
En cuanto a las tetralogías escatológicas las hay de dos tipos: las llamadas ‘postrimerías’, o ultimidades (el viejo catecismo Ripalda las cifraba en cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria) y, finalmente, la escatología referida a las heces. Naturalmente, de ésta no se ocupaba el Ripalda, atento casi exclusivamente en catalogar las necesidades espirituales. Digo ‘casi exclusivamente’, porque, en lo tocante a las obras de misericordia, distinguía, en efecto, entre las siete corporales y las otras siete espirituales.
La tetralogía escatológica de las necesidades corporales se cifra, también, en cuatro palabras, por más que podrían ser muchas más. Por ejemplo, todas las relacionadas con el sexo, los genitales, la defecación, la micción... Más o menos, todas o casi todas ellas están comprendidas en la categoría de lo nefando. Aquello de lo que el buen sentido nos aconseja no hablar: ni se mencione (nec nominetur) Esas ‘cuatro palabras’ tabú se reducen a: caca, culo, pedo, pis. Hay muchas más, repito. Por ejemplo, la que entre los romanos servía para nombrar el miembro viril: mentula (pron. méntula)
No obstante, la libertad de expresión (que también es una necesidad del espíritu) nos impele, aunque sea ocasionalmente, a enfrentarnos a los temas tabú. La ‘parresía’ de los filósofos cínicos griegos tenía muy poca consideración, en este sentido, a los ‘respetos humanos’, lo que solían justificar con el principio que dice naturalia non sunt turpia (‘lo natural no es vergonzoso’)
La amplitud de miras del humanista lo autoriza a enfrentarse, si llega la ocasión, a esos temas tabú, relacionados con la escatología del sexo y las deyecciones. En este sentido se puede calificar de valiente la actitud de un grupo de intelectuales que decidieron abordar el tema ‘escatológico’ (skatologie, scatology, scatologia... de la raíz griega ‘sk-atós’ = excremento) en un curso especial dedicado al tema nefando. El resultado de los estudios presentados en ese curso fue reflejado en un libro titulado Fragmentos para una historia de la mierda. Cultura y transgresión, editado por el Prof. Luis Gómez Canseco (Univ. de Huelva, 2010), libro que, pese a lo vidrioso del tema (o tal vez por eso) ha constituido todo un éxito editorial.
Por lo que a mí respecta, no he tenido empacho en abordar el tema escatológico (en el sentido no de ‘éschatos’, ‘último’, sino de ‘sk-atós’, ‘mierda’) en varias ocasiones, incluso en épocas en las que todavía resultaba muy chocante ocuparse con temas de esta índole (mi breve estudio “Refranero escatológico de la Baja Extremadura” vio la luz en 1979, época en la que aún resultaba osado ocuparse de ciertos temas, ya que la libertad de expresión se hallaba todavía muy mediatizada por la censura política, especialmente interesada en evitar todo aquello que pudiera ofender a la moral y las buenas costumbres)
Posteriormente, he vuelto a ocuparme con el tema de la escatología nefanda a propósito de Miguel Hernández. En este aspecto, la poesía del oriolano, rompedor de tabúes, marcaba un nuevo derrotero a la libertad de expresión, que se desmarcaba así de la poesía del 27, todavía pudibunda en este sentido. La faceta del Miguel Hernández escatológico (en la acepción nefanda del término) le he abordado en varias ocasiones. Sobre todo, en las entradas de mi blog ‘La materia del sueño’, correspondientes a las fechas 25-VI-2007, 7-II- 2009 y 15-VII-2010. También en el artículo “La componente escatológica en la poesía de Miguel Hernández” (publicado en la Revista de la Feria de Zafra, 2010, pp. 100- 2)
Finalmente, como remate de este artículo, quiero plantearme la posibilidad de relacionar la escatología de las ultimidades (la teleológica y teológica) con la escatología nefanda: la de las deyecciones corporales. ¿Cabe la posibilidad de relacionarlas? ¿Existen nexos (no arbitrarios o rebuscados) entre ambas? Personalmente me inclino a creer que sí, que esos nexos ‘reales’ se dan. Concretamente, la blasfemia constituye un ejemplo de que ambas escatologías, la teleológica y la nefanda, pueden tener puntos en común. Un ejemplo: el exabrupto hispano ‘¡vete a la mierda!’ se corresponde con la expresión ‘go to hell!’ (lit. ‘¡vete al infierno!’) Las expresiones blasfematorias más malsonantes mezclan teología y escatología.
En algunos poemas de Miguel Hernández parece insinuarse esta correspondencia entre lo escatológico y lo teleológico. Así en la octava 33 (no incluida entre las que forman parte del libro Perito en lunas) se equipara la acción de ‘soltar un viento’ con lo blasfematorio. Es como un brindis irreverente en el que interviene el trasero (caracterizado como Luzbel) y la taza del W.C. como la copa de ese brindis atrevido. Esa ‘copa’ es oscura porque es como una luna, totalmente eclipsada por el trasero. Dice la octava XXX de Perito...:
Aquella de la cuenca luna monda
sólo habéis de eclipsarla por completo
donde vuestra existencia más se ahonda,
desde el lugar preciso y recoleto...
En la mencionada octava 33 (no incluida en la selección de Perito en lunas) el poeta pide perdón por esa especie de blasfemia involuntaria que es la ventosidad:
¡Perdóname, Señor, si sobre el pedo
alzo hasta ti la más oscura copa!
Alega el poeta que él quiere ser humilde, renunciando a la gloria. Esta ‘gloria’ (que es, no lo olvidemos, el nombre de una de las postrimerías) está tomada aquí como sinónimo de ‘fama’, ‘renombre’, etc. Pero una de las posibles acepciones de la palabra ‘gloria’ es la que nos transmitió Rubén Darío en su Autobiografía. Era la opinión que Verlaine tenía de la fama, la ‘gloire’:
–La gloire, la gloire... merde, merde encore!
Sigue Miguel Hernández:
De la gloria, Señor, por ti me vedo
y la gloria me tira de la ropa.
En este caso, el poeta se desprende de la ‘gloria’ mediante la defecación. Sentado sobre la taza del inodoro (=‘Europa’, porque es ‘blanca’), bajados los pantalones, el poeta cabalga sobre ella, como la mítica Europa cabalgó a lomos del toro Júpiter.
Continúa el poeta:
Sin ella, Señor mío, ¿qué más puedo
hacer, a lo viudo, sobre Europa,
que elevarme a la esfera que Tú ocupas
y decirle a Luzbel que vuelva grupas?
__
hacer, a lo viudo, sobre Europa,
que elevarme a la esfera que Tú ocupas
y decirle a Luzbel que vuelva grupas?
__
‘Sin ella’. Es decir, sin la ropa (que acaba de mencionar).
‘A lo viudo’. Solitario.
‘La esfera que Tú ocupas’. La región celeste, aérea. La ventosidad es un meteoro (y, de paso, a la flatulencia se la llama también ‘meteorismo’) Recordemos que los antiguos se fiaban de que Júpiter existiera, por el ruido del trueno: Caelo tonante credidimus Iovem regnare: ‘Cuando truena creemos que Júpiter reina’. Una anécdota, recogida por Suetonio, nos cuenta que el poeta Lucano se burló de Nerón, citando un verso de éste en una letrina pública, después de haber soltado una ventosidad: Sub terris tonuisse putes (‘diríase que ha tronado bajo la tierra’). Metido a poeta, el autor del incendio de Roma pretendía describir con ese verso el ruido telúrico del terremoto.
Para terminar, creo que, efectivamente, existe cierta correlación entre los elementos de ambas tetralogías, la de las ultimidades y la obscena: la excrementicia. Una observación final: la muerte, que es la única de las postrimerías de la que tenemos certeza, nos exime de las necesidades corporales, a condición de convertirnos en detritus, en estiércol. Así lo reconoce el memorable verso de la famosa elegía hernandiana:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
‘A lo viudo’. Solitario.
‘La esfera que Tú ocupas’. La región celeste, aérea. La ventosidad es un meteoro (y, de paso, a la flatulencia se la llama también ‘meteorismo’) Recordemos que los antiguos se fiaban de que Júpiter existiera, por el ruido del trueno: Caelo tonante credidimus Iovem regnare: ‘Cuando truena creemos que Júpiter reina’. Una anécdota, recogida por Suetonio, nos cuenta que el poeta Lucano se burló de Nerón, citando un verso de éste en una letrina pública, después de haber soltado una ventosidad: Sub terris tonuisse putes (‘diríase que ha tronado bajo la tierra’). Metido a poeta, el autor del incendio de Roma pretendía describir con ese verso el ruido telúrico del terremoto.
Para terminar, creo que, efectivamente, existe cierta correlación entre los elementos de ambas tetralogías, la de las ultimidades y la obscena: la excrementicia. Una observación final: la muerte, que es la única de las postrimerías de la que tenemos certeza, nos exime de las necesidades corporales, a condición de convertirnos en detritus, en estiércol. Así lo reconoce el memorable verso de la famosa elegía hernandiana:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.