viernes, diciembre 31, 2010

"CONTAD SI SON CATORCE..."

Estamos en el último día del año del Señor (A.D.) 2010. La cosa va de cuento y de cómputo. Estamos en la Era de las calculadoras, las computadoras y los PC (Personal Computers). Hay máquinas que calculan por nosotros, por más que todavía, en determinadas coyunturas, algunos prefiramos echar mano de la cuenta [de] la vieja y contar con los dátiles, o sea, con los dedos. Lo que en rigurosa etimología sería también ‘digitalizar’.

Con esta entrada me propongo conseguir lo que me pareció una redonda cifra para completar las entradas correspondientes a un año: 60. Lo que supone una media de 5 entradas por mes (5 ∙12 = 60)

Tenía que aprovechar este día para que el plan surtiera efecto. Mañana será otro día y otro año. Pero lo que hoy escriba pertenecerá todavía al año que hoy recibe, precisamente, el título de “viejo”. Hoy es el día de Nochevieja. Y es una ocasión única para escribir una sexagésima entrada. Sobre todo cuando se han escrito hasta la fecha 59 entradas en lo que va de año.

¿Es este un escrito de trámite? Puede. ¿De ocasión? Desde luego. La ocasión la pintan calva, pero aquí vamos a cogerla por los pelos. Ergo no es tan calva. He escogido para título de esta entrada el verso final del famoso soneto que, según Lope de Vega, le mandó hacer Violante.

Hay en ese soneto mucho trámite, es casi todo él un puro trámite, puro cuento y recuento, puro embeleco para ver cómo se consigue reunir los catorce versos que se necesitan para cumplir el encargo, para salir del paso. Lope está obsesionado por el cómputo y se detiene a recontar cuántos versos lleva ya y cuántos le faltan para completar el soneto que le han pedido:
...“burla burlando van los tres delante”..., “estoy en la mitad de otro cuarteto”..., “por el primer terceto voy entrando”... Y, por último, “
estoy los trece versos acabando,/ contad si son catorce y ya está hecho”.

En fin, la regla de los 14 versos no siempre es respetada. Rubén Darío escribió un “Soneto de trece versos”. Y hay sonetos que rebasan, a propósito aquella cifra reglamentaria. Son los llamados sonetos “estrambóticos”, o con estrambote. Ejemplo, el famoso de Cervantes “Al túmulo de Felipe II”, que comienza “Voto a Dios que me espanta esta grandeza...”.

Bueno, pero ¿es éste un artículo de relleno? Su finalidad ¿es, simplemente, colmar una cifra, redondear un número?

No, como veremos. La cosa va de cómputos, ciertamente. Ando por estos días ocupado en una traducción de una especie de biografía de Fray Elías, de la orden franciscana, que fue contemporáneo del santo fundador de la orden. En la época en que se redacta el escrito se computan los años p. C. (después de Cristo, no “personal computer”, en este caso) y se añade una curiosa connotación conocida con el nombre de ‘indictio’ (Indicción) por la cual el tiempo transcurrido desde el nacimiento de Cristo se divide en períodos de 15 años. Pero se considera que Cristo nació tres años antes de lo que reflejan los cómputos que señalan los respectivos A.D. (Anni Domini) De ahí que a la fecha que señala cada uno de estos años se añada el guarismo 3. Si a esta suma se la divide por 15 obtendremos los números ordinales que corresponden a las diversas indictiones transcurridas y a las que corresponde cada A.D. en particular.

En el Glossarium infimae et mediae latinitatis, la inapreciable obra de Du Cange, se nos da una regla para calcular la correspondiente indictio a la que hay que asignar el año del Señor. Dice (traduzco del latín):

Dividiendo los correspondientes años del Señor en períodos de 15 años, si sobra algo de esos quindecenios, debe añadirse la cifra 3; y cuantos fueren esos años que sobran, una vez que a esa cantidad se añade la cifra 3, esa será la ‘indictio’ que le corresponde al año en cuestión”.

A continuación pone un ejemplo práctico. “
Pongamos –dice– que el A.D. fuese el 61. Si esta cantidad se divide por 15 resulta en el cociente 4 y el resto es 1. Sumando a este 1 la cifra 3 tenemos 1 + 3 = 4 Por tanto, 4 señala el ordinal IV que es la ‘Indicción’ que corresponde al año 61 p. C.

No tengo muy claro el funcionamiento de este cálculo de las indictiones que corresponden a los A.D. (años del Señor) sucesivos hasta la fecha. Si se trata de averiguar cuántos quindecenios se contienen en los sucesivos años, pienso que habrá que dividir por 15 el año en cuestión, aumentado en 3 (pues, según parece, Cristo nació 3 años antes del comienzo del calendario de César Octaviano. El cociente de esa división dará un resto, o no. En este último caso, el número del cociente corresponderá al ordinal que indica la Indicción. Si hay un resto, significa que se está dentro de la Indicción siguiente al número ordinal que está indicado por el cociente.
¿Cuál sería la 'indicción' que corresponde al año que termina a las 12 de esta noche? Si he calculado bien será 2010 : 15 = 134 Habrá concluido la Indicción CXXXIV. Pero estamos en la CXXXV, si consideramos que la fecha del nacimiento de Cristo se adelanta en 3 años a la fecha de la que parte el cómputo de los A.D. (años del Señor)



Como quiera que sea, no lo tengo muy claro. Puede que alguien me haga ver mi error, ya que no hay unanimidad en el método a seguir para calcular la Indictio.De todos modos espero seguir informando de lo que averigüe a partir de ahora acerca del particular.

viernes, diciembre 24, 2010

ELOGIO Y REPROBACIÓN DEL MADRUGADOR

Hay quien piensa que madrugar es bueno y quien piensa lo contrario. A mi madre no le gustaba madrugar y, sin embargo, fue toda su vida una gran trabajadora. Mi madre solía referir una anécdota que resumía su filosofía sobre el particular:
Al que madruga Dios le ayuda. Uno, por mucho madrugar, se encontró un costal.
Más madrugó el que lo perdió.
Los partidarios del madrugón siempre encontraban objeciones por parte de quienes sentenciaban:
No por mucho madrugar amanece más temprano.
Prudencio, el poeta latino cristiano de Calahorra, tiene un himno “Ad galli cantum” (‘Al canto del gallo’) elogiando a los madrugadores o, caso de no madrugar, a quienes tratan de compensar con algo del tiempo nocturno el horario laboral:

Post solis ortum fulgidi
serum est cubile spernere,
ni parte noctis addita
tempus labori adieceris
(Cath. 1.9-12)

(Es tarde dejar la cama
tras el orto del sol fúlgido,
si no añades al trabajo
parte del tiempo nocturno)

Sin embargo, en la Biblia, el autor de los Salmos reprende a los que se afanan en madrugar o en trasnochar, puesto que vanum est vobis ante lucem surgere, sedere in multam noctem, qui manducatis panem laboris: quoniam largitur dilectis suis in somno. (Ps. 126, 2) (‘es inútil que os levantéis antes de salir el sol, o que permanezcáis en vuestros talleres hasta bien entrada la noche; vosotros que coméis el pan del trabajo: porque [Dios] recompensa con largueza a los suyos con el sueño’) (Podemos aventurar que no sólo sea el sueño, sino las representaciones oníricas, o sea, los sueños, con los que premia Dios a sus elegidos, la recompensa de que aquí se habla)
Quien no tenga que madrugar por obligación hace bien en quedarse en la cama si le apetece. Porque también en otro lugar del libro sagrado se dice: Bástale a cada día su afán (Mat., 6. 34) Hay, no obstante, quienes prefieren quitarse trabajo del medio cuanto antes, para librarse así de la preocupación de tener que hacerlo. Su lema es: trabajo hecho quita cuidado. Los que piensan así también suelen aconsejar aquello de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Frente a esta opinión está la de los que prefieren aplazar las cosas, dar largas a los asuntos. Son los partidarios de la ‘procrastinación’. Los que corrigen el lema anterior diciendo: No dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana. Los del ‘vuelva usted mañana’, que Larra abominaba. Los que satiriza el humorista José Mota con su conocido latiguillo:
Hoy, no...¡MAÑANA!
Entre los pecados capitales, el antiguo catecismo Ripalda enumeraba siete: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Ya hubo quien consideró alguno de estos pecados como una virtud. Así el humorista gallego Julio Camba, contestando a cierta encuesta en la que se le preguntaba cuál era su mayor defecto, contestaba:
No sé cuál es mi mayor defecto, pero si me preguntasen cuál es mi mayor virtud diría que la pereza.
Y otro humorista, también gallego, pero de más calado filosófico, como fue Wenceslao Fernández Flórez (uno de los autores más admirados en mi juventud) consideraba los siete pecados capitales nada menos que como los basamentos del entramado social: Las siete columnas, se titula el libro (novela) donde se trata de exponer esta peregrina tesis.
De todos modos, el hecho de que a alguien no le apetezca madrugar no debe necesariamente identificarse con la pereza. O con la inacción. El reposo físico es compatible con una intensa actividad mental. En la fábula titulada “La encorvada y la altiva”, el poeta vasco Ramón Basterra personificaba, respectivamente, en la grúa y la chimenea, al atareado y al desocupado. Así aquélla reprendía a ésta:

¡Qué bien se ve de lejos al ocioso que fuma
mientras yo peno encorvada!

A lo que la chimenea replicaba:

Mis entrañas son brasa -dijo- y siembro en surcos de humo
un trigo de centellas
.

La fábula concluía con la siguiente moraleja:

No se engañen los ojos
por la ajena postura:
bajo el vertical ocio
hay congojas de fuego
.

No es, por tanto, la disyuntiva ‘madrugar o no madrugar’ sino ‘trabajar o no trabajar’.
La necesidad de trabajar, la conveniencia, incluso, de hacerlo, forma parte de un plan divino. Según la Biblia, el trabajo fue un castigo de institución divina, debido al pecado de desobediencia por parte de Adán y Eva, nuestros primeros progenitores. Pero según Virgilio (Georg. 1.121 ss.) el pecado original fue la pereza. Zeus no consintió que su reino fuese un reino de vagos:

...pater ipse colendi
haud facilem esse viam voluit primusque per artem
movit agros curis acuens mortalia corda
nec torpere passus gravi sua regna veterno
(vv. 121-4)

(el mismo padre de los dioses no permitió que fuese fácil
el camino de cultivar la tierra y fue el primero que, por medio
del arte de la agricultura, activó el campo, aguzando el ingenio
de los humanos corazones, al crearles inquietudes, sin que
consintiera que sus reinos se vieran entorpecidos por la pereza)


En resumen, el que a uno no le apetezca madrugar no debe necesariamente tomarse como indicio de que no le guste trabajar.

Não acham? (¿no les parece?). Como dicen nuestros vecinos portugueses
.

miércoles, diciembre 22, 2010

DEL FRANQUISMO RESIDUAL Y SUS AD-HERENCIAS







Un artículo del exconcejal del PP y director del Foro Zafrense, Juan Carlos Fernández Calderón, publicado recientemente en “El Mensajero” (Revista de Zafra y su comarca, nº 110, pág. 9) plantea una cuestión interesante, por cuanto puede contribuir a acercar posiciones y aclarar conceptos en lo referente a la homologación de las opciones conservadoras en la política europea. En efecto, la dualidad correspondiente a las posiciones políticas en oposición, que se conocen tradicionalmente con los nombres de izquierda y derecha, suele darse, de hecho, en el resto de las democracias europeas. Lo que provoca la protesta del autor del artículo es que el partido representante de la derecha española sea descalificado por ser “heredero del franquismo”. Esto le resulta una especie de tópico insoportable, cargante, que le parece tan incongruente como si tachásemos al PSOE de marxista, o de felipista, marcado por los asuntos inicuos en los que estuvo implicado el partido socialista en esa etapa (ya se sabe: el GAL, los fondos reservados y otras trapisondas por el estilo) Olvida reseñar que el pueblo español y, en particular, los votantes del PSOE, castigaron en las urnas esas conductas como merecían. Ahora bien, tanto el actual PP como el PSOE tienen unos antecedentes políticos. Podríamos evocar líderes de uno y otro lado, desde Pablo Iglesias a Lerroux; Azaña o Gil Robles. Republicanos y antirrepublicanos. La derecha española actual está políticamente, se quiera o no, entroncada con el franquismo, y con sus herederos y depositarios ideológicos tuvo que negociar y pactar la Transición a la democracia el bando perdedor de la Guerra Civil. Guste o no, la derecha actual es la heredera directa del franquismo, el entramado político resultante de

a) Un golpe militar contra el Estado de derecho que fue el sistema democrático de la 2ª República, refrendado por las urnas en febrero del 36.

b) Una traición a la patria, consistente en permitir que los fascismos europeos en alza intervinieran militarmente a favor del fascismo nacional.

Con todo, se puede argumentar que el actual partido representativo de la derecha, el PP, se atiene fundamentalmente a las normas del estado democrático: respeto a la Constitución (la de 1978, en este caso), acatamiento de la voluntad popular manifestada en las urnas, etc. Estamos, pues, ante una formación política que (¡no faltaba más!) se atiene a las reglas del juego democrático. Si desde las filas de la izquierda particularmente se les sigue echando en cara, como algo ominoso, su condición de herederos del franquismo, es en virtud de una irrefragable connotación histórica. Y, sobre todo, porque ellos mismos no han hecho nada para convencernos de lo contrario. Mejor dicho, hicieron, sí, algo plausible que nos produjo el placer de sentirnos afines en algo básico para iniciar la andadura democrática: la condena del franquismo en el Parlamento en la memorable fecha de 20-N-02. ¿Por qué hubo retractación y palinodia en el Parlamento europeo por parte del representante del PP, Sr. Mayor Oreja? ¿Se decide adir la herencia del franquismo, o no? Y, si se admite dicha herencia, ¿por qué incomodarse cuando nos la denota alguien todavía?

No, amigo Juan Carlos: la sinceridad democrática del PP se pone a sí misma en entredicho cuando, por boca de su representante en el parlamento europeo, se opone a la condena del franquismo.

Esa herencia del franquismo es un lastre del que debéis intentar desprenderos en un futuro próximo, si queréis que el electorado (un electorado más numeroso del que ahora disponéis, a pesar de que las encuestas os son favorables, gracias, en parte, a las circunstancias adversas en las que se debate el gobierno del PSOE en la actualidad) os vote sin reservas.

Si la ‘herencia franquista’ no hubiese actuado a través de algunos de los integrantes del grupo llamado los “Padres de la Constitución” (Fraga, Gabriel Cisneros y alguno más que ahora no recuerdo) la condena explícita del Régimen debería haber figurado en la misma Constitución de 1978.

Pero interesaba más prescindir de ese formalismo para no irritar a los ‘presuntos herederos’.

Si el PP no recupera su condena del franquismo es que no quiere de verdad renunciar a su ‘herencia franquista’. Porque, por desgracia, una gran parte de su electorado sigue sin querer reconocer el irreparable daño que la dictadura franquista ocasionó a este país.

domingo, diciembre 19, 2010

La transición española y el síndrome de Peter Pan

*Estatua de Peter Pan en Kensington Park


Más que por analistas políticos, el fenómeno de la transición española debería ser analizado por psicoanalistas.
Aparte de los traumas de la Guerra Civil que, lógicamente, han debido afectar en mayor medida a los familiares de quienes perdieron la guerra, hay una parte de la sociedad española que vivió aquella etapa de la dictadura tan plácida y ricamente (según el testimonio personal de un niño de derechas que, en este caso, fue el señor Mayor Oreja) que no ve razón alguna para condenar esa dictadura que, durante cuatro decenios, obligó a vivir en minoría de edad a todos los españoles. Es el complejo de Peter Pan, que los antiguos niños de derechas (hoy hombres ‘hechos y derechos’) desearían prolongar, de manera indefinida, en el seno de la sociedad española.
Muerto el dictador, comenzó la andadura democrática, con pasos débiles y entumecidos a causa del prolongado inmovilismo. La sociedad española inició el rodaje de la democracia y el vehículo nuevo fue llamado Transición. Teníamos que adaptarnos a su manejo, conducirnos con prudencia y cautela para no rompernos la crisma en el recodo de cualquier revuelta.
La Transición fue la democracia en rodaje, la única que hemos conocido hasta el momento. El problema es que un sector de la sociedad española desea prolongar indefinidamente esa etapa de rodaje, que es y que ha sido hasta hoy, la Transición. Se habla de ella elogiosamente como modélica, y acaso lo fuera como Transición, pero ya no lo es como democracia homologable al resto de las democracias europeas, ni siquiera a las democracias del cono sur americano que han logrado sacudirse sus más sanguinarias dictaduras. Hablo, naturalmente, de Argentina y Chile.
La democracia española demuestra su condición de vehículo en rodaje (¡todavía!) porque su maquinaria no termina por acoplarse de manera adecuada al sistema de libertades: chirría a cada nuevo avance hacia la plena normalidad democrática: no acaba de encajar la aceptación de la libertad religiosa, o de la opción sexual, o el derecho a una muerte digna, o al aborto bajo determinadas circunstancias y condiciones que puedan justificar su aplicación, siempre con carácter excepcional.
En particular, esta democracia inmadura, afectada por el complejo de Peter Pan, ha llevado con una torpeza y una falta de comprensión superlativas el tema de la reconciliación entre los españoles. Y esta es la más importante de las asignaturas pendientes que tiene la sociedad española.
La democracia en perpetuo rodaje acaba por resultar un anacronismo. La sociedad democrática adulta no puede cancelar el pasado así como así, no puede resignarse al “Borbón y cuenta nueva”, por mucha simpatía que le tengamos al rey Don Juan Carlos I (cuya postura a favor de la democracia quedó patente a raíz del 23F de 1981) La democracia en rodaje, que es la Transición Permanente, no ha abordado todavía de manera firme y decidida el asunto de la reconciliación pendiente. La oposición actual, que es la misma que suscribió en el Parlamento la condena del franquismo en 2002, se desdijo de lo dicho y dio marcha atrás en el Parlamento europeo en 2006. Esto constituye un serio handicap y una contradicción democrática denotativa de incompatibilidades, por demás irreductibles, para que la convivencia democrática funcione. Sabemos que los crímenes del franquismo van a quedar prácticamente impunes. Han prescrito en cuanto a la posibilidad de su penalización. Pero debe quedar clara toda la trama delictiva del golpe, la criminal represión de los 40 años de dictadura, la ilegalidad de los juicios y las condenas, etc.

Se debe sustanciar también, en aras de la convivencia democrática, a qué organismo del Estado de Derecho compete la condena de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el régimen franquista. Y si no es a la Audiencia Nacional, determinar a qué organismo del Estado corresponde enjuiciar esos crímenes de lesa patria. En todo caso, creemos que se debiera revocar el encausamiento de Garzón, por creerse competente para investigar esos crímenes de lesa Humanidad. Justificar ante el pueblo, presuntamente soberano, cuáles son las razones para dictaminar que la investigación de tales delitos no era competencia del juez, que entonces actuaba en nombre de la Audiencia Nacional.

Si los organismos judiciales no resuelven satisfactoriamente estos problemas, nuestra democracia habrá perdido credibilidad y habrá sufrido un descalabro del que le será muy difícil reponerse.

jueves, diciembre 16, 2010

EL PRECIO DE LA TRANSICIÓN

Lo que todavía resulta escandaloso para un observador de la realidad política española desde fuera (y para, al menos, una parte de los que la contemplamos desde dentro) es que, cuando en aras de la normalización democrática se pretende hacer un balance de la Guerra Civil española, de su génesis y sus resultados; y evaluar los estragos, daños, injusticias y atropellos desde un criterio jurídico; levantar acta de las ignominias cometidas y condenar, siquiera moralmente, a los responsables de esas calamidades; cuando un juez como Garzón quiere aplicar en España esa justicia reivindicativa contra los crímenes de lesa humanidad (justicia que ha sido puesta en marcha con éxito por el mismo juez a nivel internacional, en los casos de otras dictaduras, como la de Argentina y la de Chile) al aplicarse al caso español, se tope con una facción de la sociedad que, todavía, representa los intereses de esa dictadura, que se supone superada en virtud de la presunta adopción del sistema democrático por el conjunto de la sociedad española.

De esta antinomia se hacía eco muy recientemente en El País un artículo de Leandro Despouy, auditor general de la República Argentina. Lo que motiva su asombro es que lo que se ha visto bien de la actuación de Garzón en el caso de las dictaduras chilena y argentina se considere no aplicable al caso español; y que el mismo juez que ha evitado con éxito la impunidad de los crímenes de lesa humanidad y de lesa patria en otras naciones sea encausado y apartado de su cargo por tratar de hacer lo mismo en España. Ya sabemos que el juez está pendiente de una posible condena por ‘presunta’ prevaricación. El juez está a la espera de ser juzgado por otros dos cargos más. Pero el relacionado con la investigación de los crímenes de la dictadura está aparcado, a la espera de juicio, contrastando la lentitud de éste con la diligencia con que se le encausó al efecto de apartarlo de la judicatura.

En resumen, ese es el estancamiento de la democracia española, su perpetua clavada en la Transición (‘clavada’, como se sabe, es la jugada táctica en ajedrez que te impide mover una ficha clave) Este impasse, esta ‘clavada’, hace que en España la democracia tenga virtualmente perdida la partida.

La alegoría del ajedrez ilustra con bastante precisión la función de las piezas clave de esta dramática partida de ajedrez que es la democracia en España. De momento hay una inquietante actividad de los álfiles, representados en la COPE. Las torres de la extrema derecha juegan sus bazas a diario desde las posiciones de Intereconomía. Las jugadas de la reina Economía, con sus maniobras especulativas, pueden resultar decisivas en esta partida. Y el rey, por su parte, a verlas venir, confiando en que los peones hagan su trabajo. En este ajedrez democrático los peones hemos de proteger al rey si no queremos perder definitivamente la partida.

Resulta que alguien (desde el bando ganador de la Guerra Civil) quiso ponerle un precio a la democracia en España y ese precio se llamó Impunidad. De hecho, esa impunidad se ha conseguido ya en lo fundamental: no es posible la acción retroactiva de la justicia cuando los principales culpables (pongamos que los hubo en ambos bandos) están muertos. No se trata de meter en la cárcel a ningún anciano.

No se trata de equiparar episodios y crueldades por ambas partes: la Plaza de Toros de Badajoz y Paracuellos, por poner dos ejemplos tópicos.

El balance, de todos modos, sigue siendo enormemente desequilibrado, desigual. Pero los muertos de ambos lados, en el frente, serán, en todo caso, responsabilidad de quienes se alzaron en guerra contra el gobierno legítimamente elegido por sufragio popular.

La llamada guerra civil fue, ante todo, una guerra sucia, practicada en la retaguardia, con la aprobación de la cúpula militar levantisca y el auxilio de los civiles y paramilitares del bando franquista que se ensañaron con la población indefensa. Y en el plano internacional una conspiración de los fascismos europeos contra España, con la pasividad de las demás repúblicas o monarquías europeas.

Lo que aquí cabe condenar es, sobre todo, la ilegitimidad de aquella dictadura que exterminó al rival político, al paso que se presentaba a sí misma como defensora de los valores patrióticos y de la Iglesia católica: “Por Dios y por España”, como proclamaba la propaganda del régimen. La antidemocracia se arrogó entonces la defensa
a ultranza de los valores cristianos.