domingo, enero 21, 2007

¡VIVA EL TANGO!

Mi amigo argentino Hildebrando Céspedes (Brando para sus amistades) me acaba de enviar, desde su “Buenos Aires querido”, como presente del Año Nuevo, una espléndida colección de tangos, distribuida en cuatro CDs, un muestrario de lo más completo de la historia del tango que haría las delicias incluso del porteño más exigente.
La selección de Brando incluye, junto a piezas que hicieron época y que son y serán éxitos permanentes, otras piezas rarísimas que tuvieron éxito en su día y que después, con el paso de los años, fueron relegadas al olvido. Salvo que todavía hoy, en algún lugar ignorado, algunos las recuerdan porque formaron parte de las vivencias de su juventud y las han transmitido, como un delicado tesoro, a sus descendientes. Este es el caso del tango titulado “Alma de payaso”, que yo oía cantar a mi madre y cuya letra, mecanografiada por mi padre en alguna de aquellas Hispano-Olivetti antiguas del ayuntamiento de Aceuchal, encontró un día mi hermana entre los papeles de nuestra madre:
Alma de payaso,
no ves por qué las congojas
son flores que se deshojan
igual que tu ilusión.
Ríe tú, payaso,
esa es tu misión,
¡Qué importa que dentro
te llore el corazón!

Esta canción, de comienzo de los años 30, debió de sonar con frecuencia en los dancings de la época. Los jóvenes de entonces la sabían al dedillo y alguna enamorada llegó a bordar en el pentagrama de un pañuelo sus notas melódicas, como vemos en un primoroso trabajo del Museo Etnográfico de Olivenza (Badajoz)
El tango en cuestión es casi coetáneo mío: mi madre estaba novia todavía con mi padre (1930) Yo nací unos años después.
Me cuenta Brando (un verdadero entendido en la materia) que las versiones originales que hicieron Agustín Magaldi (1930) e Ignacio Corsini (1932) “fueron destruidas o arrojadas a la basura cuando la empresa disquera Víctor hizo una ‘limpieza total’ para dedicar el espacio de las matrices a un escenario donde músicos y cantantes grabarían sus audiciones en la nueva técnica de los discos Long Play de 33 ½ rpm”. Pero –añade– “por suerte, la empresa discográfica Columbia, que también remodeló sus estudios, tuvo mejor razonamiento al grabar en cintas magnéticas el material que se disponía a dar de baja. Gracias a esta acción, hoy tenemos registros de muchas obras de grandes músicas de todos los géneros, entre los que se encuentra el tango tan buscado por nosotros dos”
Curiosamente, el autor del tango, apodado “Pocholo” (Adolfo Pérez Gutiérrez) había vivido muy cerca del domicilio del propio Brando. Era hijo de padres españoles y falleció en 1977, a los 80 años de edad. Datos todos que debo a las diligentes pesquisas de mi buen amigo.
Gracias, amigo Brando, por tu magnífico regalo. El tango es la expresión más genuina del alma criolla, el tesoro imperecedero de vuestro folklore.
Siempre me deleité en la contemplación estética de este ritmo genial, en el que la fémina juega a ceñirse al varón como una liana, en ademanes sensuales y lúdicos amagos sugerentes de la copulación.
Y, aunque estén ya próximas a secarse “las pilas de los timbres”, todavía hoy, al conjuro de vuestros compases, se rejuvenece el espíritu y se recupera mágicamente, siquiera por momentos, entre las cenizas del tiempo, un ascua encendida de la juventud.

viernes, enero 19, 2007

POETAS EN SAN ATÓN (II)


















FRANCISCO SÁNCHEZ (Néstor Rodín).-
Conocí a Paco Sánchez cuando él estaba en segundo de Teología. Pero mi amistad con él sólo se afianzó a partir de 1948, su último año en el Seminario. Ese año cantó misa Paco. Yo tenía 15 años. Mi amistad con el teólogo tenía exclusivamente intereses literarios. Digo esto porque resultaba ciertamente raro que fraguaran amistades entre seminaristas pertenecientes a comunidades distintas. Cuando se daban, lo más frecuente era que la palabra “raro” pudiera entenderse en el sentido del vocablo inglés “queer” (sinónimo de “gay” en su acepción de homosexual)
A mí me gustaba cómo escribía Paco, tanto en prosa como en verso. En prosa, uno de sus primeros trabajos que conocí fue el relato del martirio de un cura de su pueblo. Se llamaba Tomás Carmona y fue fusilado el 11 de agosto del 36 por los facciosos del Frente Popular, aquella pandilla de imbéciles que convirtió a los religiosos en el principal objetivo a eliminar de su revolución social.
El relato del crimen impactó especialmente la sensibilidad infantil del futuro poeta y éste supo plasmar en una narración llena de primores estilísticos el trágico suceso. Paco leyó su relato un tanto azoradamente, en presencia del obispo Alcaraz Alenda y del Seminario en pleno. Fue desgranando nerviosamente el texto, salpicado de metáforas y elegantes expresiones que aún recuerdo: “barbas pavorosas”, “moteado de olivos”, etc.
Otro relato suyo en prosa poética fue una novela por entregas cuyo primer capítulo él inició en la revista de las festividades que se titulaba CHUMBI. Se trataba de una novela de literarias truculencias, cuyo título era Cuando de mi molino. El molino era el que estaba en la huerta donde los teólogos se reunían en la hora del recreo. Novela de misterio y terrores nocturnos en la que a veces aparecía la luna “como un ojo ensangrentado”.
En la lírica, Paco nos dejó romances inolvidables, como los titulados “Alba en Nazaret” y “A un pajarillo”. Este último apareció en el “Chumbi” y lo voy a transcribir como muestra de su buen hacer, de sus primores líricos.
Tenía Paco, “Néstor Rodín” (no pronunciar Rodén, pues Paco pronunciaba a la española) un cierto don para nominar las cosas. Lo demostró en más de una ocasión. Así, cuando se constituyeron los equipos de fútbol de la comunidad del Seminario Mayor (filósofos y teólogos) Paco fue el encargado de buscar un nombre para el equipo de los filósofos, ya que él estaba en esa comunidad por entonces. Por los teólogos fue encargado de hacerlo Paco Horrillo. Éste, que era lector fervoroso de Rubén, eligió para su equipo el nombre altisonante de Olímpico Azul (dos adjetivos inequívocamente rubenianos). Paco Sánchez, Néstor, dio a su equipo un nombre sonoro y significativo, poniéndolo bajo la advocación de la patrona de los filósofos, Santa Catalina de Alejandría. Un nombre de resonancias eufónicas, bizarro y avasallador: Catalín Royal (pronúnciese esta última palabra a la española, no a la inglesa. No es como si dijéramos la Royal Army, sino como el clarinazo castrense de dos palabras agudas en castellano: Catalín Royal)
El don nominativo de Paco se refleja también en la transformación verbal de las expresiones con que en el Seminario se aludía eufemísticamente a las necesidades fisiológicas: hacer lugares mayores” o “lugares menores” (respectivamente, defecar u orinar). Paco extrajo sendos verbos de cada uno de aquellos adjetivos y creó los neologismos “mayorear” y “minorear”, respectivamente.

Por último, he aquí transcrito su poema “A un pajarillo”, que fue leído en una de aquellas solemnidades en las que todos aguardábamos, con expectación, la lectura gratificante del “Chumbi” en el co
medor, a los postres de una comida extra.


Leyó este poema Daniel Jiménez Barrigós.


A UN PAJARILLO
(Néstor Rodín)
¡Pájaro feliz en vuelo,
pájaro solo en la tarde!
Un corazón va perdido
por los caminos del aire,
horadando el ancho cielo,
libre y contento, sin nadie.
Vuela y vuela raudamente
el pájaro sobre el valle,
cervatillo con dos alas,
copo de pluma y de carne,
y en lo azul clava su pecho
sin que los ojos lo alcancen.
En el hontanar lejano
le está esperando el ramaje;
pero el pájaro inaugura
su vida junto a los ángeles,
desamparado en el viento
que inmenso cauce le abre.
Hacia lo triste y secreto
huye el pájaro en la tarde
y escapa, viajero y solo,

de la luz y del paisaje.
¡Pájaro feliz en vuelo
que todas las rutas sabe!

Un día se morirá
¡y no ha de saberlo nadie!













domingo, enero 14, 2007

POETAS EN SAN ATÓN (I)


Tengo, de mis años de estancia en el Seminario de Badajoz, el recuerdo vivo de los compañeros poetas. Eran como los hermanos mayores, “hoi presbýteroi”, como se diría en griego: ellos estaban en los estudios de Teología, o Filosofía, mientras yo andaba aún por los de Latinidad. Se llamaban Francisco Sánchez, Pedro Belloso, Francisco Cañamero. Todos ocultaban pudorosamente (o quizás coquetamente) sus nombres de pila y se habían rebautizado en la cofradía de las musas con los correspondientes seudónimos: Paco Sánchez pasó a llamarse “Néstor Rodín” (pronúnciese Rodín, no Rodén, pues no es francés, como el nombre del escultor homónimo, el famoso autor de El pensador). Pedro Belloso era “Alas Adolfo” y Francisco Cañamero era “Nazario Ortiz”. Comenzaré hablando de este último del que guardo, además, imagen pictórica o, como yo suelo decir, “síntesis fisonómica”.


1.-FRANCISCO CAÑAMERO (“Nazario Ortiz”)
Para describir físicamente a Cañamero podríamos utilizar claves lorquianas: tenía, como el Dalí joven, “la voz aceitunada”, pero era también, como el Camborio, “moreno de verde luna”. Cabello negro, barba prieta y azulenca, frente huida. Diariamente, mientras la comunidad en hileras se iba remansando parsimoniosamente en el comedor, le veía desfilar ante mí –bruno, cabizbajo, recoleto– para ocupar su puesto en el refectorio. Sus rasgos fueron decantando en mi subconsciente y un día dibujé su caricatura, que tuvo un gran éxito y que me valió ser nombrado colaborador gráfico de “Chumbi”, la pequeña revista de humor que se confeccionaba íntegramente a mano y salía en las grandes solemnidades.
Hombre de musa obediente, amartelada y sumisa, siempre dispuesta a complacer a su dueño, él mismo era servicial cuando se le pedía colaboración en los asuntos que atañían a la creación literaria:
– Cañamero, escríbenos un himno para Santa Catalina (Y Cañamero traía, al poco tiempo, la composición solicitada)
– Cañamero, una letra, por favor, para esta cantata de Bach (Y Cañamero se ponía manos a la obra para tener en un plazo mínimo listo el trabajo)

A través de su musa galana, los filósofos le cantaban a Santa Catalina: “Somos nosotros los que a la altura / de tus miradas alzan la voz,/ arde en los pechos tu alta ventura,/ deja que incendie tu luz madura / a estos filósofos de Badajoz”

Nazario Ortiz, Cañamero, gozaba de la general estimación y aprecio de sus compañeros. Sólo que el talante jocundo de aquellos verdes años nos inducía, a menudo, a disolver en chanza ciertos alardes líricos. Sabíamos que Cañamero era millonario de metáforas que prodigaba fastuosamente. Esto hacía que la jovial patulea acogiera sus actuaciones con una bulliciosa expectativa de divertimiento. Especialmente en los sermones de ensayo todos esperábamos verle producirse como poeta, ver funcionar su resorte lírico. Y por la asamblea tronaba el rumor del regocijo colectivo tan pronto como Cañamero soltaba su primera metáfora. Algunas de éstas hicieron época, como aquélla de “fletémonos para la eternidad”. Y hablando en otra ocasión de la pesca milagrosa y de Cafarnaún, se refirió a “la ciudad que, curiosa, olfatea el Tiberíades, nervioso de sol”.

Murió Cañamero en el año 80, a las puertas del invierno. Muchos de sus poemas se publicaron en las revistas poéticas del momento: Estría, Olalla, Jaire... Sólo muchos años después de su muerte se publicó un libro suyo, El Dios gozado (1990) una colección de poemas navideños. Es lástima que otros temas poéticos no se hayan recogido en libro. Yo conservo copia mecanografiada de un poema que él me regaló (“Salmo del corazón enfadado”) y, en la memoria, dos sonetos: uno publicado en el boletín del Seminario (¿1949?) dedicado a la Virgen de Fátima, y otro escrito con motivo de la celebración de su primera misa. Este último se publicó en la revista Jaire.
Lo reproduzco aquí:

Se ha azucenado Dios. Ya he dicho misa.
Detrás de los milagros hubo fuego.
Le comí sin quemarme. Anduve ciego
jugando con Dios mismo entre la brisa.

Dios me tuvo colgado en la sonrisa
de su divinidad. Lo supe luego.
Me navegó la luz donde navego,
Pero se fue enseguida. Tuvo prisa.

Se ha azucenado Dios. Nadie lo sabe.
Nadie puede saber que nace y muere
en el tiempo, mortal como el segundo.

Pero yo sí que sé que mi Dios cabe,
que ha cabido en mis dedos y que quiere
diariamente caber dentro del mundo.


El único poemario impreso que conozco de Cañamero es el citado más arriba, que fue editado por el sacerdote pacense Manuel Gago, en 1990. Es lástima que no se haya hecho posteriormente ningún esfuerzo por publicar una obra lírica, sin duda más amplia, y cuyas calidades poéticas están fuera de toda duda.
Desde aquí hacemos una llamada a los depositarios de su obra y especialmente a los miembros del Opus de la diócesis pacense, organización a la que perteneció el poeta en los años inmediatamente anteriores a su óbito.
Merecería la pena conservar una obra de indudable calidad
poética
.

miércoles, enero 10, 2007

POR FIN, LAS ACTAS DEL CONGRESO DE FREGENAL (2001)

El congreso se celebró hace ya cinco años, en octubre de 2001, del 15 al 19, ambos días inclusive. Las sesiones de lectura de ponencias y comunicaciones, así como diversos actos culturales complementarios del evento (conciertos, exposiciones, etc.) se celebraron en Fregenal, excepto el día de excursión a la Peña de Arias Montano, en Aracena, el día 18. Ese día la única sesión de trabajo estuvo ocupada por la ponencia del profesor Maestre, de la Universidad de Cádiz. Fue un día lluvioso y desapacible. En la capilla de la Peña, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, donde tuvimos que refugiarnos nada más apearnos del autobús, escuchamos con evidente interés la exposición del profesor Maestre, particularmente quienes (como era mi caso) habíamos dedicado algún estudio al texto que fue objeto de glosa por el ilustre catedrático. Se trata de una oda sáfica en latín, dedicada a una fuente por el polígrafo frexnense, fuente que, como todos habíamos creído hasta ese momento, era la que, cerca de la ermita, derramaba por la ladera su abundante caudal. El profesor Maestre, pertrechado de la más apabullante documentación, pronto nos iba a sacar de nuestro error, para hacernos ver que los versos latinos de Montano se referían a otra fuente, perteneciente a un lugar muy distante de aquél, no en Sierra Morena, como la fuente de la Peña, sino en la cordillera Central también llamada Carpetana, cerca de Segovia. La palabra que puso al sagaz profesor en la pista de su sensacional descubrimiento fue el nombre de un santo, mencionado en la oda, nombre que ya no figuraba en los santorales al uso, por hallarse lo que hoy diríamos “descatalogado”. Este santo para nosotros inaudito se llamaba, precisamente, Audito, y poseyó en el siglo XVI un monasterio en el lugar cerca del cual se ubica la fuente que Montano celebró en versos sáficos. El estudio de Maestre constituye un brillante trabajo de investigación. Aparte de la ubicación de la fuente, la localización del santo que allí se menciona y la probable fecha de composición de la oda (los años de Teologado del Montano juvenil) se resuelven, de manera convincente, determinados problemas hermenéuticos referidos a la transcripción, como la lectura correcta de la palabra “iungier” (unir) que los diversos anteriores intérpretes de la oda nos habíamos empecinado en leer “lugier” (llorar), teniendo que inventarnos, para el caso, una forma paralela del verbo “lugére”, ‘llorar’, que fuese de la tercera conjugación, no de la segunda, como es en realidad “lugere”. No habíamos percibido que lo que interpretábamos como una ele (‘l’) no era sino una ‘i’ longa y que lo que creímos una simple tilde era un signo de nasalidad, de los muchos que aparecen a lo largo de la oda. Y, por último, lo que Montano quiso decir con el verbo “crepet”, referido a la culebra visitante de la fuente, no era que la bicha se asustase con un ruido misterioso que la espantase de allí, sino que el ruido fuese, precisamente, el del estallido producido por la propia bicha al reventar, por haber osado acercarse a un lugar protegido por la Virgen como era la fuente. Con lo cual se cumplía la profecía del Génesis “Ella aplastará tu cabeza” (3.15) No había, pues, que pensar en truenos intempestivos, o en crujidos misteriosos. Lo que el bueno de Montano deseaba a la bicha que osara acercarse al lugar donde manaba el agua cristalina y purísima era… que estrumpiera (como solíamos decir antiguamente en los pueblos) o que “reventara” para que no volviera a aparecer por allí.
Me he detenido excesivamente en el trabajo de Maestre, pero existen muchos otros trabajos repartidos entre los dos volúmenes de que constan las Actas que son dignos de mención y, por supuesto, de atenta lectura.
Por lo que a Zafra respecta, quiero mencionar, por último, mi modesta aportación a este congreso, con una traducción y transcripción del prólogo latino que el insigne Pedro de Valencia compuso para la primera de las recopilaciones poéticas preparadas por él e impresas por Plantino y, después, Moreto, en Amberes. Una edición de bolsillo, sobre todo económica, que pudiera ser útil como texto para los estudiantes de Latín. Las ventajas de esta edición se explican convenientemente en el prólogo que se fecha en Zafra, el 13 de junio de 1587.

jueves, enero 04, 2007

LA PROCESIÓN DE LOS DÍAS


Desde el año pasado no he vuelto a visitar este blog, aunque el año pasado está aún a la vuelta de la esquina. Hoy, 4 de enero, vuelvo a hacer acto de presencia para reflejar algunos sucesos relativamente recientes. Uno de éstos, relativo a la política nacional (española, por supuesto) es la ruptura de la tregua por parte de la ETA, que ha vuelto a causar estragos y muerte, esta vez en la terminal del aeropuerto de Barajas. No hemos avanzado ni un paso en el proceso de paz y, presumiblemente, la situación irá a peor en las próximas semanas. Y el PP, en su PaPel de oposición dando, implacablemente, caña al gobierno, sin arrimar el hombro, puesto que las cosas no se hacen a la medida de sus deseos, es decir, llevando ellos la batuta.
Uno de los sucesos que me ha afectado en los pasados días es el traslado a mi nuevo domicilio, en Zafra, C/ San José 21. Las Navidades y Fin de Año, esas fiestas tan hogareñas, ya las he pasado con mi familia en esta nueva casa, diseñada por mi hija arquitecta, María José. La nueva vivienda es, sin duda, más espaciosa y confortable que el piso que habíamos ocupado hasta ahora.
Entre los sucesos que, también a nivel personal, me han dado que pensar últimamente está la desaparición de algunos antiguos colegas o compañeros de estudios. Uno de ellos ha sido Lucio Molina Lemus, cuya esquela vi en el periódico HOY con fecha 20 de diciembre pasado. Aquí inserto una silueta suya que corresponde a una época juvenil.





Me preocupa desde hace años la cuestión del cambio climático, uno de los problemas que tiene planteados la Humanidad en el presente y cuya solución viene aplazando de manera suicida, pese a haber reconocido la necesidad de aplicar el correspondiente remedio (Cumbre de Río de Janeiro, Protocolo de Kioto). Al tema he dedicado, sobre todo a partir de los años 80, en una serie de artículos periodísticos que recojo en uno de los capítulos de mi libro inédito Artículos de ayer y de HOY. El mito de Prometeo (el benefactor de la Humanidad que robó para ella el fuego del cielo) se nos revela ahora pleno de sentido. Con el uso del fuego el hombre se despega de los primates superiores, afirmando la propia superioridad; pero iniciando, en las combustiones, el proceso que le va a conducir, indefectiblemente, a la ruina del propio habitat. La Naturaleza está en un inquietante proceso de cambio: se derrite el hielo polar, se alteran los ciclos migratorios de las aves. Sequías y diluvios forcejean. El calentamiento global se hace patente.
Que Dios nos coja confesados, como dice el dicho popular.