entredicho la credibilidad de cualquier sistema político que aspire a llamarse democrático.
Estoy de acuerdo en que los dos artículos que he sugerido aquí tienen todas las trazas de ser sendas redundancias, pero a ello conduce el empecinamiento absurdo del PP en no condenar el franquismo, hasta el punto de que pueda ponerse en duda la sinceridad de su apuesta por la democracia.
Y es que condenar el franquismo por parte del PP equivale a renegar del pasado y, en cierta medida, renunciar a sus propias raíces.
Pero su opción por la democracia, si es como esperamos sincera, bien merece la pena el sacrificio. El pueblo español que sufrió la represión de aquel régimen aceptará la derecha como alternativa democrática con toda normalidad cuando ésta prescinda por completo de su vieja adhesión al franquismo.

miércoles, octubre 15, 2014

BREVE COMENTARIO A UNA DE LAS OCTAVAS DE MIGUEL HERNÁNDEZ


Las octavas no incluidas por el autor de Perito en lunas en su libro son 45 en total. Las que aparecen en el libro son 42. De haberse publicado todas las suprimidas hubiera resultado un voluminoso tomo de 87 poemas. De modo que, por razones económicas seguramente, hubo forzosamente que seleccionar, dejando inéditas las demás, por el momento. Sólo la edición de las Obras Completas, publicada por Espasa-Calpe, ha recogido esos poemas, que muy bien pudieron haberse incluido, por su estilo y su temática, en aquel primer libro del poeta.
Alguno de los motivos de exclusión pudo haber sido que el poema fuese más explícito de lo conveniente en su contenido, ya sicalíptico, ya escatológico; temas que el poeta aborda en varios de los poemas del libro aludido. También, claro, debió de tenerse en cuenta la cuestión económica. No es lo mismo publicar 42 poemas, que son los que contiene el libro, que los 87 que hubiera tenido de haberse incluido los poemas descartados en la selección final.

Ya he glosado, en otras ocasiones, algunos de estos poemas. Así los que llevan el número 22 y 33, respectivamente, ambos de tema escatológico. El que ahora me propongo comentar brevemente se puede clasificar de tema sicalíptico. El poeta expresa su reprimido deseo de tocar el trasero y los senos de su enamorada.
Como en otras ocasiones, las metáforas se disfrazan de greguerías:

Ese carrillo en popa que,¡ay!, no hiño,
−temo por tu percal−, si tanto acecho;
esa sangre en dos cascos,¿no? ¿ese armiño
que ciernes, si interior, contra tu pecho?...
Hermanitos de leche, sí, aquel niño
y este otro: el izquierdo y el derecho,
tu mejor par blancura que precinta,
tiene tu corazón, la zurda, encinta.

Procedamos a interpretar lo que creemos que quiere expresar el poeta.
Creo que lo que llama el poeta “carrillo en popa” se refiere al trasero cuyo nombre vulgar (culo) siempre elude Miguel empleando diversos circunloquios: “las últimas mejillas”, “popa”, “el más que opuesto, bello lado”; que el poeta desearía tocar (“heñir” es amasar) pero que no lo hace por temor a alguna reacción de enfado. Seguidamente pasa a referirse a los apetecibles senos, “esa sangre en dos cascos” (si hubiera dicho en dos copas, se hubiera podido equiparar la metáfora con lo que actualmente designa las partes del sujetador en contacto con los senos). “Armiño” es la metáfora convencional para referirse a la blancura. Es una feliz greguería llamar a los senos “hermanitos de leche”, “niños” ambos, por lo jóvenes y pequeñitos.
 Lo de la “blancura par” es el tropo llamado hipálage, que consiste, en este caso, en referirse a lo concreto (los blancos senos) por lo abstracto (“blancura par”). Imagina el poeta que “la zurda” (sobreentendido, inequívocamente, la “teta”) está encinta de esa criatura que se mueve y que es el corazón. Todo ello resulta de lo más bienhumorado y divertido. Bien que algo complicado de entender.

lunes, octubre 13, 2014

THELMA & LOUISE

 (Un alegato contra el machismo)

En el año 1993 vi en Madrid la película de este mismo título, en alguno de los cines de la Gran Vía que ahora mismo no recuerdo. Sí recuerdo el impacto psicológico que me produjo: el sentimiento de simpatía hacia las protagonistas, Geena Davis y Susan Sarandon, respectivamente, en los papeles de Thelma y Louise. Ambas mujeres protagonizaban un mismo alegato contra el machismo, que era lo que en el fondo suscitaba la simpatía del público hacia ellas, como si se tratase de sendas heroínas de la causa feminista. Era su decidida actuación frente a  las conductas humillantes o, simplemente, dominadoras por parte de los varones, lo que nos inducía a simpatizar con ellas, pese a las atrocidades que, sin duda, cometían para castigar las altanerías y faltas de respeto recibidas por parte masculina.

Thelma y Louise son, ante todo, dos formidables rebeldes contra el machismo. Firmemente decididas a escapar de él, en la más épica y accidentada de las escapadas. Uno de los episodios (una de las varias escaramuzas que tienen que afrontar en esa simbólica huída hacia la libertad) es el encuentro con el camionero que las provoca soezmente y al que castigan haciendo volar a distancia el tanque de combustible que transportaba en su camión.

Después de éste y otros escarmientos o castigos a la insolencia machista, con la que tropiezan en su loca huida hacia la libertad, sienten aproximarse los coches de la policía, lanzados en su persecución. Copadas por sus perseguidores, se detienen ante la proximidad de un precipicio. Parecen dudar si se entregan a la policía (hombres al fin), lo que vendría a significar la derrota final por el hombre, o lanzarse adelante hacia el precipicio. La lógica del argumento parece exigir este desenlace: así se dan de ojo y arrancan a todo gas el motor de su coche que cae al abismo, en el empeño de decidir por sí mismas, en libertad, su propia muerte.

Y ese suicidio las consagra como heroínas de su propia causa, la emancipación del varón, la propia libertad. Thelma y Louise son dos heroínas del feminismo y, al parecer, las primeras mártires de esta causa en el campo de la filmografía mundial.

Su osadía nos asombra al par que nos conmueve. Pero, a fin de cuentas, sus reacciones frente al machismo concluyen por situarlas fuera de la ley. Esas reacciones resultan desproporcionadas. Y, desde luego, su opción final por la muerte es ilícita y de ninguna manera loable. Recuerdo a este propósito un pasaje del ciceroniano “Sueño de Escipión”, en el que Escipión Emiliano ve en sueños a su padre, Lucio Emilio Paulo y al padre de éste, Publio Cornelio Escipión, el Africano. Emiliano argumenta a su progenitor que, puesto que esta vida terrena es vana y engañosa en comparación con la vida verdadera, que es la eterna, por qué no abreviar la estancia en la tierra, emancipándose cuanto antes de la vida. El padre le razona que hay que resistir en la vida hasta que la voluntad de Dios lo disponga, procurando así mejorar este mundo:

..."por lo cual tenéis la obligación, Publio, tanto tú como las demás personas piadosas, de retener el alma en la cárcel del cuerpo y de no huir de la vida sin el consentimiento de Aquél por quien esa vida os ha sido concedida; para que no parezca que rehusáis la obligación que os ha sido asignada por Dios" (Rep.6.15.14-17)

Thelma y Louise combaten contra el machismo por las bravas. Por medios violentos. Y al final, copadas por la policía, prefieren despeñarse a entregarse. El suicidio, para ellas, equivale a la liberación definitiva.

jueves, octubre 09, 2014

VENCEDORES Y VENCIDOS

Invictis victi victuri. La frase está escrita en una lápida de un gimnasio en Bamberga*, en Alemania. Juega con las formas del tema de supino del verbo “vincere” (= vencer) Estas formas son el participio pasivo y el participio de futuro activo (“vict-us” y “vict-urus”): A los invictos, los vencidos, futuros vencedores. Es la dedicatoria a los vencedores por parte de los vencidos, que esperan la oportunidad de la revancha.
No es, desde luego, el caso de España y de su guerra civil (1936-1939) Nadie se plantea que pueda haber en España ningún tipo de revancha, después de 75 años, para los vencidos de dicha guerra. La guerra civil española se debió a un conflicto de clases: la proletaria, de los asalariados y la de los ricos o propietarios, particularmente los terratenientes. La república parecía la forma de gobierno más idónea para satisfacer las aspiraciones de la clase trabajadora; pero su gestión, en manos de políticos ineptos, degeneró en desgobierno, lo que fue aprovechado para actuar contra el pueblo, en general, por medio de una sublevación militar: la traición de unos cuantos mandos que quisieron “meter en cintura al pueblo”, impidiendo las reformas que hubieran podido mejorar las condiciones de vida de la sociedad española. El descontrol del gobierno de la república en lo referente a los ataques violentos a la religión católica (persecución religiosa del clero y quema de iglesias) contribuyó a demonizar la causa republicana. Y sirvió de justificante a la sublevación militar, hasta el punto de que algunos jerarcas religiosos pudieran dar el nombre de Cruzada a lo que fue, lisa y llanamente un delito de “perduellio”: alta traición a la patria.

La lógica de la guerra no pretende convencer sino vencer. Por esto, el pronóstico de Unamuno (por lo demás certero) a Millán Astray (“venceréis pero no convenceréis”) les traía sin cuidado a los que sólo les importaba la victoria, a cualquier precio: “Al precio que sea” (incluso matando a media España, según Franco respondió a Jay Allen, corresponsal del Chicago Daily Tribune, en una entrevista, el 27 de julio de 1936)
La moral del felón carece absolutamente de ética; la ética le traía sin cuidado, le importaba un bledo. La única lógica de la guerra civil era exterminar al enemigo político por los medios que fuesen, incluidos la traición y el dolo. Y, desde luego, prescindiendo en absoluto de la clemencia. Cicerón así lo aconsejaba a Bruto, cuando éste pensaba que había que ejercer la clemencia con el vencido: “Discrepo totalmente de ti, Bruto, y no estoy de acuerdo con tu clemencia, pues la saludable rigurosidad vence a la vana idea de la clemencia: si queremos ser clementes nunca nos faltarán las guerras civiles” (Ep. ad Brut 8.2.5-8). Esta fue la mentalidad que prevaleció en la guerra civil, promovida por los militares rebeldes. Para éstos no hubo más ética que la que conducía a la victoria. Para lograr ese objetivo “a cualquier precio”, había que practicar, si era preciso, la traición, la ruptura de cualquier pacto previo que pudiera retardar la victoria total y absoluta. Así los pactos municipales como el que se firmó en Aceuchal, cuando aún estaban los socialistas en el poder y que consistía en la promesa de “respetar la vida del contrario, en caso de conflicto armado” resultaron, a la hora de la verdad, papel mojado, una vez en marcha la sublevación militar. Desde luego, Yagüe no estaba dispuesto a transigir con este tipo de pactos. De modo que la derecha y su brazo militar, la Falange, asesinaron en los pueblos a quienes habían tenido connivencias con el socialismo, convenciendo previamente a los familiares para que los hicieran volver, si estaban escondidos, con la promesa de que no iban a sufrir daño alguno. Previamente habían difundido la idea de que aquellos que “no tenían delitos de sangre” (como era el caso de la mayoría de los de izquierda) podrían regresar a sus casas, en la seguridad de que no iban a sufrir ningún daño. Con esta añagaza convencieron a mi tío J. para que fuese en busca de su hermano (oculto en un cortijo a varias leguas del pueblo) y allá fue para convencerlo. (El ardid no era, en absoluto, nuevo. Ya lo habían aplicado durante la guerra civil entre César y Pompeyo. Lo relata el primero en su Bellum Civile (B.C, 3.28.3-5**)
Fue, pues, mi tío J. en un carro a por su hermano. Nada más llegar al pueblo, vinieron a detenerlo para meterlo en la cárcel y asesinarlo a los pocos días. Yo recuerdo que iba a llevarle con mi madre la comida a la cárcel. Y recuerdo que él no tenía ganas de comer.
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* Ortega solía españolizar los nombres de ciudades alemanas, terminados en "berg", añadiéndoles una "a": Nuremberg: Nuremberga. Imitándolo, escribimos "Bamberga", en vez de Bamberg)
** Otacilio Crasso... se disponía al ataque, a la vez que prometía la inmunidad a quienes se entregaran voluntariamente. De las dos naves (nuestras) que habían alcanzado la costa, una llevaba soldados bisoños, en número de 220, y la otra iba ocupada por soldados veteranos en numero aproximado a los 200. Los primeros, debilitados por el mareo y la fatiga del mar, aceptaron entregarse, bajo la promesa con juramento de que no sufrirían daño alguno. Conducidos a la presencia de Otacilio, fueron todos asesinados sin que se respetara el juramento que se les había hecho. (Los veteranos, en cambio, no accedieron a entregarse y esperaron los refuerzos de César. Se salvaron porque aplicaron a rajatabla la norma de que nunca hay que fiarse de las promesas del enemigo)