miércoles, noviembre 23, 2011

EL EPITAFIO DE ANNIANO PEREGRINO EN EL MUSEO ROMANO DE MÉRIDA



(Reprodución de la inscripción fúnebre de Anniano Peregrino)


Guardo un recorte de periódico (HOY, 19-9-09) con un reportaje, firmado por el periodista Juan Soriano, acerca de una inscripción de época tardorromana, relativa a una lápida funeraria dedicada a un niño, de nombre Anniano Peregrino, que falleció a los 14 años. A esa temprana edad, el joven difunto ya ostentaba el título honorífico de ‘arconte’ de dos de las sinagogas que probablemente existían por aquellas fechas (s. IV) en la ciudad de Mérida.
A propósito del texto de esa lápida, dio ese mismo día, en la capital autonómica, una conferencia el catedrático y académico de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, Dr. Luis García Iglesias.
Una semana después, la sección de Cartas a HOY publicaba una carta, firmada por mí, en la que daba la trascripción del texto lapidario, tomado de la foto que insertaba el reportaje de la semana anterior, así como la traducción del referido texto.
Poco tiempo después tuve ocasión de comentar con el profesor García Iglesias el texto de la lápida, que yo había transcrito procurando la corrección gramatical, eludiendo la falta de corrección de la palabra SINAGOGE (sic) y transcribiendo SINAGOGARVM como pide la correcta sintaxis.
Creo que era el único punto en el que el ilustre académico no estaba de acuerdo conmigo. Las transcripciones deben de ser escrupulosas y, si hay faltas de ortografía, tenemos que respetarlas. Por supuesto que García Iglesias admitía que el latín de la lápida presenta deficiencias gramaticales, resultado del distanciamiento progresivo del latín al uso de la época respecto del latín clásico. No era la única incorrección que presentaba el texto de la lápida. La otra era el régimen de la preposición ‘de’ con acusativo, cuando lo normal es utilizarla con ablativo. La transcripción fiel debió ser la siguiente:



ANNIANVS PEREGRINVS ONO/RIFICVS DVARVM SINAGOGE/EXARCON VIXIT ANN. XIV DE/ QVEM BONVM TESTIMONI/ VM REDDENT CIVES ET AMICI/ SVI O TE INNOCENTEM NON/ FRVNITVM FVISSE AETA/TEM TV/AM BENE/ DORMIAT / SPIRITVS TV/ VS

(Anniano Peregrino, exarconte de honor de dos de las sinagogas, vivió 14 años, de él darán buenas referencias sus conciudadanos y amigos. ¡Oh, tú, inocente, que no gozaste de tu juventud! ¡Que tu espíritu duerma en paz!)

En relación con los usos y costumbres de las comunidades judías de la época, mi colega y antiguo compañero de estudios, Miguel García Gómez, me puso en la pista de un interesante artículo de Isidoro Muñoz Valle, titulado “El testimonio de las inscripciones sobre el régimen de las comunidades judías en la Roma imperial”, publicado en los Cuadernos de Filología Clásica, vol. 4, pp. 151-163 (1972)

El contenido de este trabajo arroja mucha luz para mejor entender la inscripción latina.
Habitualmente, la comunidad judía utilizaba con más frecuencia el griego que el latín en este tipo de inscripciones. Curiosamente, una de esas inscripciones redactada en griego nos pone en la pista de un caso similar al de la lápida emeritense. Y da la coincidencia de que, en este caso, el niño arconte se llamaba, igualmente, Anniano. Traduzco a continuación el texto griego de la inscripción:


Aquí yace Aniano, arconte niño, hijo de Juliano, padre de la comunidad de los Campenses, de ocho años y dos meses de edad

Si nos habíamos preguntado ya qué méritos extraordinarios concurrían en esos niños para que merecieran a tan temprana edad ostentar esos títulos honoríficos, la respuesta la obtenemos del mismo autor del artículo: en esas comunidades judías tales cargos solían ser hereditarios. De modo que los hijos de quienes ostentaban de hecho los cargos de ‘arcontes’, o jefes espirituales de la sinagoga; así como otros cargos de responsabilidad, como el de ‘grammateus’ , algo así como secretarios de las asambleas, tenían el privilegio de que sus hijos fuesen designados como futuros sucesores. Los cargos heredables podían ser, además del de ‘arconte’, o jefe, el de ‘grammateus’, o secretario, y, en especial, el de ‘padre de la comunidad’ Los jóvenes retoños, por el mero hecho de ser hijos del ‘cuerpo’, recibirían a título honorífico el nombramiento correspondiente, al que acaso nunca accederían, si morían prematuramente, como en los casos que aquí se refieren.

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* Corpus Inscriptionum Iudaicarum, inscrip. 88, edit. J.B. Frey, Città del Vaticano, 1936
** art. cit. pág. 157

viernes, noviembre 18, 2011

LO REITERABLE CARACTERÍSTICO DE LA VERDAD

La verdad es reiterativa: tiende a repetirse. Lo que es tiende a permanecer en su ser, decía Spinoza. Lo malo es que hay quienes aviesamente proclaman la mentira de modo reiterativo, con el propósito de que se tome como verdad.

Esto es lo que se desprende de aquella frase cínica (en el peor sentido de esta palabra) que algunos atribuyen a Goebbels y otros (entre ellos cierto cronista oficial) se la endosan a Lenin, ya que éste tiene más pinta de ideólogo que aquél y, además, se supone que es de izquierda, por ruso y por comunista. Y esa frase (la dijera Goebbels o Lenin) es que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Pues, no. Lo que pasa es que se reitera y reafirma su condición de verdadera mentira.

La característica reiterativa de la verdad se pone de manifiesto en la réplica que Sócrates dio a Calicles (Gorg.490 e. 10-11) cuando éste le reprochaba que siempre dijera lo mismo:

– Lo mismo, ciertamente, y sobre las mismas cosas.

Si la verdad es reiterativa ello se debe a su propia condición de ser invariable. Por eso San Agustín decía aquello de “Varías, luego no eres la verdad”.

Lo que pasa es que la propia condición mudable de la vida humana se convierte en norma y de ahí el paradójico verso de Quevedo que sirve de remate a uno de sus sonetos:

lo fugitivo permanece y dura

Verso que, por cierto, resuena en otros poetas de diversas lenguas. Así, por ejemplo, en un verso de Shelley, citado por Juan Ramón Jiménez:

nought may endure but mutability

(nada perdura excepto la mudanza)

A la condición de inmutabilidad de la verdad sólo puede oponérsele la esencial mutabilidad de la vida. De ahí el carácter irreal de ésta, que lleva a la conclusión barroca de que la vida es sueño, o también, comedia o teatro. (‘Irreal, como la vida misma’, podrían decir éstos)

De cualquier manera, siempre habrá que tener en cuenta el carácter insobornablemente subjetivo de la verdad: ésta consiste, en última instancia, en un veredicto, el pronunciamiento que acerca de la realidad hace nuestra mente. Si nuestro pronunciamiento sobre la realidad es adecuado a la misma (adaequatio rei et intellectus) estaremos ante la verdad (que no por eso deja de ser subjetiva) Si no es adecuado a la realidad, nuestro pronunciamiento será falso. No podemos seguir afirmando que era café-café lo que hemos bebido, cuando llegamos a la convicción de que se trata de auténtica malta (achicoria o cebada tostada), uno de los verdaderos ‘sucedáneos’ del café. La verdad, en último término, es lo que se llama un ‘ente de razón’, incluso en el mejor de los casos, o sea, cuando haya acuerdo entre la realidad y nuestro ‘veredicto’ acerca de ella. Si no lo hay estaremos en el error.

miércoles, noviembre 16, 2011

LA TRAICIÓN COMO TÁCTICA DE GUERRA

Espero que el lector me perdonará si una vez más (la tercera) insisto en un tema ya tratado en anteriores ocasiones, concretamente en las fechas que corresponden a los enlaces siguientes: 1-3-09 y 19-4-07. En todo caso, la lección que se desprende de las correspondientes entradas merece ser recordada de vez en cuando, especialmente si se aporta, como en esta ocasión, algún dato nuevo que sirva para reforzar la enseñanza: nunca conviene confiar en las promesas del enemigo. Es un consejo saludable que siempre conviene recordar.
He recordado en las susodichas entradas que los romanos tenían como norma no fiarse ni un pelo de lo que ellos llamaban ‘lealtad cartaginesa’. De haberse tenido en cuenta esta norma en los días turbulentos de nuestra guerra civil, probablemente se hubieran salvado muchas vidas que se perdieron por confiar en la palabra del enemigo. El mero hecho de ser el enemigo nos pone en guardia para que no lo creamos capaz de cumplir su palabra.
Hemos copiado el bando que en Zafra publicó un capitoste de aquellos tiempos, de nombre Carlos Blond Mesa. Lo hemos reproducido en una de las entradas citadas anteriormente. En conexión con ese asunto he traído a colación un pasaje del De bello civili, de César, en el que se refiere un caso de esta clase de trampas. Se encuentra en el párrafo 28 correspondiente al libro 3:
[Otacilio*] prometía la inmunidad a quienes se entregaran. Los novatos (aceptando el juramento, por parte del enemigo, de que no sufrirían ningún daño) se entregaron. Todos fueron conducidos a su presencia y, contra lo prometido bajo juramento, fueron asesinados cruelísimamente ante sus ojos.
Lástima que estas enseñanzas de la antigüedad no pudieran tomarse en cuenta por los incautos hombres de izquierda que, en el año de la guerra civil, creyeron ingenuamente en las vanas promesas de los del otro bando.
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Uno de los jefes del bando pompeyano en la guerra civil entre César y Pompeyo.

domingo, noviembre 13, 2011

LA CRUZADA, GRAN MENTIRA DEL FRANQUISMO

No sé si el comunismo llegó a ser alguna vez formalmente excomulgado por la Iglesia. Leo en Google (el ‘espasa’ de Internet) que Pío XII lo condenó expresamente el 1 de julio de 1949 y amenazó con la excomunión a sus seguidores (los del comunismo, claro)
En España, el comunismo ya había sido previamente demonizado, al paso que se equiparaba la rebelión franquista contra la república con una ‘cruzada’, la Cruzada por antonomasia. Fue su Eminencia el Cardenal Gomá, Primado de España en 1937 (el 2º Año Triunfal) el encargado de santificar el golpe de estado y el correspondiente genocidio puesto en marcha por el aparato rebelde. Aberrante, desde luego, llamar ‘cruzada’ al exterminio organizado a raíz del 18 de julio del 36. El franquismo se vio, no sólo legitimado, sino santificado por este aparato de propaganda. El enemigo político era, ni más ni menos, el demonio. Y la lucha contra la república era la lucha contra las potencias del mal. Este enfoque de la situación fue el fulcro principal de la publicidad con que se ‘blanqueó’ la causa de la derecha. Muchos de los carteles publicitarios que el régimen desplegó por los muros y paredes de la España franquista estuvieron basados en esta estrategia de demonización del enemigo político.
Como ilustración de lo que va dicho traigo a colación, una vez más, dos de los carteles de aquella campaña publicitaria. En uno de ellos se ve a un soldado enarbolando una bandera y pisoteando al monstruo diabólico del comunismo, derribado en tierra. Se ven los símbolos de la Falange: el yugo y las flechas y la bandera. El demonio del comunismo lleva pintarrajeados en su cuerpo las siglas de los movimientos obreros de signo marxista: CNT, UHP y FAI. Las organizaciones obreras quedaban así anatematizadas, identificándolas con el demonio.

A esta misma tónica obedece el título de uno de los poemas ‘épicos’ del momento, dedicados a celebrar la gesta. Me refiero al Poema de la Bestia y el Ángel, de José María Pemán, publicado en 1938 (3º Año Triunfal) con ilustraciones de Carlos Saenz de Tejada.

Por supuesto, una vez más, el ‘ángel’ era el franquismo y la falange, al paso que la bestia era el comunismo. Se reproducía, por enésima vez, el mito de las huestes angélicas, capitaneadas por el arcángel San Miguel, contra las hordas demoníacas del marxismo.

El asesinato, a gran escala, estaba justificado de sobra. Era la causa de Dios
contra la causa de Luzbel.












* Este cartel de los años 40 estuvo fijado en la pared lateral de la fachada de los Manganés, en Aceuchal, la que daba (y da en la actualidad) a la Cruz de los Caídos

viernes, noviembre 04, 2011

UNA EXCEPCIÓN A LA REGLA

Todas las reglas tienen excepción, se dice, y la caricatura que acompaña estas líneas es una prueba que confirma la exactitud del dicho. He escrito, en una entrada anterior, que el arte de la caricatura es algo que no domino a voluntad y que casi todas las caricaturas que tengo hechas han brotado de manera espontánea en virtud de una síntesis mental elaborada en el subconsciente, sin que, por regla general, mi voluntad tome parte en esa operación.
El presente caso puede ser la excepción a la regla, hasta cierto punto. Y es que el representado en el dibujo me pidió personalmente y con cierta insistencia "A ver si me haces una caricatura, Juan". Le dije que, desafortunadamente, no disponía a voluntad de la habilidad de hacer caricaturas. Pero su misma insistencia tal vez puso en juego los resortes del subconsciente y, algún tiempo después, pude presentarle el resultado de lo que yo consideraba su gesto más característico. Parece que lo aceptó, incluso con satisfacción. Se trata de José Antonio Suárez Bárcena, un buen amigo mío, al que hace años no veo por Zafra. Espero que le vaya bien allí doquiera que esté. Creo que en la actualidad no tiene tanto pelo como en la época en que le hice la caricatura.

jueves, noviembre 03, 2011

CORRESPONDENCIA ATRASADA

Un lector ocasional, que no desconocido, de este blog, se preguntaba hace algún tiempo por qué razón este portal lleva por título La materia del sueño. “El corazón tiene razones que la razón no comprende”, decía Pascal. Trataré, no obstante, de explicar alguno de los posibles motivos que me indujeron a titularlo de este modo. Uno de ellos es, sin duda, la creencia de que los sueños forman parte importante de nuestra vida. El poeta Antonio Machado los valoraba mucho y afirmaba que “de toda la memoria sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños”. Y esa estimación de nuestro poeta por los sueños se echa de ver en que, a menudo, algunos de los temas de sus poemas consisten en el relato de un sueño (“Soñé que tú me llevabas / por una blanca vereda…”; “Desde el umbral de un sueño me llamaron”…)

Otra de las razones que explican mi predilección por esta temática es que todos somos algo barrocos (¿qué ser humano no lo es?) y es propio del talante barroco equiparar el sueño con la vida. El tópico de la vida como sueño es uno de los descubrimientos capitales del barroco. Y el Barroco mismo, como forma de expresión artística, rebasa el marco temporal del siglo XVII en el que solemos enmarcarlo:

El sueño que es mi vida desde que yo nací

dice Rubén Darío en sus Cantos de Vida y Esperanza (Nocturno XXXII) Como él, todos hemos perdido un paraíso y, en nuestro fuero interno, todos lamentamos esa pérdida:

La pérdida del reino que estaba para mí (ibid.)

Shakespeare dijo aquello de que “somos de la misma materia que los sueños” (we are such stuff as dreams are made on) y con esa sola frase queda homologado a la gran corriente del barroco.

De todas formas, el título de la entrada de hoy alude a una experiencia reciente, de índole onírica: es, simplemente, un sueño. Y es que esta madrugada soñé, una vez más, con mi tío Jerónimo, mi segundo padre desde que me quitaron al primero, su hermano. Soñé que me entregaban un montón de correspondencia suya atrasada, que no había llegado a mi poder en su momento, por no sé qué error de cambio de dirección. Esa correspondencia se había ido acumulando a una antigua dirección mía (¿el Seminario?) y ahora me la entregaban, por fin, al cabo de Dios te salve (sí, tenía ganas de emplear este giro popular, este latiguillo expresivo que escuché muchas veces de labios de mi madre)

El montón de cartas, incluso de paquetes postales, era considerable. Había para leer un buen rato. Cosas que habrían perdido actualidad (teniendo en cuenta que tío Jerónimo falleció en 1993) pero que, en todo caso, tenían el aliciente de ponerme nuevamente en comunicación con mi querido tito Jerónimo, mi segundo padre.
(Foto de tío Jerónimo con su sobrino Juanito, Aceuchal (¿1939?)

martes, noviembre 01, 2011

LA MEMORIA AHISTÓRICA

* Busto de Platón

Puesto que resulta empachoso hablar, una vez más, de la ‘memoria histórica’, se me ocurre hablar hoy de 'la memoria ahistórica' que, a lo que parece, también existe (yo soy uno de los que creen en su existencia) y voy a recordar un testimonio muy curioso a favor de la misma, tanto más curioso y más sorprendente por cuanto que proviene de un conocido comunista como fue Rafael Alberti. Lo que demuestra que no son tan malos los comunistas como se dice por ahí con ánimo de difamarlos. Para mi paisana Mahizflor, ya fallecida, eran malísimos, a pesar de que algunos de ellos fueran devotos de la Virgen de la Soledad. En un trabajo aparecido en la revista que se publicó un año en las Fiestas de la Patrona de Aceuchal, hablando de la profunda devoción que el pueblo sentía por su Patrona, escribía que “hasta los marxistas le tenían veneración”. Conmovedor, de veras, si se considera el grado de perversión moral que suponía, en aquellos tiempos, ser comunista.

Pero no nos desviemos del tema: existe la memoria ahistórica y de ella dan testimonio los poetas, incluso alguno de ellos comunista contumaz. Como Alberti. He aquí el testimonio. Lo saco de su libro poético Sobre los ángeles, de un poema que lleva por título “Tres recuerdos del cielo”. El poema va precedido de un breve prólogo que dice:

No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.
Todo anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar
y claveles el fuego que encender y mejillas,
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo anterior al cuerpo, al hombre y al tiempo.
Entonces yo recuerdo que una vez, en el cielo…


Esta es, rigurosamente, una experiencia de la memoria ahistórica. Pero continuemos con el rastro del testimonio. Esta vez el testimonio proviene de un humanista cristiano, sacerdote por más señas, como fue José Mª Cabodevilla. Extraigo su testimonio de uno de sus libros, titulado Feria de utopías (pág. 199):

(…) si entendemos la infelicidad como una privación es porque en algún momento, de hecho o de derecho, fuimos felices. ¿Cuándo? Por debajo de la memoria personal debe existir una memoria más honda, la memoria de la especie, esa que guarda el recuerdo de un paraíso anterior a toda historia y prehistoria. ¿En qué vida astral, en qué remotísimas entrañas maternas supimos que existe la felicidad?

Pero será otro poeta, el portugués Camões, el que nos descubra la verdadera naturaleza de esa memoria ahistórica y nos diga su verdadero nombre, el que corresponde a una situación intemporal, fuera del tiempo. Y el nombre de ese recuerdo especial es el de reminiscencia:

Mas, ó tu, terra de Glória,
se eu nunca vi tua essência
como me lembras na ausência?
Não me lembras na memória
senão na reminiscência.

(Pero, oh tú, tierra de gloria, /
si yo nunca vi tu ser en la realidad /

¿cómo es que me viene el recuerdo de tu ausencia? /
No es propiamente la memoria la que
te recuerda/
sino la reminiscencia)


(Seguramente que los versos del poeta de Os Lusiadas podrían tener una traducción mejor que la mía)

La reminiscencia es el recuerdo de algo anterior a la historia y al tiempo. Otro testimonio de peso es el de Platón, La teoría de la reminiscencia, o memoria ahistórica, se encuentra claramente expuesta en su tratado sobre la belleza, más conocido por el título de Fedro. Y ¿qué es lo que nos dice Platón al respecto? Pues que antes de encarnarse en el cuerpo-cárcel, o en el cuerpo-tumba, nuestra alma contempló, con mayor o menor intensidad, el mundo esplendoroso de las ideas. Y de esa contemplación, que la inundó de felicidad, el alma conserva un recuerdo, una ‘anámnesis’, una reminiscencia. Algunas almas conservan un recuerdo más vivo de esa visión de lo bello. Y las almas que guardan mejor el recuerdo de aquella contemplación están destinadas a encarnarse en hombres llamados a ser “amigos de la sabiduría, o de la belleza, o amigos de las musas, o entendidos en amor” ** (Es decir, en filósofos, artistas, poetas, o en teóricos del amor, en su aspecto más sublime)

Ese recuerdo del mundo ‘supraceleste’ (el 'topos hyperuranios') se despierta ocasionalmente en nosotros ante la experiencia de la belleza o del amor. Así a Fray Luis de León se le arrasaban los ojos en lágrimas ante la contemplación del cielo estrellado, o al escuchar la música compuesta por Salinas:

A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera, esclarecida.

Todo esto es lo que constituye ese peculiar sentimiento que los portugueses llaman saudade. Y esa es la superioridad y la grandeza de la memoria ahistórica sobre la triste, la atormentada y doliente memoria histórica.

De la que ya hablaremos en ocasión más propicia.


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** El pasaje de Fedro aquí aludido es, en el texto griego, el 248 d, 2-4.