sábado, febrero 28, 2009

Tiempos de olvido imposible

Mañana domingo, 1 de marzo, hará una semana que apareció en las páginas del suplemento literario del diario HOY (p. 6) la reseña, firmada por Manuel Pecellín, del libro de Miguel Sanz Vera, Tiempos de olvido imposible.
En este intervalo me ha llegado, por gentileza de un joven paisano de Aceuchal, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, un ejemplar de dicho libro. Detalle que, por descontado, le agradezco de todo corazón. Él es estudioso de la historia de Aceuchal y se interesa de manera especial por esa etapa de la misma sobre la que siempre se ha pasado de puntillas, para no despertar ni odios ni rencores dormidos. Estos han estado controlados por el Tiempo de silencio, para emplear el título de otra novela relacionada con esa etapa. Después ha ido despertando la “memoria histórica” y este libro, como otros tantos, viene a ser testimonio de ese despertar.

Yo no soy, en este caso, un lector imparcial. Formo parte del entramado de la obra, estoy ahí aunque no se me ve. Conozco a los personajes. He tratado a casi todos ellos, algunos identificados y otros no. Mejor así, tal vez. Conocí, por ejemplo, a la tata, o niñera, de los hermanos Sanz, uno de ellos el autor de este libro. (Por cierto, creo que se trata de Antoñina, que iba a coser a mi casa, junto con otras mozas de la calle Postrera. En el libro la llaman Toñina) Conocí a la madre del autor, Doña Fermina, a quien visité en Madrid por los años 70. Cuando supo de quién era yo hijo, se sinceró conmigo contándome las penalidades que tuvo que sufrir su marido, la paliza inmisericorde que le dieron los verdugos, dejándole todo el cuerpo en carne viva, y el remedio que le aplicó uno de los dos hermanos Delgado Mayoral, médicos de Aceuchal por aquellas fechas: remedio peor que la enfermedad y que no se le hubiera ocurrido ni al torturador más refinado: que empapasen una manta en alcohol y que envolviesen en ella al herido. Sin duda, con el loable propósito de que no se le infectasen las heridas.

He seguido leyendo hasta el encuentro con las personas, vivas aún, que se citan en el libro: David Muñoz, Juan Baquero y el entonces alcalde, Antonio María Guerrero Linares (que, según creo recordar, fue alumno mío entre los años 61 y 67 del siglo pasado, cuando yo estaba de maestro en La Panera, hoy Biblioteca Municipal “Mahizflor”)

En fin…el libro. Las declaraciones de Juan Baquero merecen un breve comentario que no quisiera pasar por alto. Asumiendo por su cuenta y riesgo la representatividad del sentir general de Aceuchal afirma:

− Aquí, en Aceuchal, todo el mundo apreciaba a Don Cándido.

Y, a renglón seguido,

− Aquí, en Aceuchal, se consideraba un privilegio ser amigo de Don Cándido y todo el mundo sintió su muerte como si se tratara de alguien de su familia.

He destacado, en cursiva, ese ‘todo el mundo’ que está en flagrante contradicción con los hechos reales, como bien observa, un poco más adelante, el autor del libro, que no tiene pinta de chuparse el dedo:
Tremendas palabras y nobles de intenciones. Pero lo cierto es que entonces no hubo nadie, entre quienes pudieron hacerlo, que alzara una voz en su favor” (pág. 24)

Otro de los halagos propinados por Juan Baquero al autor del libro requiere un comentario de mayor calado; algo que afecta a la salud democrática de la misma comunidad piporra. Y es la frase con que el entonces concejal (no estoy muy seguro si lo era entonces y si aún lo sigue siendo hoy) dijo al visitante, hijo del represaliado:

El pueblo de Aceuchal está en deuda con los herederos de Don Cándido.

¿Sólo con los herederos de Don Cándido?

Aquí hay que sacar la cara por el pueblo de Aceuchal y corregir al informante, aprovechando la ocasión para rectificar sus palabras en el sentido siguiente:

El pueblo de Aceuchal está en deuda con todos los herederos (si no de bienes materiales, sí de bienes del espíritu) de todos aquellos que fueron represaliados por el río revuelto que propició la rebelión militar. Nunca, que yo sepa, se honró públicamente a esos muertos que, por cierto, lo fueron por la democracia. ¿Qué clase de democracia es ésta que no ha reconocido aún, pública y solemnemente, el mérito de aquel sacrificio?

Porque la República tuvo sus mártires, por más que nunca hayan sido canonizados, ni lo vayan a ser jamás.

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(Ilustraciones: Portada del libro y dibujo de Castelao “Los mártires serán santos”)

martes, febrero 24, 2009

Bías ¿precursor del cinismo?

* Alejandro Magno y Diógenes

Finalmente, a Bías se le atribuye también una frase que ha hecho historia. Es aquella que dice “todo lo mío lo llevo conmigo”. Fue con ocasión de tener que abandonar la ciudad, inmediatamente antes, o después, de que los enemigos la tomaran; cuando todos sus compatriotas dejaban sus hogares, llevando consigo las pertenencias que estimaban más necesarias o valiosas. Bías no llevaba encima nada más que lo puesto. Y cuando uno de sus compatriotas le preguntó por qué no llevaba nada consigo, Bías le contestó:
En realidad, yo lo llevo todo conmigo.


Ese despego de lo material, ese gesto de prescindir de todo lo accesorio, como en este caso serían las pertenencias materiales, convierte a Bías en un precursor de los cínicos. Y, precisamente, en uno de los más radicales; si consideramos que Diógenes de Sínope, que vivió aproximadamente un siglo y medio después, pretendería reducir al mínimo sus utensilios y enseres personales. Según el poeta Ausonio (s. IV p. C) estas pertenencias consistían en “una alforjas, un poco de harina de cebada, una capa, un bastón, una escudilla…”. Ausonio no menciona el tonel (‘pithos’) que, según es fama, le servía de refugio en el que se guarecía para dormir. Lo que sí dice es que, a pesar de tener un ajuar tan reducido, todavía le parecía demasiado y, al ver que un rabadán bebía en el cuenco de las manos, él prescindió de la escudilla: “¿A qué llevarte conmigo, si eres algo superfluo?”
La anécdota de Bías la podemos leer en latín, en sendas versiones: la de Cicerón y la de Valerio Máximo. La de Cicerón dice:



No dejaré de alabar, una y otra vez, al sabio aquel, Bías, uno de los siete, según creo, cuya patria, Priene, había sido tomada por los enemigos. Y cuando los demás habitantes de su ciudad salían de ella llevando sus pertenencias y alguno de entre sus paisanos le aconsejó hacer lo mismo, le contestó:

− Ya lo hago: Todo lo mío lo llevo conmigo (
Par. Stoic. 1.1.8)

La versión de Valerio Máximo es como sigue:

Habiendo invadido los enemigos la ciudad Priene, patria de Bías, y estando en trance de abandonarla todos aquellos que habían salido ilesos de la crueldad de la guerra, cuando éstos salían de la ciudad cargados con el peso de sus más valiosos bienes, preguntaron a Bías por qué él no se llevaba nada consigo, respondió:

Todo lo mío va conmigo.

Pues él llevaba esos bienes en su alma, no sobre los hombros, porque son los bienes que no se ven con los ojos del cuerpo, sino con los del espíritu, ya que habitan en el domicilio del alma y no pueden quitarse de allí por las manos de los mortales, ni aun de los mismos dioses; y así como permanecen con los que se quedan, así no pueden separarse tampoco de los que se marchan” (Dict. et Fact. Mem. 7.2 (ext.) 3)

lunes, febrero 23, 2009

SIN SALIRNOS DE BÍAS

Cuando glosábamos hace poco la sentencia de Bías que dice, más o menos, “los malos son mayoría”, queríamos entender esa sentencia libre de connotaciones políticas. Desde luego, no suponemos que el sabio griego tuviese prevenciones contra la mayoría como elemento a tener en cuenta en un sistema político. En un sistema democrático (y Grecia fue pionera en comprobar las ventajas de este sistema) la voluntad de la mayoría es muy de tener en cuenta.

Lo que probablemente Bías quiso dar a entender es lo que todos sabemos: que lo malo abunda, y que, correlativamente, lo bueno escasea. Lo selecto siempre estará en minoría frente a lo vulgar y lo ramplón. Pensemos en aquellos poetas que mostraron de siempre sus preferencias por lo minoritario, como sinónimo de selecto, escogido, etc.

Así Juan Ramón dedicó su Segunda antolojía poética, famosa, “A la minoría siempre”. O, también, “A la inmensa minoría”. A este mismo talante responde el dicho aquel de Horacio declarando su “odio al vulgo profano”. Y Rubén, otro minoritario, reconoció que él no era un poeta de mayorías, aunque intuía que su destino final sería llegar a ellas: “Yo no soy un poeta para muchedumbres, pero sé que, indefectiblemente, tengo que ir a ellas” (Prólogo a Cantos de Vida y Esperanza)

Es cierto que Blas de Otero, un poeta ‘medularmente’ socialista, escribió un libro poético titulado Con la inmensa mayoría; pero eso indicaba, más bien, su aspiración de comunión universal con lo humano, esa especie de comunismo utópico por el que nos sentimos solidarios con el hombre, en abstracto. Recordemos, por lo demás, que Juan Ramón estuvo del lado de la República, como la mayoría de los intelectuales.

En suma, la sentencia de Bías no debe ser entendida como una descalificación “a priori” del sistema democrático: cuando el pueblo sea culto (y hay que procurar, a toda costa, que lo sea) la cultura será, indefectiblemente, mayoritaria. Ese fue uno de los objetivos primordiales de la República (Institución Libre de Enseñanza, Misiones Pedagógicas,etc.) que quedaría truncado con el triunfo de la Dictadura.

Volvamos nuevamente al personaje de nuestra glosa. A Bías se le atribuyen otros dichos, polémicos o controvertidos. Uno de éstos es el célebre ama tamquam osurus (‘ama como si hubieses de odiar’) Cicerón (De amicitia, 59.10-17) negaba que ese dicho fuese de la autoría del sabio de Priene, por ser, más bien, “propio de un egoísta, o de alguien que todo lo reduce a su provecho personal”.

Pero es el caso que Diógenes Laercio incluye en su reseña sobre el filósofo prienense una sentencia que viene a decir, más o menos, lo mismo. La frase de Bías, en el texto griego de Laercio (Vit. Phil. 1.87.6-8) dice traducida al castellano: “y que había que amar como a quienes un día van a odiarte; ya que, en su mayoría, los hombres son malos”. (Yo tengo una duda, que me gustaría despejar con algún perito de la lengua griega, más ducho que yo en este idioma. Y es si el participio de futuro ‘misésontas’, en acusativo, lo está por ser sujeto de ‘filein’, o por ser objeto directo de ese mismo infinitivo. La distinción es importante, puesto que, si es objeto directo, habrá que entender que hay que amar como si los destinatarios de tu amor fuesen los que un día ‘han de odiarte’. De otro modo parece que habría que emplear el participio futuro en nominativo ‘misésontes’ (= los que van a odiar) y no, como parece ser en este caso, “los que van a odiarte”. Yo creo que es, más bien, esto último.

En cualquier caso, la sentencia implica una prevención, o aviso: Hay que estar prevenidos. Recuerdo, a este propósito, el consejo de un compañero de oposición (¡oposiciones a Magisterio de 1959!) que nos aconsejaba, a los presuntamente inexpertos en el amor, que “hay que enamorarse con desprecio” (si bien se nota, era una versión, puesta al día, del viejo aviso de Bías) Era el típico consejo de “curarse en salud”.

Había que haberle replicado: “Pero, véngase a razones, señor componendas, ¿cómo vamos a enamorarnos con desprecio? O nos enamoramos o no nos enamoramos. Si nos enamoramos, el desprecio está de más.

viernes, febrero 20, 2009

A PROPÓSITO DE BÍAS



*

El blog de José Mª Lama (uno de los más visitados que conozco) ha dedicado recientemente un breve capítulo a glosar la sentencia de Bías que afirma que, en su mayor parte, los seres humanos son malos. Bías fue, como se sabe, uno de los siete sabios de Grecia (de paso, siete es número esotérico: siete fueron las antiguas maravillas del mundo, siete los sabios de Grecia, siete los reyes de Roma, siete los niños de Écija...etc.)


Lama se muestra de acuerdo con la sentencia de Bías, en la versión que la traduce como la mayoría es mala. Sólo que, traducida así, se presta a ser utilizada como argumento de autoridad por aquellos que no creen en el sistema democrático: de ser cierta la frase de Bías, el voto de la mayoría queda en entredicho y, con él, el propio sistema democrático. Hay aquí una contradicción, al menos en apariencia. ¿Cómo compaginar lo certero de la frase ‘la mayoría es mala’ con la bondad del sistema político que, según la no menos sabia opinión de Churchill, es el menos malo de todos? (Claro que Churchill lo dijo de forma irónica en otros términos: (el democrático) “es el peor de los sistemas políticos, descartados todos los demás”) La cosa requiere cierta aclaración. Veamos.
En primer lugar conviene despojar la sentencia de Bías de sus posibles connotaciones políticas. No parece probable que el sabio de Priene estuviera pensando, cuando dijo su sentencia, en aquel sistema de gobierno según el cual la mayoría es la que decide con su voto y la que hace valer su voluntad a través de las urnas.
Lo que Bías quiso decir, lisa y llanamente, es que lo malo abunda, o lo que es lo mismo, que los malos son mayoría. Me he molestado en localizar su frase en las Vidas de los filósofos más ilustres, de Diógenes Laercio. En el breve capítulo dedicado a Bías se recoge la frase en dos ocasiones (1.87.6-8) y (1.88.10-11) En el primero de estos pasajes se dice “amar como a los que un día te odiarán; ya que los más son malos”. En el segundo pasaje, con el que termina el capítulo, dice: “la mayoría es mala” (‘oi pleistoi kakoí’)
Desde luego, el sistema democrático parece estar lastrado por ese inconveniente. ¿Cómo es posible que tenga el mismo valor el voto de un hombre culto, conocedor de los problemas que afectan a una comunidad y, a veces, de cuáles serían las mejores soluciones para esos problemas; que el voto de un hombre vulgar, ignorante o de escasa formación, propenso a dejarse influenciar por la labia del demagogo de turno?
Este criterio de la diferente calidad del voto ya se tuvo alguna vez en cuenta en la antigüedad. Así Cicerón nos recuerda en su tratado De republica que uno de los reyes de Roma, Servio Tulio, ideó un sistema de votaciones por el cual los votos de los caballeros tenían más valor y peso que los del pueblo llano. Pues dice: “y tuvo presente lo que siempre se ha de tener en cuenta en toda gestión de la cosa pública, y es que la mayoría, sólo por el hecho de serlo, no sea la que más pueda” (…quod semper in re publica tenendum est, ne plurimum valeant plurimi, R:P. 2.39.6-7)
El sistema de ‘un hombre un voto’, que es el que actualmente se sigue, supone que la democracia sólo tiene calidad en las sociedades muy adelantadas en cultura e instruidas en los valores cívicos (de ahí la importancia de enfocar bien la disciplina Educación para la Ciudadanía), pues sólo las sociedades con acceso a los bienes de la cultura están potencialmente preparadas para intervenir y participar en la gestión de la cosa pública. Una democracia ‘inculta’ no puede subsistir, es tesis que sucintamente expuse en la revista en latín Ephemeris (**) De ahí que los sistemas totalitarios sean enemigos declarados de la inteligencia que demanda cultura y formación como el pan de la boca. Recordemos la enemiga de ciertos militares insurrectos contra los intelectuales de la República, el ¡muera la inteligencia!, de Millán Astray, la eliminación sistemática de maestros y profesores republicanos, todos inclinados a la defensa de los valores democráticos; lo del café para todos no era cosa que resultara aceptable para los que de siempre habían detentado los privilegios de clase. Entre estos antiguos ‘privilegiados’ estuvo el tristemente célebre capitán Aguilera, un tipo cruel y odioso, un megalómano que se creía perteneciente a una raza superior. Su teoría era que la clase proletaria era esclava por naturaleza (el historiador Paul Preston ha trazado el retrato psicológico de este individuo en un trabajo que se incluyó en el nº III de los Cuadernos de Çafra (2005) pp. 195-208.
Tipos de la calaña del capitán Aguilera eran enemigos acérrimos de la democracia: odiaban que las clases populares pudieran un día disputarles a ellos, los ricos, los privilegios que la fortuna, o el azar, (no, desde luego, los propios méritos) habían puesto en sus manos.

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* Busto de Bías de Priene. En la base, escrita en griego, la célebre sentencia: "Los hombres son, en la mayor parte, malos"

sábado, febrero 14, 2009

Con Franco éramos más jóvenes...

Con Franco éramos más jóvenes… dijo el desenvuelto Amestoy en una de aquellas memorables intervenciones ante las cámaras de TVE.
Era verdad. Y también era verdad que reíamos más con los chistes contra el dictador.
En el diario HOY, correspondiente a la fecha 13-1-2009, el columnista Tomás Martín Tamayo desempolva uno de aquellos viejos chistes sobre Franco (los había de dos clases, los que servían para celebrar jocosamente la valentía y la virilidad del Caudillo y los que buscaban ridiculizarlo, tanto en ese como en otros aspectos) El chiste recordado por Tamayo es de los que jalean la virilidad del dictador. Se basa en el recurso retórico llamado ‘calambur’ y existen varias versiones. Todas vienen a coincidir en la utilización del apellido inglés Jones, para hacer que se combine con el nombre familiar de Franco, Paco (Francisco). Los personajes podrían ser varios, con tal que llevaran ese apellido: Tom Jones, el cantante, y el fotógrafo Tony Armstrong Jones. La versión que yo escuché en tiempos escogía a este último personaje como posible ‘partido’ para casar con Carmencita Franco. Según el chiste, los censores de la moral, la decencia y las buenas costumbres de la casa de su Excelencia argumentaban contra ese enlace porque, de nacerle un nieto varón al Caudillo, no podrían ponerle el nombre del abuelo, ya que resultaría de mal gusto llamarle “Paco Jones Franco”.

Del coronel Antonio Tejero (el aniversario de cuya esperpéntica ‘fazaña’ estamos a punto de conmemorar) se dijo, a raíz del golpe, que Tejero había hecho un milagro comparable a la multiplicación de los panes y los peces, que hizo Jesucristo. Porque éste, con tres panes y dos peces dio de comer a cinco mil personas. Y Tejero, con un par de huevos, nos dio la cena a todos los españoles. La comicidad del chiste se basa en diversos efectos: se pretende sobreestimar el presunto milagro de Tejero comparándolo con el milagro de Cristo. Tejero, como taumaturgo, deja atrás a Cristo. Lo de "el par" resalta la valentía y arrojo, la virilidad en una palabra, del osado personaje. Pero el chiste tuvo su contrapartida en otros que ponían en duda esa presunta virilidad. Y así se comentaba también que la mujer de Tejero aseguraba que la noche del 23-F fue la única noche en que ella lo había visto ‘armado’.

En 1964 se conmemoraron los 25 años de paz. Una de las más pretenciosas efemérides de la propaganda del régimen. La economía de España comenzaba a ponerse en pie gracias, sobre todo, a los españoles que por aquellas fechas comenzaron a trabajar en el extranjero. El régimen acometió algunas reformas con los llamados planes de colonización. Esta coyuntura dio ocasión a un chiste en el que se rumoreaba que existían serias desavenencias matrimoniales entre el Caudillo y su esposa, debido a presuntas infidelidades, por lo que ésta había solicitado el divorcio, aprovechando una visita al Santo Padre (Pablo VI, por aquellas fechas) El Papa manifestó su sorpresa, tratándose de un matrimonio tan bien avenido y, sobre todo, tan católico. Cuando preguntó a la señora de Franco cuáles eran los motivos que alegaba, para poder incorporarlos al expediente de separación, la señora dijo:

− Santidad, es que mi marido tiene un Plan en Badajoz, otro en Jaén, otro en Zaragoza. Y hace 25 años que está liao con la Victoria y no la suelta.

A propósito de la reliquia más valiosa que en el orden religioso poseía el Caudillo (el brazo incorrupto de Santa Teresa) se contaba (también en aquel 25 aniversario) que el Jefe del Estado español había propuesto cederla a Su Santidad, a cambio de una parte de la anatomía de la famosa Sofía Loren. La proposición se hizo, y fue rechazada, por medio de sendos telegramas. El de Franco decía:
− Se cambia brazo incorrupto de Santa Teresa por pierna de Sofía Loren.
Y la respuesta del Papa era:
− Soy Montini, no tontini.

domingo, febrero 08, 2009

Contenidos a tener en cuenta para diseñar un proyecto de EpC




La actividad docente terminó para mí, afortunadamente, hace ya varios años; sí que, también afortunadamente, salí de ella ileso: la ejercí con gusto y, no me envanezco por decirlo, con relativo éxito. Digo esto porque una asignatura diseñada por mí para los cursos 3º y 4º de la ESO tuvo una aceptación que rebasó mis expectativas: era una de las más solicitadas entre las opcionales y se titulaba Ecología y Mundo Antiguo. Esta experiencia didáctica fue objeto de una comunicación que presenté en el congreso organizado por la Sociedad de Estudios Latinos bajo el título De Roma al siglo XX. Fue publicada en las Actas de dicho congreso (UNED), en el tomo 2, pp. 985-989 (1996) Las sesiones tuvieron lugar en Jarandilla de la Vera (Cáceres) en enero del año anterior.
Quiero insinuar con esto que tengo cierta experiencia a la hora de diseñar una nueva disciplina, como sería, en este caso, la Educación para la Ciudadanía. No he tenido oportunidad de hojear ninguno de los textos que ya están en el mercado, al objeto de revisar sus contenidos, pero me agrada fantasear cuáles serían los que yo consideraría más idóneos, para hacer aceptable una asignatura que ha sido desde luego puesta en la picota y declarada poco menos que anatema, tan pronto como el gobierno decidió incorporarla al sistema educativo. El gobierno del PSOE, claro, pues otro gallo nos cantara si la asignatura se hubiera promovido por iniciativa de la oposición. Verosímilmente, el estamento eclesiástico no hubiera puesto pegas ni, por supuesto, instigado a los padres de los alumnos a practicar la objeción de conciencia. Da la impresión de que los dignatarios eclesiásticos comulgan más con la oposición que con los incrédulos del gobierno (perdón por la ingenua obviedad)
Parece que la democracia se entiende de distinta manera en uno o en otro partido. Y este distinto concepto de una realidad política unívoca genera cierta perplejidad e inquietud en el ciudadano que no tiene una clara noción de la ciudadanía.
El objetivo primordial de esta disciplina es conseguir que los ciudadanos tomen conciencia de sus derechos y deberes como tales. A la objeción de que la asignatura persigue un cierto adoctrinamiento político hay que replicar que, en efecto, se procura ese adoctrinamiento, pero que, a diferencia de otros adoctrinamientos (por ejemplo, el de la llamada otrora Formación del espíritu nacional) éste tiene unos objetivos legítimos, como son los de instruir a los alumnos en los principios del Estado de derecho, en las pautas de la convivencia democrática. Su código de leyes se llamará la Constitución. La actualmente vigente en España es la de 1978, la de la Transición, etapa que ya se puede considerar concluida, después de 30 años. La inercia que lleva a muchos a desear prolongarla resta calidad y ‘valor’ a esta democracia del postfranquismo, que debe ya de dejar de ser timorata (sin dejar de bajar la guardia) ante la amenaza siempre latente del involucionismo. Lo que no acaba de asimilar la derecha es que su adaptación a la democracia (de la que, a menudo, hacen profesión de fe, utilizando, por ejemplo, el criterio democrático de la libertad de expresión) no tiene sentido sin una condena explícita (no sólo implícita) del franquismo que, entre otras, abolió la libertad de expresión en la llamada censura. La constitución de 1978 estuvo todavía mediatizada por el franquismo residual, latente bajo la forma del miedo en una de las partes, y, en la otra, bajo la forma de una fidelidad a ultranza. Tanto una cosa como la otra actuaron a la manera de sendos condicionamientos, que bien pudieron justificarse en esa coyuntura como aconsejables por una elemental prudencia, pero que dejan a la ley de leyes atenazada por la vieja aprensión del golpismo. Por tanto, la credibilidad democrática del Estado de derecho corresponde ahora reivindicarla a instancias de todos, pero muy especialmente de la facción vencedora en la guerra civil, o sus herederos, la derecha política. Dicha facción impuso silencio, a la hora de confeccionar el texto constitucional, en lo que respecta a la ilegitimidad de la dictadura. Se echa de menos en este texto una condena explícita del franquismo y no hacerlo, por parte de la facción procedente de la vieja cantera, resta credibilidad a la democracia que dicen aceptar como el sistema que mejor representa la mayoría de edad de una sociedad.
Para no desviarnos excesivamente del tema de los contenidos de una EpC, éstos deben, sobre todo, formar a los alumnos en los principios democráticos y su evangelio laico será la Constitución. En tanto que siga vigente la de 1978 será preciso señalar esa deficiencia que ya hemos apuntado reiteradamente y es la paradójica inconsecuencia que supone haber adoptado un sistema político adecuado a una sociedad madura, sin que por otra parte se haya condenado, previamente y explícitamente, el sistema anterior, absolutamente reprobable por su ilegitimidad, por su duración, por el atraso cultural y social que causó a España y por haber tergiversado la verdad de manera tan inicua y tan prolongada: la mentira de sus consignas, lo injusto de sus sentencias por presuntos delitos políticos (como el llamado “auxilio a la rebelión”, dando por sentado que la suya no lo había sido) etc. etc.
La rectificación de la historia según la contó el franquismo debe ser uno de los objetivos de la EpC.
Aparte de este principal objetivo que será aquilatar el concepto de democracia verdadera, habrá que tener en cuenta otros contenidos, en consonancia con los deberes y derechos a los que nos llama la vida actual en las sociedades desarrolladas. Enumero algunos de estos contenidos de manera sucinta:
a) el aspecto sanitario (por ejemplo, el que se refiere a las cacas de los perros)
b) el ecológico (el que hace referencia a los reciclados, recogida de pilas, clasificación de basuras en sus respectivos contenedores, etc.)
c) el estético (las pintadas, la grafomanía, que tanto desdicen de una buena educación ciudadana)
d) el económico (la economía siempre fue parte de la buena educación: ahorro de bienes escasos, como el agua, ahorro de energía, etc.)
e) el ético (la proverbial ‘honradez’ que debe caracterizar al buen ciudadano, rechazo de la corrupción política, respeto a las normas de circulación, etc.)

En fin, a este tenor se pueden ir perfilando los contenidos didácticos de esta disciplina, absurdamente demonizada por unos prejuicios que, en último término, van buscando el descrédito de la democracia misma.

sábado, febrero 07, 2009

DE LO SICALÍPTICO A LO ESCATOLÓGICO



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No es mucha la distancia que hay entre lo uno y lo otro, sobre todo cuando consideramos que el Sumo Hacedor, o la Naturaleza (Deus sive Natura, como decía el filósofo Spinoza) colocó el sexo en proximidad de los conductos excretores: inter faeces et urinam nascimur, notaba San Agustín (‘nacemos entre los desaguaderos de la orina y de las heces’) Tanta es la vecindad, que en Medicina se asocian en una misma
especialidad las disfunciones del aparato génito-urinario.


Lo sicalíptico (según el diccionario de la RAE) es aquello que denota ‘malicia sexual o picardía erótica’. Lo escatológico (acepción 2) es lo que se refiere a las deyecciones: la micción o la defecación. Tanto la una como la otra se consideran acciones verecundas, a las que se suele hacer alusión, a menudo, mediante eufemismos y rodeos o circunloquios: hacer aguas mayores o menores (por defecar u orinar) y otras expresiones por el estilo. Las personas educadas evitan referirse a las llamadas ‘necesidades corporales’ (hacer sus necesidades es, como sabemos, evacuar vientre o vejiga, o ambas cosas) Es tabú, entre personas de buen gusto, hacer chocarrerías sobre el particular; especialmente para evitar herir la sensibilidad de los demás.
Por esas razones yo he sentido reparos de tratar en este blog tan vidrioso asunto. Incluso he llegado a ejercer la autocensura, retirando durante 24 horas mi comunicación anterior, titulada “Adivinanzas y trabalenguas”: eran desenfadadamente chocarreras y hasta chocantes, sicalípticas y probablemente desagradables para muchas personas:
− ¿Cómo se atreve este respetable señor a escribir con tamaña desenvoltura?
Pero ocurre que soy un humanista y, en consecuencia, llevo a la práctica el principio que dice “Nada humano lo considero ajeno a mí”.
Tendré que vencer lo que llaman “respetos humanos”. Hacer de tripas corazón y…atreverme. Los antiguos filósofos cínicos (que, pese a su fama de desvergonzados, siempre me han causado respeto y admiración) hablaban de una peculiar manera de ejercer la libertad de expresión que llamaban parresía. Se ganaron así una desmedida reputación de deslenguados. Pero eran hombres honestos, a despecho de su ostensible impudor.
Prometí en mi artículo autocensurado que me iba a ocupar del tema escatológico. Pero el caso es que ya me había ocupado, hace años, de ese tema (véase mi artículo titulado “Refranero escatológico de la Baja Extremadura”, Alminar, Revista de la Diputación de Badajoz, nº 6, pp. 22-23, junio de 1979) Con esta referencia pretendo ahorrar a los lectores un paseo, quizás desagradable, por los estercoleros de la paremiología popular. Sólo diré, para hacerles saber de qué va la cosa, que el refranero escatológico recoge dichos populares en los que se dinamita la hipocresía latente en una sociedad cada vez más lejos de la Naturaleza. Y el revienta-tópicos utilizado (digamos, el explosivo) es el del consabido cóctel verbal caca-culo-pedo-pis.
Ahí van unos cuantos ejemplos de ese género, que en el artículo mencionado se me quedaron en el tintero, o en la estilográfica, pues ya no había tinteros por esa fecha:

- Peer más alto que el culo (Malpartida de Plasencia) : Se dice de la persona que pretende aparentar más de lo que le permiten sus posibilidades.
- Habla limpio o sucio: si te tapan la boca habla por el culo (Retamal de Llerena) Cuando coartan tu libertad de expresión, dedícales el desprecio más sonoro * *
- Después del peo dao apretá el culo es excusao. (Aceuchal) Cuando ya se ha metido la pata, o cometido una indiscreción, es inútil tratar de arreglarlo.

Hay, en fin muchas otras expresiones por el estilo: peer en botijo, estar más atrás que el culo, mear fuera del tiesto, etc. etc.

Y basta por hoy de esta filosofía popular, verdadera perla de estercolero, digna de figurar en un museo etnográfico, como una herramienta lingüística ya cada vez más en desuso.

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* El Manneken Pis, en Bruselas

** Lucano se burló de Nerón, recitando un verso del poetastro tirano, al tiempo que soltaba un sonoro pedo en las letrinas públicas: Sub terris tonuisse putes (‘Parece que ha tronado bajo el suelo’)

viernes, febrero 06, 2009

ADIVINANZAS Y TRABALENGUAS

* Cerámica griega que representa a Edipo dialogando con la Esfinge




Las oí en mi pueblo, hace ya muchos años. Eran más o menos picantes, como casi todas las adivinanzas, chascarrillos y coplas festivas populares, aderezadas con el típico y saludable ajo piporro. Adivinanzas como la de “rajao, rajao, y con pelos a los laos”; que, como todos podemos imaginar, se refiere al ojo rodeado por las pestañas.
Los trabalenguas estaban pensados a propósito, para hacer pronunciar a los incautos palabras malsonantes, indecentes o sicalípticas (si queremos ponernos finos)

He aquí algunos ejemplos, seguidos de un breve comentario aclaratorio:
. Los cojines del obispo, los cajones del altar: ¡qué cojines, qué cajones, qué cajonazos serán! (¡Cuídate de tocárselos a nadie! De seguro que se enfadará)
. La madre y la hija van a misa: la madre pisa paja y la hija paja pisa. (Cuidado, hija, con lo que pisas)
. En un cuarto me metí con tres cuartas de jollín. El jollín jedía y yo juía. El jollín jediendo y yo juyendo. (El hollín molestaba, a veces, más de la cuenta)
. Por la chimenea va un mico y los dientes me enseñó. Los dientes del mico, mico, del mico los dientes ño. (Cuida, niña, de no enseñar los dientes de tu mico)

Otro día hablaremos de los refranes escatológicos y de su razón de ser.