domingo, noviembre 25, 2012

MIGUEL HERNÁNDEZ, EL "HOMERO ROJO"

Busto  de  HOMERO
Un soneto de Miguel Hernández, en versos alejandrinos, circuló profusamente como tarjeta postal, emitida por el gobierno de la República. Eran las fechas en que España se jugaba su destino frente a la sublevación fascista, apoyada ésta por los mandatarios de Alemania e Italia, Hitler y Mussolini, respectivamente.
El poema de Miguel Hernández se difundió ampliamente por el correo postal y pudo ser leído por poetas como Foxá, en la zona fascista. Como me sé este poema de memoria, lo transcribo aquí seguidamente:

Al soldado internacional caído en España

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
repleta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.

Las patrias te llamaron con todas sus banderas
que tu aliento llenaba de movimientos bellos;
quisiste apaciguar la sed de las panteras
y flameaste, henchido, contra sus atropellos.

Con un sabor a todos los soles y los mares,
España te recoge, porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.

A través de tus huesos irán los olivares,
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.

Los poetas de la zona ‘azul’ (que procuraron, en vano, negociar la libertad del poeta ‘rojo’, con el fin de atraerlo a su causa) se hicieron eco de este poema, en especial Agustín de Foxá, el falangista de conveniencia (como tantos otros aristócratas y terratenientes) y escribió un artículo titulado “Los Homeros rojos” (ABC, 28 de mayo de 1939) en el que, reconociendo implícitamente la grandeza épica de Miguel Hernández, procuraba rebajarla con el sambenito de ‘rojo’. Sí, Homero, pero...rojo.
(¿Qué importa el adjetivo si el sustantivo es ‘Homero’?)

No hubo Homeros ‘azules’. Pemán, con su Poema de la Bestia y el Ángel, fue un poeta hueco, declamatorio, falso; apelaba al recurso de la "demonización del enemigo" (¿Quién fue la auténtica 'bestia' en aquella contienda?) 
Poema, en resumidas cuentas, exaltador de la traición y la estrategia del engaño: Ulises frente a Eneas.

Foxá no creía en la Falange (la que ahora se trata de reivindicar con el apelativo de ‘auténtica’) porque decía, con su donaire volteriano, que “era la hija adulterina de Carlos Marx y de Isabel la Católica”.

Para Foxá, pues, como para tantos otros aristócratas que iban ‘a lo suyo’, un falangista era un tío que vestía una camisa azul y contribuía eficazmente a deshacerse de los ‘rojos’ (‘cautivos y desarmados’, por supuesto)
Miguel Hernández tuvo, por lo menos, la oportunidad de luchar por la causa del pueblo, la ‘causa victa’. Pues la ‘causa victrix’, la vencedora, lo fue por la traición de unos mandos y el auxilio del fascismo internacional, derrotado pocos años después, en la 2ª Guerra Mundial. Derrota que contribuiría al progreso de la democracia en Europa, exceptuando a Rusia y los países comunistas. Nunca podremos saber si España, en el caso de haber triunfado la República, hubiera caído bajo la dictadura comunista. Sí sabemos, en cambio, que soportó durante cuarenta años la dictadura fascista. Y que, por culpa de ella, no pudo integrarse en las democracias europeas, como lo hicieron Inglaterra, Francia o la propia Alemania, e Italia, tras la derrota del fascismo.

Lo que sí es presumible es que la España republicana hubiera sido otra aliada más en la guerra contra Hitler y Mussolini, que derrotó al fascismo europeo confinado, desde entonces, a su último reducto en la nación española.

viernes, noviembre 23, 2012

ANY DAY NOW (Un día de éstos)

El título de esta entrada es el de una antigua canción, pero aquí está empleado en el sentido coloquial que tiene en inglés y que equivale al español “un día de éstos”.

Solemos emplear dicha expresión para referirnos a algo que consideramos próximo a suceder. Un día de éstos, este blog dejará de publicarse y creo que tal fecha no está muy lejana. Recuerdo que uno de los principales objetivos que me propuse al publicarlo y que ya expuse en mi primera ‘entrada’, fue el de la reconciliación de los españoles, a fin de consolidar la convivencia democrática entre ellos.

El proyecto de reconciliación nacional fue de todo punto imposible en la etapa de la Dictadura. A la muerte del dictador (1975) la idea de la reconciliación comenzó a resultar viable; aunque no se le dio primacía como paso previo para iniciar la nueva andadura política hacia la Democracia.

Los negociadores de la izquierda procedieron con cautela, procurando no plantear reivindicaciones que pudieran resultar excesivamente exigentes, sobre todo porque se negociaba desde una posición de inferioridad: el poder efectivo seguía siendo detentado por el régimen establecido por el dictador, cuya expresa voluntad había sido dejarlo todo “atado y bien atado”. Se inició, pues, una cautelosa andadura hacia la Democracia, sin plantear, por el momento, determinadas reivindicaciones que, sin embargo, debieron de ser consideradas desde el comienzo como condicio sine qua non para gestionar una democracia merecedora de tal nombre. Se convino en llamar Transición a ese periodo de adaptación paulatina a la democracia, en tanto que se negociaba con la parte que representaba los intereses de la Dictadura.

El primer paso – desatentado – de esas negociaciones (que reveló que la izquierda negociaba desde una posición de debilidad) fue la llamada Ley de Amnistía (1977), una auténtica chapuza jurídica, en la que los negociadores por parte de la izquierda hacían concesiones que excedían a sus propias atribuciones, por estar en abierta contradicción con leyes internacionales previamente establecidas. Dicen que el motivo principal que indujo a la izquierda a proponer esta ley fue la necesidad de agilizar la puesta en libertad de los encarcelados por causas políticas durante el franquismo. Pero, puesto que lo que se supone que buscaban ambas partes negociadoras era la democracia, como objetivo común, esa puesta en libertad debía hacerse sin concesiones ni contraprestaciones por parte de la izquierda. La libertad era una exigencia de la democracia, a la que se supone que ambas partes tendían.

La Ley de Amnistía degradaba la gestión de la democracia a la categoría de cambalache y la Transición se convertía en Transacción. ¿Qué ofrecía la izquierda a cambio de la libertad de esos rehenes políticos del franquismo? Pues nada más y  nada menos que “la amnistía de los delitos políticos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ello” (Artículo Segundo, Apartado a), de la citada ley)

Admitida esta cláusula, huelga elaborar con posterioridad una Ley de la Memoria Histórica, previamente obstaculizada por la Ley de Amnistía. Existe una contradicción, al menos formal, entre ésta y aquélla. ¿A santo de qué promulgar una Ley de la Memoria cuando antes se ha promulgado una Ley de Amnistía, es decir, del “olvido” (‘amnistía’ está etimológicamente relacionada con ‘amnesia’)
Con la Ley de Amnistía la izquierda otorgaba algo que, en realidad, no estaba habilitada para otorgar; ya que lo vetaba una ley anterior, unánimemente refrendada por las naciones más adelantadas en democracia. Y es la ley que considera que los delitos contra la Humanidad no prescriben y, en consecuencia, no pueden ser objeto de amnistía.

La excarcelación de los presos políticos, que se quería recompensar a la derecha, era una exigencia de la propia democracia, de la que se lucraban por igual ambas partes. Con la compensación de la Ley de Amnistía  la izquierda pagaba un alto precio por la democracia, que a los otros les salía gratis. La democracia se degradaba al convertirla en mercancía venal. Además, con la Ley de Amnistía la izquierda se ponía en plan de ‘perdonavidas’, lo que iba contra el orgullo propio del vencedor. Todo ello explica y hasta justifica que la derecha (AP) se abstuviera de votar la ley en el Parlamento. No se hicieron cómplices de la ‘chapuza jurídica’, como la hemos llamado.

La Ley de Amnistía no ha resultado ser más que una rémora para el avance de la Transición. De modo que la culpa del atolladero de la Transición no está tanto en la derecha cuanto, sobre todo, en la izquierda. La Ley de Amnistía es una ley ‘torcida’, es decir, no conforme a Derecho. Ella ha sido el principal tropiezo jurídico que ha frustrado el propósito de Garzón de investigar los crímenes políticos del franquismo y que, en definitiva, ha contribuido a la expulsión del juez de su carrera jurídica. Por más que los jueces que le condenaron no tuvieron necesidad de aducir el cargo de prevaricación contra la Ley de Amnistía. De ese cargo lo absolvieron  (para que se vea que el franquismo no tiene que ver en el asunto) Con calculado refinamiento, lo han condenado por ‘fisgón’ en las escuchas de la Gürtel, dando de lado a la querella contra el franquismo. De ninguna otra ley, como de la de amnistía, se puede decir, con toda razón, a la izquierda, aquello de “patere quam ipse fecisti legem” (“sufre ahora las consecuencias de una ley que tú mismo aprobaste”)

Ante esta torpeza e impericia por parte de la izquierda en la gestión de la democracia, me atrevo a proponer ¿por qué no confiar a la derecha la salida del atolladero de la Transición? Y es que nuestra desesperación es tan crítica que incluso hemos pensado que hasta pudiera ser que la derecha sea la mejor gestora para alcanzar la plena democracia. De hecho, desde hace un año nos gobierna la derecha, en virtud de un mandato popular, emanado de las urnas tal día como el 20-N del año 2011. Una fecha en sí misma contradictoria y paradójica, ese 20-N, que ha sido, sucesivamente, día del dolor y día del gozo, sucesivamente aciago y esperanzador, aniversario de contrapuestas efemérides.

Un voto de confianza, pues, para la derecha. A ver si en la próxima Constitución se incluye una cláusula que condene explícitamente el golpismo. Sin necesidad de mencionar a Franco: ¿para qué? A buen entendedor...

domingo, noviembre 11, 2012

UNA BODA GAY EN LA ROMA DEL IMPERIO

No tenemos noticia de que la legislación romana refrendara alguna vez, mediante disposiciones jurídicas al efecto, las uniones homosexuales. Sí, en cambio, de que fueron prohibidas expresamente a partir del siglo IV de nuestra Era.
Lo que también sabemos es que en Roma, ya en el siglo I d. de C., se celebraron algunas uniones homosexuales a las que sus protagonistas quisieron aplicar todo el ceremonial que era propio de las bodas heterosexuales, las bodas corrientes entre varón y fémina. Uno de estos casos es el que refiere el poeta de origen hispano, Marcial, en Ep. XII, 42. Marcial había nacido en Bílbilis (la actual Calatayud) y marchó a Roma a comienzos de la séptima década del siglo I, con Nerón en el poder. Allí se relacionó con los principales intelectuales de origen hispano, como los Séneca (el filósofo y el rétor), Lucano, el poeta sobrino de los anteriores; Quintiliano, gran maestro de Retórica, y, en fin, lo más granado de la sociedad intelectual de la época. Con la publicación de sus epigramas se granjeó éxito y dinero, pudiendo vivir con cierto desahogo. Hacia finales del siglo I regresó a su ciudad natal, la de su infancia y primera juventud. Aquí continuó escribiendo sus epigramas, fundamentalmente con el recuerdo de las experiencias vividas en la ciudad eterna. Completó el libro XII de sus Epigramas y lo envió a Roma, donde sabía que lo recibirían con regocijo y con el interés que siempre suscitaban sus obras. Lo remitió a su querido amigo Stella, gran amante de la literatura. Sabía que él lo recibiría con fruición y que se le iban a saltar las lágrimas al recordar al amigo ausente. Al enviar el libro, como un peregrino, (que ‘busca a Roma en Roma’) le decía “¿Para qué quieres que te dé un título? En cuanto que lean dos o tres versos, todos dirán que eres hijo mío”)

El epigrama XLII narra una boda gay que tuvo lugar en la ciudad de las siete colinas, sólo un par de años atrás, probablemente cuando Nerva estaba en el poder. Son tres dísticos, que transcribo a continuación:


Barbatus rigido nupsit Callistratus Afro
hac qua lege viro nubere virgo solet:
preluxere faces, velarunt flammea vultus
nec tua defuerunt verba, Talasse, tibi.
Dos etiam dicta est. Nondum tibi, Roma, videtur
hoc satis? Exspectas numquid ut et pariat?

(Con el mismo ritual que una novia se une a su novio, se ha unido en matrimonio el barbado Calístrato al envarado Afro: antorchas alumbrando abrían el cortejo, velaron tules los rostros y no te faltaron, Talasso*, las invocaciones de rigor.
Incluso se publicó también la dote. ¿No te parece bastante con esto, Roma? ¿Es que esperas, también, verle parir?)

El empleo del verbo ‘nupsit’ nos ilustra, sin lugar a dudas, de que el papel de novia lo hacía Calístrato, a pesar de tener barba. Porque ‘nūbere’ es lo propio de la mujer. El varón ‘conduce’ a la esposa. Esa diferencia lingüística delimita claramente el matrimonio según quién es el cónyuge o la cónyuge.

¡En fin, una boda gay ya en aquellos tiempos! Sin que hiciera falta legalizar el matrimonio homosexual. Al fin y al cabo, el matrimonio es cosa de dos. Sólo que el Estado tiene que velar por la protección ciudadana y los derechos civiles de los contrayentes, por más que éstos sean del mismo sexo. Y es esta necesidad de protección la determinante última de la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. De este tema nos ocupamos hace unos años en el periódico en latín
Ephemeris.


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* Talasso, divinidad nupcial especialmente propicia a las novias y, en este caso, a Calístrato, al que corresponde el 'rol' femenino, según se colige por el contexto.

EL ATASCO DE LA TRANSICIÓN

Movieron el asunto, años atrás, los familiares de Miguel Hernández  y, en especial, la nuera del poeta, Lucía Izquierdo, viuda del segundo hijo del poeta, Manuel Miguel. Lucía ha peleado estos últimos años para que el Tribunal Supremo anule la sentencia de muerte a la que fue condenado el poeta por un tribunal militar: los tribunales de justicia de la época estuvieron mediatizados, tanto los civiles como los militares, por la ‘justicia’ del franquismo. ¿Por qué se condenaba a muerte a Miguel Hernández? Pues, muy sencillo, por haber luchado por la defensa de la causa republicana. ¡Por la defensa de la patria común! Claro que los sublevados no tuvieron el menor empacho en aplicar el nombre de ‘rebelión’ (que era el que les correspondía a ellos) aplicándolo a los del bando republicano. El consabido tópico del mundo al revés. Para encausar al ciudadano fiel a la república, tuvieron la desfachatez de tipificar un delito que, con la más inaudita avilantez, denominaron “auxilio a la rebelión”. Así se posicionaban ellos en la legalidad, ilegalizando la opción patriótica del adversario.
Ahora bien, la no anulación de la condena injusta (y reconocida como tal por el TS), amén de poner de manifiesto un contrasentido y una inconsecuencia inconcebible en un alto tribunal de la ‘presunta’ democracia, delata la precaria calidad de un sistema político que quiere homologarse al resto de las naciones europeas, precisamente, como una sociedad de carácter democrático.
La democracia española es tercermundista, porque no ha conseguido sacudir el franquismo todavía incrustado en su aparato legal.
Así no puede haber reconciliación entre vencedores y vencidos. El caso de Miguel Hernández es un ejemplo representativo de que todavía priman en España los criterios legales del franquismo. Bueno, la inhabilitación de Baltasar Garzón constituye otro caso que viene a abonar la suposición anterior.
La Transición está estancada. Y la Constitución que nos puso en camino hacia la tierra de promisión de la Democracia, nos está revelando ahora sus carencias fundamentales. La principal: la de la no condena institucional del franquismo y el golpismo, latentes en el silencio que se adoptó frente al aparato ‘legal’ heredado del régimen anterior.

Si los negociadores de la democracia incipiente adoptaron la estrategia de no plantear reivindicaciones que propusieran la erradicación inmediata del franquismo, ello no suponía la renuncia a plantear más tarde esta erradicación como condicio sine qua non de la democracia. Suponía sólamente su aplazamiento. Este aplazamiento correspondía a la Transición, y el plazo de ésta ha sido prolongado incluso por encima de lo deseable. No podemos permanecer en una Transición sine die, de manera indefinida. Cito unas palabras de Juan Pedro Viñuela (mi ex-alumno en Villafranca) publicadas recientemente: *
La transición fue una claudicación de la izquierda ante el poder de las antiguas estructuras del franquismo. Hubo demasiado miedo y demasiado poder que quería perpetuarse. La izquierda no supo enfrentarse a la iglesia y ponerla en su lugar. Aceptó la ley de amnistía y quiso cerrar página. Pero eso es imposible, porque los muertos siguen gritando justicia desde la soledad  y el fondo de las cunetas.El olvido no es el instrumento psicológico de la justicia, sino, muy al contrario, la memoria. Y hablo de justicia, no de venganza...

Le negativa del TS a anular la condena de Miguel Hernández es uno de los referentes probatorios del atasco de la transición.
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* Publicado en La Gaceta Independiente, octubre, 2012, p. 2

NOTA: Hubo una entrada anterior con este mismo título (fecha 1 del 12 de 2008) 

viernes, noviembre 02, 2012

UN RECUERDO DE AGUSTÍN GARCÍA CALVO

La noticia del fallecimiento de Agustín García Calvo, escuchada por el telediario de las 3, me produjo una particular desazón en la que intervenía la sorpresa desagradable de lo  inesperado. En alguna ocasión asistí a alguno de los recitales que daba en unión de su compañera sentimental, Isabel Escudero. Yo estimaba, en particular, su faceta como latinista y helenista. Y, sobre todo, sus traducciones en verso, muy particularmente, la de las Églogas de Virgilio.

Al final de uno de esos recitales, me acerqué a saludarle, en compañía de mi hija Elo, y pedirle, de paso, que nos firmara un ejemplar de uno de sus libros (quiero recordar que fue el que sobre Virgilio le editó Júcar)  Poco después le envié unos artículos y unos versos latinos en recuerdo de nuestro común amigo Antonio Holgado, fallecido unos años antes.  Todavía conservo la carta en que me agradecía el envío. La transcribo aquí:


Zamora, 21 de Diciembre '91


Querido amigo: Mucho tengo que agradecerle su diligente y generoso envío de fotos y recortes de Prensa, y sobre todo, de sus elegantes poesías, latinas y vernáculas, que me han hecho pasar un buen rato; y también le agradezco que alguna de ellas me resucitara el recuerdo del buen Antonio Holgado.¿Qué otra vida le queda a él, y a nosotros, sino el recuerdo?
                  Gracias, pues, y con recuerdos cariñosos para su hija Eloísa, mis amistades, y salud



(seguía su firma, una especie de anagrama con sus iniciales)  y su dirección de Madrid, en la calle Martín de los Heros. Bien que en el remite del sobre se leía: Rúa de los Notarios, 8; 49001 -  ZAMORA


Mi recuerdo y mi admiración al filólogo genial que ha pagado ya su óbolo a Caronte.