El periódico HOY me trae la noticia del fallecimiento de JACINTO PARADA CORDERO, mi buen amigo Jacinto, al que me unía una sincera y leal amistad de muchos años. Cuando he sabido la noticia ya no había tiempo material para desplazarse a Aceuchal y hacer acto de presencia en el sepelio. Este es el inconveniente de leer el HOY, no a primera hora, sino casi al mediodía. Porque leo éste y otros periódicos, bien regionales bien nacionales, en centros públicos, como la Biblioteca Municipal o bien el Hogar del Pensionista.
Jacinto era, fue, un personaje entrañable de Aceuchal, sobre todo en la época en que aún recorría sus calles, ya fuese a pie, ya en vehículos ligeros, especialmente en su Vespa, en el diario desempeño de su labor como ATS. A mi casa de la calle Santa Marta tuvo que acudir regularmente durante la primavera del año 1956 a 'pincharme' para curarme de unos infiltrados en el pulmón derecho, consecuencia de un catarro mal curado...
Su amistad fue generosa conmigo, pues nunca me pasó minuta alguna por sus servicios: él sabía, por lo demás, cuál era mi situación económica por aquellas fechas, encontrándome en la situación de paro y dependiendo en lo económico del módico sueldo de mi madre.
Nunca he olvidado ese favor y ahora especialmente siento no haber podido asistir a la manifestación de duelo que, sin duda, habrá habido en Aceuchal, pues Jacinto era, como digo, un personaje por demás querido y respetado.
Ya hace tiempo lancé la idea (en estas mismas páginas) idea que no tuvo eco alguno (que yo sepa) de hacerle un homenaje, como figura popular. Espero que todavía se pueda dar la oportunidad de retomar la idea y hacerla realidad de alguna manera: bien dando su nombre a alguna calle o a algún centro sanitario de nueva creación.
Sea como fuere, Jacinto, querido amigo, adiós para siempre. Aquí despliego, una vez más, los rasgos esenciales en los que mi mente plasmó tu fisonomía.
Tu figura se muestra firme, erguida y segura, como persona que afronta la existencia con la decisión de un luchador nato. Incluso yo diría que con un poco de arrogancia, tal como parece insinuarse en esa incipiente 'curva de la felicidad' que se inicia hacia los cuarenta...