domingo, mayo 30, 2010

"El problema es usted"

El encarnizamiento de la oposición con el actual presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, ha rebasado todo límite razonable para ir resueltamente a la caza del hombre, con una saña inaudita que sólo tiene parangón y precedente, según parece, con la que la antigua CEDA desplegara, en su día, con el presidente de la República, Manuel Azaña. Se utilizaron también entonces todos los medios disponibles para denigrarlo. Con el tiempo descubrimos que Azaña no era tan malo como nos lo pintaban. Hoy día se ha conseguido rehabilitar en gran medida su prestigio mediante la edición de sus obras completas. Después de tantos años hemos descubierto que fue un intelectual honesto, que amó a su país tratando de servirlo como mejor supo.

El espectáculo que el pasado día 25 nos ofreció la marabunta antigubernamental en el Senado fue bochornoso. Más propio de jauría exasperada, que busca la yugular, que de una oposición civilizada que apunta, por encima de todo, al bien de su país. Aquí iban a tirar a degüello, sin pararse a pensar que, con su desatentada conducta, hacían daño no sólo al presidente del Gobierno sino a toda España.

Recuerdo, a este propósito, una frase de Cicerón extraída de algún tratado, hoy perdido, pero salvado al menos en esa frase, conservada por una cita de Quintiliano (Inst.Or. 8.6.47.13):

Esto es lo que me produce asombro, esto es lo que provoca mi queja: que haya personas que quieran hundir a alguien hasta el extremo de agujerear el barco en el que ellos mismos navegan.


Por más que, en el presente caso, digan los aludidos: “No es que queramos hundir el barco, sino sólo echar al mar a su timonel borracho”.

El caso es que, quienes vamos en él, en el barco, no estamos seguros de la fiabilidad de otro timonel, elegido de entre los del grupo que vocifera y patalea. En estas circunstancias, echar al timonel (al que, por cierto, no le han hecho la prueba de alcoholemia) sólo conseguiría provocar un naufragio seguro.

Así parece haberlo entendido Durán i Lleida, con una visión del Estado más equilibrada y responsable que la de quienes propugnan la filosofía suicida del quanto peius melius ('cuanto peor, mejor')

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La cita de Quintiliano, que él atribuye a Cicerón: Hoc miror, hoc queror, quemquam hominem ita pessum dare aliquem velle ut etiam navem perforet in qua ipse naviget.

viernes, mayo 28, 2010

CORREGIR AL QUE YERRA

El viejo catecismo Ripalda, que cuando yo era pequeño me aprendí de memoria, traía la lista de las obras de misericordia, 14 nada más y nada menos, “las siete corporales y las otras siete espirituales”. Entre estas últimas, la tercera decía “corregir al que yerra”. Me dispongo ahora a ponerla en práctica, a propósito de un libro publicado con fecha reciente, en edición que imagino costosa y que ha sido subvencionada con la ayuda oficial de la Junta de Extremadura. La obra la han escrito conjuntamente los Sres. D. Francisco Javier Pizarro Gómez, profesor titular de Historia del Arte de la UEX, y D. Blas Toro Fernández, profesor de IES, doctor en Geografía, y antiguo alumno de quien esto escribe.

En las notas finales del libro, se me hace el honor de mencionar mi traducción del poema latino que el holandés Enrique Cock escribió hacia 1580, titulado Asafrae Turdetanorum descriptio, transcrito, anotado, traducido y prologado por mí en 1976. Se publicó una segunda edición en 2006, patrocinada por la Imprenta Rayego.

En el prólogo de esta segunda edición (pág. 8) menciono algunas críticas, favorables o adversas, referidas a la primera edición. Entre estas últimas, las del profesor Serrano Mangas, críticas a las que hube de responder en dos ocasiones: la primera en mi artículo publicado en la Gazetilla de la U.B.Ex., nº 32, p. 2; y la segunda en mi artículo “Una interpretación esotérica de la Asafrae descriptio, de Enrique Cock”, publicado en EL HUMANISMO EXTREMEÑO, IV Jornadas, pp. 329-335, (Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, Trujillo, 2000)

Refuté, en su día, punto por punto, las objeciones de Serrano Mangas, entre ellas la de la fecha acotada por mí, entre agosto de 1580 y diciembre de 1581, para la composición del poema de Cock; fecha que Mangas pretende situar en torno a 1594, tras la edición del poema de Cristóbal de Mesa sobre Las Navas de Tolosa, al cual cree que Cock alude de manera cifrada en el verso 119 del poema.

Pues bien, en el libro que ahora comento, el autor de la nota que corresponde a la fecha de composición de la Asafrae descriptio, vuelve a la carga con la vieja cantata: invoca ahora el testimonio de Juan Carlos Rubio Masa y el de Serrano Mangas, conjuntamente, para decir lo que nunca han dicho éstos, ni siquiera el profesor Mangas, que se conforma con que la fecha de composición del poema de Cock se sitúe hacia finales del siglo XVI. Ahora, según el Sr. Pizarro Gómez, o el Sr. Toro Fernández, o “dambos a dos”, la fecha de composición del poema Asafrae descriptio hay que situarla a comienzos del siglo XVII, “contra lo que afirma García Gutiérrez”. Es así que Cock murió el 31 de octubre de 1598, por tanto, escribió su poema después de muerto.

Vivir para ver.

lunes, mayo 24, 2010

La meritoria labor de Agustín Prieto como trovero de personajes, leyendas y lugares típicos de Zafra




Agustín Prieto Cross es, en la actualidad, un emérito profesor de EGB, ya liberado de sus obligaciones como docente, pero aún activo en lo que respecta a ejercer gratis et amore lo que antaño ejercía como profesional de la enseñanza. Así, hace unos años nos obsequiaba con un utilísimo manual titulado La ortografía castellana en 124 fichas escrito en colaboración con su hija, María Coronada, también profesora como él. Un sencillo y práctico tratado, muy a propósito para resolver las eventuales dudas ortográficas que se nos puedan presentar y que siempre viene bien tener a mano para estos casos.

Pero Agustín ha dedicado últimamente gran parte de sus ocios de la edad jubilosa a glosar tipos, anécdotas y leyendas de la historia local, y este aprovechamiento lúdico de esos ocios se ha concretado en la publicación de dos libros, de parecida factura, como son los titulados Verseando por Zafra, que apareció hace un par de años, y el titulado Leyendas, romances y letrillas de Zafra, de más reciente aparición. El propósito que inspira uno y otro libro es el mismo: conmemorar efemérides, o anécdotas, o personajes pintorescos de la localidad, o bien lugares típicos, tanto de dentro como de fuera del recinto urbano. Apenas queda sitio o rincón que escape a la mirada atenta del juglar, dispuesto a fijarlo para siempre en el recuerdo mediante la instantánea de un verso, bien sea de romance o de letrilla. Algunos temas se repiten en ambos libros, bien que introduciendo variantes cada vez. Sirvan de ejemplo, como muestra, los versos dedicados a glosar las viejas ferias de San Juan, reaparecidas hace unos años bajo el nombre de De la luna al Fuego. Del mismo tema aparecen sendas versiones diferentes en cada uno de los libros. No escapa a la glosa de Agustín ningún lugar, anécdota, personaje, antiguo o moderno, sin que su diligente mirada los considere dignos de atención. Calles, colegios, plazas. Personajes históricos, figuras del pasado. Figuras populares de antaño (Ana la Nalga) o del más reciente pasado (El abuelino, o El Curriqui)

Y esta detallada y casi exhaustiva enumeración de personajes, reales o de leyenda, y de lugares (calles, plazas, pilares, edificios más o menos emblemáticos, tascas, garitos, etc.) se acompaña de una abundante colección de ilustraciones fotográficas. Todo queda inmortalizado para el recuerdo, en forma de letrilla, romance y/o fotografía incorporada.

Una meritoria labor que los zafrenses, nativos o afincados aquí por largos años de residencia (ese es su caso y el mío, por ejemplo) debemos tener en cuenta y recompensar algún día, con algunas de las distinciones que a este propósito dedican las diversas asociaciones culturales que se encargan de premiar los méritos contraídos por nuestros conciudadanos.

domingo, mayo 16, 2010

Comentarios a un artículo de La Gaceta

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Señores responsables de La Gaceta:
Para empezar, ustedes comienzan, tendenciosamente, por dibujar a Zapatero sosteniendo una hoz en la diestra y un martillo en la siniestra. Esto, por de pronto, sugiere que están suscitando la vieja excomunión del comunismo, utilizando torticeramente sus símbolos, cuando el partido comunista, como saben todos, se legalizó en España en tiempos de Suárez, aunque con el disgusto de algunos de los dogos del Régimen, como el torvo Girón de Velasco y otros que pretendían perpetuar la Dictadura, aferrados al poder.

¿Qué dirían ustedes si algún afiliado a IU, por mencionar a un partido de izquierda, dibujase a Rajoy portando una svástica? Seguramente pondrían el grito en el cielo, acusando de calumniador al que hiciera tal cosa. Pues lo mismo, ustedes no tienen patente de corso para hacer lo que hace el Sr. Dávila en su artículo publicado en La Gaceta con fecha 15 de mayo, titulado “Este individuo es un peligro”. Ya estamos con el espíritu del “18 de julio”, proyectando la maldad, el antipatriotismo y el rumor insidioso de disolución del Estado sobre el rival político. Ustedes son el peligro para la democracia, poniendo incansablemente cerco al Estado de derecho, e insinuando una intencionalidad guerracivilista en los legítimos deseos de reparación de las vejaciones que el régimen franquista ejerció a lo largo de 40 años sobre el pueblo español, sobre todo, en lo referente a honrar a los caídos de la República, asesinados a mansalva en la indefensión, por los paramilitares de la Falange.

La Transición fue el compás de espera, añadido a la larga frustración de los 40 años que duró la Dictadura, la espera paciente a que el pueblo español se pudiera afianzar a la democracia, sin impacientar excesivamente a los detentadores del poder de antaño, no fuera que volviesen a las andadas, como intentaron el 23-F del 1981.

El autor del artículo, cargando las tintas con los más negros tonos, califica de ‘espantosa situación’ la que supone la adopción de las medidas propuestas por el Gobierno que preside Zapatero, al que vienen demonizando desde hace tiempo los maulladores gatos cuyo logotipo es, por cierto, la figura de un toro que hace una derrota hacia la izquierda.

El remache colofonario añadido a una serie de afirmaciones del presidente del Gobierno, en abierta contradicción con la realidad, presenta como insostenible la situación, catastrofista, según el autor del artículo; algo cuyo remedio urgente, según se hace ver, consistiría, lisa y llanamente, en la destitución de Zapatero. Las sugerencias guerracivilistas se dejan caer, se insinúan, seguramente porque ellos están pensando en volver a las armas: NO PIENSE EN UN ELEFANTE, le aconsejo con este título de una "Carta del Director", publicada ayer en el diario Hoy, de Badajoz. Usted está insinuando el guerracivilismo, que, pese a lo que diga Moa, partió de la derecha incivil. La misma que alentó el golpe de Estado en el 36.


Las alusiones no pueden ser más claras: “[Zapatero] se dispone a cumplir los dos años que le quedan de legislatura democrática con una única intención: disimular sus taras recogiendo a la peor izquierda, la más montaraz, las más revanchista, para regresar a un estado de confrontación en que todo puede ser posible. Incluso lo más dramático”. Y añade, como colofón de todas estas malévolas sugerencias: “Quien no se dé cuenta de esto, definitivamente es que es un idiota. De tomo y lomo. Porque este individuo es un peligro”.

Ya lo saben, lectores: Si no aceptan esta ‘evidencia’ son ustedes unos idiotas de tomo y lomo. Porque este individuo es un peligro. ¿Y ustedes, los del panfleto, no? Pues yo estoy por creer que los verdaderamente peligrosos son ustedes. Ya echaron a Garzón. Y ahora quieren saltarse los plazos e impedir que un presidente del Gobierno, elegido democráticamente, no agote el tiempo legal de su mandato, porque ustedes, como los que tomaron el poder en el año 36, comienzan a propalar el rumor de que “la patria está en peligro”. Y el peligro, en este caso es, según ustedes, José Luis Rodríguez Zapatero.

PRECISIONES SOBRE EL ZODÍACO

Astrea no es Libra, sino Virgo

En mi entrada del pasado día 12, miércoles, se contiene una inexactitud que quiero ahora deshacer, en aras de la misma Justicia (en todo caso venialmente agraviada como vamos a ver, aduciendo, comparativamente, las motivaciones de los jueces que han destituido a Garzón)

Digo en esa entrada que Astrea, la diosa de la Justicia, se identifica con Libra, el símbolo de la Justicia. Y esto es así y suele serlo generalmente en todos aquellos casos en los que “se toma el instrumento por la persona que lo maneja”. Esta confusión, legítima en la literatura y, a menudo, en la vida real, reviste la forma artística de una figura literaria llamada metonimia. Así cabe decir que “el primer violín de la orquesta se indispuso durante el concierto”. Evidentemente, queremos decir que NO fue el instrumento, sino quien lo manejaba.

Bueno, yo dije que Astrea y Libra son la misma cosa. Pues no. Son, cada una de ellas, sendas constelaciones del Zodíaco; pero Astrea corresponde exactamente a la constelación más conocida con el nombre de Virgo (la Virgen) El instrumento típico que la representa es la balanza, Libra. Están, en el firmamento, una muy cerca de la otra. Pero, por más que, metonímicamente, o metafóricamente, tomemos una cosa por otra (licencia lícita en poesía), se trata de cosas distintas, eso sí, estrechamente vinculadas.

El meollo de la poesía, como ya advirtió alguna vez Dámaso Alonso, consiste en esta suerte de equivocaciones, en este ‘tomar una cosa por otra’ que, en el fondo, es la razón de ser de lo que llamamos figuras literarias. Es el ejercicio de las asociaciones de ideas (por semejanza, por contigüidad o por contraste), sobre las que se basa el cuerpo general de la poesía, el sistema de las figuras poéticas funciona así.

Pero lo mismo que hay una tendencia a identificar las cosas en virtud de sus relaciones de semejanza, proximidad o contraste; existe otra, contraria, que tiende a distinguirlas, a disociarlas, en virtud de la propia naturaleza de cada cosa. De la tendencia unitiva, o sintética, nace la poesía; de la tendencia analítica, o disociativa, nace la ciencia. Cuando el análisis actúa sobre la síntesis, anulándola, invalidándola, surge, invariablemente, la comicidad. Por eso se ha dicho que “lo contrario de la poesía es el chiste”. Y, en efecto, el mecanismo de un chiste verbal consiste, por lo común, en invalidar una figura poética previa. He tratado de explicar este mecanismo en un pequeño trabajo que titulé “Los fundamentos retóricos del chiste”, donde pretendía demostrar, con ejemplos, cómo una figura literaria cualquiera puede ser la base de un chiste, cuando se neutraliza la síntesis poética por efecto de su invalidación como tal síntesis.

Tal vez el ‘delito’ de Garzón haya sido, para los legalistas, una incorrección de forma, que no de fondo. Algo así como una leve falta de ortografía. Claro que se objetará que no es lo mismo que esa falta la cometa un estudiante o que sea un catedrático de Literatura. En todo caso, peca de injusto quien considera ‘prevaricación’ (que presupone malicia) lo que puede ser sólo un defecto de forma.

Por último, terminar recordando a las altas instancias jurídicas del Estado que los crímenes del franquismo y la reparación de las víctimas son una cuestión pendiente. Y que ya es hora de que se den siquiera la milésima parte de la prisa, por resolverla, que se han dado para destituir a Garzón.

viernes, mayo 14, 2010

CUANDO LOS RÍOS SACAN PECHO

* Alegoría del Jarama, en el monumento a Felipe IV


El río sacó fuera
el pecho y le habló de esta manera

(Fr. Luis de León, “Profecía del Tajo”)


Los ríos son el símbolo de la vida humana, según los conocidos versos de Manrique:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir.

Los ríos se parecen a los seres humanos en eso de nacer, transcurrir y, finalmente, morir. Esta afinidad entre ríos y personas es la que da lugar a personificarlos.
Entre los hábitos más primitivos del ser humano está el de divinizar las fuerzas de la Naturaleza (el viento, las nubes, el agua) considerándolos seres vivos. El respeto reverencial del hombre primitivo por la Naturaleza proviene de que ésta se consideraba animada, viva e inteligente, en sus manifestaciones. Es lo que el antropólogo Frazer llamó the worship of Nature, la adoración de la Naturaleza.

Esa visión de la Naturaleza como un ser vivo e inteligente se traduce en la figura literaria conocida como personificación, por la que los seres inanimados se equiparan a las personas humanas y se consideran capaces de entendernos cuando les dirigimos la palabra. En esto consiste la figura literaria llamada apóstrofe. Ésta supone (o entraña) la figura anterior.

Es recurso literario frecuente en poesía el dirigir la palabra a los seres inanimados, o a los seres animados irracionales. Bécquer apostrofa a las olas, al huracán y a las nubes; Horacio y Espronceda, al sol; Miguel Hernández al toro, etc.

Es frecuente en la poesía clásica la personificación de los ríos, pero también en la poesía moderna no es infrecuente esta figura, sobre todo, bajo la forma de apóstrofe. Así Gerardo Diego le habla al río Duero (“Río Duero, río Duero,/ nadie a acompañarte baja”), García Lorca, al Guadalquivir (“¡Ay, río de Sevilla, qué bien pareces!”) Si, para el primero, el Duero tiene “las barbas de plata”; para el segundo, “el río Guadalquivir tiene las barbas granate”. Algunos ríos tienen, incluso, nombre de personas, como nos recuerda Dámaso Alonso (“A un río le llamaban Carlos”) y hay otro que se llama como un torero: Manzanares.

Convencionalmente, los ríos se suelen caracterizar como personas mayores, frecuentemente como ancianos añosos, sin perjuicio de considerarlos capaces de pasiones propias de edades más juveniles. Podemos aventurar que si el adjetivo ‘viejo’ se les puede aplicar (se les aplica, de hecho, a muchos ríos) se trata de viejos que aún conservan mucho del vigor de la juventud. Algo así como lo que decía Virgilio del viejo Caronte, el infernal barquero del Averno:

Iam senior sed cruda deo viridisque senectus
(ya es viejo, pero en un dios la ancianidad es fresca y lozana)

Porque es el caso que, como veremos, también entre los ríos se da con frecuencia el tipo del “viejo verde”.

Como vimos en el caso de la personificación del viento*, en el romance lorquiano de “Preciosa y el aire”; también ocurre, con frecuencia, que esos ríos personificados suelen ser libidinosos, salaces o rijosos: salidos de madre. Hay toda una tradición literaria de ríos desbordados en lo tocante a la sexualidad y uno de ellos es el Tíber, el río de Roma, al que la mitología achaca una aventura amorosa con Ilia, o Rea Silvia, la madre de los gemelos Rómulo y Remo. Éstos nacieron del concúbito con Marte, siendo Rea Silvia una de las vestales. Por haber quebrantado el voto de virginidad obligatorio de las vestales, Ilia fue arrojada al río. Y éste aprovechó la oportunidad para desposarla. El caso es que la lascivia del río era tópica: de ‘uxorius’ (mujeriego) lo califica Horacio (C.1.2.20) y de ‘lubricus’ (rijoso) Ovidio (Am. 3.6.81) Éste último nos ha dejado una amplia lista de ríos enamoradizos (Am. 3.6) junto a los nombres de sus correspondientes amadas. Ellos son Ínaco, Janto, Alfeo, Peneo, Asopo, Aqueloo, Nilo, Enipeo…

Así que, en vista de que los ríos tienen un largo historial de aventuras amorosas, concluye Ovidio que “deberían ayudar a los jóvenes amantes, puesto que ellos, los ríos, sintieron en su propio ser qué cosa es el amor” (Am. 3.6. 23-24)

Pero veamos, también, algún ejemplo de esta condición erótica de los ríos referida al territorio español. Quienes éramos niños allá por la década de los años 40 del siglo pasado, recordamos todavía un cuplé que hizo furor en las emisiones radiofónicas de la época. La letra y la música se debían al famoso trío formado por los maestros Quintero, León y Quiroga, autores de casi todas las coplas que alcanzaron mayor éxito en los años de la posguerra. La canción se titulaba “No te mires en el río” y hablaba de un enamorado que tenía una novia y sentía celos porque ella, desde su ventana, se asomaba al río Guadalquivir, a quien el novio consideraba todo un rival (‘rival’ proviene del latín ‘rivus’, río) He aquí algunos fragmentos de aquella canción de moda:

¡Ay, ay, ay, ay, / no te mires en el río! / ¡Ay, ay, ay, ay, / que me haces padecer / porque tengo, niña, celos de él!

Los presentimientos del enamorado se cumplieron y ocurrió que:

Una noche de verano / cuando la luna asomaba / vino a buscarla su novio / y no estaba en la ventana. / Él la vio muerta en el río / y que el agua la llevaba./ ¡Ay, corazón, parecía una rosa! / ¡Ay, corazón, una rosa muy blanca! / ¡Ay, ay, ay, ay, / cómo se la lleva el río! / ¡Ay, ay, ay, ay, / lástima de mi querer! /¡Con razón tenía celos de él!

En fin, el tópico de la personificación de un río tiene numerosas manifestaciones en la poesía de todas las épocas. En ocasiones, esa personificación tiene carácter satírico. Este es el caso de cierta letrilla de Góngora (“¿Qué lleva el señor Esgueva? / Yo os diré lo que lleva”) El Esgueva es un afluente del Pisuerga, que a su vez lo es del Duero. Y por lo que puede colegirse de la sátira gongorina, llevaba toda clase de inmundicias. Sin duda, debía tratarse de uno de esos ríos-cloaca que tanto abundan, por desgracia, en nuestro tiempo. Góngora, con hábiles rodeos y circunloquios, da a entender que lo que lleva el señor Esgueva es pura mierda:

Lleva, no patos reales / ni otro pájaro marino, / sino el noble palomino / nacido en nobles pañales.

Ya sabemos todos lo que en el lenguaje popular significa ‘palomino’: “mancha de excrementos en la ropa interior”, según el diccionario de la Real Academia Española. Y es en este sentido en el que Miguel Hernández retoma el tema de la personificación de los ríos, empalmando, con gran sabiduría poética, con la tradición clásica y, en particular, con Góngora como modelo. En la octava XXXIX de Perito en lunas, nos habla el poeta de una lavandera que, debajo de un puente, lava en el río sábanas y ropa interior. Y cuando, sudorosa como un botijo, se da un chapuzón en el río, se le ven los pechos (“dos ínsulas afines”) entre el cañaveral (que es como la crin del río) y los propios cabellos de la bañista, enredados con las ovas del fondo:

Bajo el paso a nivel del río canta / y palomos no, menos, elimina / sobre la piedra de quejarse fina / en el agua de holanda batir tanta; / fina y cuando botija es toda cuanta / y de ovas, cual de cañas él, se crina, / al aire van dos ínsulas afines / entre ovas y entre cañas, bajo crines.

El río personificado tiene una crin de cañas, o carrizos. La lavandera canta mientras restriega la ropa contra la piedra de la pileta, alisada por el roce continuo de la ropa.

En este breve poema Miguel Hernández prueba, una vez más, su dominio de los recursos literarios: circunloquio (‘paso a nivel del río’=puente); ‘palomos no, menos’ (=palominos), circunloquio; ‘holanda’(=sábanas) metonimia; ‘de holanda batir tanta’ (hipérbaton); ‘botija’ (símil). Por su parte, el río se ‘crina’ con las cañas de la orilla (personificación); ‘dos ínsulas afines’ (metáfora, por pechos).

El tema de la personificación de los ríos será tratado próximamente por mí en un estudio más amplio que verá la luz en las próximas "Jornadas sobre el Humanismo" que convoca anualmente la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura.

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*Ver la correspondiente entrada aquí

miércoles, mayo 12, 2010

GARZÓN Y ASTREA: EXILIOS PARALELOS

*Astrea deja a los pastores, cuadro de Salvatore Rosa (siglo XVII)



Astrea, para quienes no lo sepan, es la diosa de la Justicia. Bajo el nombre de Virgo, brilla ahora en el cielo en forma de constelación, como uno de los doce signos del Zodíaco. Éste representa la autopista que recorre el Sol a lo largo del año y que está jalonada por doce hitos siderales, repartidos en cuatro estaciones. Las horas del día se distribuyen equitativamente al entrar el ‘carro’ esplendente en las estaciones de los llamados equinoccios, la primavera y el otoño, respectivamente, Aries y Libra. Cuando el astro del día entra en la constelación de Libra, allá por septiembre, el día y la noche se equilibran en cuanto a duración. Dice Virgilio (Geórg.1. 208):

Cuando Libra iguale las horas del día y las del sueño

Libra distribuye equitativamente las horas del día y las de la noche. Su símbolo es el fiel de la balanza. Porque la balanza es también el símbolo de la Justicia.

Dice la leyenda que Virgo, o Astrea (es decir, la justicia) vivió entre los hombres en la Edad de Oro: “dichosa edad y dichosos siglos aquellos”, que dijo Cervantes (Quijote, parte 1ª, cap. 11) Vivía y convivía entre los humanos porque estos eran buenos, apacibles y… justos. Luego se fueron maleando y surgieron las desavenencias y las peleas.

La Justicia (Astrea, Virgo) se retiró entonces a las montañas, a vivir con los pastores y la sencilla gente del campo, la que más tardó en malearse. Finalmente, ya al comienzo de la Edad del Bronce, la Justicia tuvo que emigrar: se fue al Cielo y allí está, convertida en estrella, catasterizada, en la constelación llamada Virgo.

En España, el paso del desierto de la dictadura hacia la tierra prometida de la democracia, iniciado en la llamada transición, se estancó en un compás de espera excesivamente largo: no acabamos de entrar en la tierra prometida, ya avistada: los nostálgicos del franquismo impiden o dificultan el acceso pleno a la Jericó de Canaán, y aquí llevamos dando vueltas con nuestro Josué, Juan Carlos I, entre un ensordecedor ruido de atabales, clarines y trompetas, guirigays y maullidos de diverso jaez, sin que acaben de caerse los muros del inmovilismo y que la Democracia sea la ciudad abierta a todos (y a todas, que suele añadir la muletilla tontorrona de moda)

Uno de los grandes adalides de esta andadura ‘transitiva’ hacia la Democracia plena ha sido el juez ‘estrella’ (repárese en el mote, tan coincidente, en su aspecto etimológico, con Astrea, la estrellada) Baltasar Garzón de nombre. En él residía la esperanza de calmar el hambre y la sed de justicia que los españoles hemos padecido (las víctimas de la dictadura, digo) durante aproximadamente 70 años, sumando el tiempo de dictadura y de transición. Y cuando, tras la paciente espera de todos esos años, espera esperanzada de que, por fin, se iba a hacer justicia a los desmanes del franquismo, el franquismo que creíamos muerto con Franco, resurge, redivivo, en grupos residuales como Manos Limpias y Falange Española de las Jons, para querellarse contra el juez que osó revisar la cuenta pendiente del franquismo con la nación española. ¿Qué justicia es esa que impide la acción de la Justicia, la revisión de unos delitos impunes e imprescriptibles por ser delitos de lesa humanidad?

A estas alturas la ‘causa victrix’ añeja prevalece todavía sobre la ‘causa victa’, la causa de los vencidos. Se impide la acción de la Justicia encausando al juez justiciero, empapelándolo por triplicado, para que no escape. Tratan de neutralizarlo, de inhabilitarlo, para que no incordie. Impiden que se haga justicia.

Y Garzón, el juez ‘estrella’, va a quedar ‘estrellado’, catasterizado. Quiere exiliarse, como Astrea, a las altas esferas de la justicia internacional. Va buscando la justicia, allí donde La Haya.

Voy a terminar aquí con las dos estrofas finales de mi oda alcaica “In patris carissimi memoriam” (“A la memoria de mi muy querido padre”) que contienen una invocación final a la diosa de la Justicia, la ínclita Astrea, que vivió entre los hombres en la Edad de Oro y ahora brilla sólo en el firmamento de las constelaciones, eternamente ‘estrellada’:

XIII ¡Virgen Astrea, diosa de la Justicia! Diosa que habitas las excelsas alturas y que en la Edad de Oro de la humanidad fuiste huésped de los habitantes de la Tierra, cuando éstos eran todavía justos!

XIV No permitas que las víctimas sigan siendo impunemente dañadas. Recibe benignamente los ruegos de la ciudadanía y compensa en tu justa balanza todo aquello que pereció en la guerra.


XIII

Astraea virgo, Iustitiae dea,

o diva sedes quae colis inclitas,

aetate Saturni peracta

terricolas apud hospita aequos;

XIV

impune laedi ne sine victimas,

preces benigne suscipe civium,

iustaque compensa bilanci

omnia quae periere bello.
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* Véase oda completa en latín aquí y traducción