sábado, enero 30, 2010

¿METAFÍSICO JUAN RAMÓN?

Eso es lo que se dijo de él cuando el poeta de Moguer inició su segunda navegación poética, allá por el año 16 del siglo pasado. Así caracterizaron esa segunda singladura Ortega y Basterra, entre otros, con la complacencia del propio poeta. Y hay que reconocer que no les faltaba razón para enjuiciarlo así; si bien hay que matizar, no sea que el crítico literario se sienta descolocado cuando situamos al poeta en el terreno de la filosofía, ajeno a su competencia. Esta renuencia del crítico literario a que su poeta sea encuadrado en el campo de la Metafísica, ha contribuido a que no sean tomados en consideración ciertos trabajos que intentan investigar esta faceta de JRJ. Esto es lo que me ha ocurrido a mí con dos estudiosos de la Literatura, discípulo el uno del otro, por lo demás críticos literarios de reconocida solvencia. Ellos son Francisco Ynduráin, maestro, y el también maestro, discípulo a su vez del primero, de grata memoria en Extremadura, el profesor Senabre.



La autoridad de estos dos eminentes profesores me ha impelido, si no a renunciar a mis convicciones, sí a matizarlas, a fin de que no se malinterpreten. Y a este propósito me he visto obligado a precisar mis conclusiones sobre el particular, cambiando el primer título de mi trabajo “La metafísica de JRJ”* por otro título, menos rotundo y más cauto: “El aspecto metafísico de la poesía de JRJ”. En el mencionado trabajo (p. 52, nota 4 a pie de página) citaba yo las palabras del profesor Ynduráin dirigidas en carta personal a quien esto escribe: “Para mí tengo muchas dudas acerca de la capacidad de JRJ para especular en un plano metafísico. Lo que pasa, me parece, es que la lírica suele en sus más altos vuelos rondar lo metafísico en intuiciones más ocasionales que sistemáticas, que no le pertenecen ni le son exigibles”.
De acuerdo con estas sabias advertencias, tengo que aclarar que nunca fue mi propósito presentar la poesía de JRJ con ínfulas de sistema filosófico. Faltaría más. Ya el propio Ortega (cuya categoría como filósofo ha sido y es universalmente reconocida) consideraba, no sin cierta ironía, que él estaba lejos de pretender haber fundado ningún sistema. Decía: “Por una idea diéramos nuestra escasa fortuna; por una teoría, nuestra vida; por un sistema, yo no sé qué diéramos por un sistema”.
Si el propio Ortega, filósofo, no se consideraba en posesión de un sistema filosófico propiamente dicho, cuánto menos un poeta que, ocasionalmente filosofa; pero que, cuando lo hace, logra retransmitirnos su concepción metafísica de lo que es para él la realidad, su visión filosófica del mundo, su peculiar ‘cosmovisión’ o, como dicen los alemanes, su Weltanschauung.
No. JRJ no tiene la pretensión de que su filosofía se considere un sistema filosófico. Ni nosotros le atribuimos esta pretensión. Lo que sí podemos afirmar es que, en su conjunto, las ideas y las intuiciones del poeta son afines al sistema filosófico que se conoce con el nombre de idealismo, que enlaza con Hegel y Fichte y cuya conexión más próxima, en el caso de Juan Ramón, es el pensamiento krausista que inspiró a los fundadores de la Residencia de Estudiantes.
El mismo Ortega, en sus lucubraciones sobre lo que él entiende por ‘realidad radical’ estaba muy próximo a esa línea de pensamiento: lo que es, o sea, la realidad en tanto que yo puedo constatarla, es en mí. En este punto, el pensamiento juanramoniano está en sintonía con las ideas del filósofo de El Escorial. También Juan Ramón siente la propia conciencia como soporte primario de la realidad. Cuando yo desaparezca, la realidad desaparecerá con él:
Sé bien que soy tronco
del árbol de lo eterno.

Sé bien que las estrellas

con mi sangre alimento.

Que son pájaros míos

todos mis claros sueños.

Sé bien que, cuando el hacha

de la muerte me tale,
se vendrá abajo el firmamento.


En el fondo, es el orteguiano yo y mi circunstancia. La realidad es percibida como algo en mí. Y así es como yo la capto. Lo de la cosa en sí es una entelequia. Según Kant, la existencia de Dios nunca se podrá demostrar por la vía metafísica. Es, únicamente, un postulado de la razón práctica.

____
* Véase J. García Gutiérrez, De la Vida a la Teoría, (2001), ed. ERE y Caja Badajoz, pp. 51-60

domingo, enero 10, 2010

LOS MITOS DEL ALZAMIENTO

Cartel de posguerra

Sobre el descrédito de la República deturpada, despojada de sus valores positivos, se fueron edificando los mitos del Alzamiento, y su legitimación como una reacción salvadora ante una situación que se pintaba con las más negras tintas del pesimismo, como ruinosa y nefasta para la patria. Los interesados en el descrédito de la República la presentaban como sinónimo de caos político, de anarquía, de ingobernabilidad: enfrentamientos callejeros, ajustes de cuentas y ‘taliones’ por doquier. Había que acentuar la sensación de desorden, que exigía enérgicas medidas correctivas. Los interesados en el fracaso de la República eran los más interesados en el progresivo deterioro de la situación: así su causa se cargaba de ‘razones’ (si no de razón) y se justificaba la acción ‘correctora’ de la fuerza militar contra esa situación indeseable: quanto peius, melius: cuanto peor, mejor. La reacción de quienes estaban deseando cargar contra el sistema se veía venir. Y la inminente intervención del ejército era del dominio público, ya que muchos de los mismos interesados no se recataban en airearlo: el ejército iba a intervenir, tenía que intervenir, de un momento a otro.
El desorden del que era presuntamente culpable la República iba a remediarse con un desorden mayor: el consabido “remedio peor que la enfermedad”. Quis ut seditiones leniret turbavit rem publicam?* Había que ‘cargarse’ el sistema constitucional, odioso para quienes se creían perjudicados por él. Y, con él, las garantías de la libertad. Se cargó a cuenta del sistema todo lo malo y lo perverso: los sabotajes contra la religión católica (quema de templos, asesinatos de religiosos…) Había que demonizar la República, que había traído todos aquellos males. Y fueron apareciendo las consignas blanqueadoras de los más crasos intereses. Así surgió lo de “Por Dios y por España”. La defensa de la religión equivalía a la defensa de España.
Una vez demonizada la República como la causante de todos los males, se justificaba la guerra contra ella como “guerra santa”, como Cruzada. El máximo delito de rebelión contra la patria, la perduellio, la ‘alta traición’, quedaba, por arte de magia, convertido en obra máxima de misericordia. Y sus promotores y caudillos, en ‘salvapatrias' por excelencia. Pero ¿cómo se podía cargar contra el pueblo y ser patriota? Pues, muy sencillo, porque en el fondo, se estaba luchando contra un enemigo exterior.
El enemigo exterior era, en este caso, Rusia, que supuestamente actuaba en España infiltrada bajo el ideario comunista. En cada comunista, o socialista, había un ruso camuflado: el país estaba ideológicamente invadido por un enemigo exterior. Y había que salvarlo, exterminando sistemáticamente a todo sospechoso de connivencia con ese enemigo, con ese invasor ideológico infiltrado en nuestro país a través de la revolución marxista bolchevique.
Así todos los adictos a la República quedaban artificiosamente convertidos en enemigos ‘exteriores’ y perseguidos como tales hasta su total extinción. Los rojos tenían que ser eliminados sin miramientos, inflexiblemente.
Así funcionó, más o menos, la lógica simplista del Alzamiento. Sobre este andamiaje conceptual de simplificaciones se levantaron, como castillos en el aire, los mitos del Alzamiento: la salvación de la Patria, la defensa de la Religión, el restablecimiento del Orden, la conquista de la Paz…
La Patria quedó mutilada de su mano izquierda por unos bárbaros cirujanos que se habían constituido a sí mismos en ‘salvapatrias’.
Unos malsines que, encima, pretendían para sí mismos la condición de héroes y de patriotas.

_____

* ¿Quién, para sofocar revueltas, trastornó el orden constitucional? (Séneca el Mayor, Contr. 2.6.4.23)

viernes, enero 08, 2010

ASÍ ERA LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA EN EL FRANQUISMO

*Portada de Fernando Marcos, ilustrador del libro

Si ustedes quieren ver un texto oficial de “Educación para la ciudadanía” contra el cual, desde luego, no hubieran maullado los ‘gatos’ de antaño; antes bien, hubieran ronroneado de gusto, ese pudiera ser el texto que recientemente han recuperado algunos expertos en localizar joyas pedagógicas de este tipo. El libro se titula Así quiero ser y fue publicado (2ª edic.) en Burgos, en 1940, por Hijos de Santiago Rodríguez. Burgos fue inicialmente el foco desde el que ‘irradió’ el franquismo por toda la Península: allí estuvo, como sabemos, el cuartel general donde se coordinó toda la estrategia golpista. El libro lleva el sugestivo subtítulo de “lecturas cívicas”. O sea…
El libro contiene unas ilustraciones muy apropiadas para imbuir a los niños en el militarismo del Régimen: ya en la misma portada dos niños sostienen sendos fusiles, aunque sean de juguete (se supone) y en el interior hay niños que desfilan en formación marcial con armas de juguete, o bien, saludan con el brazo diestro en alto.
Era la educación para la ciudadanía (ad usum Delphini) para los cachorros del nuevo Régimen.
Hay en sus páginas frases de antología, verdaderamente ejemplarizantes y muy aptas para fomentar el complejo de Peter Pan, en el que se quería modelar el carácter del pueblo español, para que nunca sintiera deseos de crecer, para perpetuarse eternamente en la niñez ideal que quería para él el abuelo Franco. Contiene perlas inefables y distinciones sutiles en las que se nos previene (como si se nos vacunase) contra el mal democrático. Por eso hay que distinguir entre:
Demofilia y democracia.- (Pág. 26) Y cuando he escrito la palabra ‘demofilia’, el corrector automático ha escrito ‘hemofilia’; que es, en efecto, una enfermedad. “Se puede ser demófilo y no ser demócrata; es decir, se puede amar al pueblo y no ser partidario de que estén en sus manos las altas jerarquías del mando de la nación. ¿Por qué? Porque no está preparado para desempeñarlas” (p. 27)

Una afirmación en recuadro: El alma española es naturalmente católica (p. 8) Y, desde luego, “por la Religión católica luchó España contra los árabes, los turcos, los judíos, los protestantes, los enciclopedistas masónicos y los marxistas” (ibid.) Otro dogma en recuadro, para que no se olvide fácilmente, es que el Caudillo invicto responde de sus actos sólo ante Dios y ante la Historia. (p. 11)

En la p. 44 aparece atribuida a Menéndez Pelayo la frase “todo lo que no es tradición es plagio”, cosa que Menéndez Pelayo nunca dijo, sino Eugenio d’Ors, que, por cierto, estaba muy en la onda del Movimiento. No sabemos si Xenius se enfadaría por ver atribuida al santanderino su propia ocurrencia. Probablemente no, por la razón antedicha.

En fin, he ahí un texto clásico de ‘educación para la ciudadanía’, disciplina no tan novedosa como podrían pensar algunos. Los mismos que, posiblemente, pensarán que esa es la verdadera educación para la ciudadanía; no las perniciosas doctrinas que, en aras de la herejía democrática, nos quieren ‘colar’ los pedagogos ‘hodiernos’, con el único propósito de idem (si pronunciamos la anterior palabreja con la ‘h’ aspirada)