martes, diciembre 29, 2009

EL ÚLTIMO OTOÑO



La Asociación Literaria Huebra, de Aracena, ha editado recientemente un libro del poeta Carlos Sánchez Rodríguez, poeta del que ya nos hemos ocupado anteriormente en las páginas de este blog. El título del libro es El último otoño, y en él se nos ofrece una especie de relato novelado de la última etapa de Arias Montano en su retiro de Aracena, de la Peña, concretamente. Ese último otoño se refiere, sin duda, al del año anterior al de su muerte, ocurrida en julio del 1598. La placidez del retiro de la Peña, tan grata a nuestro biblista, hubo de verse turbada por el requerimiento del Rey, que pidió al arzobispo de Granada, Don Pedro de Castro, que se tuviese en cuenta la opinión de Arias Montano acerca de la autenticidad de los llamados Plomos del Sacromonte; y que no se tomase ninguna decisión sobre los referidos documentos sin que el sabio de Fregenal hubiese dado su veredicto. Sabía muy bien Felipe II que en tal coyuntura sólo podría fiarse de la sabiduría y la honradez de nuestro políglota.
El relato está alternativamente protagonizado por un narrador (capítulos pares) y por el propio Benito Arias Montano (capítulos impares) como únicas dramatis personae que intervienen en la narración. Hay que destacar, en este punto, el acierto del autor, que se mete en la piel del personaje y le da la máxima veracidad, en el tono comedido y prudente de las palabras que pone en boca de él.

Todo el relato está apoyado en datos con base histórica, en su mayoría. Y desfilan por sus páginas personajes de probada honradez e integridad moral, como el propio Arias Montano y, también, sus amigos como Pedro de Valencia, el arzobispo Méndez, natural de Salvatierra de los Barros; frente a ellos, los inevitables antagonistas, el contrapunto de los personajes intrigantes, que no actúan sino en provecho propio. Los que han preparado, seguramente, el fraude del que esperan obtener grandes beneficios. Los que, en definitiva, nunca perdonarán a Montano que haya impugnado la autenticidad de los Plomos, declarando que se trata, lisa y llanamente, de una falsificación.

El relato se lee con gusto, porque sabe urdir una historia interesante y refleja con todo acierto la honradez de unas almas nobles; todo ello sin demasiadas concesiones a lo fantástico, para lo que sirve de contrapunto el apoyo en el dato histórico. No sé de dónde toma el narrador algunos detalles de los numerosos que aporta y que contribuyen a dar veracidad a su relato. Pero, por ejemplo, los versos de Montano que aparecen reproducidos en la página 60, son auténticos sáficos, en los que el tercer verso, el sáfico, va seguido del adónico, tal como se consideraba en la antigüedad.

En fin, una gozada leer este libro de Carlos Sánchez. Desde aquí mi enhorabuena al autor y a los editores.

domingo, diciembre 20, 2009

LA ESPINA DE LOS ROSALES

El escritor Manuel Vicent publica hoy en EL PAÍS, en su columna dominical, un artículo con el título de “Niebla”, que puede consultarse aquí , en el que relata una anécdota de la que fue testigo en su época de estudiante en la Facultad de Derecho de Granada. El nombre de García Lorca era entonces tabú todavía en esa ciudad. No tan tabú, si la referencia al poeta era para ir contra sus méritos literarios a cuenta de su homosexualidad. Lo que cuenta Vicent es el caso de uno de los hermanos Rosales, José, más conocido por Pepiniqui, quien se dejaba caer por las tascas, siempre bien trajeado pero, a menudo, achispado y un sí es no es etílico, y pidiendo en voz alta perdón a Federico: in vino veritas. La beodez dejaba hablar libremente a su conciencia y ésta se convertía en delatora del delito latente: era la venganza de las Erinias, las Furias atormentadoras. Los cargos de conciencia referidos a la muerte de Lorca debieron de ser las espinas de los Rosales. Ya veíamos, hace unos días ("La fosa de García Lorca") la referencia a otro escrito, aparecido días atrás en el mencionado diario, cómo la hija de Ruiz Alonso, Emma Penella, contó haberle oído decir a su padre que quien reveló a éste dónde estaba Lorca escondido fue otro de los Rosales, de nombre Miguel. No sabemos si éste también experimentaría los mismos cargos de conciencia que su hermano. En todo caso, por una razón u otra, parece que la muerte de Lorca fue la espina que durante su vida atormentó a la familia de los Rosales. Hubo, posiblemente, transacciones y paripés, con tal de guardar las apariencias.

Viene, en ese mismo número de EL PAÍS, copia de la partida de defunción del poeta. Y la muletilla de siempre, cuando se trataba de ocultar los crímenes de estas ejecuciones: "murió a consecuencia de heridas recibidas en hechos de guerra" (la cursiva es nuestra). La susodicha muletilla nos es familiar por cuanto en la partida de defunción (asentada en el Juzgado de Aceuchal) hacia 1942 y que tuvo que presentar mi madre para solicitar una mísera pensión de viudedad, decía poco más o menos: "fallecido a consecuencia de la pasada guerra". La guerra era la tapadera de los asesinatos con los que la derecha se fue deshaciendo de sus enemigos políticos.

martes, diciembre 15, 2009

LARREY, CARICATURISTA DE LEY

No sé si voy a descubrir el Mediterráneo si digo que José Larrey, el humorista gráfico habitual de nuestro diario regional HOY, además de dibujante de monigotes impersonales, es un formidable caricaturista, capaz de realizar síntesis fisonómicas que encierran, en unos pocos trazos, las facciones que nos hacen reconocer a una persona en sus rasgos fisonómicos esenciales. Esta habilidad se hizo patente a sus convecinos de Usagre en la exposición de caricaturas de personajes típicos del pueblo, pero se puede comprobar a diario en la representación de rostros conocidos de la política u otras actividades que suelen implicar cierta popularidad en los que las ejercen. Voy a reproducir (si me lo permiten el autor, amigo, y el diario que suelo leer a diario) la que hoy se publica en la página 24 correspondiente al día de la fecha en el mencionado periódico. Son perfectamente identificables los personajes que en la actualidad lideran, respectivamente, las agrupaciones sindicales que se denominan CCOO y UGT, Fernández Toxo y Cándido Méndez.
Como yo practico también la caricatura, si bien no con la habilidad y el dominio con que me gustaría hacerlo, creo estar en condiciones de calibrar estas extraordinarias aptitudes para hacer síntesis fisonómicas que demuestra nuestro popular colaborador del HOY. Mi presunta aptitud para la caricatura es, más bien, fruto del subconsciente, pero no algo que pueda dominar y dirigir a mi arbitrio. De pronto, sin que haya un propósito explícito, brota del lápiz una fisonomía que estaba siendo tratada de forma subliminal por el subconsciente. No me lo propuse: salió por sí sola la síntesis. Sólo recuerdo haber logrado una vez una caricatura por encargo. Los rasgos decantan por sí solos, sin que medie la voluntad, y sólo a partir de ese alumbramiento involuntario (o sólo subconscientemente voluntario) podemos hacernos con la fórmula fisonómica de ese rostro. Otro día pondré algunos ejemplos de esta imprevisible manera de actuar el subconsciente.

LA CRUZ Y EL LÁBARO

"Detrás de la cruz está el diablo", ilustración por Apeles Mestres


La consigna “Por Dios y por España” está herrumbrosa, orinienta y, sobre todo, manchada de sangre. Si yo la saco ahora a relucir aquí es para delatar la enorme estafa, religiosa y patriótica, con la que defraudaron paritariamente a la Religión y a la Patria quienes la enarbolaron como consigna para defender no unos intereses comunes, patrióticos y/o religiosos, sino unos intereses propios, de partido o de bandería.
La derecha vio una inmejorable oportunidad de abortar un movimiento que trataba de subvertir, por injusto e insolidario, el statu quo social (antisocial, más bien) basado en la propiedad abusiva de los medios de produción y en la explotación sistemática del económicamente débil.
A la Falange se la utilizó como ‘tonto útil’, como idealista ‘compañero de viaje’ al que había que cortar las alas tan pronto como se consiguiera parar la marea socialista. Inmovilizado en la cárcel José Antonio, aislado, no se movió un dedo para salvarlo. La Falange de José Antonio fue la gran defraudada. Por eso lo de la Falange Auténtica (a buenas horas, mangas … azules) no ha ‘colado’ después. Hubiera sido preciso ‘cambiar de camisa’: la azul estaba teñida de ‘rojo’ sangre.
Los falangistas aristócratas, que se habían olido ciertos ‘tufos’ de la ideología joseantoniana, barruntaban ya en la misma sospechosos resabios marxistas. Foxá lo decía como bromeando, pero sin rebozo: “La Falange es la hija adulterina de Isabel la Católica y de Carlos Marx”.


La polémica actual del crucifijo NO SE PLANTEA COMO UN DILEMA CRISTIANISMO SÍ, O CRISTIANISMO NO; SINO COMO UN DILEMA LIBERTAD RELIGIOSA SÍ O LIBERTAD RELIGIOSA NO.


En nombre de Dios y de Cristo se han cometido muchas tropelías. En muchos casos (y en el de nuestra Guerra Civil tenemos el más sangrante) se les ha llamado Cruzadas. Son genocidios, matanzas perpetradas en nombre de Cristo.

Desde Constantino el Grande, el lábaro (es decir, la cruz) ha sido el estandarte que ha servido para ocultar y, sobre todo, cohonestar, intereses distintos de los puramente religiosos.


Porque es verdad que, a veces, detrás de la cruz está el diablo.

sábado, diciembre 12, 2009

LA FOSA DE GARCÍA LORCA

Porque amé a este poeta desde mi niñez, porque lo descubrí por mí mismo, porque contagié de mi entusiasmo por su poesía a varios compañeros de estudios en el Seminario de Badajoz, porque supe, desde muy joven, que Lorca había sido víctima de la misma represión que acabó con la vida de mi padre…porque Federico fue mi poeta predilecto desde que tomé contacto con su poesía, porque su magia y su duende me cautivaron hasta la exaltación, me duele ahora que se esté a punto de renunciar, o de tirar la toalla, en el asunto de la localización de sus huesos, tras el resultado infructuoso de las excavaciones que se están llevando a cabo en el barranco de Víznar, donde, hasta ahora, se había creído que estaban enterrados los huesos del poeta, junto a los de sus compañeros de fusilamiento. Las declaraciones de alguno de los responsables de las excavaciones nos producen tristeza y rechazo: “No llenaremos Granada de agujeros”, parece que ha dicho uno de los representantes del Ayuntamiento granadino. Hipérbole se llama esa figura. Si se abren agujeros, con volverlos a tapar otra vez, en paz.
Probablemente, no aparecerán los restos de Lorca. El franquismo tuvo tiempo de sobra para trasladar esos restos, para destruirlos incluso, haciendo desaparecer todas las huellas físicas del crimen más odioso.
Y una revelación, con todas las trazas de ser verosímil, por parte de una de las hijas del abominable Ruiz Alonso, Emma Penella, una de sus hijas (¡qué terrible oprobio el de ser hijo, o hija, del que dirigió la operación de prender a García Lorca!) quien ha revelado que fue uno de los Rosales, Miguel de nombre, quien en un desfile falangista le contó a Ruiz Alonso que Federico estaba escondido en el domicilio de los Rosales y que por eso él, el delator, no quería ir por casa de sus padres, para no encontrarse con el poeta. Si esto es verdad (y tiene pinta de serlo) la perdición le vino al poeta por traición de la propia familia Rosales: vino a refugiarse en la boca del lobo.
Ya resultaba bastante sospechoso el ajetreo de los falangistas hermanos Rosales, todo el día fuera de casa, afanándose en los frentes fascistas, que no tuvieron tiempo de acudir a casa a interesarse por el huésped prisionero, a buen recaudo en la ratonera del presunto refugio.
¡Pobre Federico! Mucho me temo que no podremos besar tus huesos, “tu noble calavera”, reliquias venerandas para todo amante de la poesía.

domingo, diciembre 06, 2009

LA ULTRARREALIDAD DEL SUEÑO

Goya, El sueño de la razón

Este blog, desde su nacimiento mismo, ha estado vinculado al sueño y al mundo onírico. De ello da cuenta el título mismo “La materia del sueño”, porque su visión del mundo y de la llamada realidad encaja de lleno en la concepción barroca de la vida como sueño. Es la misma intuición que hace exclamar a Próspero, el personaje shakespeariano de La tempestad:

Somos de la misma materia de los sueños
y nuestra breve vida rodeada está por un sueño.
(Acto IV, vv.156-7)

Suelo volver, recurrentemente, sobre el tema, pues también ciertos sueños se repiten. A veces, nuestras experiencias del mundo onírico se entremezclan y confunden con las de la vida real. Recuerdo, a este propósito, cierto pareado de Campoamor:

Te he visto no sé dónde ni sé cuándo.
¡Ah!, sí, ya lo recuerdo; fue soñando

(Humoradas, II, X)

Nuestro siempre recordado Bécquer, que aunque pertenece al Romanticismo conserva un trasfondo de signo barroco, nos habla de ciertas escapadas del espíritu a la otra dimensión, la de la ultra-realidad, representada principalmente por el mundo de los sueños. En él tiene amigos y conocidos, que nunca vio en la realidad y que, sin embargo, le son familiares:

Pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco
(Rimas, LXXV)

Recuerdo que, entre las lecturas que distraían del ruido de las cucharas y los vasos en el comedor del Seminario, un lector de turno (también a mí me tocó hacerlo alguna vez) nos leía un interesante artículo sobre el mundo de los sueños (creo que era de la revista Razón y Fe) En este artículo afirmaba el autor que se dan recuerdos “de sueño a sueño”. Esto es, se recuerdan algunos sueños que ya se han tenido en una o más ocasiones anteriores. Esta experiencia se ve confirmada por el testimonio de algunos escritores y uno de éstos es Luciano de Samósata. Esto es lo que viene a decir el autor en un breve relato que narra la visita a la Isla de los Sueños, y que forma parte de sus relatos fantásticos titulados, irónicamente, “Historias verdaderas” (Verae historiae, II, 34):

Reconocíamos a muchos [de los sueños] porque los habíamos visto tiempo ha en nuestras casas, y ellos mismos nos salían al paso y nos saludaban con abrazos, como si fuéramos conocidos e íntimos…



(Relatos fantásticos, Luciano de Samósata, trad. de C. García Gual y otros, Alianza Editorial, 1998, pp. 79-80)

Uno de estos personajes, que debía ser conocido de un sueño anterior, fue el que anoche volví a ver yo en sueños. Nos encontrábamos en un lugar oscuro, de manera que yo no podía distinguir claramente su rostro. Estrechó mis manos muy amigablemente, con unas manazas grandes y fuertes. Deduje, puesto que en la oscuridad no podía apreciar bien su estatura, que debía tratarse de un individuo más bien alto, a tenor de aquellas manos que estrechaban las mías. Cuando, por fin, pude divisar su rostro a la claridad del día (todavía en el sueño) vi que sus facciones no me resultaban del todo desconocidas, por más que no recordaba bien dónde lo había visto anteriormente. Tampoco era tan alto como yo me había figurado.
Nos despedimos amigablemente y yo estuve muy solícito en demostrarle que lo apreciaba y lo recordaba bien, por más que en mi fuero interno me preguntaba a mí mismo quién sería aquel individuo.

jueves, noviembre 26, 2009

El montaje publicitario de la actual campaña contra la violencia de género

“¿Es lo tuyo más o menos?

¿Lo mío es menos o es más?”
(J.R.J. Estío, XIV)


No sabemos a cuánto ascenderá el presupuesto de la actual campaña publicitaria del Gobierno para contrarrestar la llamada ‘violencia de género’. Probablemente, habrá costado un pastón. El aparato publicitario me parece torpemente amañado, adobado de falsa galantería y halago a la mujer. Incluso una ofensa para su inteligencia y, de rebote, para la inteligencia masculina. El montaje es el siguiente: unos cuantos hombres, entre ellos el actor Javier Cámara, aparecen en la pantalla afirmando categóricamente y como si estuvieran convencidísimos de lo que dicen (que para eso les pagan):

De todas las mujeres que hay en mi vida, ninguna será menos que yo”.

Entre estos promotores del eslogan, aparecen dos o tres féminas que dicen, aparentando estar firmemente convencidas:

De todos los hombres que hay en mi vida, ninguno será más que yo”.

(He destacado en negrita los adverbios ‘más’ y ‘menos’)

Si reparamos en la forma de enunciar las respectivas frases, los representantes del género masculino reivindican la primacía desde el punto de vista de la inferioridad. Como si dijeran: A mí, a ser inferior, no me gana ninguna fémina. Éstas pueden ser más o igual que yo. Pero yo me reservo el privilegio de la inferioridad respecto a ellas. Y, ojo, con que alguna mujer pretenda disputarme este privilegio, que le rompo la cara…(Podríamos añadir) ≤ (Es el signo matemático que indica la situación reivindicada por el varón con respecto a la mujer. Pura galantería marrullera, de “chica, no te lo creas”)

Por su parte, las representantes femeninas presentan su eslogan desde el punto de vista de la superioridad. Los hombres ‘que hay en mi vida’ podrán ser iguales o inferiores a mí, pero nunca superiores. Tratando de robustecer el sentimiento de valía y la autoestima de la fémina, se la hace incurrir en presunción. Lo que es un halago con un componente muy probable de mentira.

Todo este ‘ser más’ o ‘ser menos’ el hombre que la mujer, me trae a la memoria un epigrama del poeta hispano romano Marcial (8.12):

¿Por qué no quiero tomar por esposa a una mujer rica,
me preguntas? No quiero estar bajo su dependencia.
La esposa, amigo Prisco, debe ser inferior al marido:
no de otra forma resultan iguales el hombre y la mujer
.

Es una paradoja: para que la mujer sea igual al marido es preciso que ‘se haga inferior’. ¿No implica esto que Marcial cree en la superioridad ingénita de la mujer? Es preciso que ésta se ‘rebaje’ para estar a la altura del hombre, inferior de suyo. La paridad del hombre y la mujer sólo se consigue cuando la mujer, que es, por naturaleza, superior al varón, se hace inferior a éste. A fin de cuentas, quizás sea verdad el eslogan publicitario en lo que respecta a la superioridad presunta de la mujer y a la consiguiente inferioridad, también presunta, del varón: Ninguna de las mujeres que hay en mi vida será menos que yo. Igual o más, sí; pero menos, imposible. Y viceversa, el eslogan de las féminas: Ninguno de los hombres que hay en mi vida será más que yo. Igual o menos, sí; pero más, imposible. ≥

El tópico del ‘sexo débil’ resulta ser un mito. Ya lo puso de manifiesto, hace muchos años, el humorista Enrique Jardiel Poncela, con el título de uno de sus libros: El sexo débil ha hecho gimnasia.

Tal vez la mentira publicitaria haya dado en el clavo en esta ocasión. Y si la observación del poeta bilbilitano es correcta, la mujer, para igualarse con el hombre, deberá hacerse como él, inferior.


Inferior matrona suo sit, Prisce, marito:

non aliter fiunt femina virque pares (vv. 3-4)

sábado, noviembre 14, 2009

COCK, EL EURO Y EL HUERTA HONDA

Un pasaje del poema latino que el humanista holandés Enrique Cock dedicó a describir, encomiástica-mente, las villas del Ducado de Feria, es el que describe el ‘locus amoenus’ que era entonces el huerto del palacio ducal (hoy Parador de Turismo) El terreno que ocupaba dicho huerto es el que en la actualidad ocupa el Hotel Huerta Honda, que conserva este nombre como reminiscencia del ameno lugar. Nada menos que 13 versos (aproximadamente el 7% del total de versos dedicados a describir otros lugares típicos de la villa ducal: el palacio, las iglesias y conventos, las fiestas, etc. (versos 30 al 217, inclusive) abarca el pasaje dedicado a describir el huerto del Duque.

Los versos 124-5, con los que se inicia la descripción del florido huerto donde hoy se ubica el HHH, dicen así:

Junto al palacio un huerto, al socaire del Euro ligero,
de breves dimensiones, pero fértil en plantas diversas
.

El Euro (con mayúscula) es el nombre de uno de los vientos más placenteros. Sopla del S.E. y era, antiguamente, símbolo de tiempo bonancible, como sus parientes, el Austro y el Favonio. Recordemos los versos de San Juan de la Cruz:

Detente, Cierzo muerto;
ven, Austro, que recuerdas los amores.


Con la alusión al Euro (con mayúscula) Cock nos da una referencia sobre la ubicación en la que se asentaba el huerto: al lado del castillo, por la parte que mira al E. y al S. No hay duda: se trata de la llamada Huerta Honda, nombre que se conservó hasta bien entrado el siglo XX.

El fundador y propietario del hotel del mismo nombre, Sr. Martínez Buzo, decidió decorar una de las dependencias del citado establecimiento (el llamado Salón del Duque de Feria) con algunos de los versos que Cock dedica al lugar. La idea es buena, a mi modo de ver, por más que, como ya he manifestado personalmente al propietario, echo en falta una cosa. Ya que no se cita al traductor al castellano de esos versos (que, dicho sea de paso, es quien esto escribe) debería mencionarse, siquiera abreviadamente, el nombre del autor: (E. Cock, siglo XVI) Poco espacio, como se ve, se emplearía en hacer esto. Además, la cita no está hecha con precisión: hay una repetición que no corresponde al original. Se debe citar con exactitud. Aun en el caso de elegir ciertos versos y prescindir de los demás.

La cita podría haber sido, por ejemplo:


Aquí las aves, moradoras de las ramas frondosas,

lanzan al aire sus trinos a modo de líricos cantos;
bajo ellas brotan las frescas aguas de los manantiales

(vv. 129-131)


Allí crecen las rosas rosadas, de purpúreos rubores,
y los lirios y el romero oloroso, remedio infalible,
y cuantas flores renueva el tiempo de la primavera

(vv. 134-136)


(E. Cock, Asafrae Turdetanorum descriptio)


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Brindamos estas sugerencias, por si quisieran tomarlas en cuenta los actuales propietarios del establecimiento hotelero.
Y deseamos que el euro (con minúscula) siga soplando favorablemente sobre éste y otros negocios de los Sres. Martínez Buzo.
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NOTA: Insertamos aquí una foto del lienzo de pared del Salón Duque de Feria, con los textos fragmentarios del poema de E. Cock. El 3º verso de la inscripción dice 'tomándose', donde debe decir 'tómanse'. Y en el verso inferior se repite 'renuevan del tiempo de la primavera'. Debe decir 'y las frutas doradas abundan en el tiempo de otoño'.Insertamos también fotocopia de un fragmento de la Asafrae Turdetanorum descriptio, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Este poema fue transcrito y traducido por mí en el librito, publicado en 1976, con el título de Zafra y los demás pueblos del Ducado de Feria celebrados por Enrique Cock (siglo XVI) En el año 2006 se hizo una reedición a cargo del Ayuntamiento de Zafra y gestionada por el Centro de Estudios del Estado de Feria. Por esta segunda edición citamos aquí.


Nota final: Hacer clic sobre la foto para ampliar

martes, noviembre 03, 2009

CONTRASONETO

En una ocasión anterior hice alusión al soneto panegírico que Manuel Machado dedicó a Franco. El dictador tuvo muchos panegiristas (una lista bastante numerosa, con elogios delirantes, se puede ver aquí ) Falta alguno que otro de entre los más importantes. Me refiero a Eugenio d'Ors, del que ya me he ocupado anteriormente en este blog http://garciguti.blogspot.com/2008_05_01_archive.html#4427431567235703933.


El desencadenante que puso en marcha el genocidio de nuestra guerra civil fue, en mi opinión, un gobierno débil (los mandatarios del régimen de la República) que no atajó los desórdenes que se produjeron previamente a la sublevación militar. Los enfrentamientos preliminares entre los desmandados de una y otra parte. Una izquierda incauta que aspiraba a implantar un nuevo orden social, a consolidar las libertades propias de una sociedad laica (entre éstas la de la libertad religiosa) y un sistema económico que no perpetuase la pobreza de unos y la riqueza de otros. Esto último demandaba un más racional aprovechamiento de los grandes latifundios improductivos. Se procedió a la ocupación de fincas mostrencas. Pero operaciones de este tipo alarmaron incluso a los pequeños propietarios. Todos vieron amenazadas sus posesiones



Los zafios enemigos de la libertad religiosa (¡dejad a los creyentes con sus creencias!) fueron los que más perjudicaron a la causa socialista, con sus sabotajes de personas religiosas y lugares de culto. Esto contribuyó al descrédito de su causa (que se asoció de inmediato a la de los 'enemigos de Dios') y que sería aprovechada por los sublevados como una justificación más de sus tropelías. La consigna 'Por Dios y por España' los acreditaba de buenos, y los jerarcas eclesiásticos, agradecidos, bendecirían como 'Cruzada' la sublevación militar. De todo este malentendido y desaguisado la consecuencia fue que una de las facciones políticas en liza, la derecha, pudo deshacerse sistemáticamente, implacablemente, cómodamente, de su rival político, la izquierda. Contribuyó a ello la organización paramilitar de la Falange, en connivencia con el militar invasor y colaborando con ellos en la 'limpieza' de la retaguardia. Así la población civil quedó en una situación de desigualdad: armados los de la derecha (representados por los falangistas) y desarmados los de la izquierda. La derecha se incautó de la Patria y este fue el primer acto del parricidio que con la madre común cometieron los sublevados.

Los panegiristas del régimen incensaron a su gusto al Caudillo y la Jerarquía eclesiástica le adjudicó honores divinos. Hubo quien propuso hacer al Caudillo nada menos que Cardenal honorífico. (Repásense los enlaces anteriores).

En fin, el propósito principal de esta entrada ha sido el de hacer un CONTRASONETO contra el que hizo en su día Manuel Machado para elogiar la figura del Caudillo. Soneto que vino a confirmar lo que ya el poeta había presentido: las afinidades entre los poetas (los aduladores, especialmente) y las prostitutas:





Hetairas y poetas somos hermanos


El poeta que había glosado en versos memorables el heroísmo del Cid ("El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas...") se prostituyó con la alabanza del caudillo golpista. A cambio de los favores del Régimen.

CONTRASONETO DEL QUE HIZO MANUEL MACHADO EN ELOGIO DE FRANCO

Caudillo de la nueva reconquista,
− contrafigura de la antigua hazaña −
la que metió a los moros en España
para apoyar la rebelión golpista.

Al socaire del dogma falangista,
el paramilitar entra en campaña;
y con total impunidad se ensaña
la derecha en el bando socialista.

Por Dios y por España’ es la proclama
que, para cohonestar la felonía,
alega la homicida represión.

Y la Iglesia, a su vez, Cruzada llama
lo que más propiamente debería
llamarse con el nombre de Traición.


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domingo, octubre 11, 2009

NUESTRA CUENTA PENDIENTE CON LA FELICIDAD

En definitiva, el hecho de derramar lágrimas, con ocasión de sucesos venturosos, viene a denotar una característica de la naturaleza humana. Me he ocupado del asunto en un artículo más extenso que se publicó en la revista Encontros-Encuentros y que lleva por título “La nostalgia del Paraíso en la poesía” (1). Lo incluí posteriormente en mi libro De la Vida a la Teoría, publicado hace unos años (2)

Es un hecho palmario el que enunciamos en el título de este artículo. Los seres humanos, por el hecho de serlo, tenemos una cuenta pendiente con la felicidad, estamos ‘vocados’ a ella (si no ya ‘abocados’) de una manera irrenunciable.

Este compromiso nuestro con la felicidad parece que lo llevamos impreso en los genes. De él se han dado varias interpretaciones teóricas, acaso la más antigua sea la de Platón. Su teoría de la reminiscencia tiene numerosos adeptos, entre ellos, muy conspicuas figuras de las letras universales. Una de éstas es el portugués Camões, que demuestra haber entendido muy lúcidamente la teoría platónica de la reminiscencia. El ser humano tiene, según ella, una experiencia innata de la felicidad. Dice el épico portugués:




Mas, ó tu, terra de Glória,
se eu nunca vi tua essência,
como me lembras na ausência?
Não me lembras na memória

senão na reminiscência

(Mas, oh tú, tierra de gloria,
si yo nunca vi tu esencia,
¿cómo es que siento tu ausencia?
No te añoro en la memoria
sino en la reminiscencia)

Esa ‘reminiscencia’ no es otra cosa que la memoria innata de la felicidad. Así lo explica el escritor espiritualista José Mª Cabodevilla:

Si entendemos la felicidad como una privación es porque en algún momento, de hecho o de derecho, fuimos felices. ¿Cuándo? Por debajo de la memoria personal debe existir una memoria más honda, la memoria de la especie, esa que guarda el recuerdo de un paraíso anterior a toda historia y prehistoria. ¿En qué vida astral, en qué remotísimas entrañas maternas supimos que existe la felicidad? (3)

Las lágrimas que brotan en nosotros ante cualquier encuentro esporádico con la felicidad nos remiten a esa cuenta pendiente, despiertan en nuestra alma la nostalgia inmarchitable del Paraíso perdido. La felicidad ocasional nos trae el recuerdo de la felicidad absoluta por la que secretamente suspiramos.

Puede que sea la huella de Dios, su impronta inconfundible. Porque, en el fondo, −no lo olvidemos− Dios no es otra cosa que la concreción del Bien Absoluto, o también, el Bien Supremo.
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(1) Encontros–Encuentros, Olivenza, 1989, nº 1, pp. 69-83


(2) Editora Regional de Extremadura con la colaboración de Caja Badajoz, Zafra 2001, pp. 151-166
(3) Cf. José Mª Cabodevilla, Feria de utopías, BAC, Madrid 1974, p. 119

sábado, octubre 10, 2009

Entonces…¿nunca se llora de alegría?

Consultando unos textos de autores latinos me he topado con unas consideraciones de Séneca el Mayor, padre del filósofo Séneca y abuelo del poeta Lucano. Si mi interpretación del texto latino es correcta (y espero que lo sea) lo que llamamos ‘lágrimas de alegría’ resultaría una expresión inexacta: piensa el viejo Séneca que nunca se llora de alegría, sino que la verdadera causa de las lágrimas queda disimulada, oculta, mediata, por más que la ocasión próxima de ese llanto, cuya verdadera causa no acertamos a discernir, pueda ser un suceso jubiloso. Así, por ejemplo, dos personas que se quieren, al volver a encontrarse, después de una larga separación, sienten que las lágrimas afloran a sus ojos. Si el hecho mismo de encontrarse presupone la alegría del reencuentro, ¿por qué afloran las lágrimas a los ojos de ambos? ¿Por qué el logro de aquello que se ha deseado ardientemente hace que broten las lágrimas? La explicación que solemos dar del fenómeno es que hay lágrimas de alegría, lo mismo que hay lágrimas de dolor. Para el patriarca de los Sénecas sólo habría lágrimas de dolor, nunca de alegría. Lo que esas presuntas lágrimas de alegría delatan es el antiguo dolor, la angustia represada, que aprovecha el instante de la alegría para dar libre curso a las lágrimas, como en el garcilasiano “¡salid sin duelo, lágrimas, corriendo!”. He aquí, extractado, el pasaje de Séneca el Mayor en el que se expone la sagaz teoría:
La lágrima siempre es indicio de que algo no ha salido a la medida de nuestro deseo; las lágrimas son señal de nuestra desazón, y el exponente de ese rechazo de nuestra alma. Nadie llora jamás por tener lo que desea. Las lágrimas son el efecto de salir al exterior el dolor reprimido en el alma y de romperse un silencio no soportable por más tiempo. Así, aquel que llora sobre las cenizas de su patrimonio, aborrece el incendio; el que llora por un naufragio odia el mar; el llanto es la más comedida expresión de aborrecimiento de la humana penuria.*

Se llora, pues, no por la alegría que nos produce el logro de algo que hemos deseado intensamente (en general, nuestra felicidad) sino por el dolor que nos ha producido, hasta ese preciso momento, la separación del objeto deseado. Lo explica también el viejo rétor latino: “derramábamos lágrimas por la pena de nuestra anterior separación”**

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* Lacrima semper indicium est inoptatae rei; lacrimae pignora sunt nolentium et repugnantis animi vultus index. Nemo umquam quod cupit deflet. Lacrimae coacti doloris intra praecordia et intolerabilis silentii eruptio. Sic ille qui super cinerem deflet patrimonium odit incendium; sic qui naufragium deflet maria detestatur. Fletus humanarum necessitatum verecunda exsecratio est. (Contr. exc. 8.6.1.25 ss.)

** ...fundebamus lacrimas ex paenitentia discidii prioris (ibid. 8.6.1.41)

lunes, octubre 05, 2009

FÁBULA DE LOS DOS LOROS



* Dibujo de Castelao


Circula por ahí un chiste de cuya filiación no cabe tener duda, una vez conocido su contenido. Se trata de un loro malhablado, que despotrica más bien a diestro que a siniestro, contra Zapatero, con ese odio visceral que el mandatario de las cejas circunflejas provoca en ciertos sectores de la oposición. El dueño del loro malhablado, preocupado, al parecer, por esa lengua maldiciente que repite obsesivamente “¡Zapatero, cabrón, hijo de puta, muérete!”, busca consejo para que su loro adopte un lenguaje más civilizado. Y qué mejor remedio que la compañía y el trato de un loro como Dios manda, educado en los principios religiosos. Le aconsejan que pida prestado por unos días el loro que es propiedad del cura: un loro al que se le supone bien hablado y educado en las prácticas piadosas.

Al cabo de algún tiempo alguien, le pregunta al dueño del loro mal hablado qué tal ha sido el resultado de la convivencia de su loro con el loro del clérigo.

Ahora es peor – contesta- pues cuando mi loro dice lo de “¡Zapatero, cabrón, hijo de puta, muérete!”, el loro del cura contesta:

− “¡Te lo pedimos, Señor!”.

Hasta aquí la fabulilla.

Lo que sigue bien podría ser un comentario al hilo de la historia, una apostilla que está en consonancia con las enseñanzas de la Historia, con mayúscula. Y que no es otra sino la confirmación de que cuando la extrema derecha se alía con la Iglesia, el odio se reviste de piedad. El genocidio se santifica (la guerra santa) con el nombre de Cruzada. Y todo crimen se justifica con la consigna suprema de “¡Por Dios y por España!”.

domingo, septiembre 06, 2009

Error de cálculo

Errare humanum est, dice un aforismo latino que podría convertirse en el axioma capital del Humanismo. Y otra sentencia, también en latín, afirma que sapientis est mutare consilium, lo que puede traducirse libremente por “rectificar es de sabios”.

Un viejo profesor mío, D. Teodoro Encinas de la Rosa, canónigo que fue de la catedral de Badajoz y profesor del Seminario, solía colocar la siguiente apostilla al último de esos aforismos: sed sapientioris est non mutare (pero es [de] más sabio no tener que rectificar). Y, también, añado yo ahora, más propio de dogmáticos. Yo voy a rectificar como menos sabio y, desde luego, no quiero ser dogmático.¡Líbreme Dios!

He rectificado anteriormente a propósito de uno de mis autocomentarios a mi entrada en este blog titulada “Galaxias caníbales” (la luz del sol tarda 8’3 minutos en llegar a la Tierra, no 8 segundos, como afirmé, por error)

Ahora quiero rectificar a propósito de otra cuestión, que tampoco resolví correctamente en uno de esos autocomentarios. En él hice una aplicación incorrecta de la fórmula elemental de la Física
e = v.t (1)

El espacio (en el movimiento uniforme) es igual al producto de la velocidad por el tiempo. De esa primera fórmula se deduce que:

v = e / t (2) y, también: t = e / v (3)

Un sencillo ejemplo de aplicación de la fórmula (3): ¿Cuánto tiempo tardará en llegar a su destino, situado a 540 kms. de distancia, un autobús que lleva una velocidad media de 90 kms. hora?
t = 540: 90 = 6 horas

Ahora bien, la velocidad de la luz (a menos que algún físico me contradiga) es constante y se cifra en 300.000 kms/ seg. El problema que nos planteábamos era averiguar cuánto tiempo tardaría la galaxia de Andrómeda (la presunta galaxia caníbal) en alcanzar la Vía Láctea, para fagocitarla, sabiendo que se dirige hacia nosotros a una velocidad de 400.000 kms /hora
Supongamos (mera hipótesis de trabajo) que la nebulosa caníbal se halla a la distancia de 2 años-luz * Hemos supuesto esta cantidad para simplificar cálculos y porque estamos convencidos de que, aun a esa aparentemente modesta distancia, el presunto suceso no debería inquietarnos: faltan muchos años para el evento (aunque menos de los que yo suponía en los primeros cálculos)

El error estaba en que, al computar la velocidad en kilómetros hora, el tiempo tenía que venir dado en horas, no en años. Esas horas deberían después ser reducidas a años, o si lo preferíamos, a siglos.
Como la velocidad de la luz viene dada en kms / seg., primero debemos reducir los kms. / seg. a kms. / hora, multiplicando 300.000 por 60 por 60. Luego, los kms / hora habrá que multiplicarlos por 24 horas que tiene 1 día y, el resultado, multiplicarlo por 365 días que tiene 1 año. Finalmente, este último resultado habrá que multiplicarlo por 2, que son los años-luz a los que hemos supuesto que está situada Andrómeda.
En resumen, el espacio interestelar que tendrá que recorrer Andrómeda para alcanzarnos será el resultado de multiplicar:
300.000 por 60 por 60 por 24 por 365 por 2
Dicho espacio lo recorrerá la galaxia a la velocidad punta de 400.000 kms / hora

El resultado, en horas, es que empleará 47.304.000 horas en recorrerlo.
Dividiendo esta cantidad por las horas que tiene un año: 24 por 365 = 8.760 horas
el resultado es 5.400 años.

¡Cinco mil años y cuatro siglos!
Es decir, casi otro tanto del tiempo transcurrido desde las pirámides al día de hoy.

No hay motivos para inquietarse.
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* En realidad está a 2'3 millones de años-luz, según datos de Google que me parecen fidedignos.

jueves, septiembre 03, 2009

Galaxias caníbales




Según noticias inquietantes de ciertos astrónomos andaluces (esperamos que sean de Lepe, con lo cual podríamos entender la cosa como chiste) la galaxia de nombre Andrómeda tiene hábitos demostradamente caníbales: engulle, o fagocita, o se zampa, a otras galaxias congéneres. Y lo malo es que, según dicen, se nos está aproximando, seguramente con intenciones nada buenas, ¡a más de 400.000 kilómetros por hora! ¡Pues sí que viene deprisa! Menos mal que, según los cómputos estelares (en los que suele contarse por años luz) esa velocidad es la de un caracol con reúma. Sólo con que tarde dos o tres añitos-luz en llegar, ya no nos pilla.

Otros peligros nos aguardan a más corto plazo: la gripe alevosa y nefasta (A1N1) la fusión de los hielos polares, como consecuencia del calentamiento global – se prevé que para el 2030 no quede ni para un cubito de hielo en el Polo Norte) toda una serie, en fin, de amenazas para que no nos falten motivos de inquietud ¿Qué será de nuestros nietos? −pensamos los abuelos de hoy− La verdad es que los pobrecitos lo van a tener crudo, y más lo siento por ellos que por mí.

La voracidad de Andrómeda no me inquieta, en absoluto. Más preocupante me resulta que la bomba atómica (hasta ahora una amenaza utilizada con fines principalmente disuasorios) se pueda convertir en un instrumento de chantaje por parte de algunas naciones con pujos de poderío. No es improbable que pueda surgir algún Hitler que ceda a la tentación de utilizarla.

Una vez más, corren rumores de la proxima fecha del fin del mundo. Claro que también esto es un tópico antiquísimo:


En alguna parte está listo
el palacio del Anticristo.


Que ya dijera el inolvidable Rubén Darío, siempre angustiado por la obsesión de la postrimería.


viernes, agosto 28, 2009

Elogio y sátira de la profesión médica

Hablando de tópicos literarios hay que reconocer que uno de los más traídos y llevados, más manidos también, es el que consiste en meterse con la profesión médica. Los profesionales de la medicina son, en general, dignos de alabanza, por muchos conceptos, entre otros el de dedicarse a una actividad que es de las más abnegadas y sacrificadas que se conocen. Porque hay que reconocer que se necesitan buenas dosis de abnegación para dedicarse al servicio de los demás en un asunto tan importante y delicado como es el de la salud.
Sin embargo, esta profesión es una de las más propensas a ser objeto de sátiras. También puede que se deba a que, desde siempre, se ha dado el intrusismo con más frecuencia en esta profesión que en otras, con los consabidos efectos negativos para la salud pública. La presencia de ciertos impostores en este campo ha contribuido, no pocas veces, al descrédito de los profesionales auténticos y ha dado pie a que la sátira se haya ejercido por igual contra unos y contra otros.
Un somero recorrido por el campo de la sátira nos descubre enseguida que los profesionales de la medicina suelen ser, con bastante frecuencia, el blanco de las burlas satíricas, particularmente en el sentido de atribuirles la responsabilidad de la muerte de sus pacientes. Vamos a empezar con algunos ejemplos que nos ofrecen una idea bastante clara de que se trata de un filón, prácticamente inagotable, de comicidad.
Ya en el poeta hispano romano, Marcial, encontramos dos epigramas reiterativos acerca del mismo sujeto, un tal Diaulo (casi un pobre diablo) que primero se dedicaba a ejercer la medicina y posteriormente se dedicó al negocio de pompas fúnebres. Dice Marcial: Lo que hace como organizador de sepelios, lo hacía ya antes como médico (1.30 y 1.47)
Nuestro extremeño Vicente García de la Huerta compuso un dístico en latín (lo incluye el profesor Miguel Ángel Lama en su edición de las Poesías, del autor zafrense) y nos da la traducción que Huerta hizo del mismo: Ni enfermedades ni peste,/ ni de la guerra el cuchillo,/ asesinan tantos hombres / como un médico imperito*
Siguiéndole el rastro al tópico, recordaré un pasaje de Oscar Wilde (en El fantasma de Canterville)** donde se alude irónicamente a esta convencional relación entre los médicos y la muerte. El dueño de la mansión de Canterville se ve en el caso de advertir al comprador de la misma, Mr. Hiram B. Otis, de que el castillo tiene un fantasma:
De hecho, desde 1584, y siempre de ahí en adelante, se ha aparecido poco antes de la muerte de algún miembro de nuestra familia.
−Bueno, eso mismo es lo que suele hacer el médico de cabecera en casos semejantes.
Dos humoristas del siglo XIX (y parte del XX), como fueron Vital Aza y Juan Pérez Zúñiga, explotaron el recurso cómico. El primero es autor de un poemilla satírico, “El médico cazador”, en el que se cuenta la poca habilidad que tenía con la escopeta cierto médico. Un guasón, que era compañero de cacería del doctor, tuvo la ocurrente idea de decirle, cuando apareció la pieza cinegética: ¡Ahí va un enfermo, un enfermo! Y remata el verso final del poema: Y ¡pun!, lo mató enseguida.
En cuanto a Pérez Zúñiga, tiene, entre sus muchas poesías chuscas, una titulada “El olfato del Sultán”, en la que se cuenta muy jocosamente las peripecias de un cazador que se preciaba de ser muy certero en sus disparos. Tras referir algunas de sus ‘proezas’ con la escopeta, dice: En fin, su hermano menor/ es médico en Santander/ y dicen del cazador/ que aun mata más que el doctor/ ¡Certero debe de ser!
Para terminar con esta breve reseña del tópico, quiero contrarrestar el mal sabor con un contratópico: hay médicos (la gran mayoría, afortunadamente) que ejercen a satisfacción sus funciones y que en muchos casos libran de las garras de la muerte a los enfermos. Así los pinta el arte en más de una ocasión. Quiero recordar al célebre doctor extremeño Francisco de Arce (sobre él ha leído recientemente su tesis doctoral el profesor Andrés Oyola) al que dedicó unos versos en latín nuestro glorioso Arias Montano. El poemita se conserva en el ms. 155 de la B.N. de Madrid, fol. 128. (De él hizo una transcripción y traducción el Prof. Joaquín Pascual Barea*** Traduzco fragmentariamente los versos que aquí interesan: Aquel que arrebató de las manos de la muerte a muchos cuerpos, yace ahora vencido por la muerte y encerrado en una pequeña urna (…) Se lo llevó prematuramente la Parca, ante el temor de que él hiciera inmortales a los hombres.
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* Vicente García de la Huerta, POESÍAS (Editora Regional de Extremadura, 1997) pág. 483
En el texto latino:
Non morbi, non dira lues, non proelia terris / tot rapiunt gentes quot medicaster iners
** The Canterville Ghost, Chapt. I
*** Excerpta Philologica, X-XII, pp. 357-72 (Universidad de Cádiz, 2000-2002)
(La ilustración que quisiera poner a esta entrada la he visto en la sala de espera de alguna consulta médica que ahora no recuerdo: Representa a la Muerte forcejeando con un médico, que pretende arrancarle de sus garras a una hermosa joven en la que la Parca ha hecho presa)

martes, agosto 04, 2009

La opción de callar

Hay personas que son, incondicionalmente, partidarias del silencio. Éste, en comparación con la palabra, se suele valorar equiparándolo al metal más precioso: “El silencio es de oro; la palabra, de plata”.



No conviene, sin embargo, generalizar, pues si bien es cierto que la discreción hace recomendable, en muchas ocasiones, la opción de callar, no hay que caer en el error de quienes afirman que siempre es preferible esta opción frente a la contraria. No podemos aceptar la sentencia de Escrivá de Balaguer, el celebrado y canonizado autor de Camino, libro en el que se encuentra esta rotunda afirmación: “De callar no te arrepentirás nunca: de hablar, muchas veces” (aforismo 639). Podríamos aceptar el aforismo si sustituyéramos el adverbio nunca (sin subrayar en el texto original) por otra expresión menos categórica: sucede que te arrepentirás, las más veces, de haber hablado que de haber callado. Esto es admisible.Pero tambien ocurre, en algunas ocasiones, que podemos arrepentirnos de haber callado. Recuérdese aquello de Bécquer (Rima XXX):

¿porqué no hablé aquel día?



Bécquer se arrepentía de haber callado porque pensaba que su silencio había impedido una posible reconciliación, que debiera haberse producido y no se produjo: la impidió, de una parte, el orgullo de la mujer y, de otra, el amor propio del varón.



En consecuencia, no debemos sobrestimar por sistema la conveniencia de callar en vez de hablar. Esa reserva de la propia opinión no es lo habitual en una sociedad democrática, en la que debe ejercerse la libertad de opinión. Es más bien propia de las sociedades adaptadas a los sistemas totalitarios. Durante cuarenta años el pueblo español estuvo condicionado por la mordaza de la censura franquista. De ahí que la primera apertura a la democracia ofreciera, en forma de novedoso señuelo, la posibilidad de que el pueblo manifestara libremente su opinión: _“¡Habla, pueblo, habla!”.
El silencio anterior había sido impuesto por la fuerza, no era una opción espontánea del pueblo español.
A título personal podemos libremente optar por el silencio. Podemos considerar, según las circunstancias, sus ventajas y, por el contrario, los inconvenientes que a menudo se derivan de hablar; especialmente si no se manejan bien esos “peligrosos y delicados medios” (Rubén Darío dixit) que son las palabras.
No se debe callar en determinadas ocasiones, para que no seamos acusados de connivencia, ya que ‘quien calla, otorga’. Quevedo, que hubo de soportar las amenazas, inquisitoriales o políticas, contra la libertad de expresión, optó por hablar valientemente, cuando la ocasión lo requería:

No he de callar, por más que con el dedo,



ya tocando los labios, ya la frente,



silencio, avises, o amenaces, miedo.

En las sociedades en las que no está garantizada la libertad de expresión ocurre, por lo común, que la opción de hablar puede resultar temeraria. Por eso conviene recordar, a quienes ahora se les infla la boca despotricando contra el gobierno, que procedemos de una dictadura que persiguió implacablemente a quienes se pronunciaron contra ella: quienes osaron entonces disentir fueron tildados de antipatriotas y perseguidos como tales.



Muchos que ahora echan pestes contra el gobierno estuvieron en su momento (y aún lo están) a favor de un régimen que persiguió la libertad de expresión.



Los que habitualmente se inclinan por la opción de callar apoyan su postura con una serie de refranes como el de “por la boca muere el pez”, “donde las dan las toman y callar es bueno”, “quien mucho habla mucho yerra”, etc.

Respecto al callar y al hablar hay sentencias para todos los gustos. En general, la discreción recomienda, con preferencia, el silencio.



En la frase de Sófocles, citada por Hidalgo Bayal en su novela El espíritu áspero, el trágico griego pone en boca de Creonte la frase de una persona discreta: “De lo que no entiendo bien, prefiero callar” (lín. 569) No obstante, en otros pasajes del autor, éste reconocerá que, en determinadas circunstancias conviene no callar: sigân prépein (Traq. 1126)



El silencio del escritor.− En otro orden de cosas habría que considerar el caso particular del ‘silencio del escritor’. ¿Por qué un escritor decide un día apartarse de la literatura o, hablando en términos taurinos, ‘cortarse la coleta’?
Conocemos algún que otro caso en que esto ha ocurrido. ¿Qué ‘metanoia’ ha tenido que darse para que un escritor estimable, del que todavía cabría esperar una obra más amplia, decida sumirse en el anonimato y abrazar resueltamente el silencio, como un cartujo?
No quiero citar nombres. Pero hay casos en nuestro entorno que son suficientemente conocidos. La literatura estuvo umbilicalmente unida a su existencia. Pero ésta dio un viraje completo y la literatura dejó de nutrirse de la placenta vital.
Por lo demás, puede (y acaso debe) darse en el escritor de raza una prevención contra la literatura como parásita de la vida. En otro sentido, la literatura puede identificarse con lo inauténtico. Rubén Darío protestaba, con razón, de que ciertos críticos interpretaran su virtuosismo verbal como frivolidad, hueca palabrería desprovista de un sincero sentimiento. Contra ese parecer él se declaraba:



Todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural y sin falsía
y sin comedia y sin literatura:
si hay un alma sincera, esa es la mía.

En este poema autobiográfico que abre sus Cantos de vida y esperanza, el poeta manifiesta su aversión por la literatura como contrafigura de la vida:

Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.



El esplendor y el boato verbal del poeta deslumbró a algunos críticos romos, que no acertaron a ver el tesoro de humanidad que se ocultaba en el cofre precioso de una palabra espléndida.



En fin, el silencio tiene sus detractores y sus apologistas. Y hay una mística del silencio (ya practicada por los pitagóricos) y, luego, por algunas comunidades religiosas, especialmente los cartujos.

jueves, julio 30, 2009

¿Se salvaría Cicerón?


Los seminaristas que cursábamos estudios hacia finales de la quinta década y comienzos de la sexta, del pasado siglo, estábamos muy imbuidos de la importancia de la salvación; del alma, por supuesto. Era como el negocio primordial de la vida, ya que, en definitiva, en él se concentraban nuestros principales intereses. Todo se resumía en la siguiente conclusión:


... pues, al fin de la jornada,


aquel que se salva, sabe;


y, el que no, no sabe nada.


Se daba por supuesto que fuera de la Iglesia no había prácticamente oportunidades de salvación y que éramos unos privilegiados en este sentido, pues nosotros, al pertenecer a la Iglesia, y muy especialmente a la élite de sus elegidos, estábamos en el buen camino: el que conectaba directamente con el Cielo.



En cambio, la cosa era bastante problemática para quienes pertenecían a otras religiones, o simplemente para quienes habían pertenecido al paganismo, o no habían tenido la oportunidad de conocer el cristianismo, históricamente posterior a ellos. Este era el caso de nuestros principales modelos y maestros de Latinidad, por ejemplo, Cicerón y Virgilio, sobre cuyos textos nos iniciábamos en la lengua de Roma, la que sería la lengua oficial de la Iglesia; por más que de aquellos modelos terminábamos indefectiblemente apartándonos, para acomodarnos al degradado latín eclesiástico, ya propincuo a esa degeneración del latín vulgar que llamamos ‘latín macarrónico’.


Pero volvamos al asunto de nuestros modelos y al peliagudo tema de la salvación. ¿Se salvaría, por ejemplo, Cicerón? Nuestro compañero Tomás Fernández Tamayo (que en gloria esté) ya apuntaba por entonces como un filósofo en ciernes. De hecho lo fue, tras ordenarse de sacerdote y licenciarse en Filosofía. Tamayo nos trajo una anécdota que no sabemos dónde la leería, o dónde la oyó, sobre los últimos momentos del orador y filósofo romano. Cuando los esbirros de Marco Antonio fueron enviados por él con la orden de cazar al tribuno y traerlo, vivo o muerto, éste huía en una litera porteada por sus servidores. Los perseguidores les dieron alcance y cuando el orador sacó la cabeza fuera de la litera (prominenti caput e lectica) se la seccionaron. Cicerón tuvo tiempo de encomendarse, inequívocamente, al verdadero Dios (el único que hay y que es, justamente, el Dios mismo de los cristianos) con estas palabras:


Causa causarum, miserere mei! (¡Causa de las causas, apiádate de mí!)


Y con esta mágica invocación no cabía duda de que Cicerón pudo haberse salvado. El serio inconveniente de haber sido pagano quedaba neutralizado por la atinada frase del filósofo, que acierta a encontrar la Verdad, aun fuera del dogma eclesiástico.


Del bendito Virgilio era de suponer que también habría conquistado la salvación desde el paganismo. Nada más con pensar que su égloga IV era un muy probable presagio del nacimiento de Cristo, hacía concebir esperanzas de que Dios lo tendría, con toda seguridad, en el seno de Abraham, por lo menos, donde se cree que estaban los destinados al Cielo, aun antes de darse la redención de Cristo. Allí aguardaban los justos el Santo Advenimiento.


El mundo pagano, en sus más excelsos representantes, se redimía así ante los ojos del ingenuo seminarista.


lunes, julio 27, 2009

PRIMERA LECTURA DEL VERANO


Hace poco saqué en préstamo de la Biblioteca Pública Municipal de Zafra la más reciente novela de Hidalgo Bayal, El espíritu áspero, editada por Tusquets. A poco tiempo de leerla (me propongo una segunda lectura, más detallada) he buscado alguna reseña de la misma y he encontrado una del profesor Senabre. Gracias a Senabre he podido alcanzar algunos rincones, para mí aún inexplorados, del libro. Porque para leer a Bayal es necesario tener bien despierta la atención, a fin de captar en lo posible los múltiples nexos y asociaciones lingüísticas (juegos de palabras, calambures, palíndromos y demás cuchufletas verbales a las que es aficionado el autor) Para disfrutar de las numerosas virguerías verbales hay que andar con el espíritu alerta y estar al loro de la vasta (con uve, por supuesto) vastísima cultura que hace suponer el conocimiento exhaustivo de los recursos expresivos del autor. Con el comentario de Senabre he caído en la cuenta de alguna de esas ‘diabluras’ verbales en que no había caído en su momento (uno es lento de entendederas) como, por ejemplo, lo del beatus ivre (que incluso tomé por errata, en principio, pensando en Horacio solamente y en su conocido beatus ille) Pero Senabre, perspicaz como él solo, me ha recordado que se trata de un cruce entre Horacio y Rimbaud, el autor de Le bateau ivre (El barco ebrio) De modo que el Beatus ivre vendría a ser una especie de contaminación y trastabillamiento jocoso de dos clichés literarios que tienen semejanza fonética.


El autor de El espíritu áspero es, más bien, un espíritu burlón, proclive a exprimir al máximo la potencialidad de las palabras. Como saben quienes han estudiado siquiera algunos rudimentos de griego, el espíritu áspero es un signo ortográfico en forma de coma al revés que, escrita sobre una vocal le confiere el sonido de la hache aspirada. El espíritu áspero hace posible el chiste verbal, también debido a nuestro autor, en el que uno de los personajes aconseja a otro “haz poesía, pero no odas”.


Seguir a Bayal en sus malabarismos verbales divierte y regocija. Pero la amenidad de Bayal admite diversos niveles de cultura. En los estratos más profundos habrá que echar mano de conocimientos lingüísticos más sofisticados, hasta del griego y del latín. Encontramos, por ejemplo, una cita en griego de un pasaje de Sófocles (de Edipo rey) que con la ayuda de los cibertextos he podido localizar. Y siguiendo la palabra matriz, en este caso el verbo ‘sigân’ (callar) se pueden encontrar pasajes, de este autor o de otros, en los que se refleja la conveniencia de callar, o de hablar, según los casos.


En fin, la lectura de El espíritu áspero resulta entretenida, divertida y gratificante. Esta es la primera obra que conozco del autor, pero me propongo leer otras suyas que aún no conozco. He venido, además, siguiendo su blog, gracias al nexo de José María Lama en “Las piedras del río”. Y, a propósito, ¿qué le pasa a nuestro José María Lama, que hace más de tres meses que su ‘río’ ha entrado en estiaje? ¿Habrá sopesado nuestro amigo las ventajas de callar?


Habrá que ponderar, con Sófocles, las respectivas ventajas de cada alternativa, frente a su opuesta, para optar con acierto entre el ‘sigân’, callar, o el ‘léguein’, hablar. De momento, Lama parece haber optado por el silencio. Sus razones tendrá.

jueves, julio 09, 2009

TRÍPTICO GASTRONÓMICO DEL VERANO EXTREMEÑO



1. Elogio del tomate

Dulces, jugosos, tersos, colorados,
obra maestra de la horticultura,
tomates de mi amada Extremadura,
nunca como se debe ponderados.

Deliciosos, ya crudos, ya guisados;
en puré, zumo, salsa o confitura;
bien se degusten solos en fritura
o se tomen en platos combinados.

Este jamón de huerta proletario
está entre mis manjares preferidos,
lo digo sin rubor y sin empacho.

Culminación del arte culinario,
transfusión de tomates escogidos
dando glóbulos rojos al gazpacho.



2. Alabanza del gazpacho

       …herbas contundit olentes
                                      (Virgilio)

¡Gloria al gazpacho, sangre del verano,
refrigerio de agrícolas labores
con el que reparaban sus sudores
los labriegos del campo virgiliano!

Clorótico en aquel tiempo lejano,
luego se teñiría de rubores,
cuando le dio el tomate sus colores
tras el descubrimiento americano.

Cuando Théstyl majaba en la cazuela
el ajo y el serpol, hierbas olientes,
según el verso del divino vate,

no sospechaba la gentil mozuela
que le faltaba, entre otros ingredientes,
el jugo incomparable del tomate.


3.Loa del melón y la sandía


Cabe la bella plaza porticada
que decoran heráldicos blasones
se apilan las sandías y melones
ofreciendo su pulpa almibarada.

La popular estampa va enmarcada
por un fondo de viejos caserones,
y los frutos evocan bodegones
dignos de murillesca pincelada.

Junto a los arcos de los soportales
donde ponen su nota colorista,
castizos de los pies a la cabeza;

parecen torreones medievales,
esperando el asalto del turista
que venga y se los lleve, pieza a pieza.



 

miércoles, julio 08, 2009

CUADERNOS ESCOLARES (I)












En una entrada anterior (“Ligero de equipaje”) hice mención a unas lecturas de la infancia realizadas en la escuela del Pozo de Arriba en Aceuchal. Después he recordado que en alguna parte guardaba yo dos viejos cuadernos escolares, cosa excepcional si consideramos que el maestro Don Juan Fraile recogía los cuadernos, una vez completas todas las páginas, y los guardaba para mostrarlos al inspector de Primaria en sus visitas periódicas.




En estos cuadernos he localizado, aunque incompletos, los relatos cuyos comienzos yo recordaba. Ninguno de los dos llega al final. El primero relataba un suceso acaecido en Gerona, con ocasión de una de las crecidas del río Oñar. Un niño había caído al río, al ceder una de las pasarelas de madera, y su madre gritaba pidiendo auxilio:


− ¡Mi hijo, mi hijo, salvad a mi hijo!


El otro relato era el de la riña de (efectivamente) Luis y Antonio, los dos ‘camaradas’ y ‘amiguitos’ que, ‘por fútiles pretextos’, riñeron una vez.


He escaneado por curiosidad las páginas correspondientes del cuaderno y las reproduzco aquí. Tienen la friolera de 66-67 años, poco más o menos.


El relato mejor conservado está en el cuaderno correspondiente al año 1942 (mis 9 años) Dice, transcrito:


Aceuchal 11 Noviembre (tachado) Diciembre 1942


Un Héroe
Si alguno de vosotros, queridos míos, ha visitado la inmortal Gerona, recordará que el curso del río Oñar la divide en dos partes: la ciudad propiamente dicha y el populoso barrio del Mercadal. No olvidará tampoco que la antigua ciudad y su barrio se comunican por un magnífico puente de piedra de silleria (sic) y por varias pasarelas o puentecillos de madera, a menudo en bastante mal estado de conservación. Esta circustancia (sic) fué (sic) causa quizas (sic) del hecho que me propongo contaros. Trascurria (sic) la última decena del mes de Diciembre. El tiempo era frio (sic), y, durante varios dias (sic), había llovido copiosamente. La corriente del Oñar era muy crecida, hasta [el] punto de amenazar una temida inundación. El puente de piedra y las pasarelas de que os he hablado se hallaban atestadas de persona (sic) de todo sexo y edades, que comentaban la rapida (sic) subida de las aguas. La curiosidad y el temor se pintaba en todos los semblantes. Los viejos, principalmente, que recordaban los estragos de pasadas inundaciones, se hallaban poseidos (sic) de verdadera intraquilidad (sic).


De momento un ¡¡ay!! Aterrador que no pudo ahogar el ruido de la corriente, heló la sangre de todos los corazones.

− ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡¡Salvad a mi hijo!!− gritó, desesperada, una mujer del pueblo que ocupaba casi el centro de la pasarela más cercana al puente de silleria (sic).Imposible deciros el espanto de la mutitud (sic).


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NOTA: Hacer clic en las páginas del cuaderno para ver imagen ampliada.