viernes, enero 30, 2009

¡PEPIÑO, QUE LO ESTROPEAS!

No es que uno sea gazmoño en asuntos de sexualidad, ni que uno no encuentre razonable e incluso recomendable el uso del profiláctico en las relaciones sexuales, si la ocasión lo requiere, a fin de evitar riesgos y evitárselos a tu pareja. Pero no conviene en ningún momento ‘confundir el culo con las Témporas’, que es lo que ha venido a hacer el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, en sus recientes declaraciones a la televisión, alabando el fallo del Tribunal Supremo que ha juzgado improcedente la objeción de conciencia, aplicada al rechazo de la disciplina Educación para la Ciudadanía. Y, en consecuencia, declarando legítima la obligatoriedad de su enseñanza.
Blanco se felicitó por este resultado, que por fin viene a dar la razón a quienes creemos que el objetivo primordial de esa asignatura es fomentar en el educando el conocimiento de los valores y los principios democráticos. Hasta aquí todo bien. Entre los valores democráticos sobresale el de la libertad, valor sañudamente perseguido por los regímenes totalitarios y teocráticos. Donde Blanco ‘capotó’ fue cuando apeló al ejemplo del preservativo, como si perteneciese a los contenidos de la hasta ahora denigrada disciplina el caso particular de instruir a los alumnos (y a las alumnas) sobre cómo se usa un condón. ¡Ay, Pepiño, no me seas cazurro! Resulta que tú mismo, que por tu adscripción política deberías conocer a fondo los contenidos de la asignatura, pareces dar a entender que la profilaxis sexual forma parte de dichos contenidos. No hay que confundir la velocidad con el tocino ni, como he dicho hace un momento, “el culo con las témporas” (este es un típico latiguillo escatológico de los que tendré que volver a ocuparme otro día) No, Pepiño. La profilaxis sexual corresponde a la Higiene, disciplina que antiguamente era un subcapítulo de la Urbanidad. El homo urbanus era el habitante de la ciudad antigua. Mientras el homo rusticus era el que pasaba la mayor parte de su vida en el campo. Se suponía que, por disponer de medios más sofisticados, el homo urbanus era más educado que el rústico, más refinado, lo que no siempre tenía que ser verdad. Podríamos seguir divagando sobre lo ‘urbano’ (de ‘urbe’, ciudad) y lo ‘político’ (del griego ‘polis’, ciudad) como componentes típicos, aunque no esenciales del ser humano. Lo ‘político’ se referiría más bien a la aptitud del ser humano para vivir en sociedad, a su sociabilidad. Aquí encaja mejor la necesidad de una ‘educación para la ciudadanía’. Lo que no me he explicado nunca es la ‘enemiga’ de la jerarquía eclesiástica, su obcecado rechazo por una asignatura que lleva un nombre tan inocuo y tan inofensivo como el de Educación para la Ciudadanía. 'Enemiga' (es decir, inquina y rechazo) que han conseguido transmitir a sus parroquianos, feligreses, prosélitos, etc. Hasta el punto de hacerles ver que se trata de una disciplina nefasta para la cabal formación de los alumnos, algo así como la corrupción institucionalizada. No, señores eclesiásticos: no es lo que ustedes creen.
La educación para la ciudadanía es un corolario del Estado Constitucional, es decir, del Estado de Derecho y, como tal, un postulado de la democracia. Al oponerse (inconcebiblemente) a ella, ustedes se acreditan de ‘inciviles’, es decir, de ineptos para la democracia.
Con el fallo del Supremo esperamos que ustedes ‘entren en razón’ y se reconcilien con la democracia. Pueden, a no dudarlo, ganar adeptos y, sobre todo, conservar a los que ya tienen.

lunes, enero 26, 2009

LAS COPLAS DE MAMÁ


Mamá Virginia vive en mí y de vez en cuando (casi a diario) me apetece traerla a mi memoria en una de sus aficiones preferidas como era la de cantar las canciones de su mocedad. Virginia tenía buen oído y nunca desafinaba. Yo que, cuando niño, tuve muchas oportunidades de oírla cantar mientras cosía (lo suyo era coser –por necesidad- y cantar –por gusto o afición-) Lo uno hacía llevadero lo otro. O, tal vez, ambas cosas las hiciera por amor y por pura afición, tanto coser como cantar. El poeta JRJ hablaba del trabajo gustoso: el que se hace por amor, por pura vocación. Sin que faltara la componente de la necesidad, pienso que mi madre trabajó siempre por amor.

Las coplas que solía cantar eran las que oyó cantar en su juventud, entre los años 20 y los 30 del siglo pasado. Muchas de esas canciones relataban lances amorosos, casi siempre de amores frustrados o infortunados. Historias de muchachas inocentes a las que la vida había vapuleado, teniendo que terminar, muchas de ellas, en casas de prostitución, o en cabarés, para poder sobrevivir. A este esquema respondían las letras de varias canciones que trataré de recordar ahora, letras que, espontáneamente las más veces, acuden a mi memoria.

Una de esas ‘cabareteras’ involuntarias (ella hubiera querido ser una mujer decente, pero la vida la obligó a ser la crápula que no quiso ser) contaba así su historia (música, por favor):

Flor de noche y de pecado me crié / en el jardín de la quimera,/ y más tarde en sus espinas yo dejé / el corazón, la vida entera; / soy la rosa que fragante un día fue,/ la del perfume embriagador,/ hoy convertida en una flor de cabaret / para olvidar mi triste amor. / Mis encantos ya marchitos aún encienden el deseo / y los hombres por mí sienten arrebatos de pasión, / pero yo en ellos no creo / y perdida mi ilusión / qué me importa que me digan / que no tengo corazón /.Mas la vida es tan extraña que me tiene convertida/ en esclava de un ambiente de placer y perversión,/ y mis labios de perdida / fingen besos de pasión / y mi boca siempre ríe / mientras llora el corazón. Por el hombre que yo amaba me perdí, /que así burló mi alma inocente; /y hoy de aquella niña ingenua que yo fui / queda una sombra solamente./ El recuerdo de quien nunca supo amar / llena mi alma de dolor Y hoy no me queda más consuelo que llorar / el drama intenso de mi amor.

Había otra copla en la que la mujer desengañada se identificaba con la cabaretera de oficio:


(Estribillo)
Triste flor del cabaret, que finges un placer, nunca podrás ser amada: yo también soñé un querer y loca fui tras él hasta lograr ser amada; pero me vi abandonada, fue inhumano su querer.
En el dancing un joven penetró y a tanguear amable me invitó; y entre otras muchas yo era una flor marchita, cuando mi pobre almita se estremeció de amor. Y hoy calmo mi recuerdo con champán y río, aunque muero de pesar. (Estribillo)
Un día noté que, al irlo a acariciar, me rechazó con mucha frialdad
/ …. (aquí pierdo el hilo de la historia. Pediré ayuda a mi hermana Eloísa que, a menudo, recuerda con más detalles que yo estas coplas que antaño oíamos a mamá)


martes, enero 06, 2009

FRAGA, P(adre) P(utativo) de la Primera Constitución Posfranquista

Casi todo el mundo sabe que el castizo nombre español de Pepe, nombre familiar de los que se llaman José, proviene del hecho de que las antiguas imágenes de este santo llevaban inscritas en la peana, junto al nombre de San José, las siglas P. P., abreviatura de la expresión “Padre putativo”, es decir, presunto. Porque San José era el ‘supuesto’ padre de Jesucristo. San José, tapadera de la honradez de María. Sólo unos cuantos privilegiados estábamos en el secreto de que el verdadero padre de Jesús era el Espíritu Santo. El bendito San José servía para guardar las apariencias.

De manera parecida la Constitución española de 1978 tuvo también sus padres putativos, sus ‘pepes’ de distinta procedencia política. Fraga fue uno de ellos. En el alumbramiento de la Constitución, Fraga y sus afines velaban por la buena reputación del franquismo y negociaban tácitamente su amnistía por la imposición de un obligado silencio sobre el mismo. Fraga es uno de los padres putativos de esta ley del silencio sobre el franquismo que es la constitución de 1978.

Ahora bien, una constitución cien por cien democrática está pidiendo a gritos la condena explícita del sistema que la hizo callar durante 40 años. Más la ‘contenta’ de 30 años de Transición modélica, periodo de silencio adicional voluntario, añadido al anterior y tan del gusto de los partidarios del régimen que, de buena gana se hubiera deseado que la dicha Transición fuese lo permanente en democracia, no lo transitorio, como la misma situación lo demandaba. Así que cuando, por fin, se puso en marcha el proceso conocido como Recuperación de la Memoria Histórica, los partidarios de aquel régimen no han dejado de manifestar su contrariedad. En vez de reconocer y valorar la enorme paciencia demostrada por el pueblo español de la Transición, se le pide que aplace sine die sus reivindicaciones, planteadas en la llamada Memoria histórica.

La libertad conquistada, palmo a palmo, debe ejercitarse, en primer lugar, condenando la falta de libertad a la que nos condenó el régimen anterior. Y poniendo de relieve, sobre todo, su ilegalidad y todas las trapacerías con que pretendió legitimarse: defensa de los valores religiosos, unidad de la patria, etc. etc. ¿Qué mayor enemigo de la patria hay que el que se alza en armas contra ella?

Es hora de reconocer que la constitución de la Transición es una constitución de paso. Eso quiere decir Transición: algo que es de paso y que tiene pase por el mero hecho de ser provisional, no definitivo.

Lo que ocurre es que hay quien tiene miedo de superar esa ‘transición’ porque ella nos ha proporcionado una aceptable etapa de convivencia. Es como el que se resiste a comprarse un coche nuevo porque el viejo todavía da el avío. Esto es lo que le pasa al actual gobierno de Zapatero.

El colmo de la paradoja sería que tuviéramos que esperar del PP la deseada reforma de la Constitución que incorporase la cláusula de la condena explícita del franquismo. Sería una forma de ‘rizar el rizo’. El PP defendiendo la democracia hasta el punto de abjurar explícitamente del franquismo. Pero no sería absurdo esperarlo de un partido que se dice democrático. No perdamos, por tanto, las esperanzas de que esto algún día pueda suceder. Desde luego, de Mayor Oreja no lo esperamos. Ya nos defraudó una vez en el Parlamento europeo.

sábado, enero 03, 2009

EL ALARIDO

Edvard Munch, El grito, National Gallery, Oslo

Hoy tiene lugar en Zafra el sepelio de Gregorio Ramírez y de uno de sus hijos, fallecidos ayer en un accidente de automóvil, en el que también resultó herido grave otro hijo mayor, y con heridas calificadas de leves la propia esposa del conductor. Si se pueden llamar ‘leves’ las heridas psicológicas subsiguientes al brutal shock traumático que le habrá producido a la infortunada mujer el hecho de perder en ese accidente a su marido, a un hijo, y encontrarse el otro en inminente peligro de muerte.

Gregorio Ramírez había sido concejal socialista y actualmente presidía la Hermandad de La Esperancita de Zafra. Fue alumno mío en la etapa de la EGB, entre las primeras hornadas de alumnos que yo tuve al llegar a Zafra, hacia finales de los años 60.

Ayer cuando supe la estremecedora noticia sentí una especie de escalofrío. ¡Qué fragilidad, Dios santo, la de la vida humana! En el transcurso de unas horas, unas vidas rotas y un hogar deshecho. Pienso en la situación de esa mujer que ha sobrevivido a la catástrofe y siento una enorme conmiseración por ella. Y me he acordado del famoso cuadro de Munch, expresivo de la desolación más abrumadora, y cuyo título es “El grito”.

Ese grito tiene estremecedoras resonancias en el terreno del arte y de la literatura, pero sólo en situaciones como la presente lo oímos en el fondo de nuestra sensibilidad y su interpretación más sobrecogedora tiene tonos femeninos: El ‘¡ay!’ más desgarrador que yo he escuchado provenía de una garganta femenina. Era un verdadero alarido, como el que sólo la sensibilidad de un poeta sabría calibrar en toda la hondura de su dolor. Recuerdo, a este propósito, el ‘femineo ululatu’ (el alarido femenil) que, según Virgilio, por la muerte de Dido brotaba de las gargantas de la hermana y la servidumbre familiar de la finada.

Sí, ese grito desgarrador es, propiamente, el alarido. Los pintores y los poetas, es decir, los artistas, han sabido encontrar en él la instantánea más genuina del dolor en estado puro.