En el lenguaje técnico de la ciencia literaria se llama 'hipotiposis' a la descripción de una persona, o una cosa, en general, mediante una serie de rasgos característicos. Por ejemplo, en su conocido poema titulado "Castilla", Manuel Machado resume en tres palabras la descripción del Cid y su mesnada: "polvo, sudor y hierro". Veamos otro ejemplo de hipotiposis debido al novelista Wenceslao Fernández Flórez:
Se detuvo a charlar con el vigilante nocturno (un recio garrote, una bufanda, una zamarra y un grueso bigote lleno de gotitas de agua)
Las palabras que van entre paréntesis condensan los rasgos característicos descriptivos del personaje.
En tiempos pasados se quiso caracterizar a Aceuchal, mi pueblo, mediante esta sencilla simplificación: ajos y brujas. En cualquier caso, esta caracterización de mi pueblo natal resulta en la actualidad obsoleta, completamente anacrónica. Ya no hay 'brujas' en Aceuchal, si es que las hubo alguna vez. Sí, hay ajos y este cultivo se ha convertido en una de las industrias más pujantes del lugar. Lo de las brujas pertenece ahora al terreno brumoso de la leyenda.
Hace ya unos cuantos años (justo los que lleva en vigencia el siglo XXI) el profesor Serrano Mangas, de la Universidad de Extremadura (fallecido en enero del pasado año) trató de enjaretar una sátira, a propósito del ajo, en la Revista de Estudios Extremeños (t. 56, nº 1, pp. 147-160) para responder a una crítica adversa, de mi autoría, a su libro La segura travesía del Agnus Dei. Mi crítica se publicó en la Gazetilla de la U.B.Ex. (nº 32, 2ª época, pág. 2, 1999) Su réplica salió en el antedicho número de la citada revista. El título del artículo es "Sobre la cronología y el sentido de la Asafrae descriptio de Enrique Cock". Comienza con una cita del Lazarillo cuya oportunidad no podemos dejar de cuestionarnos. ¿A qué viene la tal cita? Refiere la jugarreta inmisericorde, propia de un delincuente, que el galopín Lázaro lleva a cabo con el ciego, proponiéndole saltar un arroyo, con la aviesa intención de que se dé un testarazo contra un pilar que hay justo en la orilla opuesta. ¿Pretende que nos riamos con la acción delictiva del barbián? La verdad es que la cita no viene a cuento en ningún sentido.
Pero, a renglón seguido, se inicia una serie de repeticiones de la interjección '¡ojalá!', cuyo pretendido efecto cómico consiste en introducir al lector en la cabal comprensión de lo que es para el autor la que él llama la "liliácea inteligencia". Se trata de un tipo de inteligencia inferior, supuesta-mente maleada por la influencia del ajo, el cultivo por excelencia característico de Aceuchal. La interjección, leída al revés (o sea, de derecha a izquierda) remeda el pregón del ajero: '¡al ajo!'. A base de este recurso pretende montar una sátira para ridiculizar a los habitantes de Aceuchal, en general, y a mí en particular. Es una cuchufleta de lo más insulso, con la que se pretende hacer ameno un escrito, lleno de falsedades históricas. Por ejemplo, es falsa de todo punto la afirmación de que, para determinar la composición del poema de Enrique Cock, yo me base, únicamente (el subrayado es mío) en la fecha postquam de la derrota portuguesa de Alcántara, por la que Portugal quedó anexionado a España. Mangas sustrae a la consideración otra circunstancia (antequam) cual es la carta de Cock al duque de Feria (14 de diciembre de 1581) solicitando su ayuda económica a fin de poder publicar el poema Asafrae descriptio. Para apoyar su pretensión de que el poema del holandés se escribió más tarde de esas fechas, Mangas alega que "basta solo comparar y cruzar los contenidos del centón del bátavo con los del opúsculo Carta al Duque de Feria, Virrey de Sicilia, sobre la población y aumento de la villa de Zafra, de Pedro de Valencia". Sorprende la osadía de esta afirmación, porque sabemos que este documento data de comienzos de 1603, cuando ya hacía casi cinco años que había fallecido el holandés en Madrid (en agosto de 1598) Trata el profesor universitario de hacernos creer que Cock toma del documento antedicho términos como 'Emporium' y 'Emporitanus', para designar el título señorial (y posteriormente condal y ducal) de Feria, que ostentaron los nobles de la familia de los Figueroa. Pretende Mangas, además, que el título nobiliario que corresponde al Ducado de Feria debe entenderse como el "Ducado de los Mercaderes". Esta es su traducción más adecuada, no la que correspondería al conocido título registrado en la Heráldica.
Pretende, por último, el autor de tales disparates que "es Cock quien pisa en las huellas de Pedro de Valencia y de Cristóbal de Mesa, para armar sus velados ataques y, por lo tanto, su obra es posterior a la de los dos parientes zafrenses" (el subrayado es mío). Y concluye su desatentado artículo volviendo a referirse a la inferioridad manifiesta que supone haber nacido en el pueblo de los ajos, como es mi caso. Y es que -según dice- "para abordar asuntos de esta índole es necesario recordar que deliciosos manjares hay que nunca podrán ser fundidos en paladares atrofiados por la presencia del ajo" (nuevamente subrayo yo)
¡Olé tu gracia serrana, Serrano Mangas, el más homenajeado de los porrineros en estos últimos tiempos!