Sancta Ovetensis,
Dives Toletina,
Pulchra Legionensis,
Fortis Salmantina.
Rica, la de Toledo,
Bella, la de León,
Fuerte, la de Salamanca)
Los restantes adjetivos tratan de caracterizar a cada uno de esos monumentos por algún rasgo diferencial. Así, la catedral de Sevilla es ‘grande’ o ‘espaciosa’ (magna). Alguno de esos adjetivos pudiera, sin embargo, aplicarse a más de una de esas catedrales. Por ejemplo, el de “pulchra”(hermosa,bella) convendría a todas, aunque, quizás, en mayor o menor grado. El de “rica” se aplica a la de Toledo, y es verdad que su Sala del Tesoro contiene piezas artísticas de valor incalculable, como la custodia de Arfe, hecha de oro y pedrería. En cuanto a la de Oviedo, su principal peculiaridad consiste en que guarda gran abundancia de reliquias de santos. Que sean, o no, auténticas, estaría por ver, como enseguida explicaremos.
Desde luego, los adjetivos que se aplican a cada uno de esos monumentos no indican que sean exclusivos y que no puedan aplicarse a los otros, sino que la cualidad por ellos expresada destaca de manera especial en cada uno de los casos. Así, por ejemplo, siendo bellas las otras catedrales, la de León lo es de una manera extraordinaria. Siendo todas ricas, la de Toledo destaca de modo especial.
La cualidad que se aplica a la catedral de Oviedo llama la atención: “santa”. ¿Es que las demás no lo son? Sí, pero…no tanto. Ninguna de las otras atesora tantas reliquias de santos como la de Oviedo.
Parece, sin embargo, que en este caso se ha cargado la mano y que la mayor parte de esas reliquias son pura fábula. Rubén Darío, que visitó la catedral ovetense a finales del siglo XIX o a comienzos del XX, contaba lo que oyó de labios de un monaguillo amaestrado al efecto, aunque bajo la supervisión de dos de los señores canónigos del Cabildo. Cuenta el poeta de Nicaragua que, entre otras presuntas reliquias, le mostraron:
“parte de la sábana santa en la cual envolvió José de Arimatea el cuerpo de Cristo”.
Y comenta el poeta: “un trozo de tela blanca que me pareció demasiado blanca para tantos siglos”.
…"ocho espinas de la Corona Sagrada, de la corona cruel que los judíos pusieron en la cabeza de nuestro Redentor”…
…"un pedazo de la caña que los judíos pusieron a Cristo por burla”…”un pedazo de la túnica inconsútil”…otro “de los pañales en que estuvo envuelto en el pesebre”…”uno de los treinta dineros “…”un pedazo de pez asado y del panal de miel que Jesús comió con los apóstoles (cosas que no me mostraron)…”tierra sobre la que puso los pies Jesucristo cuando subió a los cielos”…”cabellos de María Magdalena” , amén de una larga lista de supuestas pertenencias de santos, o en relación con ellos. Por ejemplo, “una navaja de la rueda en que fue martirizada Santa Catalina”. Y el poeta, ahito de tanta tomadura de pelo, concluye su artículo así:
─ Tomad dos pesetas… ¡Creo en Dios. Creo en Dios! ¡Pero, idos al diablo!. *
Y es que, a juzgar por el número y la calidad de las reliquias que le mostraron en su día al poeta, la catedral de Oviedo, más que santa, se diría que es fabulosa. **
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* Rubén Darío, O.C. t. I (Edit. Afrodisio Aguado, Madrid, 1950) p. 421