
Uno de los principios de la estrategia dice que la mejor defensa es un buen ataque, pero este principio, bien aplicado, debe entenderse también en sentido inverso: el mejor ataque consiste en una buena defensa. Minerva es maestra en el arte de la defensa (y, sin embargo, en lo que respecta a la defensa personal, se denominan ‘artes marciales’ a las artes defensivas, atribuyendo a Marte lo que es más bien propio de Minerva. En lo que atañe a la defensa de las ciudades, la ciencia y el arte que la estudia se denomina poliorcética.
Todo este preámbulo trata de llevarnos a la consideración siguiente: el arco de la Moncloa, símbolo de la victoria franquista, enclavado en la Ciudad Universitaria, puede ser considerado un bastión de la inteligencia (mens), muy similar a la célebre estratagema del caballo de Troya. En él (el arco digo) se parapeta la inteligencia (cuya muerte había sido la más miserable aspiración del vencedor) y desde su altura lanza su sibilino pronóstico por boca de uno de sus sumos sacerdotes del templo de la ciencia (aedes studiorum Matritensis) La inteligencia de uno de sus paladines (Laín) dirige al franquismo vencedor su mensaje críptico, henchido de espera y esperanza por parte de los vencidos: MENS IVGITER VICTVRA/ MONVMENTVM HOC/ D.D.D.
Si ahora interpretamos este último tramo de la inscripción como
D(anai) D(icant) D(onum)
es decir, los griegos dedican este regalo (siendo los griegos el mejor exponente de la intelectualidad) veremos en esta obra vindicativa de la inteligencia esa sutil ironía por la que el autor del proyecto, el arquitecto Modesto López Otero, y el autor de la inscripción, Pedro Laín Entralgo, aparentando ensalzar la grandeza del franquismo, vaticinaban su derrota futura.
Con el arco de la Moncloa, una vez más, la estratagema del caballo de Troya tuvo éxito.
Si Millán Astray, o el propio Franco, hubieran leído a Virgilio, habrían recordado el receloso pálpito de Laoconte, tratando de disuadir a los suyos de que introdujeran el caballo en la ciudad:
Timeo Danaos et dona ferentes *
_____
* Temo a los griegos incluso cuando nos ofrecen regalos (Aen. 2.49)
Con el arco de la Moncloa, una vez más, la estratagema del caballo de Troya tuvo éxito.
Si Millán Astray, o el propio Franco, hubieran leído a Virgilio, habrían recordado el receloso pálpito de Laoconte, tratando de disuadir a los suyos de que introdujeran el caballo en la ciudad:
Timeo Danaos et dona ferentes *
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* Temo a los griegos incluso cuando nos ofrecen regalos (Aen. 2.49)