*Caricatura de Rubén Darío, por Gallego
Hay, no obstante, que ser fuerte,
pasar todo precipicio,
y ser vencedor del vicio,
de la locura y la muerte...
(Rubén Darío)
pasar todo precipicio,
y ser vencedor del vicio,
de la locura y la muerte...
(Rubén Darío)
***
El escepticismo y la perplejidad son la tónica de estos versos de Rubén.
“No obstante…” es el título de este pequeño poema de sus Cantos de Vida y Esperanza, integrado por tres redondillas, la última de las cuales (citada en el encabezamiento) ha sido malentendida por algunos editores y mal interpretada por otros tantos críticos y glosadores del poeta de Nicaragua.
Estos intérpretes equivocados han creído que el tono de los versos de Rubén es, en este caso, asertórico; exhortativo, incluso, para no dejarse ganar por el desaliento y superar los trances más duros con presencia de ánimo.
No obstante… nuestra interpretación es muy otra, ya que creemos que esos versos son reveladores del escepticismo y la incredulidad consiguientes a la quiebra de la fe, o al desengaño subsiguiente a la decepción.
Si los versos citados hubiesen estado encuadrados por signos de admiración (¡!) tal vez hubiera podido apreciarse, a primera vista, cuál fue la intención del poeta al escribirlos. Pero, no: el poeta ha eludido aquí el gesto dramático, suprimiendo esos signos y rematando su reflexión por unos puntos suspensivos, significativos, a nuestro entender, del desconcierto y la perplejidad del hombre ante el contrasentido que supone postular tal cosa, después del cataclismo mental al que aluden los versos precedentes.
En efecto, las dos estrofas anteriores dan idea de la tremebunda conmoción que ha dejado al alma en suspenso, echando por tierra los soportes en los que se fundamentaba su fe en la realidad:
¡Oh, terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
como el caer subitáneo
de una Babel de cristal.
De Pascal miré el abismo
y vi lo que pudo ver
cuando sintió Baudelaire
el ala del idiotismo.
Y remata el poema con los versos da capo (es decir, los que citábamos al principio) que ahora se nos revelan plenos de sentido. Y es que resulta un contrasentido pedir que, después de ese terremoto interior, el hombre pueda estar en condiciones de poner en práctica lo que esos versos pretenden.
Estos intérpretes equivocados han creído que el tono de los versos de Rubén es, en este caso, asertórico; exhortativo, incluso, para no dejarse ganar por el desaliento y superar los trances más duros con presencia de ánimo.
No obstante… nuestra interpretación es muy otra, ya que creemos que esos versos son reveladores del escepticismo y la incredulidad consiguientes a la quiebra de la fe, o al desengaño subsiguiente a la decepción.
Si los versos citados hubiesen estado encuadrados por signos de admiración (¡!) tal vez hubiera podido apreciarse, a primera vista, cuál fue la intención del poeta al escribirlos. Pero, no: el poeta ha eludido aquí el gesto dramático, suprimiendo esos signos y rematando su reflexión por unos puntos suspensivos, significativos, a nuestro entender, del desconcierto y la perplejidad del hombre ante el contrasentido que supone postular tal cosa, después del cataclismo mental al que aluden los versos precedentes.
En efecto, las dos estrofas anteriores dan idea de la tremebunda conmoción que ha dejado al alma en suspenso, echando por tierra los soportes en los que se fundamentaba su fe en la realidad:
¡Oh, terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
como el caer subitáneo
de una Babel de cristal.
De Pascal miré el abismo
y vi lo que pudo ver
cuando sintió Baudelaire
el ala del idiotismo.
Y remata el poema con los versos da capo (es decir, los que citábamos al principio) que ahora se nos revelan plenos de sentido. Y es que resulta un contrasentido pedir que, después de ese terremoto interior, el hombre pueda estar en condiciones de poner en práctica lo que esos versos pretenden.