sábado, enero 26, 2013

EL TÍO DE LAS TRES CAMPANAS (Memoria de Aceuchal)

Der Krämer (El buhonero) Grabado antiguo
Apuesto a que quedan ya muy pocas personas en Aceuchal que se acuerden del llamado tío de las Tres Campanas, un buhonero chiquito, de grueso bigote blanco, que vendía sus baratijas junto al “Pilá Largo”, como se llamaba antiguamente a la fuente pública que surtía de agua a la localidad. La fuente propiamente consistía en una cámara abovedada, que protegía los caños y que estaba adosada al largo abrevadero de las bestias (de ahí el nombre de ‘Pilá Largo’). En las inmediaciones del Pilá Largo se situaba el buhonero y pregonaba las mercancías que portaba en un cesto apaisado, una canasta o banasta, con las menudencias que eran necesarias para las labores caseras, sobre todo, relacionadas con la costura: agujas, dedales, madejas de lana o de hilo... Lo más divertido era el desenfado y desparpajo con que el avispado viejecillo pregonaba su mercancía: ¡hilo blanco, hilo negro, madejones de hacer media!... Pero, de cuando en cuando, el redomado vejete incluía en su pregón una especie de chiste que causaba regocijo, por lo picaresco, sobre todo entre la clientela femenina. Yo no sé si los lápices estaban también incluidos entre los artículos de la cesta del buhonero. Y si estos lápices eran de dos clases: unos, de mejor calidad, que costarían diez céntimos (o sea, lo que se conocía como la perra gorda) y otros de cinco céntimos, la moneda más pequeña conocida como la perra chica. El caso es que el bribón del buhonero pregonaba su mercancía así:
¡Lapih a chica! ¡Lapih a gorda!

(Ya sabemos que el plural correcto es ‘lápices’, pero es el caso que, por aquellas fechas, había gente que creía que el plural de ‘lápiz’ era ‘lápih’ (‘loh lápih’, pronunciando la ‘s’ como una ‘h’ aspirada)

Muy festivo, el Tío de las Tres Campanas, iba por Aceuchal de vez en cuando (había cierta periodicidad en sus visitas, como actualmente la hay en los mercadillos, en casi todas las poblaciones. La cesta del Tío de las Tres Campanas era como un modesto anticipo de los actuales mercadillos.

Y su sorna y su retranca contribuían a desarrugar el ceño, a hacer más llevadera y desenfadada la vida hosca y dura de aquellos años de la posguerra.

EL TÍO DE LAS TRES CAMPANAS (Memoria de Aceuchal)

Der Krämer (El buhonero) Grabado antiguo
Apuesto a que quedan ya muy pocas personas en Aceuchal que se acuerden del llamado tío de las Tres Campanas, un buhonero chiquito, de grueso bigote blanco, que vendía sus baratijas junto al “Pilá Largo”, como se llamaba antiguamente a la fuente pública que surtía de agua a la localidad. La fuente propiamente consistía en una cámara abovedada, que protegía los caños y que estaba adosada al largo abrevadero de las bestias (de ahí el nombre de ‘Pilá Largo’). En las inmediaciones del Pilá Largo se situaba el buhonero y pregonaba las mercancías que portaba en un cesto apaisado, una canasta o banasta, con las menudencias que eran necesarias para las labores caseras, sobre todo, relacionadas con la costura: agujas, dedales, madejas de lana o de hilo... Lo más divertido era el desenfado y desparpajo con que el avispado viejecillo pregonaba su mercancía: ¡hilo blanco, hilo negro, madejones de hacer media!... Pero, de cuando en cuando, el redomado vejete incluía en su pregón una especie de chiste que causaba regocijo, por lo picaresco, sobre todo entre la clientela femenina. Yo no sé si los lápices estaban también incluidos entre los artículos de la cesta del buhonero. Y si estos lápices eran de dos clases: unos, de mejor calidad, que costarían diez céntimos (o sea, lo que se conocía como la perra gorda) y otros de cinco céntimos, la moneda más pequeña conocida como la perra chica. El caso es que el bribón del buhonero pregonaba su mercancía así:
¡Lapih a chica! ¡Lapih a gorda!

(Ya sabemos que el plural correcto es ‘lápices’, pero es el caso que, por aquellas fechas, había gente que creía que el plural de ‘lápiz’ era ‘lápih’ (‘loh lápih’, pronunciando la ‘s’ como una ‘h’ aspirada)

Muy festivo, el Tío de las Tres Campanas, iba por Aceuchal de vez en cuando (había cierta periodicidad en sus visitas, como actualmente la hay en los mercadillos, en casi todas las poblaciones. La cesta del Tío de las Tres Campanas era como un modesto anticipo de los actuales mercadillos.

Y su sorna y su retranca contribuían a desarrugar el ceño, a hacer más llevadera y desenfadada la vida hosca y dura de aquellos años de la posguerra.

In patris carissimi memoriam

ἀνέρος, οὗ δή που λεύκ’ ὀστέα πύθεται ὄμβρῳ
κείμεν’ ἐπ’ ἠπείρου, ἢ εἰν ἁlὶ κῦμα κυλίνδει.

(...el varón cuyos blancos huesos se pudren por la lluvia tirados sobre el llano, o en el mar la ola los voltea...)
(Hom. Od. 1.161-2)

Abstulit atra acies* et funere mersit acerbo






















(Ode alcaica)

I
O digne luctu, care pater meus,
erepte vita morte miserrima!
Avulsus uxori fideli
et genitis vetulaeque matri.

II

Dux perduellis, proditor impius,
conversus enses in populum suum,
invasit Hispanas in urbes
inque suos tulit arma cives.

III

Rerum potiti dextera factio et
commilitonum turba nefaria
fratrumque perfusi cruore
sanguine morteque inebriantur

IV

Duplex initur mox acies fera
bellumque duplo perducitur modo:
per milites castris subactos
perque truces sceleris ministros

V
iusque datum sceleri (Luc. B.C. 1.2)

Tum mors per urbes exitium intulit,
tum ius necandi civibus est datum,
concivium in sedes adortis
excidio patriaeque luctu

VI

Iras protervas carnificum timens
fundum petisti longius abditum,
et coniuge et nato relictis
insidias fugis improborum.

VII


incolumitatem deditis pollicebantur (Caes. B.C. 3.28.2-3)

Falsis promissis credulus hostium
nullis nocendi qui redeant domum
raedaque convectus morosa
sub manibus cadis impiorum.

VIII

Sic notus Ulixes? (Verg. A. II, 44)

Verbis dolosis ne dederis fidem,
audire dictis falsiloquentium
linguasque fallaces caveto
semper in exitium ferentes.

IX

Errore detecto patuit dolus
sed serius te paenituit mali
fraudisque perpessae dolosae,
traditus in manibus malorum.


X
Adventus ut primum innotuit tuus
captum statim mox te veniunt domum,
deprensus atque armis coactus
carcere clauderis et tenebris.


XI
Illic reclusus tempore perbrevi
eductus exis, dederis et neci,
afflictus ingenti dolore ex
coniuge cum puero relictis.

XII

Nec me osculari nec valedicere
qui te necabant annuerunt tibi:
angore compulsus metuque
duceris in loca mortuorum.

XIII

INVOCATIO IUSTITIAE
Astraea virgo, Iustitiae dea,
o diva sedes quae colis inclitas,
aetate Saturni peracta
terricolas apud hospita aequos.

XIV

Impune laedi ne sine victimas,
preces benigne suscipe civium
iustaque compensa bilanci
omnia quae periere bello.



(Traducción)


I ¡Digno de llanto tú, querido padre mío, arrebatado a la vida con muerte muy penosa, arrancado a tu fiel esposa y a tus hijos y tu anciana madre!

II Un general felón, traidor sin entrañas, volvió su espada contra su pueblo, invadió las ciudades de España y se levantó en armas contra sus conciudadanos.

III Dueña de la situación, la derecha facciosa y la nefasta tropa de sus conmilitones, bañados en la sangre de sus compatriotas, se embriagan de sangre y de muerte.

IV Un doble frente feroz se pone en marcha y la guerra se lleva a cabo de una doble manera: por militares en campaña y por civiles sanguinarios, servidores del crimen.

Se otorgó legalidad al crimen  (Luc. B.C. 1.2)
V Entonces la muerte llevó a las ciudades a la ruina, entonces se concedió a los ciudadanos el derecho de matar a sus conciudadanos, allanando sus moradas para la perdición y el luto de la patria.

VI Por temor de las malvadas furias asesinas, buscaste refugio en una lejana finca y dejando a tu mujer y a tu hijo huyes de los ataques de los malvados.

VII Prometían respetar la vida a los que se entregaban (Caes. B.C. 3.28.2-3)

Fiado de las falsas promesas del enemigo, de que ningún daño recibirían los que volviesen a sus casas, y conducido en una lenta carreta, caes en las manos de los desalmados.

VIII ¿Así conocéis a Ulises? (Virgilio, Eneida, 2.44)
Nunca deis crédito a las palabras engañosas del enemigo.
Guardaos de prestar oídos a las palabras de los que profieren falsedades y a las lenguas mentirosas que llevan siempre a la ruina

IX Descubierta la falsedad se hizo patente el engaño, pero ya era tarde para lamentar la equivocación y la engañosa trampa: estabas en manos de los malvados.

X Tan pronto se tuvo conocimiento de tu regreso vienen a tu casa en seguida para apresarte: preso y coaccionado bajo las armas te encierran en la cárcel y en la oscuridad.

XI Allí recluido por un corto tiempo, te sacan para entregarte a la muerte: afligido por el inmenso dolor de dejar a tu mujer y a tu hijo.


XII Ni darme un beso ni decirme adiós te permitieron los que perpetraban tu muerte: por la angustia y el miedo abatido eres conducido al lugar de los muertos.

XIII INVOCACIÓN A LA JUSTICIA

Virgen Astrea, diosa de la Justicia, divina diosa de las alturas, que pasaste la Edad de Oro alojada como huésped entre los moradores de la tierra, que entonces eran justos

XIV ¡No permitas que las víctimas de la injusticia sean dañadas impunemente! Escucha benignamente los ruegos de la ciudadanía y en tu balanza justa compénsanos de todo aquello que pereció con la guerra.
______

* Se trata de un verso de Virgilio (Eneida, VI,429 y XI,28) que yo aplico aquí modificándolo, sustituyendo la palabra ‘dies’, que emplea Virgilio, por la palabra ‘acies’. Métricamente esta sustitución es viable. Pero donde Virgilio dice “el negro día” yo digo “el escuadrón negro”.

** La oda está escrita en estrofas alcaicas. Una estrofa alcaica consta de cuatro versos: dos alcaicos endecasílabos, uno eneasílabo y uno decasílabo.

jueves, enero 24, 2013

FIGURAS DE LA PASIÓN

El conocido título de la obra de Gabriel Miró me viene ahora a la memoria cuando ésta rememora algunos recuerdos de mi infancia relacionados con la imagen paterna. Mi padre murió asesinado por la represión franquista en la madrugada del 10 de septiembre de 1936. Yo tenía tres años, siete meses y diez días. Recuerdo que estuvimos mi madre y yo a visitarlo en la cárcel y llevarle la cena (recuerdo perfectamente que era tortilla de patatas) y que mi padre no quiso comer. Creo que mi madre se llevó para casa la comida. No sé si la ‘saca’ ocurrió a la madrugada. Lo que pienso ahora es que en aquella pasión no hubo “última cena”. Hubo, sí, Calvario (había y hay en Aceuchal una calle llamada con ese nombre y es paso obligado para el cementerio) y hubo, sin duda, Gólgota y muerte. Y el consummatum est. Lo añado yo ahora, casi 77 años después.
Y nada más. Una nueva viuda, con 31 años y un nuevo huérfano, con “tres años y medio” (según mi madre, esa era mi edad cuando perdí a mi padre)
Los recuerdos de aquella etapa los puedo contar con los dedos de las manos. Mi padre me llevaba en la bicicleta, en un sillín de madera que había acoplado en la barra, entre el manillar y el propio sillín donde iba él, de manera que yo iba siempre protegido por sus brazos. Otro recuerdo nítido: mi padre trabajaba en el empedrado de la calle Santa Marta y yo trataba de ayudarle trayendo junto a él alguna piedra (como mucho, de un kilo, o kilo y medio) que había en un montón un poco más allá. En uno de esos acarreos dejé caer la piedra junto a él (que no se dio cuenta para retirar la mano a tiempo) y le hice sangre en un dedo. Naturalmente, mi reacción fue llorar. Y recuerdo que él me consolaba: “Mira, ¿ves?: no es nada”.
Un día me llevó al Ayuntamiento donde trabajaba de oficial. Me llamó la atención ver que en una de las estancias del centro municipal se apilaba una gran cantidad de receptores de radio. ¿Por qué ‘requisaron’ los del Ayuntamiento socialista esos aparatos de radio? ¿Simplemente porque los ricos disponían de unos medios a los que los pobres no teníamos acceso, con los escasos sueldos que ganaban los de la clase obrera? Debió haber, posiblemente, otra razón menos simplista y más justificativa: la radio era el principal medio de propaganda de los sublevados: las proclamas furibundas de Queipo, que monopolizaban prácticamente la información a favor del bando de los adinerados. De todos modos, aquella incautación de receptores radiofónicos me pareció una señal de alarma, precursora de un peligro inminente. Luego recuerdo a unos tipos con camisas azules que vinieron a registrar nuestra casa. Buscaban, según decían, armas. Los recuerdo abriendo y revolviendo las ropas guardadas en los cajones de la cómoda.
‘Requisaron’ (es decir, robaron, la bicicleta de mi padre) Muchos años después supe que se la ofrecieron a Bastida (que no quiso aceptar el ‘regalo’) Pero hubo quien lo aceptó (y yo supe su nombre, porque en los pueblos chicos todo acaba por saberse) También se llevaron una colección del semanario “Estampa”, al que mi padre estaba suscrito. Eran varios años de suscripción y las revistas estaban apiladas en la casa huerto que mi padre poseía frente a la casa de Los Silos. También sé quién se quedó con la colección de las revistas. Hace pocos días he visto en el cementerio de Aceuchal, las lápidas con los nombres de algunos de estos ‘personajes’.
Son retazos de recuerdos: la infeliz secuela de la “memoria histórica”. Las figuras de la Pasión de un mártir laico, narrada por Juan. Una Pasión en la que hubo, sí, Calvario y Gólgota*, pero no hubo Última Cena.
_____  
* 'Gólgota', según nos advierte el evangelio de San Marcos (Mc., 15.22) significa 'lugar de la calavera' (es decir, el cementerio)
(Dibujo del autor)

sábado, enero 19, 2013

LAS CUATRO PATRIAS DE PLANTINO, SEGÚN PEDRO DE VALENCIA

De nuestro ilustre zafrense, Pedro de Valencia, sabemos que era un consumado helenista y un latinista excepcional."Sabía más griego que Erasmo", según la afirmación, un tanto hiperbólica, del Brocense. Puede que el maestro exagerase, pero lo cierto es que hablaba con conocimiento de causa, por haber sido profesor del de Zafra cuando éste estudiaba en Salamanca.

Valencia citaba de memoria textos griegos, tanto en prosa como en verso, y se expresaba con facilidad en un elegante latín. En esta lengua escribió su principal obra de carácter filosófico, titulada Académicas.

Su preparación en las lenguas clásicas sería aprovechada por su mentor y amigo, Benito Arias Montano, quien le hizo el honor de dedicarle una larga oda en latín, incluida en la segunda compilación poética de la poesía latina de Montano, que llevó a cabo el propio Valencia*. Esta segunda compilación apareció en el año 1593 y se tituló Hymni et saecula. La primera compilación, aparecida en 1589, se titulaba Poemata in quattuor tomos distincta (Poemas distribuidos en cuatro tomos). Valencia escribió sendos prólogos en latín tanto para la primera como para la segunda de estas compilaciones. Los libros se editaron en Amberes, en los prestigiados talleres de Plantino, el célebre impresor. Al fallecer Plantino en 1589, continuó su labor el yerno de éste, Juan Moreto.

El fallecimiento de Plantino supuso un duro golpe para el editor zafrense de la poesía de Montano. Valencia preparaba la edición de la segunda compilación poética de la obra montaniana, obra ya en curso, como se desprende del mismo prólogo del zafrense a  la primera parte, salida de las prensas en el mismo año del fallecimiento del impresor. El óbito se produjo el día 1 de julio de 1589.

Con ocasión del luctuoso suceso, Valencia decidió homenajear al impresor con unos versos en latín, a modo de epitafio. El poema manuscrito se conserva en un infolio de la Biblioteca Nacional de Madrid, el ms. 5585. Esta clase de sucesos impactantes suele ser estímulo de la inspiración y una invitación a desahogarse en  la lengua que, desde Catulo y Horacio (y mucho antes y mucho después de ellos) ha servido para componer tantas endechas fúnebres como para constituir un género, el elegíaco (aunque esta palabra abarque en realidad un amplio abanico de temas, entre otros el amoroso) y, particularmente, en las composiciones conocidas con el nombre de epicedios.

Valencia expresó su pesar por el fallecimiento de Plantino dedicándole un epicedio (a modo de epitafio) Está formado, en este caso, por seis versos, o tres dísticos, cada uno de ellos constituido por un hexámetro y un trímetro yámbico. Aquí los reproduzco seguidamente, acompañándolos de la correspondiente traducción:

Patria Plantino Turones prior, altera facta est
Antuerpia ut quae fovit hospita hospitem.
Tertia totae orbis vocitandae patria terrae
quas pervagatur eius ingens gloria.
Patria quarta tibi, sed fortunatior, astris,
Plantine, Iuliis Kalendis est data.


(Tours fue la primera patria de Plantino; la segunda fue Amberes que, hospitalaria, lo acogió como huésped. La tercera patria hay que llamar a todas las tierras del orbe por las que su inmensa fama se ha propagado. La cuarta patria, la más dichosa para ti, Plantino, te fue otorgada entre las estrellas**, el día de las Kalendas*** de julio)

Vean aquí el facsimil manuscrito del poema, de puño y letra del propio Pedro de Valencia:












____

(Pulsen sobre el texto para ampliar)_
 
* La oda se titula "De la mente y su elección", y es la primera oda del libro III de los Saecula. Pincha aquí para leer el poema de Montano y mi traducción del mismo al español. La traducción ha sido levemente modificada posteriormente, en la segunda estrofa. Donde antes se leía "inspira, Cristo, a tu poeta..., ahora se dice: "inspira a tu poeta, Cristo...". El detalle puede parecer nimio, pero es importante, pues lo que dice a continuación se refiere, precisamente, a Cristo; no al poeta (como antes se podía pensar)

** Valencia ‘catasteriza’ (= convierte en estrella) a Plantino, lo eleva al ‘estrellato’ de los impresores, como un modelo de los mismos.

*** Las Kalendas caen el día 1 de cada mes.




viernes, enero 18, 2013

AMORES EFÍMEROS (Reedición)


Frente a la exaltación del amor eterno, perdurable en el recuerdo, podíamos acordarnos también de aquellos amores que sólo duraron unas horas, aquellos que nacieron y murieron en el término de un día: a estos amores los llamamos efímeros, (palabra que por su etimología griega significa 'lo que dura un día'). Ciertos insectos y algunas flores nacen y perecen en ese breve intervalo que, a veces, ni siquiera abarca las veinticuatro horas, sino sólo las horas de lo que corresponde al día solar.
En ese breve lapso de tiempo pueden florecer y agostarse algunos amores, por más que su recuerdo suele acompañarnos durante el resto de nuestra vida. ¿Existen tales amores que, aunque los llamemos efímeros se recuerdan luego a lo largo de la vida entera? Claro que sí: existen. De ello da fe la letra de un conocido tango (Quiero emborrachar mi corazón, etc.) Dice una parte de ese tango: Si su amor fue flor de un día, / ¿por qué causa es siempre mía esta cruel preocupación?)
El amor deja en el alma una huella perdurable. Por más que haya sido 'flor de un día'. A estos amores se refirió Unamuno en su Oda a Salamanca, en estrofas sáficas:

Amores que nacieron como nace
en los trigales amapola ardiente,
para morir ante la hoz, dejando
fruto de sueño.


Parodiando cierta frase de Oscar Wilde que dice "la estatua del Dolor Eterno se hizo fundiendo la estatua del Placer-que-sólo-dura-un-instante. Análogamente se puede decir: la estatua de la Nostalgia perdurable se hizo fundiendo la estatua del Amor que sólo dura unas horas. El amor efímero.

Pero hasta lo 'efímero' es un concepto relativo que hace mención a una concreta medida del tiempo: el que dura el paso del sol por la eclíptica, desde el orto al ocaso. Ya Cicerón advirtió ese carácter relativo de lo efímero, como vemos en el siguiente pasaje de sus Tusculanas  1.94.12-20):

Junto al río Hypanin, que desde el lado europeo desemboca en el Ponto*, según dice Aristóteles, nacen ciertos animalillos que viven solamente un día. Por tanto, el que de ellos muere hacia la hora octava **, muere de edad avanzada; y el que muere a la hora de la puesta del sol, muere en la decrepitud, tanto más si se trata de un día de verano. Ahora compara con la eternidad la más larga de las vidas humanas: nos encontraremos con la misma brevedad que proporcionalmente lo están aquellos animalillos con respecto a nosotros.

Otro ejemplo de esta 'relatividad' de lo efímero lo encontramos en un relato de Agustín de Foxá titulado "Viaje a los efímeros", incluido en su libro Misión en Bucarest ***. Los protagonistas del relato son una mujer y su marido quienes, tras un accidente de aviación, van a parar a un país en el que los habitantes viven su proceso vital de una manera más rápida: en el transcurso de unas horas, la gente pasa de la infancia a la juventud y a la vejez, de manera que, en un solo día, son niños, jóvenes y ancianos, sucesivamente. Correlativamente, los avatares históricos de esa clase de hombres transcurrían con una rapidez proporcionada a esa brevedad de sus vidas. Así, las revoluciones, contrarrevoluciones, los sistemas de gobierno (dictaduras, tiranías, democracias) se sucedían en cuestión de días.
Hay un momento de la narración en el que el autor cae en la cuenta de esa relatividad del tiempo, de lo efímeros que somos también los humanos en comparación, por ejemplo, con las eras geológicas:

Me di cuenta de que, a medida que se profundizaba en las edades, la diferencia entre Efímera y nosotros iba siendo menor (...) Que comparados con los 2.000 millones de años de la aparición de la vida, Catalina y yo éramos ultra-efímeros; que había infinitamente más distancia entre nosotros y la edad de las nebulosas que entre la vida de los efímeros y la nuestra.

El autor sigue su divagación sobre ese rápido transcurrir del tiempo en ese fantástico país que es Efímera (con este nombre lo bautiza) y no puede menos que evitar la comparación con su propio país de origen, agitado por recientes revoluciones, entre ellas la novísima revolución comunista. Ante el cuadro que nos describe no podemos menos que sonreir. Es la situación que se produjo al advenimiento de la república española, vista desde la retina de un aristócrata:

¡Cuántas veces había visto cincelar la corona real en las piedras barrocas del portalón de la entrada, y picarla después por los obreros para colocar en su lugar la corona mural de la República! Pero aquella vez era distinto. Todo el escudo había sido derribado por la piqueta revolucionaria y aparecía uno completamente desconocido, con una pala y un pico cruzados. En el viejo palacio también ondeaba una bandera nueva. Era roja y sobre ella, bordada en oro, aquella extraña heráldica del trabajo.
Por las calles, las masas de obreros amenazadores volcaban 'taxis' y tranvías, incendiaban iglesias y daban vivas al partido igualitario (...)

¿Les suena?
Menos mal que todo este desbarajuste fue efímero. Luego vino una Dictadura que se mantuvo durante casi 40 años. Y después una Transición que tiene pinta de durar otro tanto, o más. En ella continuamos. Puede que en el país de los efímeros fuesen 'cuatro días', pero a nosotros se nos ha hecho una eternidad.
_____  
* el Mar Negro
** la última hora del día
*** Misión en Bucarest (Madrid, 1965) Edit. Prensa Española, pp. 131-168



miércoles, enero 09, 2013

SU MAJESTAD ESCOJA

Una conocida anécdota, atribuida a Quevedo, (la mayoría de las anécdotas que se le atribuyen no son suyas) cuenta que éste aceptó un día el reto de decirle al rey, o a la reina, en su propia cara, que cojeaba (bien se tratara de una cojera transitoria o permanente) Para ello puso en una bandeja dos flores: una rosa y un clavel. Y acercándose al rey, o a la reina, le dijo: “Entre el clavel y la rosa, Su Majestad escoja”. No me extraña que el calambur pudiera encontrarse en algún texto de Quevedo, extrapolado después. El juego de palabras es, ciertamente, muy quevedesco.
Nuestro actual rey, Don Juan Carlos I, como todos sabemos, anda últimamente con muletas, a causa de una cojera temporal debida a un accidente sufrido en una de sus cinegéticas correrías. El rey ha declarado encontrarse muy a gusto con sus muletas: “Me encuentro divinamente”, ha dicho.
Cojeras físicas aparte, nuestro monarca se halla en la tesitura de tener que moderar una democracia valetudinaria, por culpa de la cual se verá obligado de por vida a caminar con dos muletas políticas, como son, respectivamente, la derecha y la izquierda. Y debe andarse con cuidado, para no bascular más el peso de una parte que de la otra; si es consecuente con su declaración, hecha con ocasión de su toma de posesión como rey: “Quiero ser – dijo – el rey de todos los españoles”. La ocasión del 23-F y su apuesta personal por la democracia en aquella coyuntura, confirió a la corona el refrendo y la legitimidad que no tuvo hasta ese momento: equivalió a un referendum popular. En esa ocasión se pudo apreciar cuánto podía valer la muleta de la izquierda para el equilibrio de la monarquía. Por supuesto, la derecha también se vio sorprendida por el ‘tejerazo’, tanto o más que la propia izquierda. A ésta, dada la propensión involucionista de ciertos cerriles derechistas, la cuartelada no la cogía por sorpresa.
Para templar al “toro de España” (la metáfora es de Miguel Hernández) el rey debe usar la muleta (ahora en el sentido taurino) alguna que otra vez por la izquierda. Cuidado, pues, con los “derechazos” que no tendrán otro efecto más pernicioso que el de enajenarle la voluntad popular, planteando la alternativa republicana.
Hay un doble significado (bisemia se llama este fenómeno) en la palabra ‘real’. Lo ‘real’ es lo verdadero. En este sentido la vox populi postula una “democracia real, ya”. Pero, curiosamente, una democracia puede ser real en el sentido de estar refrendada y tutelada por el rey (real, en el otro sentido del vocablo, es lo relativo al rey) ¿Hay, acaso, incompatibilidad entre monarquía y República, entendida ésta como sinónimo de democracia? No la hay. Ya he advertido, en ocasiones anteriores, que Cicerón fue uno de los primeros en emplear la expresión “república real” (regali re publica) para manifestar la absoluta compatibilidad de monarquía y democracia: una república puede estar tutelada, efectivamente, por un rey. Y, entonces, el papel de éste es como el de un padre que vela por el bienestar de su pueblo (qui consulit, ut parens, populo) (Cic. R.P. 2.47.5)
Confieso que, por las fechas del ‘tejerazo’, abracé con entusiasmo esta idea de la compatibilización de la monarquía con la república, que es sinónimo de democracia. (De paso, más de una vez he pensado en la alternativa ejemplarizante que nos ofrecen los EE.UU.: ellos se dan a elegir entre demócratas y republicanos. Así nunca se salen de la legalidad democrática. Eligen entre Democracia A o Democracia B. O sea, democracia sí o sí. República y democracia son sinónimas y no repugna el concepto de una monarquía democrática.
Eso sí, el rey deberá aprender a manejarse con la muleta, la taurina, tanto por un lado como por el otro. Y lo mismo con las otras muletas, las del apoyo. De un lado deberá aprender a ‘templar’ y, del otro, a equilibrarse por igual tanto en la derecha como en la izquierda.
Esta última  tiene planteadas algunas reivindicaciones que el rey no debe perder de vista. En aras de una convivencia que pueda contribuir a la reconciliación de los españoles de una y otra parte, el rey debe afrontar algunas medidas que contribuyan a apagar rencores y a sofocar odios inveterados. Por ejemplo, su mediación sería muy eficiente en asuntos de tanta trascendencia para la normalización de la convivencia política como sería la cuestión, pendiente todavía, de la anulación de las sentencias del franquismo. Jurídicamente nunca fueron, ni serán jamás, válidas; y una democracia que transige con este estado de cosas está, de antemano, vendida. Otra de las cosas que debe moderar S.M. es la concesión de títulos nobiliarios en las personas de los descendientes de quienes fueron señalados capitostes del franquismo. Éstos fueron traidores a la patria y, sin duda, desde un punto de vista democrático, sus acciones fueron punibles, nunca merecedoras de recompensas de este tipo.
Cuando España esté curada en este sentido, podrá nuestro monarca ir prescindiendo poco a poco de las muletas, tanto de un lado como de otro, porque la sociedad española se sentirá integrada en un cuerpo político donde la izquierda y la derecha se sientan miembros de un mismo cuerpo social y, por tanto, sean necesarias para que no haya manquedad ni cojera física en el cuerpo de España.
Ojalá que todos podamos conocer, tanto en la persona de D. Juan Carlos como en la de su sucesor inmediato, la deseada integración política de un cuerpo normalmente constituido, al que no le falta ningún miembro, sea inferior o superior.


jueves, enero 03, 2013

En busca del consenso

Tiene que haber, sin duda, una solución inteligente que sirva para acercar posturas hasta ahora irreductibles, al objeto de sacar adelante ese proyecto de reparación histórica que demandan los grandes perjudicados de la guerra civil. Y, si hay voluntad de reconciliación, esas demandas deben ser escuchadas. Obviar el problema, obstaculizar su solución, no contribuye a otra cosa que a retrasar la deseada concordia.
La idea propuesta por el, o la, articulista de la Tribuna de HOY (16-8-06) de rendir homenaje a los héroes de una y otra parte, los benefactores que salvaron las vidas de sus conciudadanos, los Schindler anónimos, me parece buena pero, por desgracia, insuficiente. Aquí en Zafra, desde donde escribo, ya se hizo con el caso del ex–alcalde socialista José González Barrero, quien se opuso a ciertos grupos de matones emisarios, llegados de fuera, y salvó a muchos de sus conciudadanos en peligro de una muerte cierta. Ya sabemos cómo le pagaron aquellos a cuya parte salvó.
Pero, en fin, aquí en Zafra, con la unanimidad de la corporación municipal y la loable colaboración del PP, por esas fechas en el Ayuntamiento, se inauguró un monumento en honor del bienintencionado alcalde socialista represaliado en 1939. Para González Barrero, las vidas de sus conciudadanos fueron sagradas. Este es el héroe, el tipo de héroe a que se refiere el/la articulista. Probablemente, existen casos parecidos en el otro lado. Yo, desgraciadamente, no conozco ejemplos de casos colectivos, aunque sí de casos particulares, aislados, en los que se intercambiaron favores por favores. La represión fue implacable a la hora de eliminar al enemigo.
La voluntad de convivencia exige ciertas indispensables renuncias: condenar explícitamente y sin reservas el franquismo, principalmente despojándolo de su pretendida legalidad: ni la presunta salvaguarda de la patria (patria ¿de quién?) en peligro, ni la de la religión, justificaron la inmisericorde represalia. Aquello fue un parricidio en toda regla, por muchos plácemes y muchas bendiciones apostólicas que recibiera.
Que hubo desmanes de grupos incontrolados, falta de autoridad, torpeza en la misma ejecución de los planes que podrían haber contribuido a la implantación de un status más justo… sin duda. Ya he escrito en otro lugar y en otro idioma (el de la Roma clásica) que “una democracia inculta no puede subsistir”
http://ephemeris.alcuinus.net/folia.php
Quiero subrayar cuanto de positivo han hecho hasta el momento, en pro de la reconciliación nacional, los del partido del PP. Desde su participación en la redacción del texto constitucional (primer hito importantísimo) hasta la condena explícita de la dictadura (y, consiguientemente, del franquismo) en la memorable fecha del 20-N-02 . Algo, por otra parte, obvio: la dictadura es absolutamente incompatible con la democracia y se supone que el PP está por la democracia y la Constitución.Con que se admitan unas cuantas cosas, no muchas, unos cuantos desahogos, tras tantos años de silencio, vamos a estar de acuerdo muy prontito. Y, por supuesto, dejarnos honrar a nuestros “caídos”, antes nunca honrados como merecían, con honores públicos. Porque antes no hubo más honores que para los “caídos” por antonomasia: los del bando vencedor.

miércoles, enero 02, 2013

Una adivinanza de Antonio Machado

Este blog, que el benévolo lector ojea de vez en cuando, lleva por título La materia del sueño, rememorando un tópico literario de Shakespeare en La tempestad: “Somos de la misma materia que los sueños”. Ahora que se ha consolidado en la mayoría de las universidades el estudio de la Literatura Comparada, ha crecido el interés por los llamados tópicos literarios. Al aplicar los criterios comparativos al estudio de la literatura, se hace patente la existencia de una temática común a muchos autores de una misma época, o de distintas épocas, por encima de las eventuales diferencia de nacionalidad o de idioma. Las llamadas modas (artísticas y literarias), que se renuevan a lo largo de los siglos, presentan rasgos comunes, en muchos casos, que vemos reproducirse con independencia de su marco espacio-temporal. Es lo que llamamos las constantes históricas, detectables no sólo en la época en que tuvieron vigencia esas modas literarias, sino también en otras épocas, anteriores o posteriores a aquella en la que alcanzaron su máximo esplendor.
Sin más preámbulos vamos a ocuparnos del tema que motiva este escrito y que no es otro que ofrecer la solución de la adivinanza que nos propone Antonio Machado en uno de sus poemillas gnómicos, en concreto, el V de los que integran sus “Proverbios y cantares”, dedicados a Ortega y Gasset:

Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala
.

Es el caso que (para no tener al lector intrigado por mucho tiempo) el propio poeta nos ofrece la solución en el poema LIII de esa misma serie:

Tras el vivir y el soñar
está lo que más importa:
despertar.

Sin embargo, esto no lo aclara todo. El poeta ha omitido nombrar explícitamente el verbo que va sobreentendido en la adivinanza y que es el verbo ‘morir’.

Que la vida es sueño ya lo sabíamos: se trata de uno de los tópicos más característicos del Barroco. Calderón de la Barca es su máximo divulgador en la época del barroco español. Pero el tópico venía de más atrás en los siglos. Aquí, al lado de casa, en la vecina nación portuguesa, Gil Vicente había dicho ya, un siglo antes que Calderón,

Que vossa vida é sonhar,
e a morte é despertar,
para não mais dormir
nem acordar.




(Barca do Purgatório,vv. 52-55)

O sea, que ese tercer elemento, es el morir.
Ya lo había resuelto Bécquer en su Rima LXIX:

(…) la gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos:
¡despertar es morir!

Y Rubén Darío, en sus Cantos de vida y esperanza, en el Nocturno V, se había referido a la




pesadilla brutal de este vivir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará
!

De modo que la solución a la filosófica quisicosa que nos propone Machado estaba ya formulada por una tradición literaria de siglos.