jueves, julio 26, 2007

Más sobre la Educación para la Ciudadanía

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Ya voy entendiendo (tardo de entendederas que es uno) las causas de la actitud beligerante del episcopado español frente al sistema democrático, en el que procura afianzarse el actual Estado de Derecho. Parece ser que la opción democrática (una de las aspiraciones irrenunciables del pueblo español, tras haber soportado, durante casi cuatro décadas, la dictadura franquista) no acaba siendo del agrado de sus excelencias reverendísimas. Y es que la democracia, según parece colegirse, no siguió por los derroteros que sus excelencias esperaban, cuando se inició la andadura que previamente habíamos consensuado y que nos había marcado la Constitución de 1978. Pero en este documento se daba por sentada la libertad religiosa (art. 16) y la aconfesionalidad del Estado en este punto (apart. 3), pese a admitirse, como se ha venido haciendo, “las relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
¿A santo de qué viene ahora la objeción de conciencia, por parte de sus eclesiásticas señorías, a propósito de la asignatura Educación para la Ciudadanía? ¿Suponen que la citada disciplina, aun sin que se hayan determinado por completo sus contenidos, no augura nada bueno? ¿Escrúpulos de conciencia de que pudiera entenderse que ellos, los señores obispos, estén sancionando, con su silencio, (quien calla otorga) ese sesgo abiertamente acatólico que ha tomado el Estado de Derecho? Suponemos que no les gustan una serie de medidas que se han adoptado por parte de este Estado, representado por un Gobierno legítimamente constituido, tales como la ley que aprueba el matrimonio homosexual, u otras disposiciones acerca de, por ejemplo, el uso del preservativo, o la fecundación “in vitro”, o la eutanasia bajo determinadas condiciones, etc. etc.
¿Es esto lo que les mueve ahora a objetar, a priori, la ‘heterodoxa’ asignatura, recomendando paladinamente, a los fieles a su credo, la desobediencia civil? Porque, si ahora comienzan a sentir escrúpulos religiosos, habrá que recordarles que sus antecesores, que tan bien se entendieron con el militar golpista, no tuvieron empacho alguno en apoyar un régimen que practicaba, sin contemplaciones, los fusilamientos a mansalva. ¿No iba esto contra uno de los más humanitarios mandamientos de la Ley de Dios? Con el salvoconducto de “Cruzada”, que los señores obispos de antaño aplicaron al levantamiento militar, se cometieron asesinatos de muchas personas que ningún daño habían hecho a los religiosos ni a la Iglesia, en general. Es más, se asesinaron religiosos, por parte de las tropas sublevadas, sólo por haber querido favorecer a quienes ellos, los sublevados, habían declarado enemigos.
¿Son conscientes los señores obispos de que pueden generar una especie de cisma civil que conduzca, a la larga, a un nuevo enfrentamiento? Las connivencias con la derecha son harto obvias y, desde luego, preocupantes. Y, desde los medios de comunicación por ellos patrocinados, son de alguna manera corresponsables de la crispación que viene tratando de minar, con su labor de zapa, la democracia que tan largos sacrificios ha costado al pueblo español.
Mediten el problema, porque es grave. Y más les valdría que, de cara a la memoria histórica, procuraran recuperar ante el pueblo español la credibilidad que perdieron con su incondicional apoyo a la Dictadura. **
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* Una foto para el recuerdo, que evidencia la buena avenencia del episcopado con la Dictadura, cuando la democracia ‘brillaba por su ausencia’


**Quien entienda lo escrito en Latín puede consultar http://www.alcuinus.net/ephemeris/folia.php?id=371

domingo, julio 15, 2007

EL SEMINARIO HUMANÍSTICO ZAFRENSE




Se han concedido recientemente los premios que anualmente otorga el CIT, a propuesta de su Junta Directiva (propuesta que se ratifica, o se rechaza, posteriormente, en Asamblea General de Socios, previamente convocada a tal efecto) Formo parte de esta Junta Directiva desde que se constituyó, hace unos años: los mismos en que (hasta muy recientemente no hemos caído en ello) venimos incurriendo en una reiterada preterición: no haber premiado todavía la encomiabilísima labor cultural que el Seminario Humanístico Zafrense viene prestando en pro de la ciudad, desde que reinició su andadura, hace más o menos una década.

Por extraño que pueda parecer, el Seminario Humanístico Zafrense, pese a tener méritos más que sobrados para que le sean reconocidos y premiados a nivel local, nunca ha sido recompensado con este tipo de distinciones que concede anualmente el CIT.

Quizás una de las más obvias explicaciones de esta, que pudiéramos llamar ‘anomalía’, se deba a que el Seminario Humanístico haya sido considerado como muy “nuestro”, quiero decir, de algunos de los que formamos parte del CIT. La frase que mejor explica, ya que no justifica, esta omisión es aquella que dice “en casa del herrero, cuchillo de palo”. Ni a Francisco Croche ni a mí, que fuimos quienes pusimos en marcha aquella especie de tertulia cultural que se llamó, a propuesta de Paco Croche, “Seminario Humanístico Zafrense”, se nos ha ocurrido, en estos últimos tiempos proponer desde el CIT (de cuya Junta Directiva ambos formamos parte) que ya va siendo hora de otorgarle alguna de esas distinciones que, generosamente, otorgamos a otras personas, grupos o entidades benéficas de nuestra ciudad.

Hay que reconocer, ante todo, que el Seminario Humanístico Zafrense es hoy lo que es, y tiene el prestigio que tiene, gracias al impulso nuevo con que retomaron el testigo y supieron mejorar la marca unos cuantos jóvenes emprendedores con ideas claras y visión de futuro. Estoy refiriéndome principalmente a José Mª Lama y a Luciano Feria y a quienes con ellos han colaborado después. El definitivo despegue del Seminario Humanístico se debe a ellos y a su idea de afiliar la renovada asociación cultural a la Asociación de Escritores Extremeños. Esta unión a un organismo superior es la que ha reportado renombre y prestigio a nuestra primitiva tertulia local, bautizada por Croche con el nombre de Seminario Humanístico Zafrense. Lo de bautizar siempre se le dio bien a Croche.

Pues bien, ya va siendo hora de reconocer que el Seminario Humanístico Zafrense es acreedor a este reconocimiento por parte del CIT y, en la parte que me toca, queda de antemano formulada mi propuesta que, naturalmente, y siguiendo los trámites de rigor, deberá ser aprobada por la asamblea general que anualmente viene convocando la Junta Directiva del CIT a este propósito.

“Nunca es tarde si la dicha es buena”. Sirva este tópico para consolarnos, aunque no para eximirnos de la culpa que nos corresponde por esta tardanza.

Nuestra “modestia” (entre comillas) no podía aguantar por más tiempo el aplazamiento. Podría tomarse como una negligencia imperdonable. Y, especialmente, porque al habérsele otorgado este honor (ciertamente merecido) a otras asociaciones culturales nacidas con posterioridad al Seminario Humanístico Zafrense, estábamos incurriendo, inadvertidamente, en enojosos agravios comparativos.

He dicho nuestra “modestia” sintiéndome parte integrante del Seminario Humanístico Zafrense, en cuanto miembro fundacional del mismo. Pero, tal vez, la verdadera modestia consiste, en este caso, en desmarcarse del mismo, en reconocer que el mérito es de otros. A saber: de esos jóvenes a los que me he referido anteriormente: Luciano, José María Lama, Santi, Adolfo…

A todos ellos nuestro reconocimiento y nuestra gratitud.

viernes, julio 06, 2007

Educación para la Ciudadanía (I)

Ignoro qué razones se alegan desde el episcopado español para oponerse a la implantación de una asignatura cuyo solo enunciado la hace atrayente, por más que adolezca de una una cierta redundancia: toda educación, si lo es, se supone que influye positivamente en la calidad de la ‘ciudadanía’. Otra cosa es (y de esto se trata) que la tal asignatura se proponga como objeto principal mejorar el comportamiento cívico de los ciudadanos, instruyéndoles acerca de los derechos y deberes que tienen como tales, lo que en su sentido más genuino se llamó entre los griegos Política (de “polis”, ciudad, y “polites”, ciudadano). Los romanos, conscientes de que la Política suponía la participación del ciudadano en una empresa común, adoptaron, como término correspondiente al griego ‘Política’, el equivalente latino de República (Res publica = la cosa pública). El estado que adopta el nombre de República, si lo es de verdad, está declarando implícitamente su opción democrática*. Claro que la opción democrática no excluye la aceptación de la institución monárquica. Así ocurre de hecho en varios países europeos cuyos gobiernos democráticos son compatibles con el mantenimiento de la institución monárquica: Gran Bretaña, Holanda, Suecia, Bélgica, España...
De todos modos sospechamos que no se trata de meros tiquismiquis gramaticales, sino de reparos de mayor calado, algo que en la apreciación de sus excelencias reverendísimas debe parecerse mucho al cisma o a la herejía. No se explica, de otro modo, esa incomprensible inquina, ese radical rechazo de una asignatura, por demás, postulada por el propio estado de derecho y, por supuesto, inspirada en los principios de la Constitución. ¿Qué habrán visto de inconveniente en la tal asignatura los señores del báculo y la mitra como para ponerla poco menos que en el punto de mira del anatema?
Yo no entiendo qué puede haber de malo en que se trate de enseñar a los alumnos (de uno y otro sexo) a ser buenos ciudadanos. La ciencia de la ciudadanía, la Política en su sentido más genuino, se puede enseñar y, desde luego, es teorizable, como lo demuestran los más célebres tratadistas del tema en la antigüedad, entre ellos Aristóteles y Cicerón. Tanto uno como otro explicaron y clasificaron los sistemas de gobierno, señalando sus respectivas ventajas e inconvenientes. Y las ventajas del sistema democrático consisten, principalmente, en la participación del pueblo en el gobierno de la ciudad, participación que se realiza, principalmente, a través del sufragio, la consulta y consiguiente ratificación, por parte de la mayoría, de aquellas medidas que se vayan a adoptar para el mejor gobierno de la ciudad. Las leyes que regulan esa convivencia se sancionan y se aprueban, o no, tras su propuesta y discusión por los legítimos representantes elegidos por el pueblo. Y el derecho fundamental a la libertad, en general, se reconoce y se respeta en el sistema democrático.
Tal vez lo que inquieta a los señores de la mitra y el báculo es que una sociedad adoctrinada en la ciudadanía desde los presupuestos de la democracia es, por exigencias y cohesión interna del propio sistema, aconfesional. Antidogmática, sin perjuicio de ser respetuosa con cualquier credo religioso.
¿Está en su derecho el Estado democrático a educar a sus conciudadanos en los principios de la democracia? Creemos que no sólo es su derecho, sino su deber, hacerlo. En efecto, fue la falta de educación democrática, junto a otras carencias educativas y de otro signo, lo que dio lugar en España a los conflictos sociales y a la guerra civil que se derivó de ellos. Ningún país educado en las normas de la convivencia puede adoptar, como medio recomendable para dirimir sus pleitos, el remedio de la guerra civil. Remedio peor que la enfermedad.
La Educación para la Ciudadanía trata, desde luego, de prevenir que una tal situación pueda volver a darse en el futuro.
Repárese en el hecho de que los sistemas de gobierno, tanto los legítimos como los que no lo son, tienden a perpetuarse, incluso contra la voluntad de los gobernados. El franquismo hizo lo posible por dejarlo todo “atado y bien atado”. Implantó en la enseñanza obligatoria una asignatura que se llamó Formación en el Espíritu Nacional, en la que pretendía inculcar a los ciudadanos los dogmas y principios del Movimiento. El Catolicismo, desde luego, formaba parte del sistema, ya que, por desgracia, la Iglesia hubo de tomar partido por los militares que se alzaron contra la República. Por supuesto que, en esa ocasión, los obispos no tuvieron inconveniente en admitir tal imposición por parte del Estado (que no lo era de Derecho, sino sólo de Derecha) Pero, claro, si el propio Alzamiento había sido una cosa loable, una verdadera Cruzada, según el criterio de la jerarquía eclesiástica de la época, lo que el Régimen disponía contaba, de antemano, con el beneplácito de la jerarquía eclesiástica. Así que las disposiciones del Estado (no de derecho) en este sentido tenían asegurado el “nihil obstat” por parte de la autoridad eclesiástica.



Ahora, en cambio, con la puerta abierta al laicismo en materia religiosa, los obispos oponen resistencia y se muestran beligerantes con el Estado de derecho. Y amparados en la libertad de expresión que les reconoce ese mismo Estado, y en la magnífica labor de equipo de la COPE de sus finanzas, consienten que medre en España una atmósfera de crispación cada vez más irrespirable.



Habría que recordarles en el viejo latín de los romanos aquello de Caveant consules ne quid res publica detrimenti capiat (Procuren los mandatarios que la patria común no reciba ningún daño)
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* R. Martínez Fernández, "Res publica, ¿Estado implícitamente democrático?" (Helmántica, t. XXIX,pp. 353-375)

Educación para la Ciudadanía (II)

La asignatura Educación para la Ciudadanía, incomprensiblemente vetada en la actualidad por la jerarquía eclesiástica, no tiene otro objetivo que el de propiciar la continuidad del sistema democrático, una vez que éste se considera consolidado. Olvidar los pasos que han tenido que darse hasta llegar a la situación actual equivale a correr el peligro de tener que repetir el proceso (largo, lento y laborioso, según nos enseña la historia reciente) de recuperación de las libertades cívicas. De ahí la conveniencia de esa disciplina educadora, así como la de la proyectada Ley para la Recuperación de la Memoria Histórica, otra de las medidas del nuevo estado democrático, que crispa especialmente a quienes se consideran ideológicamente ligados a la dictadura pasada. ¿Por qué les produce irritación el que otros recuerden en voz alta lo que antes les estuvo vedado recordar? El día de la Victoria y el día del Dolor (1 de abril y 20 de noviembre, respectivamente) fueron recordados y commemorados durante cuarenta años por el franquismo. Y el mausoleo de Cuelgamuros se edificó para recordar a perpetuidad a los Caídos por Dios y por España.
Ahora, en cambio, se reprocha a los descendientes de los represaliados de la República el que traten de recuperar los huesos de los suyos. Y se les reconviene por recordar, ya que eso implica “abrir heridas”. ¿Y por qué no, mejor, se entiende que lo que se pretende es cerrar definitivamente las que aún permanecen abiertas?
La restauración de la democracia (pese a que los herederos del franquismo hubiesen preferido perpetuar ‘sine die’ la vigencia del régimen) tuvo ya un precio por parte de los demócratas: el de la impunidad de los responsables. Muerto el principal, no tenía ningún aliciente pedir responsabilidades a los restantes. Se contemporizó con los herederos ideológicos del franquismo, a cambio de que estos se incorporasen a la democracia. Hubo, por supuesto, algunos eslóganes reticentes, como aquel que decía: “¿Democracia? No, gracias”. (¿Qué se hubiera podido esperar de aquellos analfabetos de la ciudadanía?)
Ahora el Estado quiere, en aras del bien común, instruir al ciudadano en los principios y los hábitos de la ciudadanía. Y se encuentra, inexplicablemente, con la objeción de la jerarquía eclesiástica. ¿Qué es lo que puede suscitar tan obstinada oposición por parte de los representantes de la doctrina oficial de la Iglesia, como para que se recomiende a los padres de los alumnos el rechazo a ultranza de una asignatura que se presenta bajo el inocuo título de Educación para la Ciudadanía? ¿Qué peligros se recelan de esta nueva asignatura? ¿No estaremos, quizás, ante el viejo cargo que sus acusadores imputaron a Sócrates, como “corruptor de la juventud”?
¿Qué barruntan los señores obispos en los contenidos de la nueva asignatura que les huele a chamusquina? ¿Recelan, acaso, que la disciplina condenada de antemano desencadene una ola de anticlericalismo como la que contribuyó a la justificación de la guerra civil?



En evitación de producir alarma a ciertas susceptibilidades, procuren las fuerzas democráticas estar al aviso, no sea que si, fortuitamente, se produce un incendio en algún templo (provocado, pongo por caso, por un cortocircuito) se ponga en marcha alguna nueva intentona golpista por parte de los sempiternos "salvadores de la patria". La secuencia ya la sabemos, gracias precisamente a la memoria histórica.
Yo no he visto aún ningún texto sobre la nueva asignatura (aprobado, supongo, por el ministerio del ramo) Los contenidos me los imagino. Deben consistir, conjeturo, en un cierto calco de la Constitución. No recelen los señores de la mitra y el báculo. Nadie quiere ir contra los intereses de la Iglesia. ¡Qué disparate! Y aunque el Estado actual se reconozca laico aconfesionalmente, creo que en muchos aspectos ha favorecido y sigue favoreciendo los intereses (económicos) de la Iglesia.
Dejen, pues, en paz al gobierno legítimo de la nación legislar y tomar iniciativas en lo que a la educación para la ciudadanía se refiere. El humor de El Roto lo ha expresado últimamente en repetidas ocasiones: “Prefiero buenos ciudadanos a malos feligreses”, dice -en una viñeta- Cristo desde la cruz (pues si no son buenos los ciudadanos, mal pueden serlo los eventuales feligreses que de entre ellos salgan) Y el más reciente, el que corresponde a la viñeta de hoy en El País, que ironiza a propósito de la ignorancia interdisciplinar de las asignaturas entre sí: “Las Matemáticas han suspendido en Humanidades; las Humanidades, en Ciencias; las Ciencias en Religión y la Religión en Historia”.
Deseamos muy sincera y fervientemente que los señores obispos y la religión católica que ellos representan no hayan olvidado la lección que para la Santa Iglesia representan los últimos 70 años de la Historia de España.

lunes, julio 02, 2007

Modificaciones en el blog

Ya advertí en su momento que me reservo el derecho a modificar, retrospectivamente, los artículos de este blog. Y como periódicamente suelo revisarlo, surge, ocasionalmente la oportunidad de corregirlo, bien enmendando errores o bien, simplemente, modificando el texto. Esta vez se trata sólo de lo segundo.


Estas modificaciones afectan a la oda alcaica latina dedicada a la memoria de mi padre (mayo, 02, 2007) y consisten en lo siguiente:
1) En la estrofa XI, v. 42, donde antes se leía “eductus exis ut venias neci”, he optado por escribir “eductus exis, dederis et neci” (‘sales conducido y te entregan a la muerte’). ‘Dederis’ (del verbo ‘dedo,-is, dedere, 3ª) difiere del otro ‘dederis’ que aparece en la estrofa VIII, (esta vez es del verbo ‘do, das, dare… 1ª) (las cantidades de la primera sílaba, en cada caso, difieren: larga, en el verbo ‘dedere’; breve, en el verbo ‘dare’)
2) He añadido una cita, tomada de César, que dice “incolumitatem deditis pollicebatur” (B.G. 3, 28) O sea: “a los que se entregaban se les prometía respetarles la vida”. Este tipo de promesas resultó falaz en muchas ocasiones. En el caso de mi padre lo fue. Ya dábamos cuenta del bando del comandante militar Carlos Blond Mesa (abril, 19, 2007) No sabemos si en el distrito de Zafra se respetaría la palabra dada. En otros lugares de Extremadura, desde luego, no se respetó.

3) Algunas modificaciones han sido introducidas en un artículo bastante anterior. Me refiero al titulado “El obelisco de Castejón”, con motivo del escrito que en su día se elevó al Ayuntamiento por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica “José González Barrero”. Recientemente, pasando junto al ‘pericuto’ (en una hora mañanera en la que el sol lo iluminaba en su faceta donde todavía está visible el vaciado de la placa de cobre desaparecida) leí una palabra que en la anterior lectura me había pasado desapercibida y que esta vez, gracias a la intensidad de la luz, se podía apreciar visiblemente: la palabra ‘internacional’. O sea, la inscripción primitiva completa, por este lado, decía: “Gloria a Franco, Caudillo de España, vencedor del comunismo internacional”.
He añadido ahora un breve comentario, subrayando lo presuntuoso de esta afirmación.
En fin, me declaro abierto a posibles modificaciones en el futuro y, por supuesto, me reafirmo en la provisionalidad (junio 15, 2007) de los juicios que se insertan en el blog. Espero, no obstante, que la mayoría de esos juicios permanecerán inalterables en sucesivas revisiones.