A propósito del texto de esa lápida, dio ese mismo día, en la capital autonómica, una conferencia el catedrático y académico de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, Dr. Luis García Iglesias.
Una semana después, la sección de Cartas a HOY publicaba una carta, firmada por mí, en la que daba la trascripción del texto lapidario, tomado de la foto que insertaba el reportaje de la semana anterior, así como la traducción del referido texto.
Poco tiempo después tuve ocasión de comentar con el profesor García Iglesias el texto de la lápida, que yo había transcrito procurando la corrección gramatical, eludiendo la falta de corrección de la palabra SINAGOGE (sic) y transcribiendo SINAGOGARVM como pide la correcta sintaxis.
Creo que era el único punto en el que el ilustre académico no estaba de acuerdo conmigo. Las transcripciones deben de ser escrupulosas y, si hay faltas de ortografía, tenemos que respetarlas. Por supuesto que García Iglesias admitía que el latín de la lápida presenta deficiencias gramaticales, resultado del distanciamiento progresivo del latín al uso de la época respecto del latín clásico. No era la única incorrección que presentaba el texto de la lápida. La otra era el régimen de la preposición ‘de’ con acusativo, cuando lo normal es utilizarla con ablativo. La transcripción fiel debió ser la siguiente:
(Anniano Peregrino, exarconte de honor de dos de las sinagogas, vivió 14 años, de él darán buenas referencias sus conciudadanos y amigos. ¡Oh, tú, inocente, que no gozaste de tu juventud! ¡Que tu espíritu duerma en paz!)
En relación con los usos y costumbres de las comunidades judías de la época, mi colega y antiguo compañero de estudios, Miguel García Gómez, me puso en la pista de un interesante artículo de Isidoro Muñoz Valle, titulado “El testimonio de las inscripciones sobre el régimen de las comunidades judías en la Roma imperial”, publicado en los Cuadernos de Filología Clásica, vol. 4, pp. 151-163 (1972)
El contenido de este trabajo arroja mucha luz para mejor entender la inscripción latina.
Habitualmente, la comunidad judía utilizaba con más frecuencia el griego que el latín en este tipo de inscripciones. Curiosamente, una de esas inscripciones redactada en griego nos pone en la pista de un caso similar al de la lápida emeritense. Y da la coincidencia de que, en este caso, el niño arconte se llamaba, igualmente, Anniano. Traduzco a continuación el texto griego de la inscripción:
Si nos habíamos preguntado ya qué méritos extraordinarios concurrían en esos niños para que merecieran a tan temprana edad ostentar esos títulos honoríficos, la respuesta la obtenemos del mismo autor del artículo: en esas comunidades judías tales cargos solían ser hereditarios. De modo que los hijos de quienes ostentaban de hecho los cargos de ‘arcontes’, o jefes espirituales de la sinagoga; así como otros cargos de responsabilidad, como el de ‘grammateus’ , algo así como secretarios de las asambleas, tenían el privilegio de que sus hijos fuesen designados como futuros sucesores. Los cargos heredables podían ser, además del de ‘arconte’, o jefe, el de ‘grammateus’, o secretario, y, en especial, el de ‘padre de la comunidad’ Los jóvenes retoños, por el mero hecho de ser hijos del ‘cuerpo’, recibirían a título honorífico el nombramiento correspondiente, al que acaso nunca accederían, si morían prematuramente, como en los casos que aquí se refieren.
* Corpus Inscriptionum Iudaicarum, inscrip. 88, edit. J.B. Frey, Città del Vaticano, 1936