sábado, mayo 30, 2009

LA MUERTE Y EL ORGASMO

La visión del orgasmo como un anticipo de la muerte (la petite mort que dicen los franceses) constituye un tópico literario de amplia repercusión en la literatura universal. Ese tópico literario no conoce fronteras y tampoco se circunscribe a una determinada época literaria: lo mismo podemos rastrearlo en un poeta de la antigüedad que en uno de nuestro tiempo; extranjero o vernáculo.


Los poetas de todos los tiempos han apreciado esas afinidades entre el amor y la muerte, especialmente, en la culminación del acto amoroso que es el orgasmo. Entre los poetas españoles, Miguel Hernández resaltó de modo reiterado las afinidades entre la agonía y el acto sexual. En este sentido, uno de sus poemas más significativos es el titulado “Muerte nupcial”, título que vendría a sustituir al más prosaico nombre de ‘coito’. El anhélito con el que acaba el acto sexual tiene semejanza con la emisión del último aliento en que consiste la expiración: Expiramos del todo, ¡qué absoluto portento!


Pero, sabiéndolo o no, el poeta de Orihuela no hacía más que insistir en un viejo tópico literario. Ya Baudelaire, en el siglo XIX había señalado la semejanza entre el coito y la agonía:



L’amoreux pantelant incliné sur sa Belle a l’air d’un moribond caressant son tombeau



(el amante, jadeando encima de su amada parece un moribundo que acaricia su tumba)



“Hay mucho de verdad − dice J. Evola − (Métaphysique du sexe) en aquella afirmación de Camille Mauclair que dice “la volupté est une agonie, au sens le plus rigoreux du mot” (cit. por Evola, ob. cit., p. 119) Este autor recuerda también un pasaje de Apuleyo (Met. 3. 17) en el que la cortesana Fotis, invitando a Lucio al acto sexual, le dice: “Occide moriturus” (‘Mátame, tú que vas a morir también’) donde los verbos “occidere” (matar) y “mori” (morir) tiene una connotación erótica.



Una observación acerca de la definición del orgasmo como 'pequeña muerte' (petite mort) es que podríamos imaginar, por contraposición, que la muerte sea, correlativamente, un 'orgasmo grande'. Un orgasmo en el que nos quedamos tiesos para los restos.


Finalmente, he escogido para ilustrar esta breve reflexión acerca del tópico ‘muerte-amor’, una pintura que alguien podría calificar de pornográfica. La estilización de la representación la exime del carácter pornográfico que, sin duda, tendría, caso de tratarse de una foto del acto sexual. Es una representación abstracta del mismo. Se trata de un dibujo (decoración de una cratera o kylix griega) que representa una pareja practicando la postura llamada del ‘misionero’. Nada nuevo bajo el sol.


Y por último, una más completa exposición del tópico literario ‘amor-muerte’ se puede encontrar en mi estudio “De la Filosofía, del Amor y de la Muerte”, incluido en mi libro De la Vida a la Teoría (2001) pág. 201 y ss.

miércoles, mayo 27, 2009

Apeles Mestres, el catalán universal

Eureka! Conseguí recuperar este dibujo de mi admirado Apeles Mestres, el más grande dibujante catalán del siglo XIX y parte del XX.


Ya me coge mayor para que me dedique ahora a realizar aquellas copias minuciosas que en mi juventud hacía, atreviéndome a reproducir a ojo algunas de las ilustraciones de Doré para el Quijote.


Del gran Apeles Mestres reproduje no pocos dibujos. Entre ellos una ilustración para uno de sus cuentos ("¿El señor del castillo?") que copié de la Enciclopedia Universitas (1ª edición) allá por el año 1952. Representaba a un cazador a caballo, a galope tendido, seguido de sus perros. Una reproducción más lograda de esta misma ilustración la regalé a un catalán, avencidado desde hace muchos años en Extremadura, el Doctor Aixalá, que en mis tiempos de estudiante me curó desinteresadamente de unos infiltrados pulmonares, regalándome las medicinas que a él le daban de muestra los laboratorios (esto era en el año 1956) Me pareció buena idea corresponder a su generosidad obsequiándole con aquel trabajillo que yo tenía en tanta estima.


Tengo otra reproducción de ese mismo dibujo, pero menos perfecta. Aquí os la muestro para dejar constancia, no de mi habilidad antigua, sino de la fuerza expresiva de los dibujos de Apeles Mestres:

Cataluña debe estar orgullosa de este gran artista integral: además de ser un formidable dibujante, escribió poesía y compuso obras musicales.


Por cierto, él fue el autor de una famosa canción, No passareu!, que se popularizó en la Primera Guerra Mundial. Apeles Mestres tomó partido por la causa de los Aliados, contra el totalitarismo alemán. En la guerra civil española, volvió a tomar vuelo la canción de Apeles Mestres, y sobre todo lo del “¡No pasarán!”, que hicieron suyo los defensores de la causa republicana.


Apeles Mestres murió en la mañana del 19 de julio de 1936. El ‘día después’ del inicio del levantamiento militar que tanta sangre iba a costar a España y, con ella, a Cataluña. Mestres había presentido proféticamente la tragedia: “El dia que jo em mori cauran llamps i trons” (el día que yo muera caerán rayos y truenos) Una visión anticipada de los fogonazos de los disparos y el ruido de los cañonazos.

¡Genial Apeles Mestres, uno de mis artistas favoritos!

viernes, mayo 22, 2009

El Arco de la Victoria y el caballo de Troya

* Epeo, (autor del proyecto) entre Minerva y Agamenón


A José Luis Ortiz, abogado, fiel lector de este blog

Algunas veces se invierten los papeles, los alumnos enseñan a sus maestros. Es el caso que un muy estimado alumno, seguidor de este blog, me sugirió, tiempo atrás, la posibilidad de establecer un paralelismo entre el caballo de Troya, el monumental artilugio bélico con el que los griegos consiguieron derrotar a los troyanos, y el Arco de la Victoria, en la Moncloa madrileña. La sugerencia me puso en la pista de una serie de analogías que han venido a confirmarme que mi antiguo alumno (hoy abogado de profesión) estaba en lo cierto: se dan, efectivamente, indudables analogías entre el caballo de Troya, la famosa estratagema de Ulises, y el Arco de la Victoria. Las correlaciones son lo suficientemente numerosas como para que podamos establecer un entramado alegórico entre ambas cosas.
La alegoría consiste, en efecto, en una correlación metafórica entre elementos pertenecientes a dos o más grupos de objetos entre los cuales podemos establecer una secuencia de proporcionalidades. En este caso, el caballo es monumental, como el arco; tiene compartimentos interiores, como el arco; es un regalo estratégico, como el arco; preparado por la Inteligencia (Mens) representada por la Universidad; y, muy particularmente, por su rector, en aquella coyuntura, Pedro Laín Entralgo. Otros colaboradores del proyecto pertenecen a la Falange, cuya escisión del régimen parece inminente, tras la defección de Ridruejo. En el Arco de la Victoria se ocultan falangistas disidentes (si no materialmente, sí al menos simbólicamente) como antes en las entrañas del caballo de Troya se habían ocultado los conspiradores que buscaban la ruina de Troya. Podemos dar una lista, la que Virgilio nos facilita en su Eneida: Thessandro, Esténelo, Ulises… hasta el mismo constructor del artilugio, llamado Epeo, carpintero de profesión, según se desprende del relato. El Arco de la Victoria será como la nueva versión de la estratagema empleada en Troya. La maniobra será como un ensayo anticipado del futuro Contubernio de Munich.
Volvamos al caballo: los conspiradores se deslizan sigilosos antes del amanecer y atacan la ciudad “somno vinoque sepultam”: sepultada en el sueño y la embriaguez. Los conspiradores del arco actúan igualmente en la sombra, sigilosamente. Sobre uno de los frontispicios del monumento hay unas palabras inquietantes, bien que de aspecto halagüeño. Sólo que encierran un mensaje fatídico, que equivale al Mane, Thecel, Phares del festín de Baltasar:
A LAS ARMAS AQUÍ VENCEDORAS, LA INTELIGENCIA, QUE INDEFECTIBLEMENTE VENCERÁ, D(A) D(ONA) D(EDICA) ESTE MONUMENTO
Franco es el destinatario innominado del mensaje, y está aludido por una metonimia: “las armas vencedoras” (el instrumento por el que lo maneja) La Inteligencia (por mal nombre conocida por Inteligentzia) le envía este mensaje, felicitándole irónicamente por su triunfo, pero pronosticando, de paso, su propia victoria futura. Como los griegos en el vientre del caballo, la intelectualidad espera, parapetada en el arco, su oportunidad.
Pero Franco es astuto sobremanera. Otra cosa no tendrá, pero olfato no le falta para detectar al enemigo, allí donde esté. Y recela del regalo de la Inteligencia (donum exitiale Minervae = regalo envenenado de Minerva) Tal vez algún Laoconte, dignatario eclesiástico en este caso (no olvidemos que Laoconte era sacerdote troyano, jerarca religioso) le susurró al oído aquello de

equo ne credite, Teucri (Aen. 2.48)
(¡Troyanos: no os fiéis del caballo!”)



No te fíes del Arco, mi general: la leyenda latina sugiere reticencias. Fíjate bien: la victoria de la mente no se alinea con la victoria de las armas, no corre pareja con ella. Se habla aquí de una victoria futura que desbancará a la tuya.¡Ojo, pues!
Y el Caudillo (que era astuto como el zorro y de tonto no tenía un pelo) eludió inaugurar oficialmente el monumento. La inauguración, prevista para conmemorar el vigésimo aniversario del 18 de julio de 1936, se aplazó indefinidamente. Hasta hoy. El inquilino de El Pardo no fue nunca un pardillo ni, a pesar de su frenillo, se chupó el dedo nunca.
Dejó a los falangistas con un palmo de narices. Los castigó con el desdén. El monumento nunca fue inaugurado, ni a su sombra se colocó, según estaba previsto, la estatua ecuestre del general golpista.
El Arco de la Victoria no presagiaba nada bueno para el régimen, más bien presagiaba su futura derrota por la Inteligencia, es decir, por la Democracia. La Sabiduría (Minerva) es la madre de la Democracia. Y su cuna es Grecia. Y la Democracia aborrece a la Dictadura. Recíprocamente, ésta abomina de aquélla: '¡Muera la inteligencia!', grita en Salamanca un Millán Astray enfurecido ante Unamuno.
La inauguración del Arco de la Victoria, nunca llevada a cabo por la Dictadura, está reservada, con todo derecho, a la Democracia. Ésta debe tomar posesión del monumento de manera solemne y habrá tenido sentido aguardar más de 50 años a su inauguración.
Por supuesto, la célebre inscripción latina, debida a Laín, debe dejarse como está: tiene todo el valor de una auténtica profecía.

viernes, mayo 15, 2009

Navigare è necessario



Lo sorprendente de esta navegación por los mares de Internet (el nuevo Mediterráneo de la nueva cultura) es que, a menudo, arribamos a lugares desconocidos, o sólo vagamente conocidos, e incluso fantásticos, como aquellos navegantes de las Verae historiae de Luciano de Samósata, que fueron a parar a la Isla de los Sueños y allí se encontraron con antiguos conocidos (lo que confirma que hay recuerdos ‘de sueño a sueño’) Gracias a esta navegación virtual nos convertimos, sin salir de casa, en nuevos Ulises, “aquel varón de muchos recursos que vio las ciudades y las costumbres de muchos hombres” (Odis. 1.3)


Lo que en esta reciente singladura por Internet he descubierto se refiere al asunto, ya más que trillado en este blog, del Arco de la Victoria o Arco de Moncloa. Según la tesis de este opinante, con la que coincido en gran medida, la erección del Arco de la Victoria vendría a representar nada menos que la ruptura del régimen con la Falange, marcando el principio de la desconfianza entre el uno y la otra. Pero no quiero demorar más el facilitarles la dirección del blog y, en concreto del artículo al que me refiero. El autor ha preferido identificarse sólo por las iniciales JDJ. Su trabajo aludido lo pueden localizar aquí .


El caso es que la hipótesis de este comunicante tiene bastantes visos de verosimilitud, si se considera que ya por esas fechas en que se inició la construcción del Arco se estaba fraguando una crisis de confianza entre el régimen y algunos de los hombres más representativos de la Falange: ya habían tenido lugar importantes defecciones por parte de muy calificados miembros de Falange (Hedilla, Ridruejo) lo que inducía a pensar que estos hombres, fuertemente vinculados por relaciones de afecto con viejos amigos de militancia falangista, arrastrarían adhesiones entre ellos. La quiebra de la confianza que la Falange presentaba al régimen no tardaría en hacerse notar y uno de sus primeros hitos fue la Ley de Principios del Movimiento:


En 1956, cabe imaginar que Franco y los suyos estaban preparando ya la Ley de Principios del Movimiento que aprobarían en mayo de 1958, ley que suponía la muerte estatal de los famosos puntos programáticos de Falange que había redactado el hasta entonces sacrosanto José Antonio. El discurso pronunciado por Franco ante las Cortes cuando conocieron* de esta ley es el primer discurso oficial del Caudillo de cierta importancia en el que ni una sola vez, ni una, citó al fundador de Falange. (Véase blog citado)


Por los años de la construcción del Arco, la Falange comenzaba a ser un incordio para el régimen. La pérdida de la confianza mutua era un hecho. Poco después de finales de los 50 comienza a desmontarse el tinglado falangista hasta entonces incorporado al aparato del Estado (asistencia a cursillos del Frente de Juventudes, expedición de títulos de Instructores para obtener el título de Maestro de Enseñanza Primaria, etc.) La Falange ya no era para el régimen más que una adherencia molesta.


Se comprende así la indiferencia del Caudillo por aquel Arco del Triunfo cuyos textos en Latín (¡a saber Dios lo que dirían entre líneas aquellos apóstatas del Movimiento!) habían sido redactados por los amigos de Ridruejo.


Probablemente el Caudillo negó la aprobación de que su nombre apareciera en alguno de los textos de la inscripción. Era un manifiesto desdén por aquel presunto homenaje que no le inspiraba la menor confianza. Tampoco había querido el Caudillo que una efigie suya (una estatua ecuestre, obra de José Capuz) se ubicase junto al Arco.


Y, como ya sabemos, la inauguración del monumento se aplazó sine die. Hasta la fecha. Nunca llegó a inaugurarse.El Caudillo dio con ello prueba de su desdén por el monumento y sus promotores, las autoridades universitarias afectas a la Falange, entre ellas Laín, que por aquellas fechas era relegado de su cargo de Rector.


Coincido con JDJ en que el monumento debe mantenerse en el mismo sitio que está. Disiento de él en que debería cambiarse la inscripción. No es necesario. El texto latino marca sutilmente la diferencia del triunfo que se supone celebrar en él (el triunfo material de las armas) y del otro triunfo, más valioso e imperecedero, como es el triunfo de la Inteligencia.


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* Parece faltar aquí una parte del texto, como si la cita estuviera incompleta. Sugerimos que las palabras que siguen a 'conocieron' podrían ser 'el borrador'...


lunes, mayo 11, 2009

Carta abierta a Miguel Garci-Gómez


En tu carta reciente me hablabas de que tienes tu propia teoría acerca de la inscripción latina del Arco de Moncloa. Me interesa sobremanera conocerla. Si me la envías la publicaría como entrada, en vez de como comentario, entre otras razones porque casi nadie presta atención a comentarios de entradas antiguas. Estoy seguro de que casi nadie habrá leído el comentario que Martin me envió para la entrada titulada Huesos y Piedras (Stones & Bones) Los comentarios se leen cuando lo son a entradas muy recientes.


¿Cuándo redactó Laín el texto de su inscripción? Dices que convendría saber este detalle para interpretar mejor dicho texto. No lo sabemos con certeza, pero resulta fácilmente conjeturable que fuera entre los años 1951 y 1956 (primeros años de la 2ª mitad del siglo XX) años en los que aún participaba del poder en las altas esferas de la intelectualidad (años de su rectorado) Ya estaba en el punto de mira del franquismo, como amigo de un disidente: Ridruejo.


Mi interpretación sigue el criterio de lo verosímil y, en todo caso, ese que a ti tanto te gusta en lo que se refiere a "encajar" los datos entre sí (la endocrítica, que pone de acuerdo el texto consigo mismo) Y es lo que se explica por el conocido dicho "si non é vero é ben trovato" (si no es verdad está bien construido) Fíjate en el desmarque del intelectual que es Laín (representado lógicamente por la palabra 'mens' en el texto de la inscripción)


La 'intelectualidad' (que no es todavía, en esa coyuntura, la vencedora, victrix) lo será en el futuro (victura) Esta intelectualidad dedica el monumento 'a las armas vencedoras' (hic, el adverbio asume el matiz espacio temporal aquí/ahora) Esta victoria es, pues, de las armas, no de la inteligencia. La victoria de ésta se relega al futuro: victura. Hasta aquí me muevo entre hipótesis que tienen su más firme apoyo en la sintaxis: mens (la inteligencia) adhuc non victrix sed profecto aliquando victura (aún no vencedora, pero que, sin duda, ha de vencer más adelante) D.D.D. (da, dona, dedica) hoc monumentum (este monumento) armis hic victricibus (a las armas aquí y ahora vencedoras)


Hay que notar el desplazamiento metonímico que desvía la gloria del vencedor para atribuirla a las armas ("el instrumento por el que lo maneja")


Reconozco que mi interpretación entra de lleno en el terreno de lo caprichoso y arbitrario (por mor de lo lúdico) cuando conjeturo que las abreviaturas D.D.D. pudieran significar (Democratiae Denique Donabit) Finalmente donará a la democracia... Esto entra de lleno en la categoría de la broma. Al hacerlo he pretendido emular algún que otro ejemplo de esta interpretación jocosa de abreviaturas que ya se daba en la antigüedad (nos lo recuerda Cicerón en algunos pasajes del De oratore*) y que tenían garantizdo el efecto cómico por su desenfado y su desenvoltura.


Conviene, pues, por mi parte, deslindar lo que puede justificarse, apoyándose en las rigurosas normas de la sintaxis, de lo que es, y yo lo reconozco abiertamente, puro juego de la fantasía.


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* Cf. De orat. 2.240.6 y 2.280.9)

martes, mayo 05, 2009

Indulto de monumentos



En repetidas ocasiones me he referido al Arco de Moncloa, llamado también Arco de la Victoria, como un monumento del franquismo que merece dejarse tal como está. Estos monumentos mayores del régimen deben permanecer intactos, entre otras varias razones por la primordial de que su desmantelamiento supondría unos costes muy elevados. Otra razón es que conviene dejar en pie los más emblemáticos de esos monumentos, no sea que, como recientemente expone uno de los comentaristas del blog de José Mª Lama, se pueda extinguir la memoria del franquismo en las generaciones venideras. Estos monumentos emblemáticos son ‘indultables’, por las razones alegadas. Pero en lo que respecta al Arco de Moncloa existe una razón adicional (que ya he repetido hasta la saciedad en ocasiones anteriores) y es que, aunque fuese subvencionado por el régimen franquista, proclama la futura victoria de la Democracia. El Arco de la Victoria, aunque pasajeramente, circunstancialmente, estuviera dedicado a celebrar el triunfo de las armas (armis hic victricibus), está consagrado, a perpetuidad, a celebrar el triunfo de la Inteligencia, es decir, de la Democracia. Un país donde no haya democracia es un país en el que la Inteligencia está en franca minoría.


Ese es el mérito de la inscripción latina del Arco, debida a la sutil inteligencia de Laín Entralgo, en la que se desmarca el triunfo de las armas, vencedoras hic et nunc (aquí y ahora) del triunfo futuro de la inteligencia, no pasajero, sino perenne (iugiter = a perpetuidad)


No andaba muy descaminado el sabueso de Millán Astray cuando vociferaba en Salamanca (justo en el templo de la sabiduría que es el Paraninfo de su Universidad, y en presencia de uno de los sumos sacerdotes de aquel momento, Don Miguel de Unamuno) su necrófila consigna: “¡Muera la inteligencia!”. Su olfato de perro de presa le hacía intuir que el peor enemigo del totalitarismo y de la dictadura era la Inteligencia que allí mismo iba a emitir su veredicto, por boca del rector: “¡Venceréis, pero no convenceréis!”.


El Arco de Moncloa es, hoy día, el Arco de la Victoria de la Inteligencia, contra el oscurantismo y el dogmatismo cerril. La que, en aquellas fechas, fue Mens victura, es hoy ya, felizmente, Mens victrix. Laín Entralgo auguró sabiamente, sibilinamente, el porvenir.



Por algo el franquismo desdeñó inaugurar en su día el monumento. Supo de antemano (intuyó) que la victoria futura ya no sería la suya. En este sentido también hay que reconocerle al franquismo su inteligencia. At ille sapit (“También él sabe”)*


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* Evocamos un dístico de Marcial que dice: Nubere vis Prisco, non miror, Paula: sapisti! / Ducere te Priscus non vult: at ille sapit (Quieres casarte con Prisco. No me extraña, Paula: eres inteligente./ Pero Prisco no quiere casarse contigo: también él es inteligente


sábado, mayo 02, 2009

La gripe que viene de Méjico

*Bailando la danza llamada 'jarabe tapatío'

Se ha creado cierta psicosis a propósito de la epidemia mejicana de la ‘nueva gripe’, nombre que se postula sea el definitivo, tras las diversas denominaciones dadas con anterioridad: gripe porcina, gripe A, y algunos otros nombres, como podría ser el de 'gripe mexicana'. También se me ocurre que la podríamos llamar 'fandango tapatío', nombre de un célebre baile folklórico mexicano.El caso es que la nueva gripe se propaga, según comprobamos con cierta inquietud, con sorprendente rapidez, en una panspermia que parece tener predilección por la alta velocidad. ¿Veremos pronto por nuestras calles y plazas, por los lugares que multitudinariamente frecuentamos (transportes públicos, estadios, mítines…) a la gente con mascarillas?


Esta madrugada, en la duermevela, he calibrado los posibles riesgos que a mi edad puede uno correr si la ‘pirripia’ llegara a pillarme. Los mayores de x años (entre los que me cuento) estamos en estos casos en los llamados ‘grupos de alto riesgo’. Si la muerte no ha sabido hasta ahora cómo meternos mano, la ocasión le brinda una estupenda oportunidad de deshacerse de nosotros. Sin embargo, mis antepasados más directos (mis abuelos, paternos y maternos, sobrevivieron a la entonces llamada ‘gripe española’, la del 18, del siglo pasado. Y también sobrevivieron mis padres, que por aquellas fechas eran unos adolescentes) ¿Por qué no podría yo también sobrevivir a esta nueva edición del Apocalipsis, con sus cuatro famosos jinetes, la Guerra, el Hambre, la Peste y la Muerte? (Guerras que nunca faltan, aquí o allá; Hambre, que ahora viene vestida de Paro; Peste -aviar, porcina, española o mejicana- y, como remate, la Muerte: la Capitana, de Baudelaire. La procedencia mejicana del morbo me lleva a otro enlace que yacía por ahí, escondido entre mis neuronas. Tenía una vaga noticia de la existencia de cierto baile típico de Méjico que se llama 'jarabe tapatío'. Y se me ocurre la idea -peregrina, sin duda- de que este 'jarabe' pudiera tener efectos terapéuticos sobre la nueva plaga. Como si se tratase de un viejo ritual de los antiguos aztecas, como conjuro para alejar la molesta plaga.


Todo lo cual resulta un tanto fantasmagórico y tiene la absurda ilación propia de los sueños. Cosa por lo demás nada extraña si tenemos en cuenta que este blog lleva por título La materia del sueño.