“Mientras haya esperanzas y recuerdos
¡ habrá poesía !” (Bécquer)
Bécquer auguraba la permanencia de la poesía, vinculándola a una serie de motivaciones que se pueden reducir a cuatro principalmente: el espectáculo de la naturaleza, la tendencia natural del ser humano a desvelar los misterios que esa naturaleza encierra, la existencia de los sentimientos y las emociones y, por último, los dos principales estímulos de esos sentimientos, que son el amor y la belleza.
Para Bécquer ‘habrá poesía’ en tanto que siga habiendo esas cosas bellas, que despierten los sentimientos que menciona. Entre ellos están los recuerdos y las esperanzas. Si éstas miran hacia el futuro, aquéllos miran hacia el pasado. Al recuerdo querencioso del pasado se le puede llamar también nostalgia. Era el dolor que experimentaba, especialmente, el que estaba alejado de su patria y deseaba el regreso. (Según los ‘étimos’ griegos de esta palabra, ‘nóstos’ es, en griego, el ‘regreso’, la vuelta; y ‘álgeon’ es el dolor) .Cuando se es joven priman las esperanzas sobre los recuerdos. Cuando se es ‘mayor’ (o, para decirlo sin eufemismo, ‘viejo’) priman los recuerdos sobre las esperanzas. Pero tanto aquéllas como éstos actúan, invariablemente, como estimuladores de la actividad poética.
Así pues, tenemos una actividad, el recuerdo, proyectado hacia el pasado y, otra, la esperanza, proyectada hacia el futuro. Eventualmente, puede ocurrir que el recuerdo se proyecte hacia el futuro y, en cambio, la esperanza se retrotraiga, en cierto modo, al pasado. En poesía no faltan ejemplos de este tipo de trascordamientos. Por ejemplo, Juan Ramón Jiménez, en algún momento de su vida, desea vivir...
...con los recuerdos, nada más,
de lo que no ha pasado todavía,
de lo que va a venir seguramente.
(Piedra y Cielo, 46)
De este modo se podría definir el recuerdo como una esperanza retrospectiva y, viceversa, la esperanza como el recuerdo prospectivo.
Hay una memoria que trasciende el recuerdo personal, y es la ‘reminiscencia’. Así Alberti pudo trascender esa memoria, que sólo alcanza los confines del tiempo, y alcanzar a rebasar esos confines por la reminiscencia. Y en su libro Sobre los ángeles, nos habla de “tres recuerdos del cielo”. En el ‘prólogo’ de este tríptico, el poeta evoca un estado de conciencia en el que era “todo anterior al cuerpo, al hombre y al tiempo”. Se trata de ese lugar de la memoria colectiva en el que se ubica lo que se llama la ‘reminiscencia’. Platón ha teorizado sobre esa experiencia, en alguno de sus diálogos, especialmente, en el titulado Fedro. Muchos son los poetas que, a lo largo de diversas épocas y países, han hablado de ese recuerdo ‘anterior al tiempo’, que se ha llamado ‘reminiscencia’, para distinguirlo del recuerdo, siempre ligado al tiempo; siendo la reminiscencia algo intemporal. Dice Camões, distinguiendo netamente la memoria de la reminiscencia:
Mas ó tú, terra de glória,
se eu nunca vi tua essência,
cómo me lembras na ausência?
Não me lembras na memória,
senão na reminiscência.
Esa reminiscencia consiste en el recuerdo del lugar ‘supraceleste’ del que habla Platón. El recuerdo del Cielo. La nostalgia de ese ‘lugar supraceleste’, tiene en los poetas a los principales testigos de su existencia. Los estudiosos de esa nostalgia (que en Portugal se denomina saudade) saben a quiénes han de llamar como testigos a la hora de explicar el origen de ese sentimiento: “os testemunhos literários da vivência da saudade, principalmente de poetas”, dice el estudioso portugués Joaquim Carvalho, son de dos clases: unos se refieren a la repercusión del fenómeno propiamente dicho, a su modo de afectarnos; y, otros, a la causa que los produce: la pérdida de un bien del que ya se tuvo conocimiento en alguna forma de existencia anterior. Tal vez por eso es por lo que Aleixandre dice de los poetas que son:
Ángeles desterrados de su celeste origen.
La reminiscencia, ya bien conocida por Platón y de la que se habla en los versos que citamos más arriba, es, según el teólogo José Mª Cabodevilla, no la memoria personal, sino la memoria de la especie, “esa que guarda el recuerdo de un paraíso anterior a toda historia y prehistoria. ¿En qué vida astral, en qué remotísimas entrañas maternas supimos que existe la felicidad?” (Feria de utopías, p. 199)
La interacción entre el recuerdo y la esperanza se verifica de modo especial en la saudade. Ella realiza el milagro de transmutar el recuerdo (la reminiscencia) en esperanza. Respecto a esa interferencia recíproca que se da entre el recuerdo y la esperanza (en el caso concreto de la saudade), se ha dicho alguna vez que "a esperança é saudade do futuro, a saudade é esperança no passado", según esa especie de viaje de ida y vuelta que se da entre el recuerdo y la esperanza, como apuntábamos más arriba.
Bécquer sentía que la Poesía tenía asegurado el futuro. Y que, en gran manera, ese futuro consistía en recorrer el puente que nos trae y nos lleva del recuerdo a la esperanza, y viceversa.