La silueta del llamado "toro de Osborne"
según el diseño del cartelista Manolo Prieto
Como ya sabemos, existen animales em-blemáticos, represen-tativos de un país o nación, bien sea moderna o antigua. Así la loba siempre la vemos asociada a la Roma primitiva y la lechuza a la Atenas clásica. El oso, como animal emblemático fue, alguna vez, representativo de Rusia, pero también lo encontramos en el escudo de Madrid, ciudad conocida como la “villa del oso y del madroño”. El nombre antiguo de Madrid, según nos relata el humanista holandés Enrique Cock, fue Ursaria, debido a la abundancia de osos en sus cercanas montañas. Luego, tras consolidarse la conquista romana se añadió el nombre de Mantua Carpetana (cf. “El Madrid de Felipe II, visto por el humanista holandés Enrique Cock”, por V. E. Hernández Vista, Instituto de Estudios Madrileños, Madrid, 1960, vv. 47 y 54) Todo esto es, más o menos, leyenda; sin que existan más referencias concretas en los antiguos historiadores y geógrafos griegos y latinos.
Pero hablando de animales emblemáticos, el que con más antigua prosapia representa a España creemos que es el toro. Especialmente si tenemos en cuenta las pinturas rupestres y otras representaciones primitivas como pueden ser los llamados “toros de Guisando”. Se dirá que el animal que más se representa en esas pinturas es propiamente el bisonte, el primitivo toro salvaje. Algo así como el abuelo del actual toro de lidia.
A todo esto hay que añadir que el perfil geográfico de la Península Ibérica semeja el de una piel de toro extendida. Una de las más usuales perífrasis para referirse a España es la que la nombra como “la piel de toro”.
El toro como animal totémico es invocado por el poeta Miguel Hernández (“llamo al toro de España”) para que se revuelva contra aquellos que pretenden someterlo, privarlo de su libertad, lo que se dice castrarlo. Fue una apelación dramática, pero ya sabemos que en las lides taurinas prevalece la astucia sobre la bravura y la valentía. El toro de España estaba destinado al sacrificio y en aquella ocasión tenía que cumplirse su “sino sangriento”:
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
con un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle, con un fruto.
Al “toro de España” hay que defenderlo con otros recursos de la inteligencia, muy especialmente con el de la cultura. El pueblo cultivado difícilmente consentirá que lo vuelvan a torear en ninguna plaza de toros, sea de Badajoz o de cualquier otra ciudad de España.