martes, abril 30, 2013

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA

Alegoría del Árbol de la Ciencia en
la sede del CSIC de Madrid
La localización mítica del Árbol de la Ciencia estuvo en el Paraíso Terrenal, el primer Jardín Botánico de la historia de la Humanidad. Hubo en ese mismo jardín otro árbol, que fue el Árbol de la Vida. De los frutos de este árbol nuestros ancestros, Adán y su costilla, no llegaron a comer nunca. El relato del Génesis lo deja bien claro. Para desdicha suya y nuestra, nuestros primeros padres concentraron su interés en el Árbol de la Ciencia, al que solía trepar el Maligno, bajo la forma de una serpiente. Y ésta, como nos cuenta el relato bíblico, indujo a Eva a comer del fruto prohibido. El Demonio persuadió a Eva de que, si comían el fruto de aquel árbol, serían como Dios, conocedores del Bien y del Mal.
El Demonio le dijo la verdad a Eva, lo malo fue que no le dijo toda la verdad. Esto lo sabemos por las propias palabras de Dios, cuando ya Adán, convencido por la mujer, había quebrantado el mandato divino: “He aquí que Adán se ha hecho semejante a Nosotros como conocedor del Bien y del Mal (Dios usa el plural, ya que, según nos enseña el Catecismo, “es Uno en esencia y Trino en persona”) Y siguió Dios diciendo entre sí: “Procuremos que ahora no coma del fruto del Árbol de la Vida, no vaya a ser también inmortal como Nosotros" (Gen. 3.22)
Adán y Eva, por tanto, no habían tenido la precaución de inmunizarse contra la muerte, probando la fruta milagrosa de aquel árbol, pudiendo hacerlo, puesto que, en principio, sus frutos no figuraban entre los prohibidos. Dios no les volvió a dar la oportunidad de hacerlo, pues tras haber infringido el primero y único mandato de no comer el fruto del Árbol de la Ciencia, envió a un Querubín (así lo leemos en la Vulgata) y una espada flamígera que, según parece dar a entender el texto bíblico, se movía sola (versatilem) como la ‘porrita, componte’ del cuento.
El fruto del Árbol de la Ciencia fue, pues, la perdición del hombre. El principio de su desgracia. Pero el hombre inocente lo era, precisamente, porque no sabía lo que era bueno (y, por ende, ignoraba, correlativamente, lo que era malo) Lo supo después de haber probado el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal (que es el nombre completo del espécimen arbóreo) Desde entonces, la desgracia del hombre se asocia al conocimiento, el funesto fruto del Árbol de la Ciencia. La pérdida de la inocencia va asociada al conocimiento del Bien y del Mal.
Pero también resulta una verdad palmaria el hecho de que, antes de delinquir, el hombre no sabía, a ciencia cierta, lo que era lo bueno y lo malo. Hubo de comer la fruta para saberlo.
La mala fama del Árbol de la Ciencia proviene de  que  lo asociamos, convencionalmente, con la pérdida de la inocencia y, con ella, de la felicidad. La tradición literaria de esta asociación viene de muy antiguo, como espero poder demostrar. De momento, me vienen a la memoria unos versos del primer Lorca, en su Libro de Poemas. Pertenecen al poema titulado “Balada interior” y dicen:

El corazón / que tenía en la escuela / donde estuvo pintada / la cartilla primera, /¿está en ti, /noche negra?
(Frío, frío, / como el agua / del río)
(...)
Pero mi corazón / roído de culebras, / el que estuvo colgado / del árbol de la ciencia, / ¿está en ti, / noche negra?
(Caliente, caliente, /como el agua / de la fuente)
(...)
En literatura, la expresión “Árbol de la Ciencia” se ha convertido en un símbolo que se emplea para resaltar el contraste entre el saber y la felicidad, expresando una suerte de incompatibilidad entre ambas cosas. Se ha convertido en una especie de tópico literario el oponer conocimiento y felicidad. Ya en el Eclesiastés bíblico (1.18) se nos advierte aquello de “quien añade ciencia añade dolor” (más bien dice el texto “trabajo”, fatiga, o malestar) Otra cita, corroborando el mismo sentir, la encontramos en unos versos del Manfredo, de Byron: “Sorrow is knowledge: they who know the most / must mourn the deepest o’er the fatal truth: / The Tree of Knowledge is not that of Life(act. I, vv. 10-12) (Tristeza da el saber: aquellos que más saben son  los que han de lamentar más profundamente  esta fatal verdad: Que el Árbol de la Ciencia no es el Árbol de la Vida)
Y todo esto concuerda con la noción que, desde ese conocimiento que llamamos filosofía, nos aportan los filósofos (o, al menos, un significativo número de ellos) cuando descubren que su saber consiste en una toma de conciencia de su no-vivir. Dice a este respecto Platón:

Es muy posible, en efecto, que pase inadvertido a los demás que cuantos se dedican por ventura a la Filosofía, en el recto sentido de la palabra, no practican otra cosa que el morir y el estar muertos (Fed. 64 a.4-6) *
No es el único filósofo que nos sorprende con esa afirmación tan extraña, al menos a primera vista. No tan extraña cuando la vemos reiterada en otros filósofos de épocas muy posteriores, entre otros Fichte, Unamuno u Ortega y Gasset. Fichte afirma rotundamente que filosofar es propiamente no vivir, vivir es propiamente no filosofar (philosophieren heisst eigentlich nicht leben, leben heisst eigentlich nicht philosophieren)
Ortega lo explica a su modo con estas palabras: “la verdad decisiva es ésta: que la metafísica (=la filosofía) es, en su primaria autenticidad, aquel quehacer u ocupación que se inicia cuando caemos en la cuenta de que todos nuestros demás quehaceres y ocupaciones, todo nuestro vivir es negativo, ilusorio, absurdo y sin sentido”.

Unamuno, por su parte, explica la paradoja con estas palabras: “Como el filósofo antes que filósofo es hombre, necesita vivir para poder filosofar y, de hecho, filosofa para vivir”.
Con lo cual queda sobreentendido que ese ‘vivir’, desde el que parte el filósofo, no es considerado por él como el verdadero vivir, puesto que filosofa para alcanzar el vivir auténtico al que aspira.
Si a todo esto se añade eso que hemos llamado “crisis de la realidad”, característica, sobre todo, del modo de pensar barroco, tendremos el cuadro completo de cómo se ve la vida desde la perspectiva del filósofo. El fruto del Árbol de la Ciencia, o del conocimiento, es la convicción de que eso que normalmente llamamos vida, no es tal.
Desde el más allá, así lo confirma el testimonio de alguien que ya cree vivir la vida verdadera. Me refiero al pasaje de Cicerón (R.P. VI, 9 ss.) conocido como “Sueño de Escipión”, en el que Escipión el Mayor, o el Africano, se aparece en sueños a su nieto Escipión Emiliano. Al cual le dice, entre otras muchas cosas: ...hi vivunt, qui e corporum vinculis tamquam e carcere evolaverunt; vestra vero, quae dicitur vita, mors est (R.P. 6.14.5-6) (quienes de verdad viven son aquellos que escaparon de los vínculos del cuerpo, como de una cárcel; pues eso que vosotros llamáis ‘vida’ es, en realidad, muerte)
O sea, que el fruto del conocimiento, que se obtiene del Árbol de la Ciencia, nos confirma que, en realidad, la pérdida del Paraíso consistió en la pérdida de la posibilidad de saborear el fruto más deseable: el del Árbol de la Vida.
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NOTA: En la novela de Baroja El Árbol de la Ciencia, IV parte, cap. III, titulado “El árbol de la ciencia y el árbol de la vida”, se compendia lo más sustancial del pensamiento barojiano al respecto.

* La traducción del texto de Fedón es de Luis Gil Fernández

lunes, abril 22, 2013

ANECDOTARIO HISTÓRICO DE ZAFRA, NUEVA ENTREGA DE CROCHE

Consecuente con sus propósitos de presentar la historia de su ciudad natal (de la que es cronista oficial) de una manera amena y didáctica, Croche nos brinda su más reciente libro, escrito en forma de anecdotario. Los sucesos son tratados tal como en su día pudieran haber sido objeto de tertulias y comidillas de actualidad. Aquellos sucesos cuya coletilla periodística (de haber existido prensa escrita en aquella época) podría responder a la fórmula de "el suceso fue muy comentado". Éste es, creo, el propósito de nuestro autor, al aderezar la historia de su patria chica bajo la textura de un anecdotario. Lo que en los corrillos y paliques de actualidad se comentó en su momento en los 'foros zafrenses' de la época (y las cajas de resonancia de los aludidos comentarios serían, especialmente, las Plazas Chica y Grande) parece haberlo registrado el autor, tal como pudiera hacerlo hoy día un reportero con micrófono en mano.

De ahí que el libro se lea con interés y curiosidad, salpimentado con esos condimentos, tan del gusto popular.

Hay que felicitar al autor como en ocasiones anteriores, por acertar a conectar con las preferencias del lector medio y presentar la historia de forma, sin duda, amena y entretenida.

¿SERÁ MAYOR OREJA RELEVADO DEL PARLAMENTO EUROPEO?

Ilustración para una entrada * anterior relacionada con el tema de hoy
Un artículo de opinión en la prensa digital, aparecido recientemente, especula con la noticia del probable relevo, por parte del Presidente del Gobierno Español, de su representante en el Parlamento Europeo, Sr. Mayor Oreja. Ya va siendo hora de que se corrija el anacronismo de mantener como representante de un país democrático (al menos de nombre) a un señor que en su día se negó a condenar el franquismo. Imaginemos que Alemania hubiera enviado, para representarla en dicho foro, a un simpatizante del nazismo. Pues algo tan inconveniente y escandaloso viene a ser negarse a condenar al dictador que fue aliado de Hitler, y que solicitó del mismo ayuda militar para combatir a los defensores de la República.
Por más que se alegue que el gobierno del PP ganó por mayoría absoluta las elecciones que lo elevaron al poder (el cabreo contra la torpeza y la incapacidad del anterior gobierno socialista pudo lograr esa especie de paradoja democrática que consiste en...votar a la oposición). No es de recibo que el partido actualmente en el Gobierno mantenga en su cargo de representante de España (país que se supone democrático) en el Parlamento Europeo a Jaime Mayor Oreja, con su desfasada aquiescencia con el franquismo. España nunca podrá ser democrática, en tanto que no se desmarque y condene explícitamente el franquismo. Toda remolonería en este sentido es síntoma de no estar en la verdadera ‘onda democrática’. Sépanlo quienes sintonizaron con Mayor Oreja en aquella coyuntura, que equivalía a un ‘test’ para calibrar la calidad de la democracia española.
Por cierto, soy de los que opinan que el sistema de los partidos políticos no es más que una rémora para un eficaz funcionamiento de la democracia. Ésta se vería mucho más expedita para trabajar en pro del bien común sin ese lastre de la servidumbre a los partidos políticos. El mejor proyecto con el que echó a andar esta especie de sucedáneo de la democracia que ahora tenemos fue el de la UCD, las siglas del primer partido integrador que inició nuestra timorata, pero esperanzada andadura democrática. Logró desterrar del vocabulario político las palabras ‘derecha’ e ‘izquierda’, integrándolas en el ‘centro’. Y resaltando, sobre todo, las palabras ‘unión’ y ‘democrático’, características del proyecto político que mereció mejor fortuna de la que tuvo. Hay que empezar de nuevo el proyecto democrático que entonces consiguió crear una ilusión de unidad en los españoles. Convendría desechar el sistema de partidos políticos, arrumbar en el desván de los trastos inútiles las siglas del PSOE y del PP. Y, por supuesto, las demás siglas, con mayor o menor perspectiva de engrosar el número de sus afiliados. Se puede construir una democracia prescindiendo de esas rémoras de los partidos. Hoy mismo veo reflejada en la prensa esta idea que ya hace algún tiempo me viene rondando por la cabeza. Búsquese mediante el siguiente enlace el artículo de opinión que con esta misma fecha inserta en sus páginas El País.

Desde luego, la condena del franquismo será el primer paso político que dé en este sentido la nueva democracia que soñamos, la Democracia, a secas. Y la jubilación de Mayor Oreja como representante de España en el Parlamento Europeo puede, en este aspecto, ser interpretada como el inicio de una etapa que sirva, a manera de 'prueba del algodón', para que comience a 'tomarse en serio' la calidad de la democracia española.
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* Ver La ejemplaridad de la Transición española (2009-04-09)  enlace

miércoles, abril 17, 2013

EL RAPTO DE EUROPA (y III)

La jaca del picador es una 'europa cabalgada',
según M.H.

En esta tercera y última entrega sobre el mito del rapto de Europa me ocuparé de rastrear los últimos vestigios del mismo en la poesía de  Miguel Hernández, sobre todo la de la primera época, la de Perito en lunas. La preocupación por la mitología fue uno de los temas que el poeta primerizo abordó, como algo preceptivo para dar un aire culto a sus poemas iniciales. Se puede comprobar la existencia de abundante material mitológico en esos poemas primerizos, previos a la publicación de Perito. Basta ojear los mismos para encontrarnos en ellos, profusamente citados, los nombres de los antiguos dioses de la mitología grecolatina: Pan, Venus, Apolo, Diana... así como lugares tópicos de esa mitología: Arcadia, el Olimpo y, en general, los parajes que sirven de escenario a los míticos personajes que son los sátiros y las ninfas y demás pobladores fabulosos de esa naturaleza arcádica y feliz, aunque tópicamente convencional.

Pero pronto la mitología se va a desleir en la chanza irreverente que el poeta segrega, a manera de anticuerpo, contra ese convencionalismo cultural que se supone que da lustre a la poesía. Y, a partir de ahí, los personajes mitológicos empiezan a cosificarse, a cotidianizarse, para ser objetos o personas corrientes, menestrales, pongo por caso, con los que cabe encontrarse en la vida común. Así, por ejemplo, el barbero es, en la visión del poeta, “Blanco narciso por obligación”. (El Narciso mitológico se enamoró de sí mismo al mirarse en el espejo del agua. Este ‘narciso’, que arregla el pelo en la barbería, vistiendo un guardapolvo blanco, no tiene más remedio que mirarse en el espejo, en tanto que acicala, afeita o corta el cabello a sus clientes).


En general, el nombre del personaje mitológico se suele escribir, en este caso, en minúscula. Así Polifemo, el gigante que tenía un solo ojo en la frente, sirve para designar el trasero y se escribe con minúscula ‘polifemo’, de modo que el lugar ‘donde la espalda pierde su honesto nombre’, recupera otro nombre, éste con empaque mitológico, que podemos pronunciar sin caer en lo chabacano.


En cuanto a Europa, la mítica doncella que Júpiter, metamorfoseado en toro, raptó en su día y llevó a la isla de Creta, ahora sirve para designar a la jaca del picador. ¿Por qué Europa? Pues porque se tiene en cuenta que Europa es el continente de la raza blanca y porque blanco suele ser el color de las jacas de los picadores. Esas 'europas', en vez de cabalgar, son ahora 'cabalgadas' por el picador, que monta sobre ellas. El toro Júpiter, va a embestirlas y, pese a la resistencia del varilarguero, que castiga al animal con la pica, los cuernos del toro convertirán el vientre de la jaca en el corazón de una virgen dolorosa, atravesado por las espadas*:


Tu presteza de Júpiter raptora
europas cabalgadas acomete.
(“Elegía media del toro”)


Pero es que, en el lenguaje poético hernandiano, reciclado de la vieja mitología, ‘Europa’ va a tener otro significado, esta vez nefando: ‘Europa’ es ahora la taza del WC. Es ‘Europa’, como asiento de la raza blanca (el material sanitario suele ser, convencionalmente, blanco).


En este sentido aparece, por lo menos un par de veces, en las octavas de Perito en lunas. Recordemos los pasajes en cuestión:


Las últimas mejillas, viento en popa,
irán sobre la, un punto china, Europa. (XII)
                         _                     (Perito en lunas)
                        
Silban sierpes y bajan amarillas
pero delgadas, asias sobre Europa.
                         (Poemas sueltos, 22)
                          _


Las ‘últimas mejillas’, es un eufemismo para referirse a las nalgas. Lo del ‘viento en popa’ se sobreentiende. Las ‘sierpes’, que son también ‘amarillas asias’, son los chorros de orina y la 'un punto china, europa' es la taza del inodoro. 
La vieja Europa del mito ha venido a designar ahora la copa del WC. ‘Aquella de la cuenca luna monda /sólo habéis de eclipsarla por completo / donde vuestra existencia más se ahonda, / en el lugar preciso y recoleto’.


Es la máxima banalización en la que se resuelve el mito de Europa en la poesía de Miguel Hernández. Lo culto de la mitología sirve para adecentar lo escabroso de los temas, sicalípticos o escatológicos, abordados por el poeta con la misma precaución que decía poner para evitar 'los obstáculos de estiércol' que tenía que sortear, por su antiguo oficio de pastor, en las corralizas del ganado.

Finalmente, otros ejemplos de esta utilización de la mitología para uso doméstico los tenemos en las siguientes palabras: "saturno", el dios del tiempo, es también, como sabemos, el nombre del planeta de los anillos. Y, lo mismo, puede usarlo el poeta para referirse a la plaza de toros (el saturno de sol y piedra), porque, como dice en otro lugar, la plaza de toros es una 'concurrencia de anillos'. Cuando suena la música, bien por la buena faena del torero, bien por la casta y bravura del toro, ese 'saturno' que es el ruedo, se musicaliza, como si fuera el carillón de un reloj que marcase la hora del éxito.

Por último, los 'príapos' (Príapo es el antiguo dios de los huertos, que se caracteriza por su enorme falo) son los genitales que se marcan bajo los pantalones cortos de los futbolistas. Las abejas que liban el néctar de los higos son como 'angélicas' que chupan los labios de sus 'medoros',que son los higos.

En conclusión, el poeta enriquece su lenguaje con una especie de mitología para andar por casa. Una mitología al alcance de todos.
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* En la época en que M.H. escribe su "Elegía media del toro" aún no era preceptivo el peto en los caballos de los picadores. Los espectadores tenían que contemplar, a menudo, el despanzurramiento de las pobres bestias sin protección.

La 'otra'  Europa, según M.H., es la taza del inodoro.  Si el agua de la taza 'amarillea', estamos ante 'la un punto china, Europa'.

martes, abril 16, 2013

EL RAPTO DE EUROPA (II)


El rapto de Europa, por Fernando Botero
En el terreno del arte y de la literatura, el tema del rapto de Europa ha dado mucho juego a lo largo de la historia. La pintura europea se ha ocupado del tema desde antiguo, ya desde los frescos de Pompeya y, en épocas posteriores, con los pintores del Renacimiento y del Barroco que, repetidamente, volvieron sobre él. He aquí la relación de algunos de los pintores que lo trataron: Tiziano, Rubens, Lucas Giordano, Rembrandt, El Veronés... Y así otros pintores menos conocidos, hasta llegar a nuestra época, en la que se ocuparon del tema, entre otros, Picasso y Fernando Botero. Reproducimos aquí la pintura de este último, una de sus representaciones típicas, en la figura de una Europa más bien entrada en carnes, como suelen ser los personajes característicos de este artista.

En el aspecto literario existen referencias al mito desde muy antiguo, muy especialmente en Ovidio, cuya obra, Las metamorfosis, es recopilación de una de las más famosas colecciones de mitos de la antigüedad clásica. El episodio que ha glosado Pettinelli, como hemos vista en la primera parte de esta entrada, lo podemos leer en el libro II, vv. 848-75. El glosador utiliza, en parte, el vocabulario empleado por Ovidio en el citado episodio.

En otros aspectos, la trascendencia del mito se aplica, en un sentido alegórico, para abonar una de las ideas que más ocuparon a los pensadores y teóricos de la primera mitad del siglo XX , preocupados por el temor de que Europa estuviera en vías de perder la preponderancia que había tenido hasta entonces en la cultura de Occidente. A esta preocupación responden obras como la Decadencia de Occidente, del alemán Oswald Spengler. Y, de manera más concreta, reaparece la misma preocupación en la obra del ensayista hispano Luis Díez del Corral, titulada, precisamente, El rapto de Europa.

La temática de estos libros tiene, como sustrato común, esa perceptible alienación de la cultura y la preponderancia europeas, ante el visible auge de otras civilizaciones que han ido adquiriendo importancia (sobre todo, en el terreno de la técnica) pudiendo competir con ventaja sobre la decrépita Europa. Hoy día es el continente amarillo el que pudiera plantear de alguna manera la colonización del continente blanco. El simbólico toro del rapto mitológico tendría hoy, más bien, el aspecto de un dragón. Esa especie de tarasca de guardarropía que ya vemos en algunas fiestas folklóricas de nuestros pacíficos invasores.

lunes, abril 15, 2013

SOBRE EL RAPTO DE EUROPA (I)

 (La trascendencia de un mito literario)

A través del intercambio de la asociación de latinistas europeos GLL, recibo el texto que transcribo y cuya traducción castellana les daré a continuación. El nombre del autor del texto es Matteo Pettinelli.
Se trata de un poema en dísticos, escrito en versos ‘ecoicos’, una especie de aplicación de la figura llamada ‘epanadiplosis’, figura de repetición, que consiste en que un verso concluya con la misma palabra, o grupo de palabras, con las que comienza el verso precedente.

Iuppiter altitonans decepit Agenore natam
Sic Tyriam rapuit Iuppiter altitonans
Induit ora bovis nive candidiora recenti
Quae candore nitent induit ora bovis
Et modo colla dedit manibus plaudenda
                                                      [puellae
Inpedienda rosis et modo colla dedit
Et modo virgineos amplexus fertur inire
Demulcere pedes et modo virgineos
Nescia quem premeret tauri considit in armos
Paulatimque timet nescia quem premeret
Cornua marmoreis virgo tenet utraque palmis
Vara tenet manibus cornua marmoreis
Tum deus inposita praeda secat aequor
                                                        [adulter,

Virgine gaudet amans tum deus inposita.

La traducción de los versos copiados puede ser ésta:

Júpiter, el que truena en las alturas, engañó a la hija de Agénor (=Europa): de esta guisa raptó el altitonante a la doncella fenicia. Adoptó el aspecto de un toro con la piel más blanca que la nieve recién caída. Con ese blancor reluce la grupa del níveo toro. Y así ofreció su cuello para que sobre él palmeasen las manos de la muchacha. Y así, también, para que ella colocara sobre ese cuello una guirnalda de rosas. Y así es como, según se cuenta, comenzó a recibir los abrazos de la doncella y las caricias de sus virginales pies. Ignorando a quién cabalgaba, subió a lomos del toro y, poco a poco, siente miedo, sin saber sobre quién estaba cabalgando. La doncella se agarra a los combos cuernos, con sus manos blancas como el mármol. Y entonces el dios adúltero, con su presa a cuestas, surca el mar y goza de la doncella que lleva en su grupa, como su amante dios.

viernes, abril 05, 2013

UNA PORTADA CON CHISPA

Cuando se publicó por primera vez en el año 2001 mi librito de ensayos DE LA VIDA A LA TEORÍA traté con mi ex-colega Segismundo Piédrola acerca de la posibilidad de que me hiciera una ilustración para la portada del libro. Segis (como familiarmente se le llama en el Instituto) me dijo que él tenía ya un dibujo, realizado tiempo atrás, y que me lo iba a traer, por si yo creía que podría valer como portada. Le dije que era cuestión de verlo y comprobar si convenía, o no, con el contenido del libro. Cuando vi el dibujo lo acepté de inmediato, sin reparar, por aquel entonces, en el sentido alegórico que podía encerrar aquella ilustración. A decir verdad, lo hice un poco al buen tuntún (perdónese el modismo, pero diré, en mi descargo, que viene recogido en el María Moliner) sobre todo porque me resolvía el problema de tener una portada, fuese o no fuese lo suficientemente acorde con el contenido del volumen. El caso es que el sentido profundamente alegórico del dibujo me resultó desapercibido por el momento. Pero ahora que me he visto en la ocasión de reeditar el libro y que opté por una portada sin imágenes, caigo en la cuenta de que merecía la pena haber conservado la portada de la primera edición. ¿Cómo es que no reparé antes en la alegoría que, más o menos subconscientemente, nos da a entender el creador en su ingenioso dibujo? La verdad es que, a veces, nuestros sentidos parecen embotados, romos, para percibir las ocultas motivaciones del artista. Se ve, en principio que el autor  ha dibujado un árbol, alrededor de cuyo tronco unos niños parecen jugar al corro. Un detalle curioso, en el que también se repara pronto, es que el atuendo de esos niños presenta una curiosa semejanza con la propia naturaleza del árbol, como si los niños fueran esquejes, o hijos, del propio árbol.¿No es curiosa esta especie de asimilación, esta identificación con el entorno, que nos quiere decir que las criaturas que juegan alrededor del árbol son sus hijos, han nacido de él?

Creo que, subconscientemente, el artista ha representado al Árbol de la Ciencia, o del Conocimiento; y, en torno suyo (el consabido ‘peri’  de los griegos), los filósofos, en una especie de danza lúdica, retoños o esquejes de la misma naturaleza del árbol que representa la Sabiduría. La alegoría del Árbol de la Ciencia, tan antigua como la Biblia, presenta un aspecto más optimista que el que nos dejó la vieja prevención bíblica contra la ciencia: “quien añade ciencia añade dolor” (Eclesiastés, 1.18) Esta visión lúdica del Árbol de la Ciencia, tal como la concibe la imaginación de Segis, es mucho más amable que la del viejo resabio bíblico. Con esta visión amable es con la que preferimos quedarnos. La de unos niños-filósofos que gozan jugando “en torno al Árbol de la Sabiduría”.

Los retoños que pinta Segis se adaptan al modelo paterno. Hecho que está de acuerdo con el folklore de nuestra idiosincrasia, reflejado en canciones y refranes: Honra merece quien a los suyos se parece, De tal palo tal astilla, Bendita sea la rama que al tronco sale...etc.

Los hijos del Árbol del Conocimiento (el Árbol de la Ciencia en el Génesis) retozan en torno a él, dichosos por ser ramas, o esquejes, o brotes de su misma índole.
Los filósofos (también pudiéramos referirnos a ellos como 'filii sophiae', aun a sabiendas de torcer la recta etimología) tienen parecido con su progenitor. El conjunto árbol/esquejes denota la filiación de éstos, jugando, (es decir, siendo felices) en torno suyo:
περὶ τοῦ τῆς γνώσεως δένδρου οἱ ἀνθρώπωι παίζομεν) (en torno al árbol de la ciencia jugamos los hombres) (sobreentendemos: los filósofos, hijos de ella)

  Sin saberlo, el artista ha plasmado en su dibujo una profunda verdad.

martes, abril 02, 2013

LIBRO A LA VISTA

(Alegoría: En torno al Árbol de la Ciencia los humanos jugamos al corro)
Περὶ τοῦ τῆς γνῶσεως δένδρου οἱ ἀνθρώπωι παίζομεν

Para mediados de este mes espero que estará disponible la 2ª edición de mi libro DE LA VIDA A LA TEORÍA, esta vez en autoedición. Con ella espero subsanar algunas de las deficiencias de que adolecía la primera y ‘primeriza’ edición (con lo que de inexperiencia conlleva el adjetivo entrecomi-llado). Se corrigen algunas erratas y errores que se deslizaron en el texto en aquella primera ocasión.
Pero, sobre todo, he tratado de dar mayor coherencia al libro, completando con nuevas aportaciones algunos de los temas estudiados en la 1ª edición. Así, por ejemplo, el capítulo II (LA CRISIS DE LA REALIDAD) se completa con un nuevo estudio, publicado con posterioridad a la edición del libro, en 2001. Este trabajo apareció en la Revista de Estudios Extremeños (t. 58, nº 3, pp.863-876, el año 2002), con el título de “Dos aspectos de la cosmovisión barroca: la vida como sueño y el mundo como teatro”. El estudio contribuye a esclarecer el fenómeno estético que hemos caracterizado como crisis de la realidad.

En esta reedición se amplía con nuevos trabajos el tema de los tópicos literarios, ya abordado en el capítulo VIII de la primera edición. Y se suprimen algunos de los estudios publicados en aquella edición. Por ejemplo, el titulado “Miscelánea marítima”. En el capítulo VII se suprimen los dos estudios dedicados a glosar sendos poemas de Marcial, sustituyéndolos por otros estudios dedicados a humanistas extremeños, especialmente relacionados con Zafra. Se trata de Arias Montano y Pedro de Valencia. Se añaden dos nuevos capítulos, el IX y el X, entre los que se reparte el resto de los temas que antes se englobaban en el capítulo VIII.

Por último, se incorpora un “Epílogo sobre el error”, considerando a éste como tema de obligado tratamiento en el Humanismo, de acuerdo con el conocido aforismo que sentencia: errare humanum est.

Su inclusión temática en esta gavilla de ensayos sobre el humanismo trata de conseguir, sobre todo, el efecto preventivo que manifiesta la expresión “curarse en salud”.

Anticipo a los lectores de este blog, en primicia, el anuncio de esta publicación. Incluyo aquí la portada de la 1ª edición, que dibujó mi amigo y ex colega Segismundo Piédrola. Esta vez la portada no incluye ninguna representación gráfica. Sólo el título del libro y el nombre del autor. Con el subtítulo de ‘Artículos y ensayos’, como la primera vez. Por cierto que el dibujo de Segis puede considerarse una alegoría del Árbol de la Ciencia. La Teoría, en este caso, equivale al único fruto que nos deja el Árbol de la Vida. Dentro del libro se recuerda la frase melancólica del Manfredo de Byron:

The Tree of Knowledge is not that of Life (Manfred, act. I, v. 12)
(El Árbol de la Ciencia no es el árbol de la vida)

Pero del Árbol de la Vida se obtienen los frutos no perecederos del conocimiento. Y esos frutos representan lo que aquí llamamos la  Teoría.