miércoles, junio 13, 2012

LOS OJOS VERDES: UN MOTIVO FOLKLÓRICO Y LITERARIO

La vieja copla que popularizó Concha Piquer hacia los años 40 del siglo pasado (letra de Rafael de León y música del maestro Quiroga) tiene ecos literarios desde, al menos, la Edad Media. Se supone que este color del iris de los ojos realza la belleza, masculina o femenina. En el caso de la canción antedicha, los ojos pertenecen a un varón y la pupila (dicho en otro sentido) es, en este caso, una mujer de la vida, empleada en una mancebía, o prostíbulo, o burdel (varios sinónimos para nombrar estos lugares donde se ejerce el ‘oficio más antiguo del mundo’ y, no digamos, los sinónimos que hay para designar a quienes lo ejercen)
Sin embargo, en la mayoría de los casos, el color verde del iris constituye uno de los mas peculiares atractivos, en especial, del rostro femenino. Con todo, en la antigüedad grecolatina no se advierte una especial predilección por el color verde de los ojos, al menos en lo que respecta a la cultura latina. En este sentido me parece atinada la observación que hace, en un reciente artículo, N. Ealy, acerca de que “los ojos color de esmeralda no se encuentran dentro de la tradición latina del retrato femenino”*. En cuanto a la literatura griega, los poemas homéricos de la Ilíada y la Odisea, principalmente, aluden a un hipotético color verde que sería el característico de los ojos de Minerva. Así lo han entendido muchos de los que creen que la expresión homérica γλαυκῶπις (literalmente, ‘ojos de lechuza’) ha de interpretarse como la de los ‘ojos verdes’. Pero ya Segalá (quizás el mejor traductor al castellano de las dos epopeyas homéricas) traduce “ojos de lechuza”, en su traducción española de la Odisea, y, en cambio, traduce la misma expresión como “ojos brillantes”, en la Ilíada.
Que Minerva /Atenea tuviera los ojos verdes no está muy claro. Parece, en cambio, fuera de duda, que los tuviera brillantes. Sin embargo, hay una tradición en la literatura que da por hecho lo del color verde de los ojos de Minerva. Bécquer se decanta por esta tradición:

Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar, te quejas;

verdes los tienen las náyades,

verdes los tuvo Minnerva,

y verdes son las pupilas

de las hurís del profeta.

También Antonio Machado se refiere probablemente al color verde cuando escribe:
Guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.
El epíteto ‘glauco’ parece emplearse aquí para no repetir el adjetivo 'verde'. Se registra, efectivamente, en el diccionario de María Moliner como sinónimo de “color verde o grisáceo”. Conviene recordar que el nombre latino del mochuelo es noctua, o Athene noctua, en la nomenclatura zoológica. Sabemos por la mitología que Atenea / Minerva fue “inventora del olivo” y que su ave totémica es el mochuelo. Los ojos verdes de Minerva tal vez se corresponden con el color que nuestro castúo Chamizo atribuye a los ojos del mochuelo. En el poema “La nacencia”, de Chamizo, leemos:
(...) De la rama
d’arriba de un guapero,
con sus ojos
reondos
me miraba un mochuelo;
(...)
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu’otras veces a mí me daban risa,
hora me daban mieo.
Según el estudio antes mencionado de Ealy, el color verde de los ojos entra a formar parte del retrato literario de un personaje a partir de la Edad Media. Dante alude explícitamente al color ‘esmeralda’ de los ojos de Beatriz, y Calisto, el personaje protagonista de La Celestina, resalta que es verde el color de los ojos de su amada Melibea.
No obstante, la cualidad que prima sobre el color de los ojos es, especialmente a partir de esa época, el brillo y la luminosidad de los mismos. Esto se hace especialmente notar en la poesía de Rubén Darío, como ya observamos en un trabajo anterior. Para Rubén, los ojos pueden ser negros, como los de Julia; azules, como los de la marquesa Eulalia; o verdes (‘color de aceituna’) como los de Berta (la niña melancólica de Azul...) En todos los casos, el poeta prima el brillo de esos ojos sobre el color de los mismos.
Existen, por lo demás, ciertas prevenciones que relacionan el color de los ojos con la conducta de sus propietarios/-as. Pues, según dice una canción gallega:
Ollos verdes son traidores,
azules son mentireiros:
los negros y acastañados son firmes
e verdadeiros.
Pero habrá que recordar siempre el consejo de Virgilio; Nimium ne crede colori: No fiarse demasiado del color. Las cualidades morales de la persona no pueden deducirse, a priori, ni para lo bueno ni para lo malo, tomando como referente el color de los ojos.

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*El texto citado por el autor del artículo y que se reproduce a continuación corresponde a Valeria Pizzorusso. Dice: “Emerald eyes are not found within the Latin tradition of female portraiture”. (Cf. “Calisto’s Narcissistic Vision: A reexamination of Melibea’s “ojos verdes” in Celestina”, eHumanista, t. 21 (2012) pp. 390-409