lunes, enero 19, 2015

DE CUANDO SAN AUDITO MÁRTIR DIJO AQUELLO DE “ME VAN A OIR”

Esta mañana me eché de la cama con el propósito de poner en claro algunas ideas que comenzaban a bullir en mi mente sobre la posibilidad de escribir algo acerca del tema que da título a este artículo. Veremos si puedo decir algo interesante sobre el particular, partiendo del nombre del santo; nombre que, como puede apreciarse a simple vista, es la completa antítesis de lo ‘inaudito’. Porque es el caso que, casi a raíz del comienzo de la Edad Moderna, el nombre de este santo cayó en el olvido, hasta el punto de ser descatalogado de los modernos santorales. Gracias a que nuestro paisano de Fregenal, el ilustre Arias Montano, se le ocurrió mencionarlo en una oda sáfica en Latín, se ha vuelto a ‘oír’ de San Audito, a rescatarlo del olvido. En mi opinión, modesta por supuesto, deberíamos incluso proponerlo para un patronazgo. Muchos santos pueden estar orgullosos de ser patronos de algo. Así San Huberto, o San Humberto (si mal no recuerdo) es el patrón de los cazadores; Santa Cecilia, de los músicos, San Antón (cuya fiesta celebrábamos ayer mismo) es algo así como el jefe celestial de la Sociedad Protectora de Animales: la gente le encomienda sus animales de compañía, sus ‘mascotas’, para que los bendiga y proteja.

¿Y San Audito? En mi personal experiencia, San Audito debería postularse para patrón de los indocumentados. A su protección y amparo debemos acogernos cuando vayamos a emprender cualquier investigación, ya sea filológica o de otro tipo. La primera obligación de los devotos de este santo es la de procurarse información, por supuesto, veraz. Porque no toda información lo es. Un ejemplo a seguir nos lo ha dado al respecto, no hace muchos años, el ilustre catedrático de la Universidad de Cádiz, Dr. José Mª Maestre. Desde comienzos del pasado siglo, cuando en 1910 el P. Mariano Gutiérrez Cabezón editó el poema en estrofas sáficas latinas descubierto por él en un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial (poema que él tituló ‘De incolumitate fontis Ariae Montani’) se venía dando por supuesto que la fuente a la que se refería el poema no era otra que la llamada fuente de la Peña de Alájar, o fuente de Arias Montano. ¿Qué otra fuente podía ser? No podía ser más que la conocidísima fuente de la Peña de Arias Montano. Suposición ciertamente lógica, pero gratuita. Sólo que hubo un investigador concienzudo, el ya citado profesor Maestre, que intentó averiguar, desde el primer momento de su investigación, quién era San Audito.

Y siguiendo esa pista llegó a su conclusión, tan palmaria como ‘inaudita’, de que la que se había creído hasta entonces la fuente destinataria de la oda montaniana, no era la que está en la Peña de Alájar, sino otra, que estuvo localizada en los terrenos del antiguo monasterio de Santoid, o San Audito, cerca de Buitrago (Guadalajara).

Cayó el mito de que la celebrada oda de Montano se refería a la fuente de la Peña de Alájar. Fue una lluviosa tarde del 18 de octubre de 2001 en la ermita de la Peña de Arias Montano, dedicada a Ntra. Señora de los Ángeles.

La fuente de la Peña fue desposeída de su más honorífico, aunque falso, título: el de haber sido celebrada por su más ilustre propietario.

Estábamos en un error quienes habíamos supuesto, gratuitamente, que la fuente cantada en la oda era la de la Peña de Alájar. Desde Gutiérrez Cabezón, pasando por Mora Mantero, José Andrés Vázquez, Agustín de Foxá * , Florentino Pérez Embid, y muchos otros más, hasta llegar a este humilde servidor de ustedes.

A todos nos había castigado el santo por el olvido en que lo teníamos, pese a la expresa mención que de él había hecho Montano en su oda. Era un olvido verdaderamente imperdonable que, en este caso, equivalía a cambiarle su nombre por el de su antónimo: lo inaudito. A todos aquellos descuidados investigadores que no le habíamos prestado atención, parecía decirnos, un tanto socarronamente, el santo:

- ¡Pues me vais a oír!
_______

* Ver A. de Foxá, OBRAS COMPLETAS, t. II, “Artículos y Ensayos”, Edit. Prensa Española, 1971) (artículo titulado “Por la sierra de Aracena”, publicado en ABC de Madrid, 10-11-1945)