domingo, noviembre 21, 2010

¡NO TOQUÉIS CUELGAMUROS!

Imagen tomada de Internet


¡Insensatos, no toquéis Cuelgamuros!
No le toquéis los cataplines a Paco Jones Franco. Después del Cid, nadie ha ganado batallas póstumas (jurídicas, sobre todo) más que él. (No sé si escribir con mayúscula este pronombre personal: Él). Pero, entonces, Franco sería Dios. (Pues claro: a eso vamos. ¿Crees tú que pensaban lo contrario quienes le colocaban bajo palio?) Ni la Virgen, vaya. Porque a ésta se le cantaba en una loa, en las manifestaciones populares de las procesiones:

¡más que tú solo Dios, solo Dios! *

mientras que a aquél se le podía aplicar el latiguillo de

¡tú vives como Dios, como Dios!

No. No toquéis Cuelgamuros, el sueño faraónico del Caudillo. Allí está el trabajo de cientos, de miles de esclavos. Tantus labor non sit cassus: que no sea en vano tanto trabajo. ¿Quién sabe si el Valle de los Caídos será el Valle de Josafat, el de los resurrectos que esperan la justicia que nunca les llegó?

Fijaos bien: esta cruz del Norte mira hacia el Sur. En esta posición, lo que para nosotros es la derecha es para Dios la izquierda. Si el Hijo está a la derecha del Padre, el Padre está a la izquierda del Hijo. ¿Dónde estarán, pues, los buenos? A la izquierda del Hijo. No nos liemos con la izquierda y la derecha.

Cuelgamuros debe permanecer. En su explanada hay áforo suficiente para las doce tribus de Israel, que se darán cita, a toque de trompeta, en el Valle de Josafat. La puesta en escena del Juicio Final muy bien podría tener lugar allí. Y el Caudillo, resurrecto, por fin respondería “ante Dios y ante la Historia”, como él decía. Con toda la cristiandad por testigo.

Y José Antonio tal vez diría, en su propio descargo, que él no fundó la Falange para asesinar compatriotas y ser la retaguardia paramilitar del régimen cainita.


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* He suprimido la tilde al adverbio sólo, atendiendo a las novísimas normas ortográficas de la DRAE

jueves, noviembre 18, 2010

DEMOCRACIA AL RALENTÍ






Nuestra democracia nació tarada de franquismo y ahí sigue con su tara. La llamada transición fue manifestando su carácter de transacción, de cambalache, no dispuesta, a transigir con el postulado indispensable de la condena del franquismo. La fecha de pasado mañana, luctuosa para el régimen, el otrora proclamado Día del Dolor (el aciago 20 de noviembre en que murieron, con un intervalo de 39 años, José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco) pudo ser (y así parecía reivindicarlo la misma ubicación de los acontecimientos) la fecha jubilosa de una reconciliación nacional, como fue, por algún tiempo, la del 20-N-02 y las de los años subsiguientes hasta el 2006. En efecto, fue en el 20 de noviembre de 2002 un día jubiloso, en el que el 'dolor' se trocó en alegría, porque en el Parlamento, los españoles que hasta esa fecha habían pertenecido a bandos distintos, estuvieron de acuerdo en condenar el franquismo, condición indispensable para iniciar juntos la nueva andadura de la democracia. La nueva derecha democrática se percató de la necesidad de dar este paso; dado que el franquismo había sido un gobierno ilegítimo, no salido de las urnas, sino surgido de un golpe de Estado; de manera tramposa, y con la ayuda de los dos líderes fascistas del momento, Hitler y Mussolini, a los que el poeta de Orihuela calificó como se merecía cada uno de ellos. Estábamos en el buen camino de la reconciliación y hubiéramos compartido la memorable fecha al menos con una alegría en común. Eso parecía querer darnos a entender el destino, o la Providencia, en la coyuntura que hacía coincidir tales sucesos. Pero, miren por dónde, tuvo que venir el paso atrás, la retractación, la vuelta a la situación previa a aquella providencial fecha capicúa del 20-N-02.



La democracia, en lo que respecta a 'marchar juntos por la senda constitucional', está desde entonces estancada, como lo reconoce el catedrático Vicenç Navarro, en un artículo de opinión publicado con esta fecha en el diario Público.es. (Hágase clic aquí)



En resumen, el 20-N vuelve a ser una fecha dolorosa para la democracia. Nos hemos anclado en la transición del que avanza, sin avanzar, sobre la cinta sin fin en la que el PP ha preferido situarnos.

miércoles, noviembre 10, 2010

LA REVÁLIDA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

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Una pregunta obvia que nos hacemos, al considerar en su conjunto la obra de MH es por qué un poeta, que estaba destinado a conectar con el pueblo, escribe, en una determinada fase de su proceso de maduración como poeta, una poesía que resulta difícil de entender, que no conecta con el pueblo llano, ni aun resulta accesible a buena parte del público que pudiéramos considerar preparado.
La respuesta es que esa poesía no va, en principio, dirigida al pueblo, sino a la élite. Su destinatario es la Plana Mayor de la Poesía, que en ese momento es la Generación del 27. MH, que recala en Madrid a principios de los años 30, se considera el aprendiz que aspira a ingresar en el gremio de esa generación poética a la que, por edad, no pertenece, ni de cuya formación universitaria participa. Frente a los maestros de la generación, él es un aprendiz, bien que en una fase muy cercana a la de oficial, para adoptar la terminología de los gremios: aprendiz, oficial y maestro. Este último grado se alcanzaba mediante la ejecución de una obra maestra. Miguel, que ya había adquirido cierta destreza en el oficio, se impone a sí mismo, de manera voluntaria, dar a esa élite una prueba de aptitud para el ejercicio de la poesía. Y su libro Perito en lunas es la prueba acreditativa de esa aptitud.

Si los maestros del 27, entre los que había varios catedráticos (Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego…) hubiesen tenido que juzgar el libro del autor novel de acuerdo con el criterio académico del ‘dominio de la técnica literaria’, tendrían que haberle concedido la máxima calificación. El poeta manejaba con soltura las reglas de la métrica, las figuras literarias no tenían secretos para él: la metáfora, la sinécdoque, la metonimia… Se atrevía hasta con las más sofisticadas, como el hipérbaton, y le tomaba la medida, en un osado marcaje, al supremo gurú del 27, al mismísimo don Luís de Góngora, a quien la generación había elegido como patrono, aprovechando la efeméride del tercer centenario de su muerte.

El presuntamente ‘rústico’ pastor se regodeaba remedando con cierta ironía zumbona las muletillas y los ‘tics’ gongorinos. En el fondo, estaba hasta el gorro de su remoquete de poeta pastor, con el que lo habían presentado en sociedad, tanto la Gaceta literaria como el semanario Estampa. Este ‘pastor’, trasplantado del paraje bucólico del campo oriolano, podía ser un Amyntas, un Títyro o un Melibeo. Lo que, desde luego, no se podía decir de él es que fuese un ‘rústico’ (rusticus es, Corydon). MH distaba mucho de ser ‘rústico’ y, no digamos, Corydon.

Lo que pasa es que la Plana Mayor de la Poesía del momento, la Generación del 27, no se dignó calificar, ni siquiera con criterios académicos, el brillante ejercicio del alumno. Lo tomó por su lado menos favorable: el de la escasa o nula comprensión del texto para el lector corriente.

Pero MH sólo quería demostrar que dominaba el oficio. Y que merecía, con todo derecho, el título de perito, palabra que entre las profesiones al uso de la época, servía para designar las titulaciones menores de ingeniería.

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* Cartel del Homenaje a Miguel Hernández, el pasado día 12 de noviembre, en el que intervino el profesor J.L. Ferris, biógrafo del poeta, y yo mismo. El acto fue organizado por el Seminario Humanístico Zafrense, en colaboración con la Asociación de Escritores Extremeños.

martes, noviembre 02, 2010

La transmisión del mensaje poético





Musa, di tu oráculo y yo lo interpretaré


(Píndaro)



Poeta: intérprete de las Musas. Crítico: intérprete del poeta. La correa de transmisión, sin embargo, está incompleta, si tenemos en cuenta aquello de “Ab Iove principium”. El principio absoluto de la poesía sería, según esto, Júpiter: Zeus. Dios. Y, después de él, vendría Apolo, el Musageta: el maestro de coro de las Musas:



Quae Phoebo pater omnipotens, mihi Phoebus Apollo
praedixit, vobis Furiarum ego maxima pando. *

(lo que el Padre Omnipotente reveló a Febo, y Febo Apolo me reveló a mí, yo, la mayor de las Furias, os lo revelo ahora a vosotros)

Incluso las Arpías eran intermediarias entre Zeus y los seres humanos: el crítico literario sería el último eslabón, el menos divino, pero el más humano. Y, por ende, el más sujeto a error. De modo que la secuencia completa que recorre el mensaje poético hasta llegar al destinatario es: Zeus, Apolo, Musa, poeta, crítico. Toda una serie de intermediarios hasta llegar al lector. Ahora bien, esto es sólo una mera hipótesis de trabajo. Please, no lo tomen demasiado al pie de la letra. El crítico literario es, en todo caso, el intérprete del poeta, el que hace lo posible porque el mensaje de éste (si está cifrado, o es poco claro) llegue al destinatario final que es el lector.
Claro que el poeta podría, si quisiera, interpretarse a sí mismo. Algunos poetas, en efecto, han glosado su propia poesía. Lo hizo, por ejemplo, San Juan de la Cruz. Lo hizo Miguel Hernández cuando explicó, por medio de unos dibujos, su “Elegía media del toro”. Hoy, con los medios que la técnica pone a nuestro alcance, este mismo poema se puede aclarar perfectamente en un video que contenga los diferentes lances de una corrida.
Otros poemas de la etapa oscura, sibilina, de Miguel Hernández, están aún por descifrar. Quiero decir: No han sido glosados. Para el que quiera intentarlo, recomendaría aquí el libro Vocabulario de la obra poética de Miguel Hernández, de la profesora Marcela López Hernández (edic. Universidad de Extremadura, 1992)
Aquí voy a intentar una glosa de otro de los poemas taurinos de Miguel. Me refiero al titulado “Plaza”, es decir, el coso taurino. Comienza con una tirada de tres metáforas. Son las siguientes: “Corro de arena”, “noria de sangre horizontal”, y “concurrencia de anillos” (las tres van referidas al ruedo) Le sigue otra referida a los palcos: “marzos lluviosos de mantones, nutridos de belleza deseada”. Por último, los tendidos, en general. Se los ve como “humanos culebrones” (por las curvas, si no por los silbidos) Se trata de un público enardecido y exigente.
¿Qué piden? A los toriles, toros; / al torero le exigen el portento; / y caballos de más al as de oros.

En los palcos lucen bellas mujeres, ataviadas con mantillas. Hay en sus ojos, como en la plaza, sol y sombra. Pupilas luminosas y sombreado (rímel):

Sol y sombra en el ojo y el asiento:
avispas de momento



‘Soles y sombras’, también, en los asientos. Un público exigente y un griterío (‘¡Que salga el toro!’, ‘¡No lo piques más: lo vas a matar!’, ‘¡Arrímate, maula!, etc. etc.)
La plaza es “concurrencia de anillos”: “victoria de la circunferencia”. Esta disposición en anillos concéntricos recuerda los anillos de Saturno y por eso, en otra ocasión, se llama a la plaza “el Saturno de sol y piedra”. Los dos primeros anillos, a partir del ruedo, son los que forman las tablas y la barrera. En medio de ellos está el callejón. Estos primeros anillos son auténticas defensas: “paladiones”. A trechos, se distribuyen los burladeros (“refugios de madera”, que dice el poeta en otra ocasión).
En cuanto a los palcos, que el poeta llama “marzos lluviosos de mantones”, hay posiblemente una reminiscencia subliminal del refrán que dice “marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso”. Estoy por pensar que el poeta trastabilló un poco la memoria y adelantó a marzo las lluvias de abril. Posiblemente, se podría atribuir mejor a los mantones y mantillas el meteoro del viento, mediante el adjetivo ‘airoso’: “marzos airosos de mantones…”. No sería la primera vez que el poeta aplicaba el adjetivo ‘airoso’ en la doble acepción de ‘garboso’ y de ‘lo que produce viento, al revolearse’. Así en el poema “Elegía media del toro” habla del “crimen airoso del capote”.
Por último, ese público exigente al que nos hemos referido más atrás pide “caballos de más al as de oros”. Aquí la metáfora hace referencia al juego de naipes: el as y el caballo son sendas figuras de la baraja. En las antiguas corridas en que los caballos de los picadores no llevaban peto, ocurría con frecuencia que los caballos tenían que ser sustituidos, por los frecuentes despanzurramientos que sufrían durante la suerte de varas. Tenía que haber caballos de repuesto: “caballos de más”.
Pero, ¿qué es lo que el poeta llama el “as de oros”? Puede ser el ruedo de arena dorada. Puede ser el toro (“ínsula / de bravura / dorada / por exceso / de oscuridad”…)
En todo caso me falta consultar el Vocabulario de la obra poética de Miguel Hernández.
Pero hoy es fiesta y no se abre la biblioteca. Así que diremos aquella muletilla del humorista José Mota que mi nieto se encarga de remedar:

− Hoy, no. ¡Mañana!


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NOTA:


(Consultado el Vocabulario de la obra poética de Miguel Hernández, leemos que, según la autora, "el as de oros" sería el torero, 'estrella de los toreros vestido de oro'. Interpretación que no acaba de convencer. Nos quedamos mejor con 'el redondel de arena dorada que es el ruedo'. Como redondo es el 'as de oros'. Así serían tres las demandas del público, cada una dirigida a una cosa, o una persona: A los toriles se le piden toros; al torero, que haga maravillas ('el portento'); y, finalmente, al ruedo mismo, 'que tenga caballos de repuesto'.
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* Verg. A. 3.251-2