
Un servidor puede asegurarles a ustedes que jamás se me habría pasado por la imaginación establecer un paralelismo entre Buda y Franco. Pero hubo quien lo hizo antaño, en los primeros tiempos del franquismo y el testimonio se conserva en uno de los números de la Revista de la Feria de Zafra, en su edición correspondiente al año 1939. Era el IV Año Triunfal, contabilizados éstos a partir de julio de 1936. El parte anunciando el fin de la guerra civil se publicó el 1 de abril de dicho año (“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo...”) El comunicado iba firmado por Franco.
El escrito en el que se establecía el inaudito paralelismo entre el líder espiritual y el líder militar estaba firmado por el escritor local Antonio Meca y se publicó unos meses más tarde, seguramente en septiembre de 1939.
Se trata de uno de los numerosos poemas panegíricos que por aquellas fechas se le dedicaron a Franco. Figuras muy relevantes de las letras españolas habían escrito poemas elogiosos al “Caudillo de la nueva reconquista”, verso inicial del conocido soneto que le dedicó Manuel Machado, quizás el primero que puso en circulación el tópico de la “sonrisa de Franco”. No tardarían en referirse al tópico otros escritores del momento, entre ellos Pemán, Marquina, y algunos más. En esa misma línea temática se puede encuadrar el titulado “Romance de la buena sonrisa”, del escritor local Antonio Meca. En este poema se plantea un inaudito parangón entre Buda y Franco, partiendo del
Leitmotiv de la sonrisa.
Se inicia el poema con un halago a Buda, puesto en boca de uno de sus discípulos:
Con esa dulce sonrisa
al mundo esclavizarías.
Sonrisa, por tanto,
cautivadora, pero inconveniente, por cuanto genera servidumbre: esclaviza. Resumimos los versos que siguen y que relatan la historia, más o menos mítica, de Buda: un príncipe oriental, disoluto, entregado a los festines y las orgías, dueño de un harén fastuoso de odaliscas, bayaderas y otras furcias de lujo. Entre estas elegantes cortesanas había también algunos animales elegantes, esbeltos y gráciles, como las gacelas, que solían lamer los cuerpos desnudos de las huríes del príncipe, libando el néctar de las copas derramadas sobre ellos durante las orgías. Tomen nota del detalle porque tendrá su contrapunto en el poema alegórico de Meca: España será, en este caso, la cortesana borracha por el comunismo y el animal que la lame es
el oso que allá en la estepa
roba al Mundo su sonrisa
y pretende de la Cruz
arrancar las raíces mismas,
cebado por los estultos
y por las arcas judías.
Que no falte la alusión a los usureros por excelencia, odiados y perseguidos por el régimen del Führer, nuestro amigo y aliado... Ya otros escritores, como el susodicho Pemán, les dedican parecidos anatemas:
Todo el oro judío
no podrá con el brío
y la entereza sana
de esta tierra...
Porque el régimen naciente comparte ideales con Hitler y Mussolini y, por tanto, aborrece a los judíos:
Sobre la piel de toro cien narices ganchudas
como picos de cuervo, y cien barbas de chivo
planean el reparto
de la segunda túnica de Dios.
Pero no perdamos de vista las afinidades entre Buda y Franco. Tenemos ya la de la sonrisa cautivadora (lo de ‘esclavizante’ suena peor). Tanto el uno como el otro son ‘príncipes’. Aunque Franco:
No fue un príncipe de sangre,
mejor título lucía.
Su trono era el corazón;
su diadema, la pericia;
su Corte, el valor sin tacha;
su corona, la Justicia;
su ambición, el sacrificio,
y sus armas... ¡la sonrisa!
Pero el príncipe de nuestro cuento estaba a la sazón en Canarias, a donde lo había destinado el gobierno de la República que le abonaba su sueldo de militar y que lo había relegado allí porque ya atisbaba en él algunos síntomas de que iba a resultar un "príncipe rana":
allí el príncipe doliente
en santa impaciencia ardía.
¿Por qué? Pues porque veía que su más preciada cortesana, España, era como una bayadera borracha por la República y el comunismo. El animal que en este caso la lame, pero pretendiendo devorarla, es el oso de la estepa rusa, el comunismo:
Gruñe el oso, ronca España,
triunfa el Mal, muerde la Envidia;
y, mientras, allá en Canarias,
Franco, despierto, vigila.
En medio de la orgía de la República, unos desmandados rompen una copa llena “con sangre de Protomártir”. Se conoce con este nombre a Calvo Sotelo, como es bien sabido. Por supuesto, el urdidor de esta alegoría omite decir que si Calvo Sotelo fue el protomártir del bando A, hubo previamente otro “protomártir” del bando C, y que esta muerte fue el desencadenante de la otra. Pero, claro, se pasa por alto este pequeño detalle, pues ya se ha resuelto de antemano quiénes son los buenos y quiénes los malos de esta película. Sabemos que el homicidio de Calvo Sotelo fue la respuesta a otro homicidio anterior, el del teniente Castillo, perpetrado por los pistoleros de la Falange.
El asesinato de Calvo Sotelo fue, tal vez, el detonante que prendió la mecha de la guerra civil; pero la gestación de la misma venía tramándose desde atrás y la decisión de acabar con la República estaba ya tomada, con independencia de aquel episodio sangriento, como otros tantos que precedieron a la intervención militar.
Franco planea la rebelión militar desde Canarias, en connivencia con los restantes mandos insurrectos de la península. Los preparativos del golpe estaban a punto y Franco voló en el
Dragón rapide desde Canarias al norte de Africa, para desde allí cruzar el Estrecho con un contingente de tropas.
El Ángel (por contraposición a la Bestia) tiene ahora alas de metal, pero en el poema da la impresión de que es Franco el que vuela con sus propias alas. Y ahora recuerdo que en este mismo blog hay una
entrada que se titula “Las alas del franquismo” (31-03-07)
El panegirista llama a Franco “el Enviado de Dios”, identificándose con el periodista Herrera Oria (otro
Ángel, que luego llegaría a obispo y a cardenal, y que tuvo la ocurrencia de aplicar a Franco una frase del evangelio de San Juan (sustituyendo el nombre de Juan por el de Franco):
Fuit homo missus a Deo cui nomen erat Franciscus (Ioan. 1.6)
Y es que, como escribe J. Rodríguez Puértolas en su artículo
aquí aludido, “el fascismo instrumentaliza a Dios y a la religión para justificar sus propósitos y acciones”.
En el romance de Meca se llega a comparar a Franco con el sol:
Franco es el límpido sol
que sus facetas* irisa.
Termina con el
Leitmotiv inicial de la “sonrisa”:
¡Va a dar comienzo el milagro!
Por equipaje traía
cual Buda, su horror al Mal
y su serena sonrisa.
¡¡Y ésta sí que, para el Bien,
al Mundo esclavizaría!!
Y tanto. Que lo digan, si no, los que trabajaron a destajo para levantar el panteón del Régimen, en el Valle de los Caídos. Y en cuanto a lo de que acabara la orgía hay un error de percepción. Pues con el llamado Alzamiento dio comienzo otra orgía mayor y más duradera.
Pero esto ya es historia, no fantasía poética.