jueves, junio 30, 2011

DÉCIMA EN HONOR DE LUIS ÁLVAREZ LENCERO






Aquí estoy de cuerpo entero,
para jugarme las penas,
el corazón y los hue...sos




(L. Álvarez Lencero)




Lo dijo nuestro Lencero,
dechado de buen varón,
poeta de corazón
y artista de cuerpo entero.
Hombre que, a fuer de sincero,
hizo gala de su hombría,
cifrando en la varonía
la esencia de la virtud: *
y es la viril actitud
la esencia de su poesía.

____

* “ex viro virtus” (Cic. Tusc. 2.43.12)


("virtud viene de varón)

martes, junio 28, 2011

EL DICCIONARIO BIOGRÁFICO ESPAÑOL ENTRE EL ESCRUTINIO Y EL AUTO DE FE

En un reciente artículo publicado en el diario HOY, el cronista oficial de Badajoz, D. Alberto González Rodríguez, sale en defensa del Diccionario Biográfico Español, editado por la RAH en su primera tirada de los 25 primeros volúmenes. D. Alberto defiende a capa y espada la objetividad científica de esta obra en la que, dice, “he tenido el honor de colaborar”. Detalle este que parece garantizar no sólo su propia objetividad, sino la del resto de los colaboradores. Porque, no nos engañemos, quienes critican la obra que, según él, constituye “la más acabada expresión de la memoria histórica de nuestra patria” son los antipatriotas de siempre. O sea, aquellos que “pretenden que la historia sea lo que ellos quieren, y no lo que fue”, y que, en el fondo, son “los mismos para los que las ideas de España, sus hazañas, símbolos, héroes, valores y cuanto contribuye a cimentar el sentimiento de españolidad y el orgullo de nuestro pasado, son cosas que hay que borrar para sustituirlas por lo que impone la dictadura del pensamiento único...

Todo lo cual explica por qué “el Diccionario ha sido objeto de un rechazo frontal por parte de los iconoclastas del radicalismo izquierdista. (La cursiva es, en todo caso, nuestra). Esta operación, continúa el cronista, “ha sido impulsada desde las altas instancias gubernamentales y partidistas”... Y la causa que ha puesto en marcha esta especie de conjura, esta labor de zapa... de zapa... (¿qué me recuerda esto?) resulta fácil de imaginar. Sólo falta que se formule de manera oficial, cosa que el propio cronista facilita a la censura oficial: “Por resultar perjudicial para la democracia y la memoria histórica oficial”..


El pretexto que ha tenido la opos..., digo el Gobierno que pasará pronto a la condición de oposición, para lanzar su anatema sobre el Diccionario, ha sido el artículo sobre Franco, “redactado por el eminente historiador y prestigioso catedrático, especialista en el personaje, Luis Suárez, por considerarlo laudatorio”...
El Sr. González Rodríguez considera una “falacia” que se argumente, como razón para exigir que se retire la biografía de Franco, la de que “en ningún país se permitiría publicar la menor referencia de personajes semejantes”... Lo que constituye, dice, “una gran falacia”. Pero la falacia la introduce él cuando dice “la menor referencia”. Sofisma y falacia, porque lo que no está permitido, en todo caso, en esos países con democracias bien constituidas, es la menor referencia hagiográfica o enaltecedora de esos personajes que fueron la causa de genocidios execrables. Entre esos grandes genocidas cita D. Alberto a “Stalin, Hitler o Mao Tse Tung”. A lo que se ve, no incluye a Franco entre los genocidas mayores de la Historia. De haberlo hecho su lista hubiera resultado más equilibrada: un 50% de genocidas del comunismo y un 50% del fascismo. Este pequeño detalle pone de manifiesto la ejemplar objetividad de D. Alberto y de su imparcial Diccionario.


Nos aproximamos ya al diagnóstico final de la causa que ha suscitado el rechazo de esa obra que, a su juicio, constituye la más cabal expresión de lo que debe entenderse por memoria histórica buena. Estamos ante un auténtico Auto de Fe, como los de la vieja Inquisición. Como asegura D. Alberto, “lo que los inquisidores del Diccionario Biográfico Español pretenden “no es un ejercicio de imparcialidad, sino un ejercicio de dirigismo dictatorial...” (esto sí que es inconcebible en ningún país demócrata y libre) “para ahormarlo desde el Gobierno a su ideología”...

Ante esta sombría perspectiva de dirigismo estatal, ya se presiente cuál será el destino final de la obra: el de ser arrojada al fuego.
D. Alberto se acuerda vagamente del escrutinio de la biblioteca de Don Quijote e imagina toda una legión de maltratadores interviniendo en la famosa chamusquina, incluso a quienes no intervinieron en ella: “...venteros, zapateros, galeotes y yangüeses de turno”.
Templarios en la hoguera













Viñeta de Gustavo Doré, cap. VII, 1ª parte
(El capítulo del escrutinio corresponde al VI, de la 1ª parte)



Mire, D. Alberto, el famoso escrutinio de la biblioteca de Don Quijote se hizo con la sana intención de proteger al hidalgo contra las lecturas perniciosas que lo trastornaban. Se hizo, además, gracias a los oficios del cura, y con un plausible gusto literario: se salvó lo excelente y se arrojó a las llamas lo malo o lo mediocre.El escrutinio se distingue del Auto de Fe en que, en este último, si llega el caso, se quema no sólo la obra, sino al autor.

El escrutinio que el Diccionario Biográfico Español necesita consiste en extirpar de él todos los resabios franquistas que fueron válidos en una época en la que la libertad de expresión estaba vedada justo para todos aquellos que no ‘ahormaban’ su criterio a las exigencias del Régimen. Lo que esta vez se procura es que la mentira no siga teniendo, como entonces (como ayer mismo, como quien dice) salvoconducto.

miércoles, junio 22, 2011

EL BALUARTE

Un diagnóstico bastante lúcido de la situación política española, que ha dado lugar al estancamiento de la Transición en un movimiento ilusorio hacia la Democracia, es el que podemos leer, a fecha de hoy, en el periódico Público.es. Facilito aquí al lector el acceso a dicho artículo, invitándole a que haga una reflexión sobre su contenido, pues en él, a mi modo de ver, se nos revela la causa que ha estado durante todos estos años escamoteándonos la entrada en la auténtica democracia, desde que terminó la travesía por el desierto de la Dictadura. Ya en una entrada anterior, que algunos de ustedes quizás recordarán, se establecía en este blog el correspondiente paralelismo entre el pueblo español y el israelita, camino de la tierra de promisión de la Democracia. Con la muerte del Caudillo, comenzamos a avistar la deseada tierra de promisión y a respirar el aire de las libertades por las que habíamos suspirado largo tiempo. Pero pronto íbamos a encontrarnos con los muros de Jericó, esa especie de bunker del franquismo que no hemos conseguido derribar, por más vueltas que damos a su alrededor. Es el baluarte del inmovilismo franquista enquistado en la democracia, impidiendo que nos adentremos en ella por los caminos de la libertad. En ese bunker, cerrado a cal y canto, se custodia la memoria del franquismo, la historia como éste la contó. Y frente al testimonio que oponen quienes fueron víctimas del mismo, insisten en contar la historia maquillada a su manera.

En fin, que si Franco no entró en la tierra de promisión de la Democracia, sus simpatizantes pretenden, a toda costa perpetuar el franquismo en la misma. Y esto provoca una situación embarazosa para el normal desenvolvimiento de la democracia, a la que da un tinte de irrealidad, queriéndola hacer, en cierta medida, compatible con la dictadura, transigente, equiparando democracia con Transición y ésta con transigencia. La juventud percibe la Transición perpetuamente prorrogable como una falsa democracia y exige en su mot d'ordre, en su principal consigna, "¡Democracia real, ya!". Y en esas estamos. Lo que pasa es que los que tratan de ofrecernos su versión de la democracia, tratan de boicotear este movimiento (15-M) y acusan a sus promotores de querer establecer una oposición extraparlamentaria. Les conviene perpetuar el simulacro de democracia estancada en perpetua Transición, sin la menor intención de ofrecer reparación a la parte vencida.

viernes, junio 17, 2011

¿DÓNDE ESTÁ EL FIN DE LA TRANSICIÓN?

Los romanos adoptaron temporalmente, de manera provisional, las dictaduras como sistema de gobierno (dictaturae ad tempus sumebantur, dice el historiador Tácito, al comienzo de sus Annales, 1.1.2-3) Es decir, “las dictaduras se adoptaban temporalmente”, como una forma de superar situaciones en las que peligraba la estabilidad del estado democrático (Re publica) y correspondían, aproximadamente, a lo que hoy denominaríamos ‘estados de excepción’.
No ocurrió así con la dictadura nacida con la guerra civil española (1936-1939) cuya razón de ser se justificó por la necesidad de atajar el desorden y el caos que había traído la República. La facción conservadora trató de sacar partido de la situación, propalando la necesidad de una intervención militar que atajara los desmanes. Esa facción conservadora achacó los desórdenes al Frente Popular, triunfador en las elecciones de febrero de 1936. A partir de ese triunfo electoral, la derecha trató de recuperar el poder, a base de desprestigiar a la república como el imperio del caos y el desorden. España, con el triunfo del Frente Popular, se había convertido en “la casa de Tócame Roque”, donde era necesario poner orden, al precio que fuese. Se preconizaba la sublevación militar, que algunos consideraban necesaria para enderezar los asuntos internos del país. En realidad, lo que interesaba a la facción conservadora es que la situación política diese un vuelco a su favor. Interesaba presentar a la República como el reinado de la anarquía. Así a los adversarios de la República les favorecía el desorden, por aquello de ‘cuanto peor, mejor’. Y se difundía, entre tanto, el rumor de que el ejército debería intervenir, a fin de poner coto a estos desmanes.

Y la rebelión militar eclosionó, por fin, el 18 de julio de ese mismo año. Era el cambio de situación que la derecha estaba esperando. Con el salvoconducto de la guerra, los paramilitares de la Falange identificados con los intereses de la derecha, se hicieron dueños de la situación. Y dio comienzo la más sangrienta y arbitraria de las represiones. Fueron estos los inicios de una dictadura que se iba a convertir en vitalicia, sobre todo porque a los principales beneficiarios de la misma, el estamento eclesiástico y los terratenientes, no les interesaba modificar un statu quo que les favorecía. Si añadimos que la guerra los involucró en un ‘pacto de sangre’, habremos encontrado la clave de la larga duración de la dictadura. Así el régimen surgido del 18 de julio se consolidó y afianzó, con el beneplácito y aun la bendición de la jerarquía eclesiástica. Ya en 1937 el primado de España, cardenal Gomá y Tomás dio el nombre de Cruzada al levantamiento militar que desencadenó el mayor genocidio de la historia de España. Si el gobierno de la segunda república no supo, o no pudo, atajar ciertos desmanes y desórdenes (de una y otra parte) ante los que había que haber reaccionado con energía, el remedio aplicado por quienes pretendían corregir la situación fue mucho peor que la enfermedad. Porque el desorden que desató el golpe de Estado fue muy superior al que pretendía corregir. En realidad no corrigió, sino perpetuó, el desorden que la República trataba de corregir mediante una distribución más justa y racional de los medios de producción, en poder de los terratenientes principalmente. Lo que hizo fue aportar nuevos y más graves desórdenes. Recuerdo, a este propósito, unas palabras de Séneca el Mayor, padre del filósofo, y abuelo del poeta Lucano. Dice este Séneca en sus Controversias (2.6.4.22-24): “¿Quién, para atajar revueltas, subvirtió el Estado de derecho? No reprime los desmanes quien los provoca”. Se podía precisar: quien provoca nuevos y mayores desmanes.

El Alzamiento militar del 18 de julio fue el gran desmán contra el estado de derecho que era la República. Con él comenzó la subversión que dio al traste con la legitimidad institucional del estado de derecho, pues, como dijo el poeta Lucano, “se otorgó legalidad al crimen” (B.C., 1.2). Los paramilitares de la Falange (la derecha uniformada), en connivencia con los mandos militares sublevados, iniciaron la represión en la retaguardia, asesinando a mansalva a quienes consideraban bolcheviques, o rojos.
Esta es, a grandes trazos, la maniobra que arrebató el poder al pueblo y arruinó el proyecto democrático en España por más de cuarenta años. Porque, aunque desde 1936 a 1975, año de la muerte de Franco, van 39 años; la sombra de la dictadura es alargada, se prolonga, incluso, durante la llamada Transición. Este periodo comienza con la muerte del Caudillo, lo que no se sabe bien es cuándo termina. Se supone que la ‘transición’ es el proceso por el que se pasa de la dictadura a la democracia, y que esta democracia es la meta a la que se llega cuando concluye el proceso transicional. Pero, así como la larga duración de la Dictadura invalida la noción clásica de la misma (situación excepcional en tanto que se resuelve un problema de Estado, que se procura resolver en un periodo de tiempo relativamente corto), la larga duración de la presunta ‘transición’ la anula como tal, tratando de convertir en permanente una situación que, por definición, se considera transitoria. La Transición prolonga la sombra de la Dictadura, por cuanto que la derecha se niega a condenarla. Las generaciones más jóvenes presienten que esto que tenemos es una forma espuria de democracia y demandan una democracia real. No un sucedáneo o simulacro de la misma.
Los españoles, privados de libertades cívicas durante cuarenta años, tuvimos que adaptarnos paulatina y pacientemente a la futura democracia. El súbito encuentro con la luz, tras haber vivido tanto tiempo en el túnel de la dictadura, hubiera podido dañar nuestra visión. Y así aceptamos pacientemente, esperanzadamente, esa forma de democracia descafeinada que llamamos Transición. La Transición era la forma precavida, gradual, de aproximarnos a la democracia, de saborear la libertad, que es como un vino (uno de los nombres clásicos de Baco es Líber, es decir, Libre) El vino, si se toma en estado puro, puede causar embriaguez. Por eso Cicerón habla en su República de esa libertad a la que compara con el vino sin mezcla: nimis meracam libertatem, advirtiéndonos que puede acarrearnos no pocos inconvenientes. Los españoles renunciamos a esa libertad en estado puro y adoptamos la Transición (el vino rebajado, el 00, el sin) Un sucedáneo de la democracia. La Transición no avanza: es el consabido piétinement sur place, la rueda que patina sobre el barro.
Entre tanto, el franquismo trata de realojarse en la Historia, con el visto bueno de la RAH y su flamantísima edición del Diccionario Biográfico Español.
Cuando esperábamos oír, como acto final de la Transición, el anatema de la Dictadura, resulta que escuchamos el panegírico de la misma, entonado por quienes más obligados estaban a ser respetuosos con la verdad histórica.

Se nos quiere situar indefinidamente en la Transición, sin dar el paso definitivo, por una de las partes negociadoras, que nos situaría en la democracia: la condena de la dictadura con la anulación de los juicios que ésta llevó a cabo, carentes de toda legalidad. Sobre todo, la tipificación como delito de lo que en aquellos juicios falsarios se dio en llamar ‘auxilio a la rebelión’.Proyectando, con la mayor desfachatez, el delito propio sobre el adversario político. Y cuando el juez Garzón, a instancias de parte perjudicada, ha querido encausar los crímenes de esa dictadura, se le acusa de prevaricación y se le inhabilita como juez. Esa es la democracia que tenemos: una contrafigura de la democracia real. Ésta sería la auténtica Democracia con mayúscula, aunque sin adjetivos, como quiere doña Esperanza Aguirre.

jueves, junio 16, 2011

“¡NO ES ESTO!”

Los ex-acampados del 15-M se han apresurado a desmarcarse de los ‘indignados’ de la Plaza de Sant Jaume con los que no comparten, por lo menos, una cosa: el método seguido para protestar. La suya ha sido, y esperamos que siga siendo, una protesta pacífica, que ha descartado, desde luego, la violencia. La adopción de medidas violentas no contribuirá más que a quitarles la razón a esas protestas, por más razonables que puedan ser. El método empleado quita la razón a las mismas, que es lo que en el fondo desean quienes, desde el principio, han visto con malos ojos las reivindicaciones de la Puerta del Sol.
Los disciplinados chicos de la sentada madrileña (que, antes de irse, han procurado barrer y limpiar como es debido el lugar de su acampada) hacen bien en mostrar su disconformidad con el procedimiento empleado en la protesta catalana. No podemos por menos recordar el “No es esto”, con que aquellos intelectuales de la República que componían la famosa terna, Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, se pronunciaron contra el carácter violento que había tomado la situación. La estrategia que emplearon entonces los ‘conservadores’ para desestabilizar la República fue aprovechar estas provocaciones para azuzar la conspiración militar. Era la táctica del “cuanto peor, mejor”, pues así se podía justificar la intervención militar que impidiera los cambios que postulaba la República: un sistema que permitiera las libertades (en particular la libertad religiosa) y una distribución más equitativa de los medios de producción, especialmente vinculados en aquel tiempo a la propiedad agraria. Las alteraciones del orden no fueron corregidas de modo tajante por los responsables del gobierno y esto contribuyó a activar la trama golpista por parte de los elementos conservadores, que defendían abiertamente la necesidad de una intervención militar. Cuando ésta, por fin, se puso en marcha, ya sabemos con qué rapidez y eficacia se procedió al exterminio del adversario político. No sabemos si ante la magnitud y gravedad de la represión (remedio peor que la enfermedad) alguno de aquellos intelectuales alzó su voz para decir “¡No es esto tampoco!”. Los intelectuales se encuevaron enseguida, o huyeron despavoridos ante la barbarie. Sólo Unamuno, desde el paraninfo de la Universidad salmantina, tuvo agallas suficientes para enfrentarse al “¡Muera la inteligencia!”, de Millán Astray, con aquel discurso sereno, rematado con una sentencia que quedó para la Historia:
¡Venceréis, pero no convenceréis!

El espíritu del 15-M no debe echarse en saco roto, porque en él tenemos no pocas esperanzas no sólo muchos jóvenes, sino también muchos mayores. Nos sentimos solidarios con ellos y comprendemos la justeza de su demanda:
–“¡Democracia real, ya!”

Porque esto que hasta aquí hemos conocido con el nombre, presuntamente provisional, de Transición, no pasa de ser un remedo de la auténtica democracia.

domingo, junio 12, 2011

DEMOCRACIA Y OPOSICIÓN





Para la democracia es conveniente que exista la oposición, porque permite el contraste de pareceres, pero esta oposición no debería entenderse como rémora que impida u obstaculice la pacífica convivencia entre los ciudadanos. Es más, una democracia firme y estable requiere que los grupos opuestos que la integran participen de unos cimientos comunes, se asienten sobre ciertos principios básicos para los que resulta imprescindible el consenso. Uno de estos principios suena a perogrullada por su obviedad, pero de la aceptación de su enunciado depende ese acuerdo básico que facilitaría el consenso entre gobierno y oposición, sea cualquiera el partido que en un determinado momento desempeñe cada una de las respectivas funciones. Y esa obviedad de principio, aneja (que no ajena) a la noción misma de la democracia, es que ésta es incompatible con la dictadura. Una obviedad de Pero Grullo, pero que se hace necesario recordar cuando el pacto de convivencia pacífica sobre el que se asienta la actual democracia española se ha acordado entre vencedores y vencidos, (o sus respectivos descendientes) de la guerra civil que dio lugar a la Dictadura. Los adscritos al primer grupo podrían alegar como ‘prueba’ de su inequívoco rechazo del franquismo un argumento bastante obvio también. Sería éste: “¿Qué mejor prueba de que hemos rechazado la Dictadura que la de haber abrazado, con vosotros, el sistema democrático?” Y sería un argumento indiscutiblemente persuasivo, impecable incluso. Pero he aquí que, en este caso, los adscritos al segundo grupo, es decir, el de los vencidos y sus descendientes, podríamos argüirles de inconsecuencia: “¿Por qué esa renuencia por vuestra parte a condenar explícitamente un sistema que tanto daño causó a este país, permitiendo, de tan inicua manera la masiva y sistemática eliminación de sus conciudadanos?”. Y todo ello, además, invocando las causas de “Dios y de la Patria”. Y ellos, a su vez, “¿Por qué esa pertinacia en recabar de nosotros otra ‘jura de Santa Gadea’? ¿No tenéis bastante con que abrazásemos la Constitución de 1978 con una condescendencia verdaderamente heroica? Es que sois unos ingratos, vaya”.


La tragedia de la democracia española es que uno de los partidos mayoritarios que la componen nació y se crió a los pechos de una dictadura, la de Franco, y de ahí que se le hace muy cuesta arriba renegar de esa filiación. Esa es su tragedia y la nuestra: una tragedia común. Es comprensible que a un partido que es deudo de la Dictadura le cueste renegar del padre. De ahí esa persistencia en negarse a condenarla, por más que en alguna ocasión, puestos entre la espada y la pared de la contradicción, consintieron en condenarla. Ese día hubo unanimidad en el Parlamento español y fue una fecha fausta para la democracia española, si bien nos duró poco la alegría, ya que algunos años después, esta vez desde la oposición, el partido que la había condenado estando en el gobierno se desdijo en el Parlamento Europeo de lo dicho años atrás en el Parlamento Español. Seguimos, pues, en el impasse en el que estábamos antes de aquella fausta fecha del 20-N-02, fausta para la democracia, aunque infausta para el Régimen, ya que en ella se conmemoraba el 66º aniversario de la muerte de José Antonio y el 27º de la muerte de Franco. La Transición patina, no avanza, desde que en 2006 el representante del partido de la oposición en dicha fecha, Sr. Mayor Oreja,* recogió velas en lo referente a la condena del franquismo, pese a lo contradictorio del hecho de que un representante de un país democrático se niegue a condenar un régimen dictatorial en un foro que se supone democrático.
Seguimos los españoles teniendo la visión dualista del centauro, el hombre-caballo, a la que aludía nuestro filósofo Ortega: “Lo que para una mitad de sí mismo era verdad, era falso para la otra mitad; si entraba en una ciudad y llegaba a la plaza pública, sus labios habían de decir: He aquí el ágora, mientras sus cascos golpearían: He aquí un hipódromo”.

Aquí estamos debatiendo todavía si el franquismo fue ágora o hipódromo. Y, a lo que parece, fue más bien hipódromo por el que galopó a sus anchas el caballo de Atila. Pero el Régimen maquilló su ‘historia’ personal de tal manera que le hiciera quedar bien ante el juicio inexorable de la Historia. Así, pese a los intentos de los seudo-historiadores como Moa y Cía, la Historia ha dado su veredicto sobre el franquismo, no la visión parcial que nos habían contado los que escribían la ‘historia’ al dictado del Dictador.
Sorprendentemente, aún se siguen dando versiones hagiográficas del Régimen, como es el caso reciente del Diccionario Biográfico Español, lo que ha suscitado las indignadas protestas de aquellos historiadores que quieren llamar a las cosas por su nombre y contar los hechos con la mayor objetividad.
Los lavados de cara del franquismo y de manos manchadas de sangre, por más que lo pretendan, no pueden cohonestar sus fechorías: no hubo Cruzada, sino perduellión, crimen de lesa patria, genocidio. Pretenden ocultar ese ominoso retrato de Dorian Gray que se guarda en el desván de la Historia y que, en el decurso del tiempo, va descubriendo la miserable estampa moral del retratado.
El Régimen consiguió la impunidad para sus tropelías. Y ahora quienes simpatizan con él quieren eludir también la condena moral de la Historia.
___
* El mismo que actualmente sigue como portavoz del PP en dicho foro

miércoles, junio 08, 2011

FOXÁ Y LOS CRÁNEOS DEFORMADOS

Fui admirador incondicional de uno de los más brillantes articulistas que ha tenido el ABC: el diplomático y académico Agustín de Foxá (1903-1959) De él sigo apreciando sus extraordinarias dotes para la síntesis, su chispeante ingenio, plasmado en memorables ocurrencias, buidas las más y de doble filo, como el del puñal más afilado. Esas síntesis encerraban, a menudo, una verdad bivalente, que podía ser igualmente válida para aplicarlas a hechos o ideologías de distinto signo. Así su poético anatema a La brigada del amanecer puede aplicarse tanto a las ‘sacas’ madrugadoras que hizo la tristemente célebre brigada ‘roja’ como a las que hizo, más o menos por las mismas fechas, la igualmente ominosa brigada ‘azul’ de los falangistas. Mutatis mutandis, eran las mismas bestias negras, bien que de distinto signo.

Foxá ganó en 1949 el premio Mariano de Cavia de Periodismo, que concede anualmente Prensa Española. El artículo galardonado llevaba por título “Los cráneos deformados” y se publicó en ABC con fecha 10 de marzo de 1948. Se reproduce en el t. II de sus Obras completas, p. 403.

Con motivo de una visita del poeta y diplomático español al museo etnográfico de Arequipa, Foxá quedó impresionado por la colección de cráneos deformes que se guardan en dicho museo. Esas deformaciones conseguidas, sobre todo, por el procedimiento de vendar los cráneos para que crezcan en una determinada forma, las traduce Foxá a las deformaciones doctrinales de los sistemas políticos, que producen esas malformaciones ideológicas que nos hacen percibir la realidad de una manera deformada. Foxá cita a este propósito la frase que atribuye vagamente a “un filósofo centroeuropeo”: “Una mentira, repetida varias veces, se convierte en verdad”. La frase es de Goebbels, lugarteniente de Hitler. Antes, acaba de citar la frase de “un político ruso” (con la carga consiguiente de rechazo que en esas fechas conlleva la nacionalidad del político en cuestión). La frase citada es: “Contra el cuerpo, la violencia física; contra el alma, la mentira”.

Todos los párrafos que siguen tienen esa bivalencia que lo mismo puede entenderse crítica de un sistema político como de su opuesto. Depende de qué lado se hace la lectura. Citamos un fragmento que muestra el carácter ambivalente del escrito:

El dueño del adjetivo determina quiénes son héroes, aunque a sus pies humeen las ciudades, y quiénes criminales.
En toda una guerra civil no ha habido más que un muerto: el que interesaba al dueño del adjetivo.
Los crímenes, cuando convienen, son” justicia” del pueblo. Los juicios más legales de un Estado con el que no se simpatiza se denominan asesinatos.
Al capricho del dueño del adjetivo, los heroicos “guerrilleros” se transforman en “bandoleros”. ¡Desgraciado del que en una guerra es calificado por él de “rebelde”!
¡Feliz al que se llama “leal”, aunque sus manos chorreen sangre!
Sí, mi querido director, nuestra civilización ya no tiene salida, porque juega con la verdad.

¿Habrá quien no suscriba estos párrafos? Suenan a verdad, desde cualquier punto de vista que los miremos. Lo que pasa es que, en el tiempo en que Foxá escribía estas reflexiones el “dueño del adjetivo” era, precisamente, Franco y su régimen.

martes, junio 07, 2011

LA BIBLIA EN LOS CIBERTEXTOS DE GARCI-GÓMEZ

Pues sí, la Biblia, nada menos, con todo su tesoro de sabiduría y toda la amalgama de fábula e historia que encierra el texto sagrado, ahora la tenemos a nuestra disposición gracias al esfuerzo y la laboriosidad del profesor Garci-Gómez, nuestro paisano extremeño, natural de Almoharín, antiguo colega de estudios en el Seminario Diocesano de San Atón. Les facilito a ustedes el enlace al que pueden acceder cómodamente cliqueando en esta llamada. Verán en los respectivos márgenes, izquierdo y derecho, de la pantalla los títulos de cada uno de los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento. Ilustra la página un retrato de nuestro ilustre paisano de Fregenal, Benito Arias Montano, el más insigne de los biblistas de todos los tiempos. A él va dedicado el trabajo de Garci-Gómez, como homenaje de admiración a la figura del egregio humanista. El texto de la dedicatoria, como no podía ser menos, está escrito en latín, la lengua universal de aquella época, la lengua en la que Montano escribió. He aquí traducido al castellano el texto de la citada dedicatoria: A Benito Arias Montano, /muy sabio varón extremeño, /que compuso la magna Biblia Políglota Regia,/ un admirador suyo, natural de su misma región,/D(a), D(ona), D(edica)/ esta versión digital de su obra.


Perdone el lector si no me atengo a la estricta literalidad del texto latino. Trato de hacerlo lo mejor que puedo.

De lo que estoy totalmente seguro es de que esta edición digital resultará de enorme utilidad al estudioso de la Biblia, sobre todo por la prontitud con que se puede localizar cualquier pasaje de los libros sagrados.

domingo, junio 05, 2011

¡GRACIAS, FEDERER!

Te portaste como un jabato en Roland Garros 2011, eliminando a Djokovic, la bestia negra de Nadal, a quien hiciste el mejor regalo de su cumpleaños: que el serbio no le arrebatase el número 1, derrotándote a ti. De modo que nuestro compatriota te debe el mantener, hoy por hoy, ese primer puesto en el ranking del tenis internacional. Y ahora Nadal, ingrato, no ha querido regalarte, en justa correspondencia, el triunfo en la final del torneo parisino: ¡Tú merecías ese trofeo en competencia con esos otros dos gigantes del tenis mundial que son Nadal y Djokovic !
Y es que Nadal te tiene tomada la medida a ti, como Djokovic se la tiene tomada a él. Sois tres ases, tres monstruos de la raqueta, tres fuera de serie en el rectángulo de tierra batida.
¿Quién es de los tres el número uno? Yo confieso que no lo tengo tan claro. Pero en las presentes circunstancias, tal vez lo más acertado sería echarlo en suerte.

sábado, junio 04, 2011

Deslindando lo histórico de lo hagiográfico

Un día, así lo esperamos, se contará la historia de muy distinta manera a como nos la contó el franquismo. Se llamarán a las cosas por su nombre, arrancándoles las etiquetas que les puso encima la propaganda. Se desecharán, por mentirosas, las consignas y falacias con que se cohonestaron las atrocidades del régimen: Cruzada, Alzamiento Nacional, Guerra de Liberación, Por Dios y por España, Una, Grande y Libre... Por debajo de esas palabras grandilocuentes se descubrirán realidades menos gallardas de lo que, quienes las acuñaron, pretendían: genocidio, traición (perduellio), expolio, crimen institucional, golpe de Estado... rebelión militar. Fue una conspiración de capitostes militares, desleales a la patria común, y jerarcas religiosos, apoyada por los que entonces manipulaban los medios de producción (terratenientes) y el disfraz ideológico de una doctrina que ni siquiera conocían a fondo: la joseantoniana Falange. Los teloneros de la camisa azul se organizaron en los núcleos rurales en grupos paramilitares que se comportaban a la manera castrense: hacían sus guardias y se ocupaban de la eliminación sistemática de los oponentes políticos en la zona ocupada, sobre todo de aquellos que, por su juventud, hubieran podido incorporarse a las tareas de defensa de la República: Los encarcelaron y los mataron en la retaguardia, indefensos. Así funcionó el tinglado exterminador de la causa republicana en la zona ocupada por los rebeldes que vinieron de África. Entre ellos el glorioso caudillo salvapatria, que según muy recientes estudios del profesor Ángel Viñas, inició su fatídico vuelo en el Dragon rapide con una más que probable fechoría (léase el artículo que hoy firma este catedrático de la Complutense en Público.es)

Cuando esperábamos que se reescribiera la Historia de manera distinta a como nos la contó el franquismo, con un poquito más de objetividad histórica y menos 'maquillaje', hete aquí que el nuevo Diccionario Biográfico de la RAH nos viene a colocar la misma historia deformadora de la verdad. La hagiografía del Caudillo atraviesa, victoriosa, la barrera del siglo XXI.


Aquí voy a poner, como símbolo vencedor, el hierro de la ganadería franquista, el 'víctor' que aún puede verse multiplicado en alguno de los muros de la Universidad salmantina.

jueves, junio 02, 2011

DEMOCRACIA REAL (II)

“Tú escucha lo que yo y el pueblo conmigo desea.” *
(Hor. A.P., 153)




Lo primero que aconsejaría a nuestros esforzados muchachos que por estos días se concentran en la madrileña Puerta del Sol y en otros ‘foros’ por toda la geografía urbana en España, es que se tomen unas jornadas de reflexión y abandonen, de momento, sus asambleas y concentraciones. Retirarse unos días, incluso semanas, a reflexionar puede ser bueno para ellos y para cuantos simpatizamos con ellos, respecto al principal objetivo que desde el principio se planteó con toda claridad en estas concentraciones: lo que jóvenes y mayores demandamos para nuestra España en el siglo XXI, del que ya ha transcurrido la primera década, es una democracia real. El adjetivo es necesario porque jóvenes y viejos estamos al cabo de la calle en lo que respecta a esta democracia en rodaje que dimos en llamar Transición.


La Transición ha recibido muchos calificativos elogiosos, entre ellos el de modélica. Hay una ristra de adjetivos que podrían convenirle: fue precavida, paciente, tolerante, acomodaticia, transigente, condescendiente, contemporizadora...Se tomó su tiempo de adaptación. Y se avino a las exigencias impuestas por la parte otorgante, la que había detentado el poder del pueblo a quien, por fin, había llegado el momento de restituirlo, al objeto de compartirlo en avenencia. Esta participación del poder por parte de quienes lo habían detentado en exclusiva (los adictos al régimen, como principales beneficiarios de él) fue una concesión condicionada. Se pactaron las necesarias normas de convivencia en la Constitución de 1978, sin que se plantease, por inoportuna, ninguna suerte de condena oficial del régimen que había causado tanto dolor al pueblo español, diezmando su población y privándole de libertades cívicas durante casi cuarenta años. El aparato del régimen comenzó a desmontarse pero con parsimonia: nombres de calles, símbolos y monumentos fueron paulatinamente siendo sustituidos. El rodaje de la democracia (la Transición) se ha prolongado a lo largo de 35 años y parece que los herederos de la facción victoriosa no están dispuestos a hacer más concesiones en cuanto a romper con el pasado, tras haberse retractado de la condena institucional del franquismo (la Dictadura) ante el Parlamento Europeo. ¿Por qué esa renuencia a condenar el franquismo? ¿No fue el franquismo una dictadura y no es la dictadura la antítesis de la democracia? Pues resulta que, según la sentencia del académico de la Historia, Luis Suárez, Franco no fue un dictador. Si esta sentencia sienta ‘jurisprudencia’, en virtud de la autoridad académica de quien la emite, no habría esa contradicción in terminis que nos autorizaría a declarar incompatible el franquismo con la democracia. Véase aquí cómo explica su peregrina teoría el autor de la biografía de Franco en el Diccionario Biográfico Español que acaba de publicar la RAH y que ha suscitado numerosas protestas por parte de muchos otros historiadores. Franco, según este sensato historiador que es Don Luis Suárez, “no fue un dictador”. Un incomprendido es lo que fue. Además, según el concepto clásico, las dictaduras “se adoptaban temporalmente”. Se trataba de situaciones excepcionales con carácter provisional. Lo dice Tácito al principio de sus Anales: “Dictaturae ad tempus sumebantur” (Ann. 1.1.2-3) ¿Cómo puede llamarse ‘dictadura’ a un régimen que duró ad vitam, casi 40 años? Decididamente, no encaja en el concepto clásico de dictadura. Y, según la citada autoridad académica, tampoco se trató de un régimen totalitario, sólo autoritario. Véase cómo lo explica concisamente el citado autor: “Totalitario, es lo que dicen que fue el régimen de Franco y no fue, es un sistema político que somete el Estado al partido; y autoritario, que es lo que yo defiendo, significa lo contrario. Es un sistema que somete el partido al Estado.” ¿Se entiende ahora mejor? A ver si a última hora vamos a desembocar en el Absolutismo puro y duro de L’État c’est moi (El Estado soy yo) que dijo el monarca francés Luis XIV, por más señas.



En fin, ahora ya sabemos, porque así lo afirma una autoridad académica, que Franco no fue un dictador, fue sólo un autoritario vitalicio. Tampoco fue golpista, según sentenció Pío Moa en unas declaraciones al diario Las Provincias (18-11-04) que recoge el historiador Francisco Espinosa en su libro El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha española (2005) p. 21.

Ni golpista ni dictador. Un santo es lo que fue, como bien lo comprendieron quienes lo ponían bajo palio. No sé a qué esperan sus fieles para iniciar el proceso de canonización que los hagiógrafos están apuntando.
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* Tu quid ego et populus mecum desideret, audi.