viernes, octubre 29, 2010

Miguel Hernández en los Cibertextos de GARCI-GÓMEZ

Recientemente, el profesor Garci-Gómez, antiguo colega de estudios en el Seminario de Badajoz, ha incorporado a sus Cibertextos la obra poética de Miguel Hernández. Nuevamente he tenido el honor de contar con su confianza para corregir los textos del poeta oriolano, introduciendo algunas enmiendas que no figuran en otras ediciones anteriores. En particular la de Zero-Zys (preparada por Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia) y la de Espasa-Calpe, cuya edición crítica ha correspondido a Agustín Sánchez Vidal, José C. Rovira y Carmen Alemany.

Algunas de esas correcciones no se encuentran en ediciones anteriores y traigo aquí como muestra un par de ellas.

En primer lugar me referiré al Cancionero y romancero de ausencias y, dentro de él, al poema titulado “Muerte nupcial”. En el v. 21, los editores críticos citados anteriormente transcriben:

Espiramos del todo.¡Qué absoluto portento!

He corregido: “expiramos”, porque, además de ser lo que el poeta escribió, como puede verse en una copia fotográfica del poema manuscrito (reproducción fotográfica que se incluye en la pág. 337 de la edición de Leopoldo de Luis) es la lectura más acorde con la metáfora que da título al poema: “Muerte nupcial”. He justificado esa lectura en mi estudio titulado “La sexualidad en la poesía de Miguel Hernández”, incluido en mi libro De la Vida a la Teoría, pág. 119, nota a pie.

“Expirar” es sinónimo de ‘morir’ y debe distinguirse de “espirar”, algo que hacemos a diario cuando, al respirar, echamos fuera el aire de los pulmones que previamente hemos ‘inspirado’.

Hay una tradición literaria referida al tópico “morir de amor”, por la cual el orgasmo se equipara a la muerte (la petite mort que dicen los franceses). MH se hace eco de este tópico en diversos pasajes de su obra poética. Este es uno de ellos. Por tanto, el empleo de ‘expirar” está justificado, como una aplicación del tópico “morir de amor”.

Al decir “espiramos”, anulamos la metáfora que atribuye al coito su tremendo parecido con la agonía, según los versos de Baudelaire:

L’amoreux pantelant, incliné sur sa belle,
a l’air d’un moribond caressant son tombeau
.
(Les fleurs du mal, XXI, 19-20)

Otra de las palabras, corregida en esta edición, se encuentra en el v. 14 del poema 6, titulado ‘Los hombres viejos’, incluido en el libro El hombre acecha. La edición de Leopoldo de Luis elimina, simplemente, este poema por su vocabulario, tal vez escatológico en demasía. La edición de las O.C. publicadas en Espasa Calpe, lo incluye.



El verso en cuestión dice:

La dignidad del asno se rebela (sic) en la enjalma

He corregido sustituyendo ‘rebela’ por ‘revela’. En efecto, rebelarse es ‘volverse contra’; en cambio ‘revelarse’ significa ‘ponerse de manifiesto’, ‘mostrarse’, lo que está más de acuerdo con el sentido del texto: los arreos del burro (albarda, jáquima, enjalma) ponen al descubierto la condición servil del asno. No hay, pues, ‘rebelión’ que valga en este contexto. Lo que hay es un detalle que delata , o revela, o manifiesta, la condición de ese animal de carga que es el asno. De ahí la expresión ‘quitarse la albarda’, que equivale a ‘sacudirse la servidumbre’.

A veces, hay que leer con espíritu crítico para detectar gazapos que, de otro modo, pasarían desapercibidos.

viernes, octubre 22, 2010

Una charla jamás olvidada de Don José García

Creo que mis compañeros de promoción, así como los de otros cursos superiores o inferiores al mío, que aún quedamos en este “valle de lágrimas”, recordarán una de aquellas impactantes charlas que solía impartir Don José García. Vicerrector del Seminario de Badajoz, desde 1946 (el honorífico título de Rector estaba reservado al Sr. Obispo, Don José María Alcaraz Alenda) Don José García era hombre de muy acendrada espiritualidad. Ya en una antigua entrada de este mismo blog hacíamos mención de una de sus más sobresalientes habilidades: la oratoria. Era persuasivo, extraordinariamente eficaz en el uso de la palabra, convincente y, en ocasiones, apabullante. Y puesto que me he referido recientemente a “las 13 rosas” mártires de la República (mártires laicas, por supuesto) me he acordado de cierta impactante charla de Don José acerca de la posibilidad de martirio que eventualmente podía esperarnos algún día, como consecuencia de nuestra opción por el sacerdocio. Don José no se metía en política, ni falta que le hacía. Para eso estaba, en todo caso, el Rector, instalado, como toda la jerarquía eclesiástica de la época, en el sistema del Régimen. El obispo Alcaraz Alenda era incondicional del nuevo ‘orden’ político, dócil al espíritu del 18 de julio. Ya hemos aducido en este mismo blog una foto testimonial en este sentido. Pero en aquellas fechas estaba todavía muy reciente el martirio de varios sacerdotes y otros religiosos de la provincia. El seminarista y poeta Francisco Sánchez, por entonces en los últimos cursos de Teología, había evocado en una velada literaria el fusilamiento del párroco de su pueblo, Tomás Carmona, hoy ya incluido en el catálogo de los santos, no recuerdo si por el actual Papa o por su antecesor*. Don José García era muy circunspecto en cuanto a exaltar de forma directa a los mártires de la Cruzada, lo que inevitablemente reportaba publicidad al Régimen. Además, era consciente de que había muertos, en mayor número, del otro bando. Y no decía cosas que pudiesen herir susceptibilidades. Estoy seguro que conocía el hecho de que un significativo porcentaje de los seminaristas de la época de posguerra éramos huérfanos de represaliados del otro lado. Pero él avisaba lealmente de que los futuros ministros del Señor teníamos que encararnos con la posibilidad del martirio. Y que debíamos afrontar animosamente esa eventualidad, si llegaba el caso. Recuerdo aún el colofón de aquella plática fervorosa, retumbando todavía en mi memoria, como el vibrante sonido de una campana:


Porque en la Iglesia de Cristo los lirios del Señor se tienen que cubrir de sangre.

(Naturalmente que el bueno de Don José se refería a la sangre derramada de los propios seminaristas. No a la que eventualmente pudieran derramar éstos, cuando vistiendo sotana y tocados con su correspondiente bonete, empuñaron el fusil y se incorporaron al ejército franquista. Es decir, al ejército rebelde)



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* Según parece, esta canonización aún no ha tenido lugar, pero está al caer. Las víctimas del franquismo, en cambio, aún no han sido oficialmente desagraviadas por el régimen presuntamente democrático. En cambio, está pendiente de juicio y de posible condena el juez Baltasar Garzón, por haber tratado de investigar los crímenes del franquismo.

jueves, octubre 21, 2010

LA ÚLTIMA DE LAS ROSAS ROJAS

La prensa nacional nos daba cuenta, hace sólo unos días, del fallecimiento de una de las mujeres que pertenecieron al grupo llamado “Las 13 rosas”. La compañera superviviente de las catorce que, en principio, componían el grupo. Las 13 restantes fueron asesinadas. Las trece rosas.
La evocación de aquella injusticia sangrante habrá estado actuando en mi subconsciente de modo que hoy, de madrugada, me ha despertado con el recuerdo del escenario habitual de mi niñez, la calle Santa Marta de Aceuchal. A ella me ha trasladado la memoria y he vuelto a oír los cánticos infantiles de mis vecinitas, hoy abuelas, un grupo de nueve o diez chiquillas. Las veo saltar a la comba, alegrando sus juegos mientras van diciendo las letras de sus canciones. Una de esas canciones se abre paso en el recuerdo: parece venirle al pelo a la situación. Y es que la memoria histórica tiene sus heridas abiertas y sangrantes.



Oigamos la letra de esa canción infantil: todavía se puede encontrar su rastro en Google.
No hay más que pinchar
aquí.

¿Por qué me ha venido a la memoria (sin adjetivos) esta canción de infancia? Pues, parece evidente que el subconsciente nos conduce, por intrincados caminos, a una alegoría bien trazada: “Al levantar una lancha, una jardinera vi, / regando sus lindas flores / y al momento la seguí...




Esa ‘lancha’ es una losa. Y, bajo ella, está ya para siempre Mari Carmen Cuesta, la jardinera del recuerdo, la que hasta hace pocos días ha regado ese jardín de las trece rosas inmarchitas, de color rojo de sangre, que fueron sus compañeras asesinadas.
Han transcurrido 71 años desde que se perpetrara aquella ignominia y aún no se ha hecho justicia. Todavía no se ha conseguido que, desde las instancias de un estado presuntamente democrático, se haya reparado, en el terreno de lo legal, lo que es de todo punto irreparable fuera de él. Nadie devolverá a la vida aquellas vidas juveniles, segadas en flor. Pero sí se ha podido hacer la reparación de declarar ilegales esas y otras tantas arbitrariedades que tuvieron visos de legalidad en el franquismo. La democracia valetudinaria que hasta ahora hemos conocido (como el menos malo de los sistemas de gobierno, que dijera Churchill y, desde luego, la más pocha de las democracias, que digo yo, −acepciones 2 y 3 del DRAE−) ha temido enfrentarse hasta el momento con la insoslayable necesidad de reparar estas injusticias por la vía legal. La querella sigue en pie. He
aquí algo de lo mucho que se ha escrito en estos últimos días sobre la desaparición de esa última rosa roja, superviviente, que era Mari Carmen Cuesta.

La empresa no será posible mientras sigamos con esta ‘democracia’ y mientras haya en el TS intérpretes de la justicia como el que ha condenado al juez Baltasar Garzón, por haber intentado encausar al franquismo, en un conato de reparación de esa clamorosa injusticia.


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* La fallecida, compañera de "las trece rosas" es, en este caso, la rosa número 14, según corrobora el artículo aparecido en El País con fecha 19 de los corrientes.

miércoles, octubre 20, 2010

CONCIERTO MONOGRÁFICO EN MEMORIA DE JOSÉ CABEZÓN






El joven pianista José Luis Nieto ofreció el pasado día 16 un concierto monográfico sobre Liszt en el que demostró un apabullante dominio de la técnica pianística. Digno sucesor de su paisano y también concertista de piano, José Cubiles, Nieto estuvo a la altura de las dificultades que el programa elegido entrañaba, entre ellas las de una pieza que requiere un consumado virtuosismo por parte del intérprete. Me refiero a la obra titulada Mazzepa, considerada por la crítica musical como una de las más difíciles de ejecutar. La enorme cantidad de energía que la ejecución de esta pieza exige era como para dejar exhausto al más fuerte. Recuerdo, a tono con la situación, unos versos de Miguel Hernández (poeta que, por cierto, ha sido motivo de inspiración musical para nuestro pianista)







En mis manos levanto una tormenta


de piedras, rayos y hachas estridentes (...)






Los prolongados aplausos que recibió al final consiguieron que el autor regalara al auditorio con una propina, que consistió en bisar una de las piezas del programa, de más apacible ejecución. Así no se rompió la continuidad monotemática del concierto.







Luego supimos, por el propio ejecutante (que hubo de salir a saludar por segunda vez) que había diseñado ese programa como homenaje a su amigo zafrense fallecido, José Cabezón, el principal promotor de Juventudes Musicales de Zafra; y que el autor elegido para la ocasión era Franz Liszt, en razón a la misma dificultad intrínseca que ofrece la ejecución de sus obras, dificultad que el intérprete había aceptado como un reto, gustosamente, en atención al homenajeado.





El público en general y los amigos de Pepe Cabezón, en particular, agradecimos en nuestro fuero interno las palabras generosas del joven, del formidable virtuoso del piano que es ya José Luis Nieto.

lunes, octubre 18, 2010

¡VIVA CANTABRIA!




Sin ánimo de exagerar y sí de reflejar el entusiasmo que suscitó en el público asistente la magnífica actuación de la ‘Agrupación de Pulso y Púa Fresneda’, de la población cántabra de Los Corrales de Buelna, se puede decir que las palmas ‘echaban humo’. A tono con el entusiasmo, suscitado por las diversas piezas musicales interpretadas por los ejecutantes, un espectador, desde el gallinero, lanzó un espontáneo:
− ¡Viva Cantabria!
Y la audiencia refrendó con un aplauso la entusiasta proclama. Pero, con prontitud de reflejos, un miembro del conjunto (uno de los que llevaban ‘la voz cantante’), correspondió con un recíproco: “¡Viva Extremadura!”. Lo que, como no podía por menos, fue igualmente acogido con aplausos. Me acordé de aquellos versos de Campoamor en "El tren expreso", que mi madre se sabía de memoria:

Y después de halagarnos, obsequiosos,
del patrio amor el puro sentimiento...


Después...continuó la sesión en ‘perfecta armonía’, tanto en el sentido de la interpretación musical como en el del ‘acuerdo- acorde’ entre el público asistente y el grupo ejecutante. Estos momentos de empatía entre diversas regiones del territorio patrio deberían fomentarse, por cuanto contribuyen a reforzar la idea de pertenencia a una patria común, son cívicamente saludables, porque nos hacen sentirnos partícipes de unos valores que nos enriquecen mutuamente. Cantabria y Extremadura se han dado, durante estos días, en Mérida, Almendralejo y Zafra, sendos abrazos fraternos de patriótica unidad, sin necesidad de consignas políticas, de sabor partidista: por obra y gracia exclusivas del arte, de la música, en este caso. Y en el mío, en particular, me ha hecho recordar los nombres de algunas figuras señeras de las letras españolas que tuvieron su cuna en Cantabria. Por su resistencia a la invasión romana, el poeta latino Horacio caracterizó a los cántabros como 'indóciles a soportar el yugo':


Caricatura de Menéndez Pelayo, por Fresno




Cantabrum indoctum iuga ferre nostra




Sin embargo, muchos siglos después, en el XIX de nuestra Era, un cántabro doctísimo sería el gran Don Marcelino Menéndez Pelayo, gran admirador de Horacio a quien dedicaría una memorable Epístola, y del que traduciría, en rotundos sáficos, el Carmen Saeculare.






Otro ilustre cántabro fue el novelista Pereda, figura señera de la narrativa española del XIX, con obras de lectura inolvidable, como Peñas arriba o, también, El sabor de la tierruca.




Y, por último, quiero recordar aquí al autor de poemas de antología, como "El ciprés de Silos", o el "Romance del Duero", autor también, él mismo, de antologías poéticas.




Con Gerardo Diego he sintonizado en multitud de ocasiones, con quien tuve la oportunidad de departir en Aceuchal, mi pueblo, en casa de mi paisana Mahizflor, en la que permaneció varios días como invitado. A uno de los tertulianos habituales de aquella refinada ‘señora rica’ que fue Mahizflor, le encantaba particularmente la faceta musical de Gerardo. Me refiero a mi también paisano, Moisés, buen intérprete de piano (en realidad un concertista frustrado), que podía hablar de vis-à-vis con el poeta cántabro, que también era músico. Y Moisés elogiaba las afortunadas recreaciones poéticas que había hecho Gerardo de algunos de los “Nocturnos” de Chopin. Todas estas cosas me ha traído a la memoria la magnífica actuación del grupo musical Fresneda, de Los Corrales de Buelna.





Le auguramos una larga vida de éxitos, como los que ha cosechado en Extremadura.

A TODOS Y A TODAS

El prurito, en forma de obsesión, que la plena incorporación de la mujer a la vida política trajo consigo fue el tópico de la discriminación sexual. La preocupación por no omitir hacer mención explícita a las féminas, recién llegadas a esos colectivos (de los que, anteriormente, no formaban parte las mujeres de manera habitual) parecía exigir que se las tuviera en cuenta de manera expresa, o que se denotase explícitamente su presencia en las modernas asambleas en las que antaño no solían participar. Entidades y corporaciones hubo en las que, desde muy antiguo, no participaron las mujeres, o su participación se redujo a un solo individuo. Así la Real Academia de la Lengua Española no tuvo hasta 1978, con Carmen Conde, la primera mujer académica (si mis datos son ciertos). En esos primeros tiempos de escasa, o nula, representatividad de la mujer en éste u otros colectivos similares, era corriente que se utilizaran vocablos del género masculino para referirse indistintamente al hombre o a la mujer. Se podía uno referir a los “señores académicos”, dando por supuesto que en esa referencia estaban también incluidas las féminas, o la fémina, si sólo existía un miembro del género femenino. Cuando la participación de la mujer en la ‘cosa pública’ se ha generalizado, la alusión explícita a esa presencia femenina comienza a tener sentido. Ahora se suele decir, al dirigirse a esos colectivos, por ejemplo, “Señores diputados y señoras diputadas”. Quizá también “Señores académicos, señoras académicas”. En cambio, ya nos propasamos, nos salimos del tiesto, cuando empleamos muletillas como la enunciada en el epígrafe de este escrito: “A todos y a todas”. La idea de totalidad implica, cuando se trata de seres humanos, la referencia a ambos sexos. Pero ocurre que el ‘tic’ de la discriminación sexual se nos antoja una falta de ‘deferencia’ hacia el sexo femenino. Y soltamos esa patochada de “todos y todas”, que es la que en realidad resulta discriminatoria, ya que divide a la humanidad en compartimentos estancos e introduce la discriminación de sexos que se trataba de suprimir. Por querer hacer constar nuestra consideración al sexo femenino, hemos anulado la idea de totalidad, le hemos restado al todo humano el colectivo femenino: ya, al decir 'todos', no suponemos incluidas a las mujeres, puesto que hemos considerado a los seres humanos como constituidos en sendos colectivos aparte: el 'todas' añadido invalida la propia noción de totalidad implícita en el vocablo todos. Paradójicamente, suponemos por principio el ‘todos’ como algo incompleto, puesto que necesitamos añadirle el ‘todas’.

En resumen, está bien que digamos, por ejemplo, “Señoras y señores” (dando prioridad a las damas, según se hacía, galantemente, desde antiguo), pero nos parece que la mencionada muletilla de “a todos y a todas” deberíamos desterrarla del uso común.
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P.S. A este mismo tema dedicamos un artículo con el título de “Sexismo y burocracia”, que se publicó en el diario HOY, con fecha 24-4-94.

lunes, octubre 04, 2010

DE LO VIVO A LO PINTADO

Con motivo del centenario del nacimiento de Miguel Hernández se ha desplegado una abundante publicidad cartelística por toda la geografía urbana zafrense. Se recoge la imagen del poeta recitando pasajes diversos de sus poemas. Reparo en estos versos que pertenecen a la titulada “Canción última”, de El hombre acecha:

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias
.

¿Qué habrá querido decir el poeta con esta intuición? Pienso que ha querido quitarle hierro al asunto de su infortunio, que ha querido imaginar que el tristísimo cuadro familiar que tiene ante sí con la muerte de su primer hijo es eso: un cuadro, una pintura, ciertamente lastimosa, pero dentro de un marco de irrealidad. Algo sí, conmovedor, pero que él contempla como se contempla un cuadro, por más que nos conmueva con la estética de su realismo impresionante. Su desgracia ha pasado ‘de lo vivo a lo pintado’, de lo real a lo figurado. Es una especie de autodefensa del dolor por la mediación del arte.












La tragedia familiar de la muerte del hijo convierte el hogar en una cosa inanimada, en una naturaleza muerta, propiamente dicha. Sólo cuando la esposa conciba por segunda vez, volverá a ser animada la estampa hogareña:
















Se puso el sol.


Pero tu temprano vientre


de nuevo se levantó


por el oriente.



El arte funciona en una doble dirección: de ida y vuelta. Se puede proceder de lo vivo a lo pintado; y, viceversa, de lo pintado a lo vivo. Y puesto que recientemente he traído a colación en estas páginas el recuerdo de Manuel Machado, me parece oportuno evocar un poemilla del ‘hermano de Antonio’, como ejemplo de ese camino de vuelta que es ir de lo pintado a lo vivo. Me refiero al delicioso poema (hacía mis delicias en mi época de escolar) titulado “Figulinas”:

¡Qué bonita es la princesa!
¡Qué traviesa!
¡Qué bonita!
¡La princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau!
.... .... .... ....
Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe...
Y otras veces su mirada
en los aires se deslíe,
pensativa...
¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!
.... .... .... ....

Hay tal expresión de vida en el rostro de esta gentil criatura que al poeta le resulta fácil establecer una especie de complicidad, comunicarse con ella, seguirla con la mirada o ser seguido por ella. Es la impresión que hemos podido comprobar muchas veces en los rostros de ciertas figuras de los museos: donde quiera que te pongas parece que te están mirando. Es el resultado de un buen enfoque del cuadro por parte del pintor. Una de las modalidades de lo que suele llamarse ‘trampantojo’, en francés, trompe l‘oeil. Los ejemplos son muy conocidos, ya desde antiguo. Uno de ellos lo refiere Plinio en su Naturalis Historia, 35.66. Dice (traduzco del latín):

Cuéntase que Zeuxis * pintó a un niño que llevaba un racimo de uvas. Y como un pájaro revolotease en torno a ellas [tratando de picotearlas] el pintor, enfadado con su obra, dijo:
− He pintado mejor las uvas que al niño, ya que si éste me hubiera salido perfecto, el pájaro debería haber tenido miedo [de acercarse a las uvas]

Nuestro paisano extremeño Eduardo Naranjo es de esos pintores que nos suelen asombrar con su verismo. Por más que la realidad y la ultrarrealidad se den cita en sus cuadros con la mayor frecuencia.

Para ponderar la perfección de ciertas cosas se las suele cotejar con las de la pintura. Y así, de algo que nos ha resultado bien se acostumbra decir que nos ha salido ‘que ni pintado’. Y de algo o de alguien que nos desagrada solemos decir que no queremos verlo ‘ni en pintura’.

El arte refluye así sobre la vida y, a la recíproca, la vida sobre el arte.


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* Zeuxis, pintor griego del s. V a. C.


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