
victrix causa deis placuit sed victa Catoni
(Luc. B.C. 1. 128)
(La causa de los vencedores plugo a los dioses, mas la de los vencidos plugo a Catón)
(Luc. B.C. 1. 128)
(La causa de los vencedores plugo a los dioses, mas la de los vencidos plugo a Catón)
Es la traducción del verso de Lucano en la Farsalia, citado más arriba. Pongamos que Catón representa al intelectual de nuestra alegoría. Su causa es la que está de parte de la verdad y la justicia. Y, frente a la causa de los dioses, que es la causa del vencedor, Catón representa la causa del vencido. Huelga decir que Lucano no creía en los dioses. De ahí que se haya dicho de la Farsalia que es un poema "sin dioses".
Este preámbulo me servirá de introducción para abordar por enésima vez (y espero que sea la última) el asunto del Arco de la Moncloa, catalogado entre los ‘monumentos del franquismo’. ¿Debería ser desmantelado? O, al menos, ¿deberían cambiarse los textos de sus inscripciones? Los lectores de este blog ya conocen de sobra mi opinión sobre este asunto: dejar el arco tal como está desde la fecha de su terminación (1956) y proceder a su inauguración, ceremonia que Franco rehusó, por haber surgido diferencias con un grupo de intelectuales, miembros de la antigua Falange, entre ellos el propio rector de la Universidad Complutense por aquellas fechas, Pedro Laín Entralgo, que sería destituido de su cargo de rector en el año referido. Laín es el autor de las dos inscripciones latinas que aparecen en ambas fachadas del monumento.
Esta intervención de Laín, hombre íntegro, como lo fue Catón, sería motivo suficiente para que se respetase el texto de las inscripciones redactadas por él. Sin duda, con el refrendo de otro latinista ilustre como fue Antonio Tovar. Pero es que, además, el texto de las inscripciones constituye una verdadera filigrana por la que la máxima autoridad universitaria se desmarca de las pautas del Régimen y, por ende, de la causa victrix, a la que reconoce como tal, pero augurando la victoria futura de la Inteligencia (MENS).
Analizando el texto de la dedicatoria del monumento podemos determinar los elementos siguientes:
a) El objeto de la donación es el arco propiamente dicho (MONVMENTVM HOC)
b) El donante, u oferente, es la Universidad, representada por la palabra MENS (la Inteligencia)
c) El destinatario de la ofrenda es el Régimen surgido de la victoria de las armas (ARMIS VICTRICIBVS) El Régimen está representado por esas ‘armas vencedoras’ (metonimia: el instrumento por el que lo maneja)
Pero, del contexto de esa inscripción, se desprende que:
1) La victoria de las armas NO es todavía la victoria de la Inteligencia. La victoria de ésta se desplaza al futuro (VICTVRA). Es decir, la victoria de la Inteligencia se desmarca, o desglosa, de la victoria de las armas. Se pone del mismo lado que la ‘causa victa’. O, al menos, no está al lado de la 'causa victrix'. Si tampoco está del lado de la 'causa victa', digamos que está en terreno neutral.
2) Esa victoria que se augura a la Inteligencia se intuye como perdurable. En cambio, la victoria de las armas durará, como mucho, lo que dure la dictadura. Pese a los intentos de prolongar esa ‘victoria de las armas’ tras la muerte del dictador (el 23-F constituye uno de esos intentos) el pueblo español, con el rey a la cabeza, rechazó que el Régimen sobreviviera al dictador. Este se marchó con la convicción de que todo quedaba ‘atado y bien atado’.
3) La Inteligencia personifica en este caso la resistencia al franquismo. Su futura victoria será la elección del sistema democrático de las libertades cívicas (en el fondo, uno de los objetivos primordiales de la 2ª República): la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de cátedra, etc. Dionisio Ridruejo tuvo la valentía de pedirle al Caudillo la implantación de un régimen democrático, a fin de que España pudiera homologarse a las democracias europeas. Como sabemos, pagó cara esta iniciativa. Sus amigos, entre ellos Laín, perdieron la confianza por parte del Régimen. El dictador rehusó inaugurar el monumento y prohibió expresamente que su nombre figurara en el mismo.
Este preámbulo me servirá de introducción para abordar por enésima vez (y espero que sea la última) el asunto del Arco de la Moncloa, catalogado entre los ‘monumentos del franquismo’. ¿Debería ser desmantelado? O, al menos, ¿deberían cambiarse los textos de sus inscripciones? Los lectores de este blog ya conocen de sobra mi opinión sobre este asunto: dejar el arco tal como está desde la fecha de su terminación (1956) y proceder a su inauguración, ceremonia que Franco rehusó, por haber surgido diferencias con un grupo de intelectuales, miembros de la antigua Falange, entre ellos el propio rector de la Universidad Complutense por aquellas fechas, Pedro Laín Entralgo, que sería destituido de su cargo de rector en el año referido. Laín es el autor de las dos inscripciones latinas que aparecen en ambas fachadas del monumento.
Esta intervención de Laín, hombre íntegro, como lo fue Catón, sería motivo suficiente para que se respetase el texto de las inscripciones redactadas por él. Sin duda, con el refrendo de otro latinista ilustre como fue Antonio Tovar. Pero es que, además, el texto de las inscripciones constituye una verdadera filigrana por la que la máxima autoridad universitaria se desmarca de las pautas del Régimen y, por ende, de la causa victrix, a la que reconoce como tal, pero augurando la victoria futura de la Inteligencia (MENS).
Analizando el texto de la dedicatoria del monumento podemos determinar los elementos siguientes:
a) El objeto de la donación es el arco propiamente dicho (MONVMENTVM HOC)
b) El donante, u oferente, es la Universidad, representada por la palabra MENS (la Inteligencia)
c) El destinatario de la ofrenda es el Régimen surgido de la victoria de las armas (ARMIS VICTRICIBVS) El Régimen está representado por esas ‘armas vencedoras’ (metonimia: el instrumento por el que lo maneja)
Pero, del contexto de esa inscripción, se desprende que:
1) La victoria de las armas NO es todavía la victoria de la Inteligencia. La victoria de ésta se desplaza al futuro (VICTVRA). Es decir, la victoria de la Inteligencia se desmarca, o desglosa, de la victoria de las armas. Se pone del mismo lado que la ‘causa victa’. O, al menos, no está al lado de la 'causa victrix'. Si tampoco está del lado de la 'causa victa', digamos que está en terreno neutral.
2) Esa victoria que se augura a la Inteligencia se intuye como perdurable. En cambio, la victoria de las armas durará, como mucho, lo que dure la dictadura. Pese a los intentos de prolongar esa ‘victoria de las armas’ tras la muerte del dictador (el 23-F constituye uno de esos intentos) el pueblo español, con el rey a la cabeza, rechazó que el Régimen sobreviviera al dictador. Este se marchó con la convicción de que todo quedaba ‘atado y bien atado’.
3) La Inteligencia personifica en este caso la resistencia al franquismo. Su futura victoria será la elección del sistema democrático de las libertades cívicas (en el fondo, uno de los objetivos primordiales de la 2ª República): la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de cátedra, etc. Dionisio Ridruejo tuvo la valentía de pedirle al Caudillo la implantación de un régimen democrático, a fin de que España pudiera homologarse a las democracias europeas. Como sabemos, pagó cara esta iniciativa. Sus amigos, entre ellos Laín, perdieron la confianza por parte del Régimen. El dictador rehusó inaugurar el monumento y prohibió expresamente que su nombre figurara en el mismo.
Aquellos 'salvapatrias' desconfiaron, desde el principio, de la Inteligencia. Y Millán Astray gritó rabiosamente en la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, con España bañada en sangre, aquello de "¡Muera la inteligencia!". Ya sabemos la valerosa respuesta de Unamuno.
El Arco de la Victoria de las Armas ha devenido, por fin, en Arco de la Victoria de la Inteligencia. Y el fruto de esta victoria se llama Democracia.