Este tipo de juego sucio para combatir al rival político resultará, a la larga, contraproducente para él y para su partido. No se puede faltar a la verdad sin que se resienta la propia reputación política.
El Sr. Mayor Oreja tiene una cuenta pendiente con el electorado español, incluido por supuesto su propio partido, por no haber refrendado en el Parlamento europeo la condena del franquismo, previamente suscrita por unanimidad en el Parlamento español, en memorable sesión del 20-N-02. Desdecirse de lo dicho y acordado anteriormente conlleva descrédito, resta credibilidad política a él mismo y a su partido. Fue un paso atrás en el proceso democrático. Debería saber el Sr. Oreja que la condena explícita del franquismo es conditio sine qua non de la democracia en nuestro caso concreto, ya que lo uno es incompatible con la otra. La Ley de la Memoria Histórica exige que entre sus cláusulas haya una que condene explícitamente el franquismo, o la dictadura, ya que ambas cosas son equivalentes. O somos demócratas o somos pro franquistas. No hay dialéctica capaz de hacer compatibles ambas cosas.
Y no vale decir, para justificar la no condena del franquismo, lo que dijo el Sr. Oreja en el parlamento europeo: que Franco había impedido la expansión del comunismo en el sur de Europa. Más exacto sería decir que se cargó a cuantos comunistas pudo, junto a otros que no militaban exactamente en las filas comunistas. Pero el caudillo hizo tabla rasa para pasar por las armas a socialistas, comunistas y republicanos, en general.
Pero, a lo que íbamos: el Sr. Oreja falta a la verdad de manera flagrante y su afirmación de que el presidente legítimo del actual Gobierno español busca nada menos que “legalizar a ETA”, pudiera ser constitutiva de un delito de calumnia.
Flaco favor le hace a su partido de cara a las elecciones.