A Mercedes, mi mujer.
Una persona de mi entorno, siempre comprensiva y solícita por mi bienestar, me advierte, a propósito de mi colaboración en la Revista de la Feria de Zafra, que utilizo en mi artículo palabras raras que la gente no entiende. Por ejemplo, esas que van dichas en el epígrafe (¡qué rayos querrá decir ‘epígrafe!’, diría yo parodiando a Millás)
Así que me dispongo a volver, por unos momentos, a mi antigua condición de enseñante para brindar, a quien tuviere la paciencia de leerme, una lección ocasional acerca de esas raras palabras.
Ante todo, necesito proveerme del material adecuado para explicar mi lección. Normalmente, siempre me he arreglado utilizando el material clásico: una pizarra y una tiza. Figuraos que ya tengo a mano el susodicho material.
Tomo la tiza y escribo en la pizarra estas cuatro palabras:
INVIERNO PRIMAVERA VERANO OTOÑO
(Para estimular la participación del niño se le puede animar con preguntas como las siguientes: ¿Tienen algo en común las palabras que ves en la pizarra? ¿Sabrías decir en cuál de esas épocas del año estamos actualmente?)
Seguidamente dibujaré una balanza y sobre el platillo de la izquierda dibujaré la luna (menguante, porque se identifica más fácilmente) y sobre el de la derecha dibujaré el sol con sus rayos. Así:
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Se explica brevemente el significado de la representación: Aquí vemos representados la noche (N) y el día (D), simbolizados, respectivamente, en la luna y el sol.
Nueva pregunta para estimular la participación del alumno/a:
¿Sabe alguien en cuál de las cuatro estaciones del año los días son muy largos y las noches muy cortas?
Enseguida habrá algún listillo que conteste: en verano las horas del día son más que las de la noche.
Le felicitamos (pues la alabanza es uno de los mejores alicientes en pedagogía) y volvemos a recurrir al dibujo para representar esta situación así:
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En verano los días son más largos que las noches.
Pero en invierno ocurre todo lo contrario: las noches son más largas que los días. Lo que podemos representar en el esquema siguiente:
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Finalmente, cabe una tercera posibilidad en la situación de los platillos de la balanza y es que estos estén en el fiel. Esto ocurre cuando las horas del día son iguales a las horas de la noche (véase FIG. 1)
A esta posición de equilibrio es lo que llamamos equinoccio (aequi-noctium), cuando se igualan las horas del día en número a las de la noche (12 horas de luz y 12 de oscuridad). Esta situación ocurre dos veces al año: una en primavera (entre marzo y abril) y otra en otoño (entre septiembre y octubre). Son los llamados equinoccio de primavera y equinoccio de otoño.
Solsticio (parada del sol) se puede tomar aquí por ‘puesta de sol’. En Zafra, el referente de la puesta del sol es el Castellar. El poeta holandés Enrique Cock llama a este macizo rocoso, con una bonita metáfora, “la alcoba del sol” (
cubilia solis). Pero el astro rey se retira a esa alcoba por puertas distintas. En verano se retira por la puerta del Norte, que cae a la derecha del Castellar. Lo vamos a llamar
Pórtico del Cáncer (es en realidad Trópico del Cáncer, pero, miren qué casualidad, ‘pórtico’ tiene exactamente las mismas letras que ‘trópico’). En invierno, en cambio, se retira a dormir por la puerta del Sur. Es el
Pórtico (digo el Trópico)
del Capricornio. El sol es muy cuco y en verano busca lo fresquito, el Norte. Pero en invierno busca lo cálido: el Sur. Y por eso se pone a la izquierda del Castellar. Porque, al comenzar el invierno, el sol entra en la constelación del Capricornio; en cambio, al comienzo del verano el sol entra en la constelación de Cáncer.
Pero en el tiempo de los equinoccios el sol se pone hacia el centro del Castellar. Las horas del día son iguales en número a las de la noche. El sol entra en el equinoccio de primavera en marzo, cuando pasa por la constelación de Aries. Y vuelve a entrar en el equinoccio al pasar, en el otoño, por la constelación de Libra.
En los
solsticios hay un punto de inflexión en los que el sol invierte su curso de Sur a Norte (Trópico del Cáncer) y reemprende su retirada hacia sus cuarteles de invierno. Y lo mismo ocurre cuando detiene su marcha hacia el Sur: aquí el punto de inflexión lo marca el Trópico del Capricornio. Al alcanzar ese punto, vuelve de nuevo a iniciar su retroceso hacia el Norte.
Veamos, finalmente, en el siguiente esquema, el perfil del Castellar y las diversas posiciones del sol en los respectivos solsticios y equinoccios.

El astro rey, en su recorrido de Sur a Norte y de Norte a Sur, tiene dos puntos de inflexión. Cuando alcanza cada uno de ellos, invierte su dirección. Así, cuando alcanza el Trópico del Capricornio, en la fecha del 21 de diciembre (solsticio de invierno) cambia de dirección y se dirige nuevamente hacia el Norte. Y lo mismo, cuando alcanza el Trópico del Cáncer (solsticio de verano), de nuevo emprende su marcha hacia el Sur. A mediados de ese recorrido pasa por el punto intermedio de los equinoccios: el de primavera (hacia el 21 de marzo) se encuentra en la constelación de Aries. Y en el otoño (hacia el 21 de septiembre) pasa por la constelación de Libra.
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NOTA FINAL: Quede entendido que estamos hablando con la mentalidad ingenua que supone que es el Sol el que se mueve por el firmamento. Es, en realidad, la Tierra la que se mueve, describiendo una órbita alrededor del Sol.