Quienes más vocearon por la unidad de España fueron siempre los más secesionistas. Esa España Una por la que siempre clamaron no era la “nuestra”, era la “suya”. Descubierto este sofisma se desprende lo vano y lo hipócrita del resto de la consigna: ni Grande ni Libre. Y esto por entenderla precisamente como la suya, no la de todos.
Claro que nos gustaría que Cataluña, por ejemplo, siendo ella misma, fuese también España. Pero entendemos sus aspiraciones de independencia como la única forma viable de sacudirse del yugo (y las flechas) del franquismo: la única manera posible de emanciparse de él.
Habló en el Parlamento europeo Mayor Oreja de que la condena del franquismo significaba el paso atrás de la Transición: el regreso a “las dos Españas”. Era la visión unilateral del franquismo, precisamente. La Transición la entendieron siempre como inmovilidad: silencio sobre el genocidio, la amnistía la identificaron con la amnesia. Y la Ley de Amnistía (que se negaron a votar) la invocaron luego para tratar de borrar de la memoria sus crímenes. Y quisieron perpetuar la “modélica” Transición con la Ley del Silencio sobre la dictadura que fue la Constitución de 1978.
Pienso que la salida de este impasse, de este piétinement sur place que es y ha sido la Transición (andar sin moverse del mismo sitio) será la federalización de España: fragmentémonos para poder unirnos; para poder escapar del sofisma de una unidad que no es la nuestra, sino, siempre, la suya. Por serlo, precisamente, no es ni Grande ni Libre. De modo que la Unidad la impiden quienes nos impiden vomitar el franquismo, echar afuera la "amargura de la memoria". Con palabras de Cicerón: evomere virus acerbitatis.
Váyase, señor Oreja, en buena hora, del Parlamento europeo. En él no ha representado a toda España, sino sólo a su partido. Llévese consigo su franquismo, allá doquiera que vaya. Y lo mismo digo al señor Vidal Quadras: váyase en buen hora a chillar a otro lado
Vox parece ser el partido más recomendable para usted y los de sus cuerdas (vocales) Quienes no detesten el franquismo no aman la democracia, puesto que no detestan la dictadura, que es su antítesis: la antidemocracia por excelencia. Ni quieren de verdad, en definitiva, la Unidad de España.
La España Una, Grande y Libre, que tanto cacarearon en su día los que se van, ora sea al “otro barrio” (Piñar) o a partidos todavía más a la derecha, esa España será la que abjure del franquismo de una vez por todas, para salir por fin de este atolladero que ha resultado ser la Transición.