domingo, octubre 28, 2012

LOS RELATOS ATROPELLADOS DE PÉREZ ZÚÑIGA

El humorista español Juan Pérez Zúñiga gozó de bastante popularidad hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX. Conoció a fondo muchos de los recursos cómicos. Uno de estos recursos, que él empleó con cierta frecuencia, tiene que ver con el tema de la entrada precedente. El efecto cómico se basa en la dislocación sintáctica, causada por la turbación emocional que se supone en el narrador (siempre en primera persona) que nos refiere un suceso del que ha sido testigo y que le ha impresionado hasta el punto de que, al tratar de contarlo, la sintaxis le sale atropellada. La excitación emotiva que padece el personaje le lleva a alterar el orden sintáctico de su relato hasta el extremo de que el suceso, generalmente serio y, a veces, trágico, deriva invariablemente hacia lo cómico. Recordaré los títulos de algunos de esos relatos: Ramón por Don funeral; El hijo de mi bautizo; Terrible Marcos en la calle de San fuego, etc.

Aquí voy a reproducir casi íntegramente este último relato, que he copiado de un viejo volumen donde se recogen todos esos relatos y algunos más, no mencionados.

TERRIBLE MARCOS EN LA CALLE DE SAN FUEGO

Casualmente fui yo siniestro presencial del horroroso testigo que ayer, a las doce de la calle, ocurrió en la noche de San Marcos, esquina a la de noticia, y aunque tengo la Hortaleza perturbada, voy a darles a ustedes una ligera catástrofe de la cabeza sensible.
Cuando yo me retiraba del humo de San Luis, vi que salía mucho café de una vieja bastante casa y observé que hasta mis maderas llegaba un fuerte olor de narices quemadas.
Cinco serenos después, el gobernador iba en aumento, los guardias tocaban sus órdenes, se arremolinaban los minutos, el mando, con su bastón de olor, dictaba juntos y los pitos corrían de unos transeúntes a otros.
¡Qué terribles tan momentos!
Antes de que comenzasen a funcionar las vecinas, ya se habían desmayado cuatro bombas y, cuando llegó el piso del techo segundo, ya se había agrietado el primer bombero. Pero como al que ayuda Dios le madruga, éste fue después recompensado por los méritos de la casa, en vista de los vecinos que había hecho.
Cuando puse la fachada en mi vista, noté que un balcón en gritos blancos daba calzoncillos desgarradores desde un vecino abierto de par en par.
− ¡¡Señor!! − exclamaba el pobre fuego con un socorro blanco en la cabeza. − ¡¡Que hay gorro en la casa!!
Y el hombre quería tirarse de calle a la puerta, viendo que no podía salir por la cabeza; mas no lo hizo, porque un valiente balcón pudo separarse del pescuezo, agarrándole por el brusco de un modo municipal.
Desde el año de la lonja existe en la casa de septiembre una acreditada revolución de comestibles, que suele estar llena de vecinas espirituosas, según me contaron unas bebidas muy amables que presenciaban, resguardadas en el voraz elemento, cómo iba el edificio apoderándose del portal de enfrente.
Los estampidos de los vecinos al reventar se mezclaban con los gritos de las botellas, y el tendero, lleno de alcohol ante la pérdida de tantos litros de miedo, se tiraba de los guardias delante de una hilera de pelos del Cuerpo de Seguridad; y si no cogió una pistola y se saltó la tienda de los seguros, fue porque tenía la tapa garantizada por una compañía de sesos.

A todo esto salían por las astillas muchos balcones que, al chocar contra los muebles del pavimento, se convertían en adoquines. Armarios de plata, prendas de luna, pianos de abrigo y cubiertos de cola caían estrepitosamente en medio de las angustias del Ayuntamiento, haciendo mayores las bombas de los vecinos y dominando a las voces de las mangas, mientras subía el agua por las autoridades, que se desenchufaban con frecuencia.
Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente guardilla que estaba encerrada en una criatura de tres padres, cuyos infames años, según me dijo el bistec del distrito, habían ido a comerse a un comisario con patatas.
¡Oh! ¡Para no conmoverse ante las voces de aquel corazón, hubiera sido necesario llevar dentro un chiquillo de piedra.
En tres pavesas y media quedó la casa reducida a un montón de horas, no pudiendo el afligido arroz salvar ni un solo grano del tendero de comestibles.

Cuando ya las burras del día lanzaban sus rayos y el astro de la leche recorría las bombas, fueron retirándose las calles, acortándose las campanas y cesando las autoridades en el triste movimiento de sus lenguas de bronce.
Todo había terminado.
¿Hubo noticias personales? Sólo ha llegado a mis desgracias que el cogote Rubio se fracturó una cabeza falsa; que al guardia 606 se le abrió la portera con un tablón, y que a la costilla de la casa se le chamuscó todo el bombero.
Y no he sabido más. ¡Ah, sí! Que las pérdidas, según informes duros, podrían ascender a unos veinte mil oficiales.
(…)
En fin, sea lo que quiera, pidamos al domicilio de todo lo creado que nuestro Señor no sea nunca llamo de las pastas; porque no hay nada que encoja tanto el incendio del más valiente como un ombligo voraz a eso de la medianoche.

HÝSTERON PRÓTERON

Con estos términos del griego se designa una figura literaria que consiste en alterar la secuencia normal de dos fenómenos relacionados entre sí como, por ejemplo, la causa y el efecto, de manera que se presenten como antepuesto el segundo al primero: moriamur et in media arma ruamur! (¡muramos  y precipitémonos en medio de las armas!) El orden lógico sería ‘precipitémonos’, primero,  y, como consecuencia, ‘muramos’. A esta forma de construcción es a lo que se la denomina ‘hýsteron próteron’. Se trata de una figura de construcción sintáctica, por alteración del orden de los hechos, afín a esa otra figura, más conocida, que altera el orden de las palabras y que se denomina ‘hipérbaton’ (mucho la emplearon Góngora y los gongoristas, de los que se burlaba Quevedo con aquello de “en una de fregar cayó caldera”)
El ‘hýsteron próteron’ se justifica porque, en la mente del que lo emplea, prima la finalidad sobre los medios que se adoptan para conseguir el fin. Así, en el ejemplo propuesto, la finalidad es ‘morir’ y el medio para lograrlo, en este caso, es ‘lanzarse en medio de las armas’. La frase, sin embargo, estaría más justificada si la segunda proposición, en vez de ir coordinada copulativa con la primera, fuese subordinada adverbial de este modo: ‘muramos, precipitándonos en medio de las armas’.
Como recurso literario, el ‘hýsteron próteron’ es susceptible de ser utilizado con un propósito cómico. Ya vimos en anteriores entradas (véase, por ejemplo, la titulada “Síntesis poéticas y comicidad (III) ) cómo los llamados recursos literarios (o síntesis poéticas) se pueden emplear con el objeto de obtener comicidad de los mismos.

Un ejemplo del recurso ‘hýsteron próteron’ empleado con fines cómicos lo encontramos en la célebre cuchufleta de Muñoz Seca titulada La venganza de Don Mendo (act. I)


Resuelto está, vive Dios.
Y, si te parece mal,
aquí mesmo este puñal
nos dará muerte a los dos.
Primero lo hundiré en ti
y te daré muerte, sí,
¡lo juro por Belcebú!;
y luego tú misma, tú,
hundes el acero en mí.


El ‘hýsteron próteron’ resulta aquí regocijante, por cuanto que presupone una secuencia absurda.

viernes, octubre 26, 2012

HILVANANDO IDEAS

No está mal empleada la expresión “hilvanar ideas”, especialmente si proviene de una persona como yo,  bastante familiarizada con la costura, ya que tuve una tía modista y una madre costurera. Esta misma circunstancia dio pie a que, de los varios motes con los que en los pueblos suelen crismarse los vecinos entre sí, a mí me aplicaran el mote de Sastre. Yo era un chaval de entre 9 y 12 años y el remoquete (que no trascendió más allá de los límites de mi calle) me lo puso un zagalón, vecino mío, y daba la casualidad de que, a él y a su familia, los conocían en el pueblo por el apodo de Pantalones. Cuando el aludido mozalbete trataba de fastidiarme, llamándome Sastre, bien podía haberle replicado:

Prefiero ser ‘sastre’ a ser ‘pantalón’.

No sé si Andrés, (a) Pantalón, mi antiguo vecino de la calle Santa Marta, andará por estos pagos o habrá ya emigrado al otro barrio. Donde quiera que estés, Andrés vecino, ahí tienes (aunque con cierto retraso) una respuesta ‘a la medida’, como corresponde a tu antiguo Sastre. Seguro que nunca te sentó tan bien el apelativo Pantalón como viniendo de aquél a quien tú habías apodado Sastre, con el propósito de molestarlo. ¿Quién mejor que un sastre podría hacerle a uno un pantalón a la medida?


Por último, iba a titular esta divagación “Puntadas sin hilo”, pero he desistido de hacerlo, porque podría parecer plagio de un título que utiliza habitualmente cierto columnista del diario Público.es. Y porque algún mal pensado podría corregirme el título escribiendo “Puntadas, sin ene”. No sé si me entienden. Creo que sí.
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* La ilustración corresponde al cuadro de G. Battista Moroni (1529-1578) titulado El sastre. La pintura se halla actualmente en la National Gallery de Londres.

PARÁBOLA DE CAPERUCITA Y EL LOBO



Si, por mor de la parábola, imaginamos la democracia española como Caperucita, se despliega un cuadro alegórico en el que aparecen los demás personajes principales del cuento: la abuelita y el lobo. Caperucita democracia es ingenua, como corresponde a su juventud. La abuela tiene la experiencia de la guerra civil, en la que le mataron al marido, o al padre. Y el lobo...es el fascismo tradicional, encarnado en el franquismo superviviente. El lobo se caracteriza por... sus orejas grandes. El personaje que sería más adecuado para el papel es un señor predestinado para el mismo, lo que deducimos de sus propios apellidos. Lo de Mayor Oreja pudiera ser algo más que una mera casualidad. El lobo suplantando a la abuelita república, algo embozado en la cama de la abuela de Caperucita, dialoga con ésta, que encuentra a la presunta abuela algo ‘rara’:

– Abuelita, ¡Qué orejas más grandes tienes!
– Son para oírte mejor.

El lobo de mayor oreja defiende los intereses internacionales del franquismo en los foros europeos.
Y va propalando por dichos foros que él vivió esa etapa de la historia de España como una "etapa de placidez". O sea, sin caperucitas rojas ni abuelas republicanas. Fue la famosa paz de los 25 años de paz. La paz de los sepulcros. En la certera frase del historiador romano Tácito: “Llaman paz al hecho de haber sembrado la desolación” (Ubi solitudinem faciunt pacem appellant, Agr. 30, 6.2-3)

¿LIBIDO O LÍBIDO?

Desde luego, 'líbido' no, pues, de entrada, la tilde prosódica no existe en latín. Y libido es, ante todo, una palabra latina. Pero no faltan los que pronuncian esta palabra como esdrújula, tal vez por asociarla al adjetivo lívido (pálido) que sí es esdrújula.Y que también existe en latín como esdrújula: 'līvĭdus'.
No así el vocablo latino libido, que es palabra llana en lo que a su pronunciación respecta. A efectos de cómputo silábico, su grafía es 'lĭbīdo' (primera sílaba, breve; segunda, larga) El acento prosódico recae sobre la larga. Como, a menudo, es utilizada por los profesionales de la salud, como un término técnico, hemos escuchado, más de una vez, que algunos de ellos la pronuncian incorrectamente como esdrújula. Y como es mi deseo que los susomentados profesionales, con estudios universitarios muchos de ellos, no incurran en ese barbarismo, voy a proponer aquí una regla mnemotécnica parecida a la que de niño aprendí de un boticario de mi pueblo que me corregía así:

Mondariz será Mondáriz / cuando nariz sea náriz *

Yo voy a imitar el procedimiento del antiguo boticario, componiendo, para la presente ocasión, un pareado con el que se recuerde que la correcta pronunciación del tecnicismo con el que se conoce el apetito sexual es libido, no líbido:

La mujer dijo al marido:
no me mates la libido.

O bien, este otro:

No des todo por perdido
si aún funciona tu libido.

Uno ha sido pedagogo y, a veces, no puede evitar que funcionen los viejos tics profesionales.

Hasta luego.

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* Véase la entrada en la que conté, por primera vez, esta anécdota











viernes, octubre 12, 2012

MUERTE, ÉXTASIS, ORGASMO

Santa Teresa, por Bernini
Hoy tengo la osadía de presentar a mis pacientes lectores, un tema nada frívolo: el que aborda las relaciones entre los tres términos que encabezan esta entrada. El más placentero de esos términos es, sin duda, el tercero que vendría a entenderse como el contrapunto del primero, una especie de consolación que nos haga más llevadero el trance ineludible que a todos nos aguarda.

Dice, a este propósito, Rubén Darío:

Nada mejor para cantar la vida,
y aun para dar sonrisas a la muerte,
que la áurea copa donde Venus vierte
la esencia azul de su vida encendida.
(Canto errante, “Balada en honor de
las musas de carne y hueso”)

O sea, el placer carnal constituye, según Rubén, un lenitivo y, en cierto modo, un recurso que nos ayuda a afrontar con optimismo ese aspecto negativo y sombrío con el que, a menudo, se nos presenta la idea de morir. El caso es que la similitud entre el orgasmo y la muerte se ha convertido en un referente de la literatura universal, en un tópico literario del que pueden obtenerse testimonios, a través de diversos autores de distintas épocas. Lo de comparar con la agonía y con la muerte el momento del climax sexual, que culmina en el orgasmo, constituye un tópico literario que viene de antiguo. Los franceses llaman al orgasmo petite mort (“pequeña muerte”) Y en este sentido se pronuncian con cierta reiteración los poetas, a través de las diversas épocas y países. Citaremos, por más próximo, a nuestro Miguel Hernández, con el verso rotundo de su “Muerte nupcial”:

Expiramos del todo ¡Qué absoluto portento!

A partir de cierto momento, el acto sexual se parece más y más a la agonía y su culminación, el orgasmo, equivale a la expiración. Los versos de Baudelaire, reflejando esos momentos, dicen:

L’amoreux pantelant incliné sur sa Belle
a l’air d’un moribond caressant son tombeau.
(De Fleurs du mal, “Hymne à la Beauté”)

(El amante, acezando encima de su amada,
parece un moribundo que acaricia su tumba)

Jadeos, suspiros, gemidos, acompañan al ritual de la sexualidad, todo lo cual contribuye a reforzar esa semejanza que se da entre el climax sexual y la agonía. Como dice Mauclair: la volupté est une agonie au sens le plus rigoureux du mot* (“el placer sexual es una agonía en el sentido más riguroso de la palabra”). Es lo que se expresa en un pareado latino citado por D’ Annunzio en su Vergini delle Roccie:

Spectarunt nuptas hic se mors atque voluptas:
unus, fama ferat quem quo, vultus erat.

Lo que interpretamos de la siguiente manera:

La muerte y el placer viéronse aquí casados:
un mismo rostro – dicen – tenían los desposados

Éxtasis, muerte, orgasmo
Quienes han experimentado el éxtasis místico nos revelan que es como una experiencia anticipada de la muerte. Citaré aquí algo de lo que entrevió mi dilecta amiga Dalila Pereira da Costa, la filósofa portuguesa fallecida en 2 de marzo pasado. De su libro A força do mundo (traducido al francés con el título de L’ expérience de l’ êxtase) copio estas palabras (p. 59):
Mas, que ser asumimos no êxtase? Aquele que aquí todos nós procuramos, o único que dá alegria na vida: o que se assemelha à morte.
Pero ese éxtasis, anticipo vivido de la muerte, tiene también una extraña y sorprendente semejanza con el orgasmo. Recordemos la imagen famosa en la que Bernini plasmó el arrobo místico de Teresa de Jesús. El rostro de la santa recuerda el de una persona en el trance del orgasmo. Si a todo ello añadimos el testimonio de San Buenaventura, tendremos el cuadro más inopinado, pero a la vez, más completo, de que el éxtasis equivale a un episodio erótico. Según se desprende del testimonio de San Buenaventura, lo que les pasa al místico (o mística) es que sienten un orgasmo durante el éxtasis, con derrame seminal, en el caso de los varones. Dice San Buenaventura (la cita la he visto en G. Bataille):
In spiritualibus affectionibus carnalis fluxus liquore maculantur**

O sea, “en los trances espirituales (= los éxtasis) se manchan con el líquido del flujo carnal”. Que ‘se corren’, vaya, como vulgarmente se dice.

Por todo esto (que la vida me ha ido enseñando por extraños vericuetos) cuando ahora, con la experiencia de los años, me acuerdo de aquellas charlas edificantes del bueno de Don José García, vicerrector del Seminario de Badajoz, me dan ganas de contrastar mis propias experiencias con aquellas pláticas suyas, a menudo tan impactantes. Y me acuerdo de que, según su opinión, los que tuvieran un temperamento demasiado...‛erótico’ (él pronunciaba esta palabra como si la escribiera entre comillas) no servían para el sacerdocio. Y nos citaba, en confirmación de sus afirmaciones, un texto en latín, sacado de algún documento eclesiástico, al respecto. Recalcaba mucho la palabra latina que no correspondía al tipo del seminarista ideal. Esa palabra era libidinosi, que Don José pronunciaba troceándola minuciosamente en cada una de sus sílabas: li-bi-di-no-si. Así, silabeándola.
Ahora bien, querido Don José: Todos los místicos fueron unos grandes eróticos. Y la libido no es mala en sí. Es buena para la procreación, y a este fin la ha creado la Naturaleza (Deus sive Natura) Incluso para que avancen las ciencias se necesita una cierta dosis de libido, una libido ‘sui generis’ cual es la llamada ‘libido sciendi’, una especie de apetito de saber, muy análogo al apetito sexual. La Filosofía no es más que una especie de ‘filía’. Ortega lo advirtió en su momento con no poco gracejo: "la meditación es ejercicio erótico, el concepto rito amoroso". Y, en otro lugar, insiste en la metáfora sicalíptica: "El pensamiento siente una fruición muy parecida a la amorosa cuando palpa el cuerpo desnudo de una idea".
Para qué seguir. La vida nos alecciona y, a la postre, resulta nuestra mejor maestra. Y la lección, en este caso, es que, por extraño y sorprendente que pueda parecer, hay puntos en común entre esos tres términos en apariencia dispares: el éxtasis, la muerte y el orgasmo.
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* Cit. por J. Evola en Métaphysique du sexe, (Payot, París) , p. 119
** Cf. G. Bataille, El erotismo, (Tusquets, Barcelona) p. 311

miércoles, octubre 10, 2012

EL EXVOTO A LA DIOSA JUNO DEL BALNEARIO DE ALANGE (Badajoz)


En la sala central del balneario de Alange, donde suelen esperar su turno los bañistas que van a recibir los chorros de agua fría y caliente, o a utilizar las piscinas que corresponden a una u otra temperatura, se encuentra un ara votiva con una inscripción en latín cuyo texto se reproduce en la ilustración que acompaña a estas líneas. La inscripción ha sido transcrita por diversos epigrafistas, desde el siglo XVI, en el que la transcribió el historiador Ambrosio de Morales. El presente exvoto parece ser, como la mayoría de los exvotos que luego se prodigarán en los santuarios de culto católico, el cumplimiento de una promesa por un favor conseguido. En este caso, la curación de una joven cuyo nombre es Varinia Serena. Los oferentes son los padres de la joven, que recuperó la salud gracias a la intervención de la diosa Juno. Sabemos, por la mitología, que Juno es reina consorte del padre de los dioses, Júpiter. La esposa, diríamos, oficial; pues Júpiter es un dios polígamo. Juno era, además, hermana de Júpiter, pues en la antigua mitología no se daba demasiada importancia a la promiscuidad sexual ni al incesto. Bueno, pero no conviene apartarse del tema: la inscripción. El texto, traducido al castellano, dice, más o menos: “Consagrado a la reina Juno, lo dedicaron Licinio Sereniano, varón muy esclarecido, y Varinia Etaccina, mujer preclara, por la curación de su hija Varinia Serena”.


Favor concedido, promesa cumplida. Esa es, en general, la secuencia que explica la causa y el efecto, respectivamente, del exvoto. En muchos santuarios de rito católico, con fama de milagreros, se pueden ver, en cantidad, los exvotos allí dejados por los fieles a los respectivos santos, o santas, bajo cuya advocación está el santuario. Recuerdo en este momento el santuario de la Virgen de Carrión, próximo a Alburquerque (Badajoz), en el que llamó mi atención el abundante número de exvotos prendidos en el altar de la Virgen (representaciones plásticas de miembros sanados: ojos, pies, brazos...)

Un detalle que llama en particular mi atención, referido a la presente inscripción es que el ‘cognomen’ (lo que aproximadamente correspondería al actual apellido) de la esposa Varinia (madre) se transcriba como “Flaccina”, cuando lo que distintamente se lee en la lápida es Etaccina. (Nos preguntamos si hubo una primitiva redacción del texto donde figurase Flaccina; que, posteriormente, pudo ser modificada convirtiendo la F en E y la L en T. Pero también nos viene a la imaginación el nombre de la diosa prerromana Ataecina; de culto bastante difundido en la península ibérica. ¿Podría ser Etaccina una pervivencia del culto primitivo a esta diosa ibérica? ¿La huella atávica persistente de la devoción ancestral a la Ataecina prerromana?

Lanzo estas preguntas como quien pretende sugerir una vía para la investigación. A manera de una simple conjetura de trabajo a tener en cuenta por futuros investigadores que pudieran en el futuro reunir los datos para convertir lo que es una mera hipótesis en una posible tesis científica.
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NOTA:  Un estudio muy bien documentado se puede consultar en la Revista de Estudios Extremeños, (año 1997, nº 1, tomo LIII, firmado por la epigrafista H.Gimeno Pascual) Pulsar aquí

domingo, octubre 07, 2012

COMENTARIO A LA ENTRADA ANTERIOR

Al entender la palabra Transición en la acepción concreta que se aplica a la reciente historia de España, imagino una situación parecida a la de un coche cuyas ruedas patinan en un lodazal. Es lo que llaman los franceses piétinement sur place. El coche de nuestra democracia no avanzará en tanto que patine sobre el lodazal del franquismo. Si no abandonamos ese lamedal, no conseguiremos avanzar de manera expedita por el camino de la democracia. La sociedad española necesita abandonar decididamente ese terreno, de manera que el 'rodaje' que debió ser la transición no se convirtiese en un perpetuo patinaje. Así de sencillo y así de claro. Tenemos que conseguir que personajes como Mayor Oreja no nos representen en foros internacionales como el Parlamento Europeo. No habla este señor en nombre de España y de los españoles; habla, en todo caso, en nombre del partido que le ha otorgado esa representación. Cuando justificó su negativa a condenar el franquismo (2006) empleó una argumentación de nula solidez dialéctica: "No puedo condenar el franquismo – dijo – porque yo lo he vivido como una etapa de placidez y tranquilidad política". Más o menos. Posiblemente, en su apreciación personal, incluso pudo añadir: “y de prosperidad”.

Pues mire usted, su impresión personal no cuenta en este caso. Ni siquiera importa, a fin de cuentas. A usted no se le pregunta cómo vivió el franquismo, que probablemente lo vivió bien, como lo vivieron todos aquellos que vieron sus intereses protegidos en aquella coyuntura. A usted se le pide que enjuicie objetivamente, como lícito o ilícito, bueno o malo, que unos militares se rebelen contra un Estado de derecho, contra un Gobierno legalmente constituido, defiendan los intereses particulares de un sector de la sociedad (los terratenientes y los 'ricos', en general) y organicen el exterminio sistemático del oponente político mediante un estamento paramilitar, como fue la Falange, eliminando al enemigo ideológico en la retaguardia, más que en el frente de batalla. A usted se le pide que diga si tal proceder le parece, o no, condenable. Y, si le parece condenable (como, sin duda, lo es) que emita su juicio condenatorio y admita que el franquismo organizó un genocidio histórico. El mayor de los conocidos en la historia de España. Y quiso darle visos de legitimidad en falaces consignas como la de “Por Dios y por España”. El pueblo español fue inocente de los crímenes que pudieron perpetrarse contra personas e instituciones religiosas. Si hubo un gobierno débil, que no supo atajar de principio esos abusos, nunca se debió tomar represalia en quienes no eran culpables de tales desmanes. Ni justificar la matanza general provocada por el levantamiento militar, cohonestándolo (como hicieron determinados jerarcas eclesiásticos) con el nombre de Cruzada.

Ya dijo proféticamente Unamuno aquello de “venceréis pero no convenceréis”. Y sí, vencieron, pero nunca convencieron ni convencerán para hacernos ver como buena lo que fue, desde el principio, la causa mala. El franquismo inclinó a su favor la balanza de la Justicia, poniendo en el platillo el peso de las armas. “Callan las leyes cuando las armas hablan” (Silent leges inter arma) Y se revistió de legalidad lo ilegal. Sobre todo, se hizo realidad aquel verso de Lucano: “Se otorgó legalidad al crimen” (iusque datum sceleri) Los rebeldes acusaron a los que no lo eran, con el mayor descaro, imputándoles su propio delito: “delito de rebelión” o de “auxilio a la rebelión”. El mundo al revés, el que lo dice lo es, dice la frase popular. Lo hemos dicho en la entrada anterior: la condena del franquismo debe figurar en el texto de la futura Constitución española, si bien sea alusivamente, como una condena general del golpismo.
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NOTA: Me ocupé en el tema de la "Transición que no cesa" en el artículo en latín publicado en EPHEMERIS al que remite el siguiente enlace

sábado, octubre 06, 2012

POR QUÉ LA TRANSICIÓN NO FUE MODÉLICA

Hay que comenzar poniendo en entredicho no sólo si la llamada Transición (entendiendo por tal el proceso que va de la dictadura a la democracia) fue, como pretenden algunos, ‘modélica’; sino si fue, siquiera, transición. La noción misma de transición entraña provisionalidad, en su acepción política, algo cuya duración termina donde termina el proceso de adaptación a la democracia, iniciado a partir de la desaparición del dictador. Ahora bien, el aparato político del franquismo siguió, por inercia, funcionando tras la muerte del dictador. Éste, con el propósito de dejarlo todo “atado y bien atado”, había previsto y planeado que España retornara a la monarquía, en la persona del príncipe Juan Carlos de Borbón y, a tal fin, asumió la preparación del futuro monarca (saltándose a la torera los derechos de la sucesión dinástica) de forma que el futuro rey fuera adoctrinado en los principios del llamado Movimiento Nacional. La pervivencia del régimen quedaba así asegurada y su garante sería la propia monarquía. Todo previsto. Sólo que la evolución natural de la sociedad, demandando un régimen de libertades, aguantó la falta de ellas hasta que el glorioso caudillo la palmó. A partir de ahí las demandas de libertad se hicieron cada vez más apremiantes y, pese a la cautela de una sociedad escarmentada del bipartidismo, que se procuró evitar en aquella coyuntura instalándose en el Centro político (¡oh, la magia de las palabras!), la situación, relativamente estable, iba a desestabilizarse, por culpa de la legalización del partido comunista; legalización a la que accedió el gobierno de Suárez, consecuente con el principio de libertad política. Los intrigantes tramaron una nueva conspiración golpista y tuvo lugar el penoso secuestro del parlamento y la conjura de los Miláns del Bosch, los Tejero y Cia en el esperpéntico 23-F. A partir de entonces, esa especie de conglomerado político que supuso el Centro quedó escindido, para optar por posturas más definidas del espectro político: hacia la izquierda o hacia la derecha. Por cierto, la intervención del rey en aquellas circunstancias le ganó el primer apoyo plebiscitario contra el trasnochado golpismo: la ocasión del 23-F otorgó legitimidad y refrendo popular a la componenda franquista que lo había designado para ocupar el trono.

Esta providencia confirió a la monarquía el refrendo popular que no tenía. Se podía hablar ya de hacer compatibles monarquía y democracia, y de hacerlas converger en el servicio del pueblo. Es el sistema que se sigue en algunos países de Europa, como Inglaterra, Holanda o Bélgica. En teoría política, la compatibilidad entre monarquía y república se admite desde antiguo; y ya Cicerón acuñó la expresión ‘regali re publica’ (De re pub. 3.47.14) algo así como ‘república monárquica’, o ‘monarquía republicana’.

De todas formas, lo que no acababa de colar es que se redujera la transición a un “Borbón y cuenta nueva”, sin haber tomado en consideración la necesidad de una imprescindible reconciliación entre los españoles. En este sentido hay que reconocer que se ha hecho más bien poco, al objeto de preparar y poner a punto esa necesaria reconciliación, principio de una nueva convivencia que restañe las viejas heridas y liquide los resentimientos más enquistados. El vencedor, en este caso, nunca ha sido lo suficientemente generoso con el vencido, ni ha querido atender a sus reclamaciones en demanda de justicia. La tan cacareada Transición no ha procurado la necesaria concordia, imprescindible para una convivencia en paz.

Y así ocurre, por ejemplo, que mientras se habló hasta la saciedad de los ‘caídos por Dios y por España’, se silenciaron los muertos de las cunetas y las fosas comunes del franquismo, pues honrar a ‘los otros caídos’ equivalía a hacer propaganda de la ‘rebelión’.

Intentar hacerlo ahora, después de más de 70 años (40 aproximadamente de dictadura y 30, o poco más, de intentos de acomodación a la democracia) se interpreta por algunos el deseo de recuperar los restos de los enterrados en las cunetas y las fosas comunes como un intento de ‘reabrir heridas’.

Hay que reconocer que la derecha ha hecho más bien poco, por no decir nada, en pro de esa deseable ‘reconciliación nacional’. Es de destacar, al respecto, su renuencia a condenar el franquismo, o más exactamente, su retractación de esa misma condena, tras haberla suscrito, de común acuerdo con la izquierda, en sesión parlamentaria del 20-N-02 (el capicúa parlamentario más fácilmente memorable de la ‘presunta’ transición)

Por llevar la contraria se opuso, incluso, a la Ley de Amnistía (1977), negándose a suscribirla en el Parlamento, por el procedimiento de la abstención. La ley en cuestión hubo de gestionarse por iniciativa de los perjudicados del franquismo que aún permanecían en las cárceles por delitos políticos (tipificados como tales por el régimen) Y eso que la susodicha ley contemplaba (indudablemente, para contentarlos a ellos) unas medidas que ciertamente pecaban de generosas en exceso, por indultar delitos gravísimos contra el Estado de derecho, como el delito de ‘alta traición’, o rebelión contra la patria, tipificado desde los romanos como ‘perduellio’. Así, en el artículo 2º de dicha ley, apartado a), se proclama con una generosidad más bien escandalosa, que “los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con motivo de ellos, tipificados en el Código de Justicia Militar” están comprendidos en esa amnistía general. Este es, evidentemente, el caso de los golpistas del franquismo, indultados de un plumazo por las generosas víctimas del atropello. Ahí se pillaron los dedos los inexpertos legisladores (¿fue una concesión exagerada para ganarse a la derecha?) Sea como fuere, la derecha de Alianza Popular la despreció, con la altivez con la que puede rechazarse una concesión servil. Ahora, en cambio, ante la investigación judicial de los crímenes del franquismo, promovida por Garzón, los Manos Limpias aducen la Ley de Amnistía, arbitrada por una debilitada izquierda, con el propósito de sacar ‘legalmente’ de las cárceles a sus correligionarios, ilegalmente encerrados en ellas por el franquismo.

No. No se hizo la transición debidamente y, por ende, no fue ‘modélica’. Para no disgustar al negociador político de la derecha (en definitiva dueño todavía del poder) no se plantearon de principio reivindicaciones que pudieran ofenderle. Así el texto de la Constitución aprobado para esa democracia valetudinaria y vacilante, que echaba a andar con el miedo todavía en el cuerpo, suprimió toda alusión a la dictadura que la había mantenido secuestrada durante 40 años. Ni una palabra de reproche, ni una palabra de condena contra el dictador. Cuando el texto constitucional debió haber incluido, entre sus cláusulas principales, la de la condena del franquismo, y la tipificación del golpismo como delito de alta traición. Eso entre las medidas más escuetas y austeras.

Lo demás correspondería a la historia. No, desde luego, a la historia sancionada por el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia. Una prueba más de la pervivencia del franquismo.

Rescatar la Historia del aparato de la propaganda franquista es una de las tareas pendientes de esta democracia todavía en rodaje.
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* Un comentario al hilo del Diccionario biográfico, aludido en esta entrada: en el periódico electrónico Público.es se inserta, con esta misma fecha, la noticia de que la Real Academia de la Historia ha obtenido una nueva subvención del Gobierno, por importe de 100.000 euros, para proseguir con la edición del citado diccionario "que no considera a Franco como un dictador".  Consúltese la noticia en el siguiente enlace: http://www.publico.es/espana/444513/el-gobierno-inyecta-100-000-euros-en-el-diccionario-que-no-define-a-franco-como-dictador  ¿Para qué más comentario?

jueves, octubre 04, 2012

MÁS VERSOS DE MACHADO EN VERSIÓN LATINA



"Desde el umbral de un sueño me llamaron..." (A. Machado, "Galerías", XLIV)

A somnii limine me vocari sensi...
Vox erat nota mihi: cara vox tua.
- Dic mihi: mecumne venies animam visurus?
(Cor meum mulsit leniter blanditia)

_ Tecum, o semper! Et in somnio meo
    tecum progrediens deambulando pergi
    longum per xystum solum, derelictum,
    sentiens et tactum vestis tuae suavis
    et contactum amicalis manus tuae.