martes, octubre 30, 2007

Catedrales con denominación de origen

Una vieja cuarteta latina del Medievo caracteriza con sendos adjetivos (uno por cada verso) a cuatro catedrales españolas: la de Oviedo, la de Toledo, la de León y la de Salamanca. La cuarteta dice:
Sancta Ovetensis,
Dives Toletina,
Pulchra Legionensis,
Fortis Salmantina
.




(Santa la de Oviedo,
Rica, la de Toledo,
Bella, la de León,
Fuerte, la de Salamanca)


Se pasaba por alto, en esta estrofa, a importantísimas catedrales del país. Así la de Santiago de Compostela, joya del Románico; y la de Burgos, o la de Sevilla, joyas del Gótico. Por eso, en sucesivas ampliaciones, aquella cuarteta se modificó, añadiendo sendas referencias a las catedrales de Burgos (nobilis Burgensis) y la de Sevilla (magna Hispalensis) Posteriormente, debido a reivindicaciones de tipo localista, se pretendió añadir algún nombre más a esa primitiva redacción y así, en algunas variantes, se incluye la catedral de Sigüenza, por ejemplo (fortis Seguntina) Con lo cual se repetiría el adjetivo, al emplearlo también para Salamanca. En, efecto, una nota característica de estas dos catedrales es que tienen cierto aspecto de fortalezas o baluartes. En la de Salamanca (la catedral vieja) las ventanas de los ábsides parecen troneras.



Los restantes adjetivos tratan de caracterizar a cada uno de esos monumentos por algún rasgo diferencial. Así, la catedral de Sevilla es ‘grande’ o ‘espaciosa’ (magna). Alguno de esos adjetivos pudiera, sin embargo, aplicarse a más de una de esas catedrales. Por ejemplo, el de “pulchra”(hermosa,bella) convendría a todas, aunque, quizás, en mayor o menor grado. El de “rica” se aplica a la de Toledo, y es verdad que su Sala del Tesoro contiene piezas artísticas de valor incalculable, como la custodia de Arfe, hecha de oro y pedrería. En cuanto a la de Oviedo, su principal peculiaridad consiste en que guarda gran abundancia de reliquias de santos. Que sean, o no, auténticas, estaría por ver, como enseguida explicaremos.
Desde luego, los adjetivos que se aplican a cada uno de esos monumentos no indican que sean exclusivos y que no puedan aplicarse a los otros, sino que la cualidad por ellos expresada destaca de manera especial en cada uno de los casos. Así, por ejemplo, siendo bellas las otras catedrales, la de León lo es de una manera extraordinaria. Siendo todas ricas, la de Toledo destaca de modo especial.
La cualidad que se aplica a la catedral de Oviedo llama la atención: “santa”. ¿Es que las demás no lo son? Sí, pero…no tanto. Ninguna de las otras atesora tantas reliquias de santos como la de Oviedo.
Parece, sin embargo, que en este caso se ha cargado la mano y que la mayor parte de esas reliquias son pura fábula. Rubén Darío, que visitó la catedral ovetense a finales del siglo XIX o a comienzos del XX, contaba lo que oyó de labios de un monaguillo amaestrado al efecto, aunque bajo la supervisión de dos de los señores canónigos del Cabildo. Cuenta el poeta de Nicaragua que, entre otras presuntas reliquias, le mostraron:

“parte de la sábana santa en la cual envolvió José de Arimatea el cuerpo de Cristo”.
Y comenta el poeta: “un trozo de tela blanca que me pareció demasiado blanca para tantos siglos”.
…"ocho espinas de la Corona Sagrada, de la corona cruel que los judíos pusieron en la cabeza de nuestro Redentor”…
…"un pedazo de la caña que los judíos pusieron a Cristo por burla”…”un pedazo de la túnica inconsútil”…otro “de los pañales en que estuvo envuelto en el pesebre”…”uno de los treinta dineros “…”un pedazo de pez asado y del panal de miel que Jesús comió con los apóstoles (cosas que no me mostraron)…”tierra sobre la que puso los pies Jesucristo cuando subió a los cielos”…”cabellos de María Magdalena” , amén de una larga lista de supuestas pertenencias de santos, o en relación con ellos. Por ejemplo, “una navaja de la rueda en que fue martirizada Santa Catalina”. Y el poeta, ahito de tanta tomadura de pelo, concluye su artículo así:
─ Tomad dos pesetas… ¡Creo en Dios. Creo en Dios! ¡Pero, idos al diablo!. *
Y es que, a juzgar por el número y la calidad de las reliquias que le mostraron en su día al poeta, la catedral de Oviedo, más que santa, se diría que es fabulosa. **

___

* Rubén Darío, O.C. t. I (Edit. Afrodisio Aguado, Madrid, 1950) p. 421





** Fotografías de arriba abajo: catedrales de Oviedo, Toledo, Salamanca y León.

sábado, octubre 27, 2007

¿Todo a mil, o todo a cien?

(Esbozo de seguimiento de un tópico literario)



Entre los recursos literarios que emplea el arte de la poesía, aparte de la metáfora, que es seguramente el más importante, hay dos que guardan entre sí bastante parecido y que los teóricos de la literatura tienden a identificar cada vez más. Esos recursos, también llamados tropos, se conocen con los nombres de sinécdoque y metonimia. Y así como la metáfora se basa en la ley de semejanza, la metonimia y la sinécdoque se basan en la ley de contigüidad. Ambas leyes, junto con la que llaman ley de contraste, constituyen las tres leyes de la asociación de ideas, ya estudiadas por Aristóteles. Las tres se podrían reducir a una sola ley que sería la ley de síntesis.
Mediante la ley de contigüidad, asociamos las cosas que están próximas o en contacto, en inmediatez, sea espacial o temporal. Al asociarlas, se suele tomar la una por la otra, por ejemplo: “se bebió una botella de vino” (el continente por el contenido). Y a tenor de esto se puede tomar: el efecto por la causa, el autor por la obra, el singular por el plural, lo abstracto por lo concreto... Y, por lo que respecta al tema objeto de nuestro estudio, la cantidad indefinida, que normalmente se expresa por los adjetivos indefinidos (mucho, poco, bastante, demasiado) tiende a sustituirse por adjetivos numerales (cardinales) que expresan cantidades concretas. Particularmente, los adjetivos “cien” y “mil”. Números redondos, como se ve, con los que queremos dar a entender que se trata de “muchos”. Curiosamente, sin embargo, esas cifras que constituyeron un reclamo comercial en los años que precedieron inmediatamente a la implantación del euro, fueron el referente de lo barato y económico. Por tanto representaron cantidades módicas.
A lo que voy: los autores españoles, especialmente a partir del Siglo de Oro, emplearon con cierta profusión los adjetivos “cien” y “mil” como sinónimos de “muchos”. Entre los autores del Renacimiento que hacen uso del tópico tenemos, por ejemplo, a Garcilaso, a San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León. Del primero hemos espigado los siguientes ejemplos:
Mil veces ella preguntó qué había
(Égloga segunda)
...atravesado y roto de mil hierros...
(id. ibíd.)
Trátame de manera que a mil habría muerto
(Soneto 39)

De San Juan de la Cruz ahí van tres típicas muestras del tópico correctamente empleado:
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura

(Cántico espiritual)
Y todos cuantos vagan
me van de ti mil gracias refiriendo

(ibid.)
Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo

("Tras un amoroso lance")
Pero dejemos al serafín de Ontiveros para escuchar a Fray Luis de León, el ínclito agustino, egregia figura de la llamada “escuela castellana”. El plácido fraile que escribe la “Oda a la vida retirada”, cuando describe la amenidad del huerto que él mismo ha plantado, dice:
El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido.




En la Oda a Felipe Ruiz (XII) vuelve sobre la muletilla:

Quien de dos claros ojos
y de un cabello de oro se enamora,
compra con mil enojos...


En la oda VI (“Elisa, ya el preciado...) instando a su pupila al arrepentimiento, cual otra María Magdalena, la invita a confiarse a ese médico del alma que es Cristo:

...un médico perfeto
de cuanto saber tiene
dé muestra que por siglos mil resuene.


La oda “A la vida religiosa” comienza así

Mil varios pensamientos
mi alma en un instante revolvía.


En la oda VIII (“A la noche serena”) leemos

...de bienes mil cercado...

...repuestos valles de mil bienes llenos...

En fin, en Fray Luis, el tópico resulta un pelín abusivo. Hay muchos ejemplos más que aquí no se consignan, en gracia a la brevedad. Dice el adagio latino que abusus non tollit usus (el abuso no quita el uso). Lo malo es usar el tópico a cada dos por tres, a troche y moche. Y, ciertamente, muchos autores, probablemente anteriores (y desde luego, posteriores) a los citados, han hecho uso de este tranquillo literario. Un solo ejemplo más, de un autor del siglo XIX, Ramón de Campoamor, en su famoso poema “El tren expreso”:
Mil veces intenté quedar dormido,
mas fue inútil empeño
.

Pero dejemos el tópico de los “mil” para fijarnos en el otro número redondo, esta vez “cien”. Su empleo es análogo al anterior: se usa como sinónimo de “muchos”. Comenzaremos con un ejemplo de nuestro Gabriel y Galán:
Cien veces te ije
que no se lo dieras

(“El varón”)



Otro ejemplo de otro paisano nuestro, el almendralejense Espronceda:



...y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

(“Canción del pirata”)

Otro ejemplo más, ahora del asturiano Campoamor:



Llevo vencidos cien reyes.
–¡Buen bandido de coronas!
(“Las dos grandezas”)



Y vamos a traer a colación dos ejemplos más, encontrados en un mismo poema del gran nicaragüense, Rubén Darío. Se trata del poema, “Retratos”, de los Cantos de Vida y Esperanza:






Cien veces hizo cosas tan sonoras y grandes...
_



...rojos labios malignos,
florecidos de anécdotas en cien decamerones
.




Todavía en esta tesitura de los números redondos nos encontramos otra modalidad del tópico, el que engloba los dos tópicos anteriores, "cien" y "mil" en un múltiplo común: cien mil. Así Góngora llamó al Mediterráneo:



Teatro donde se han hecho



cien mil navales tragedias.



("Amarrado al duro banco", Romances)



Y Cervantes incluye en El Quijote una composición en verso, escrita, según él, por el mayordomo del Duque, en la que un criado, disfrazado de Merlín, anuncia la solución que éste ha encontrado para desencantar a Dulcinea:



después de haber revuelto en cien mil libros



desta mi ciencia endemoniada y torpe.



Y esa solución es que el pobre Sancho tendrá que darse "en ambas sus valientes posaderas



tres mil azotes y trescientos



Y, para seguir con el tópico y la broma, yo quiero darles, desde aquí, a todos los posibles lectores, un millón de gracias, por su atención.



Por último, y para terminar, advertir que el tópico estudiado aquí a propósito de la literatura española ni es privativo de nuestro Siglo de Oro, ni es exclusivamente español. Ya el latino Catulo en sus Carmina (poema V), emplea las redondas cifras de mil y cien, a propósito de los besos que quiere recibir de su amada Lesbia: "dame mil besos, dame luego cien; después otros mil y otros cien más"... (vv. 7-9)


Se trata, por tanto, de un tópico de la literatura de todos los tiempos.

domingo, octubre 21, 2007

Sobre los tópicos convencionales de la izquierda y la derecha

Uno de los tópicos convencionales de la cultura judeo-cristiana es el que versa sobre la izquierda y la derecha como lugares de ubicación, respectivamente, de los malos y los buenos. Su procedencia es de origen bíblico, tanto vetero-testamentario como neo-testamentario.
Desde tiempo inmemorial se nos ha venido inculcando que la derecha es el sitio que corresponde a los buenos y la izquierda a los malos, cuando unos y otros comparezcan ante el Juez Supremo en el día del Juicio Final. Se trata del ajuste de cuentas que al final de los tiempos espera a la Humanidad por parte de la justicia divina. En el evangelio de San Mateo (25. 31 y ss.) se describe sucintamente la mise en scène de la formidable postrimería. A ese tremendo acontecimiento, en el que se decidirá la suerte de los buenos y de los malos, aluden también los tercetillos monorrimos del escritor medieval Tomás de Celano, el autor del impresionante Dies irae, que se cantaba antiguamente en las misas de Requiem (Mozart compuso su memorable pieza sinfónica para musicar estos versos)
Como se lee en el pasaje de San Mateo al que acabamos de referirnos, los malos serán colocados a la izquierda y equiparados a los “cabritos”. Y los buenos, equiparados a las ovejas, serán colocados a la derecha. Por eso el autor medieval aludido pide al Supremo Juez que, por encima de los propios merecimientos, le otorgue un trato de favor:
Inter oves locum praesta
et ab haedis me sequestra,
statuens in parte dextra
.
(Hazme sitio entre las ovejas
y sepárame de los cabritos,
colocándome en la parte derecha)
En el Viejo Testamento, encontramos también la confirmación de que la derecha es el sitio preferencial dado a los favorecidos del Señor. En los Salmos leemos aquello de:
Dixit Dominus domino meo: sede a dextris meis.Donec ponam inimicos tuos scabellum pedum tuorum (Ps. 109)
(Dijo el Señor a mi señor: Siéntate a mi derecha. Mientras que pongo a tus enemigos como escabel donde reposen tus pies)
De modo que, según una tradición de muy hondo arraigo en la cultura de la Iglesia, la derecha es (con respecto a Dios) el sitio reservado a los elegidos.
No sabemos en qué medida estos prejuicios culturales influyeron en la política que inspiró el franquismo y en la compenetración que se dio entre la Iglesia oficial y el Estado totalitario en la etapa de la Dictadura. De lo que sí estamos seguros es que esa identificación de la jerarquía eclesiástica con el Régimen ha sido, a la larga, perjudicial para la Iglesia. No ha favorecido la captación de prosélitos sino, al contrario, ha contribuido a alejarlos, como ella misma se ha alejado de las enseñanzas y los preceptos del Evangelio, especialmente los más urgentes, como son el amor y el perdón.
En la actualidad, cuando desde la llamada “emisora de los obispos” se predica acerbamente contra la Ley de la Memoria Histórica, argumentando que sólo pretende “reabrir heridas”, la Iglesia española se ocupa activamente en promover ante el Vaticano el proceso de beatificación de 498 mártires religiosos de la Guerra Civil. Ni la más leve mención de las víctimas, no ya civiles, sino incluso religiosas que cayeron por obra de la represión franquista. Tal el caso del sacerdote balear Jeroni Alomar, que ayudó a ponerse a salvo a gente de la izquierda y que fue condenado en Consejo de Guerra bajo el cargo de “ayuda a la rebelión” (El País, 17 de octubre de 2007, sección de Cartas al Director)

(Ilustración: El Juicio Final, por Miguel Ángel)

sábado, octubre 20, 2007

Bien por el Foro Zafrense

La línea de actuación del Foro Zafrense nos hace concebir las más halagüeñas esperanzas. Y nos reafirma en la convicción de que el nombramiento de Personaje del Año, que el Centro de Iniciativas Turísticas ha hecho recaer, en su más reciente edición, en la persona de Don Juan Carlos Fernández, director de la citada asociación cultural, ha sido acertada, aun a riesgo de parecer un poco prematura. Confiamos en que el premio servirá de estímulo y aliciente a nuestro personaje para animarle a proseguir el camino emprendido, que no es otro que el de la política de mano tendida y acercamiento entre los dos partidos que, mayoritariamente, protagonizan la vida política española, como son el PP y el PSOE. Los que, a la postre, vienen a encarnar en el presente esas posturas antagónicas que configuran el mito de las dos Españas.
Juan Carlos Fernández, con una amplitud de miras que no dudamos en calificar de admirable y que, barruntamos, pudiera incluso suscitar algún que otro recelo entre sus propios partidarios (¿quién será este ‘pájaro’ a quien los mismos rivales políticos alaban?) ha retomado, resueltamente, el talante político de la Transición, que marca un hito verdaderamente memorable de la vida política española: el del paso sin traumas de la política del palo y tentetieso a la política de la participación ciudadana, inspirada no en la zancadilla, sino en el propósito de arrimar el hombro, tratando de aproximarse siempre a ese punto de convergencia que culmina en el consenso. “Convergencia y unión”, diríamos, parafraseando el lema que inspira la conocida agrupación política catalana.
El más reciente acierto del Foro Zafrense ha sido traer a su tribuna a una de las viejas glorias de la Transición, al (entre otros cargos) ex – ministro del Interior con UCD, Don Rodolfo Martín Villa. Se ve que el hombre anda un poco machacado y mermado de voz , pero no de facultades mentales, pues hizo una exposición lúcida y coherente de la Transición. Hubo unos momentos emotivos en su discurso en los que flaqueó su voz especialmente, al pedir unidad a los españoles y al apelar a todos para que desterremos por siempre los enfrentamientos que derivaron en la guerra civil. Fue el emocionado “nunca más”, con que el viejo político conjuraba los demonios familiares, en una apelación al público asistente, que lo arropó con un prolongado y cálido aplauso.
El espíritu conciliador del Foro Zafrense nos abre a un panorama de esperanza, frente al talante de crispación que se percibe en otros medios de la política española. Los momentos culminantes de la política de nuestro país, esos en los que la concordia alcanza sus mayores cotas (los que de manera ejemplar y paradigmática podríamos representar en la modélica Transición o, también, en el llamado Espíritu de Ermua) son los que debemos proponernos los españoles de “pro” para desterrar, de una vez para siempre, los conocidos “demonios familiares”.
En el ámbito ciudadano de nuestra Zafra, hemos vivido emotivamente en alguna ocasión esos raros y venturosos momentos de concordia. ¿Recuerdan ustedes la inauguración del monumento al alcalde socialista José González Barrero, con la asistencia de la corporación municipal, presidida en aquella ocasión por el PP?
Esa es la política de generosidad recíproca que necesitamos los humanos en general, lo mismo en Zafra que en la Cochinchina. Y dejar de una [puñetera] vez de incordiarnos recíprocamente, desde esos baluartes de la opinión pública desde los que solemos tirotearnos.
Ahora mismo tenemos como más reciente motivo de discordia la pregonada y controvertida Ley de la Memoria Histórica. Seguramente debió ser consultada la oposición y pactar la manera en la que la izquierda vejada, dolorida y machacada por la dictadura, pudiera recuperarse de su largo ostracismo.
Quizás en “nuestro” (me sumo gustosamente a este colectivo) inteligente Foro Zafrense podríamos debatir tranquila y calmosamente la cuestión. Porque es el caso que los derrotados de la Guerra Civil necesitan como el pan de la boca, una catarsis histórica. Para explicarlo en términos más sencillos, diré que esa catarsis consistiría en echar afuera, no ya la amargura de la derrota, sino eso que José Mª Lama ha llamado, atinadísimamente, “la amargura de la memoria”. Y probablemente se necesita, al efecto, de la generosidad y la comprensión del rival político para echar del espíritu esta dolencia. Lo que llamaba Cicerón “evómere virus acerbitatis”. Eso, la catarsis.

viernes, octubre 19, 2007

La Memoria Histórica según Alberto

Si la memoria mía personal no me falla, Alberto era el nombre de un caricaturista que colaboraba en el diario HOY, hacia la segunda mitad del siglo pasado. Más recientemente otro Alberto, el cronista oficial de Badajoz, nos trazaba hace unos días en las páginas de este periódico, a grandes rasgos también algo caricaturescos, su visión personal de la memoria histórica. Tras establecer una distinción de entrada entre memoria histórica, a secas, (que vendría a coincidir con lo que él entiende por memoria histórica buena) y “memoria histórica mala” (la que se pretende elevar, próximamente, nada menos que a rango de ley) el cronista oficial de Badajoz establece la siguiente analogía de proporcionalidad: la memoria histórica buena es al colesterol bueno como la memoria histórica mala (es decir la Memoria Histórica que ahora se pretende institucionalizar) es al colesterol malo.
Dice Don Alberto que ambas memorias, la buena y la mala, “han existido siempre en todas las sociedades, “aunque la segunda solo (sic) en la España de nuestros días ha sido oficializada con promoción institucional y dinero público, pese a que sus objetivos no tienden a la concordia ciudadana ni al interés general, sino a intereses partidistas”.
Si dar satisfacción y reparación moral a una parte considerable de la ciudadanía, a saber, aquella que nunca anteriormente había sido desagraviada con este tipo de reparación, no es, a criterio de Don Alberto, algo que atañe al interés general y que puede contribuir, en definitiva, a lograr la deseada concordia, resulta que es él quien está aplicando la memoria mala,"la memoria que separa".
¿Qué es eso de que la memoria histórica mala ha sido oficializada sólo en la España de nuestros días, con promoción institucional y dinero público? ¿Tan flaca es su memoria personal que olvida que Franco institucionalizó su dictadura y toda la parafernalia de las conmemoraciones, monumentos, memoriales y nombres del callejero con el dinero público?
Los homenajes a los “Caídos por Dios y por España”, las honras fúnebres solemnes, las exhumaciones y traslados de restos fueron práctica habitual de la propaganda del régimen. ¿Qué le hace a Don Alberto suponer que los que ahora tratamos de encontrar los restos de nuestros familiares asesinados tenemos la abyecta intención de “atizar con ellos a la gente en la cabeza, como si fueran garrotes”? Tenemos el suficiente respeto y cariño hacia esos huesos queridos como para envilecerlos de esa forma.
En fin, se ve que la proyectada Ley de la Memoria Histórica, aunque pensada por el legislador con la mejor intención de reparar siquiera los daños morales infligidos a los perdedores de la Guerra Civil, no es del agrado del cronista oficial de Badajoz.
Mire, Don Alberto: ese retrato que usted pinta de la “memoria que separa” podía usted aplicarlo a la larga etapa de la dictadura franquista, la que honró durante 40 años exclusivamente a sus “caídos”, la que se adjudicó a sí misma y a los de su bando la patria y sus símbolos, la que convirtió, en fin, la “cosa pública” en “cosa nostra”. Si una parte de la sociedad española no vibra “ante los momentos gloriosos y los símbolos comunes” es porque se sintió excluida de esos símbolos que se apropió el vencedor. Y no me hable usted de esos lugares remotos de la geografía profunda que caen, más o menos, hacia Puerto Hurraco. No hable de afrentas centenarias: los hechos no son tan lejanos como usted pretende. Son de treinta años menos de los que usted dice.
Lo del símil deportivo le ha quedado fatal, aunque pueda halagar a quienes asuman la ideología de los vencedores el que se les diga ahora, 70 años después, que en la guerra civil su partido “ganó por goleada”. Jactancia superlativa.
Y ¿qué es eso de que los perjudicados no hemos sabido “asumir la derrota”? ¿Pero es que hubo juego limpio en ese encuentro deportivo al que usted asemeja la guerra civil? En nuestra Extremadura apenas hubo frente de guerra. La mayoría de las víctimas cayeron en la retaguardia, inermes. Aunque estos asesinatos se pretendieron justificar en las actas de los juzgados como hechos de guerra.
Por último Don Alberto: lo que persigue la Ley de la Memoria Histórica es que se restablezca la verdad, siquiera como reparación moral del daño recibido por unos patriotas que quisieron mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Que se llame a las cosas por su verdadero nombre: que lo del Alzamiento ni fue glorioso ni fue Cruzada. Que fue, lisa y llanamente, un golpe de Estado perpetrado por unos generales que se levantaron en armas contra su pueblo y, por tanto, unos parricidas.
Esa reparación moral necesaria, aunque aplazada treinta años después de la muerte del dictador, es lo que pretende la Ley de la Memoria Histórica que a usted tanto le molesta.
__________  
NOTA:  El artículo del cronista oficial de Badajoz que provocó esta réplica puede hallarse mediante el enlace siguiente:
http://www.hoy.es/20071015/opinion/memoria-separa-20071015.html  Todavía no ha sido refutado con la dialéctica contundente que la postransición debería aplicar a este tipo de escritos.

jueves, octubre 18, 2007

La verdad de la Memoria Histórica

Un reciente artículo de Alberto González Rodríguez en el diario HOY (15-10-2007) titulado “La memoria que separa”, plantea de forma indirecta una cuestión de índole filosófica a propósito del concepto de memoria histórica. He aquí los términos en que el autor expone la cuestión: “¿Pero qué se entiende por memoria histórica buena o memoria histórica mala? Mas la cuestión no es qué se entiende sino qué es cada una de ellas según su naturaleza”. Seguidamente pasa a definir lo que él entiende por una y otra cosa. Con lo cual no hemos progresado ni un ápice en el propósito de trascender la índole, tercamente subjetiva, de la verdad. Estamos en donde estábamos, tras nuestro frustrado intento de eludir lo subjetivo. Hemos efectuado eso que los franceses llaman un piétinement sur place, es decir, eso que hacen las ruedas del coche cuando se atascan en el barrizal: ruedan pero no avanzan.
De modo que el “qué se entiende” estaba bien planteado, sólo que quizás se pudo precisar un poco más añadiendo: “rectamente”. Tratando de huir de la subjetividad impersonal del “se entiende”, el Sr. González incurre en la subjetividad personal de darnos su propia versión de qué cosa es memoria histórica buena (o, también, ortodoxa) y qué es lo que debe entenderse, a su juicio, por memoria histórica mala (heterodoxa, por supuesto) Huyendo del “qué se entiende por” viene a dar en el “qué entiendo yo por”.
Ahora bien, el “se entiende”, en su generalización impersonal y cuasi tópica, tiene mucha menos carga de subjetividad que el “entiendo yo”. Ese “se entiende” da a entender que se trata de un criterio compartido, o sea, que sobre la presunta opinión existe una especie de consenso. Y esto, sin que pueda tomarse como criterio infalible de verdad, se convierte, siquiera provisionalmente, en aval de credibilidad. La verdad debe ser contrastable y, por así decirlo, localizable. Desde luego, es tópica. Pese a la mala prensa que suele tener lo que es tópico. Claro que hay un tipo de verdad que es a-típica, amén de ser a-tópica, y aun anti-tópica. Es la paradoja. El paradójico por sistema vive a contrapelo. Decía Oscar Wilde: “Cuando todo el mundo está de acuerdo conmigo siempre pienso que me he equivocado”.
Tenemos que acogernos al consenso en lo que a la Memoria Histórica se refiere. Y ahí está la madre del cordero: mientras no logremos ponernos de acuerdo en la terminología que debemos adoptar para suturar esa tremenda fractura que supuso la Guerra Civil, no podemos asimilar lo que entendemos por Memoria Histórica. Mientras unos sigan llamando “Cruzada” a lo mismo que otros llaman “golpe de Estado”, por poner un solo ejemplo representativo, la Memoria Histórica no será aceptada por la parte de los vencedores. Y mientras estos y sus descendientes no acepten la puesta en común que supuso, por poner otro ejemplo, la condena del franquismo (aceptada en el Parlamento español y vetada en el Parlamento europeo por el representante del PP) no se podrá facilitar esa “catarsis” que los vencidos y sus descendientes reclaman como condición sine qua non para poder reintegrarse en el cuerpo de la patria, del que un día fueron despiadadamente amputados.
La denominada Transición aplazó, que no canceló, este tipo de reclamaciones por parte de los perdedores.
Precisamente porque la herida aún está abierta (latet sub pectore vulnus) y necesitamos cerrarla, pedimos comprensión a aquellos que, sin ser responsables directos de las masacres y la expropiación de la patria común, son en cierta medida los herederos de aquella generación. Habrá que admitir errores de una y de otra parte. Y habrá que reconocer que el pueblo español fue la víctima de aquel alzamiento militar que nunca fue “glorioso”, entre otras razones porque se fraguó de una conspiración militar contra el propio país, de esa alta traición contra la patria, delito que los romanos llamaban perduellio.
Y encima, los verdaderos rebeldes endosaron a sus víctimas el delito de rebeldía, imputable únicamente a ellos.
______
* (Caricatura y retrato de Oscar Wilde)


lunes, octubre 01, 2007

Equinoccios, solsticios y otras quisicosas

A Mercedes, mi mujer.




Una persona de mi entorno, siempre comprensiva y solícita por mi bienestar, me advierte, a propósito de mi colaboración en la Revista de la Feria de Zafra, que utilizo en mi artículo palabras raras que la gente no entiende. Por ejemplo, esas que van dichas en el epígrafe (¡qué rayos querrá decir ‘epígrafe!’, diría yo parodiando a Millás)
Así que me dispongo a volver, por unos momentos, a mi antigua condición de enseñante para brindar, a quien tuviere la paciencia de leerme, una lección ocasional acerca de esas raras palabras.
Ante todo, necesito proveerme del material adecuado para explicar mi lección. Normalmente, siempre me he arreglado utilizando el material clásico: una pizarra y una tiza. Figuraos que ya tengo a mano el susodicho material.
Tomo la tiza y escribo en la pizarra estas cuatro palabras:
INVIERNO PRIMAVERA VERANO OTOÑO
(Para estimular la participación del niño se le puede animar con preguntas como las siguientes: ¿Tienen algo en común las palabras que ves en la pizarra? ¿Sabrías decir en cuál de esas épocas del año estamos actualmente?)
Seguidamente dibujaré una balanza y sobre el platillo de la izquierda dibujaré la luna (menguante, porque se identifica más fácilmente) y sobre el de la derecha dibujaré el sol con sus rayos. Así:
Se explica brevemente el significado de la representación: Aquí vemos representados la noche (N) y el día (D), simbolizados, respectivamente, en la luna y el sol.
Nueva pregunta para estimular la participación del alumno/a:
¿Sabe alguien en cuál de las cuatro estaciones del año los días son muy largos y las noches muy cortas?
Enseguida habrá algún listillo que conteste: en verano las horas del día son más que las de la noche.
Le felicitamos (pues la alabanza es uno de los mejores alicientes en pedagogía) y volvemos a recurrir al dibujo para representar esta situación así:
En verano los días son más largos que las noches.

Pero en invierno ocurre todo lo contrario: las noches son más largas que los días. Lo que podemos representar en el esquema siguiente:




Finalmente, cabe una tercera posibilidad en la situación de los platillos de la balanza y es que estos estén en el fiel. Esto ocurre cuando las horas del día son iguales a las horas de la noche (véase FIG. 1)
A esta posición de equilibrio es lo que llamamos equinoccio (aequi-noctium), cuando se igualan las horas del día en número a las de la noche (12 horas de luz y 12 de oscuridad). Esta situación ocurre dos veces al año: una en primavera (entre marzo y abril) y otra en otoño (entre septiembre y octubre). Son los llamados equinoccio de primavera y equinoccio de otoño.
Solsticio (parada del sol) se puede tomar aquí por ‘puesta de sol’. En Zafra, el referente de la puesta del sol es el Castellar. El poeta holandés Enrique Cock llama a este macizo rocoso, con una bonita metáfora, “la alcoba del sol” (cubilia solis). Pero el astro rey se retira a esa alcoba por puertas distintas. En verano se retira por la puerta del Norte, que cae a la derecha del Castellar. Lo vamos a llamar Pórtico del Cáncer (es en realidad Trópico del Cáncer, pero, miren qué casualidad, ‘pórtico’ tiene exactamente las mismas letras que ‘trópico’). En invierno, en cambio, se retira a dormir por la puerta del Sur. Es el Pórtico (digo el Trópico) del Capricornio. El sol es muy cuco y en verano busca lo fresquito, el Norte. Pero en invierno busca lo cálido: el Sur. Y por eso se pone a la izquierda del Castellar. Porque, al comenzar el invierno, el sol entra en la constelación del Capricornio; en cambio, al comienzo del verano el sol entra en la constelación de Cáncer.
Pero en el tiempo de los equinoccios el sol se pone hacia el centro del Castellar. Las horas del día son iguales en número a las de la noche. El sol entra en el equinoccio de primavera en marzo, cuando pasa por la constelación de Aries. Y vuelve a entrar en el equinoccio al pasar, en el otoño, por la constelación de Libra.
En los solsticios hay un punto de inflexión en los que el sol invierte su curso de Sur a Norte (Trópico del Cáncer) y reemprende su retirada hacia sus cuarteles de invierno. Y lo mismo ocurre cuando detiene su marcha hacia el Sur: aquí el punto de inflexión lo marca el Trópico del Capricornio. Al alcanzar ese punto, vuelve de nuevo a iniciar su retroceso hacia el Norte.
Veamos, finalmente, en el siguiente esquema, el perfil del Castellar y las diversas posiciones del sol en los respectivos solsticios y equinoccios.



El astro rey, en su recorrido de Sur a Norte y de Norte a Sur, tiene dos puntos de inflexión. Cuando alcanza cada uno de ellos, invierte su dirección. Así, cuando alcanza el Trópico del Capricornio, en la fecha del 21 de diciembre (solsticio de invierno) cambia de dirección y se dirige nuevamente hacia el Norte. Y lo mismo, cuando alcanza el Trópico del Cáncer (solsticio de verano), de nuevo emprende su marcha hacia el Sur. A mediados de ese recorrido pasa por el punto intermedio de los equinoccios: el de primavera (hacia el 21 de marzo) se encuentra en la constelación de Aries. Y en el otoño (hacia el 21 de septiembre) pasa por la constelación de Libra.



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NOTA FINAL: Quede entendido que estamos hablando con la mentalidad ingenua que supone que es el Sol el que se mueve por el firmamento. Es, en realidad, la Tierra la que se mueve, describiendo una órbita alrededor del Sol.