viernes, mayo 30, 2008

EL ENIGMA DE UNOS VERSOS

*Caricatura de Rubén Darío, por Gallego




Hay, no obstante, que ser fuerte,
pasar todo precipicio,
y ser vencedor del vicio,
de la locura y la muerte..
.
(Rubén Darío)



***


El escepticismo y la perplejidad son la tónica de estos versos de Rubén.


“No obstante…” es el título de este pequeño poema de sus Cantos de Vida y Esperanza, integrado por tres redondillas, la última de las cuales (citada en el encabezamiento) ha sido malentendida por algunos editores y mal interpretada por otros tantos críticos y glosadores del poeta de Nicaragua.
Estos intérpretes equivocados han creído que el tono de los versos de Rubén es, en este caso, asertórico; exhortativo, incluso, para no dejarse ganar por el desaliento y superar los trances más duros con presencia de ánimo.
No obstante… nuestra interpretación es muy otra, ya que creemos que esos versos son reveladores del escepticismo y la incredulidad consiguientes a la quiebra de la fe, o al desengaño subsiguiente a la decepción.

Si los versos citados hubiesen estado encuadrados por signos de admiración (¡!) tal vez hubiera podido apreciarse, a primera vista, cuál fue la intención del poeta al escribirlos. Pero, no: el poeta ha eludido aquí el gesto dramático, suprimiendo esos signos y rematando su reflexión por unos puntos suspensivos, significativos, a nuestro entender, del desconcierto y la perplejidad del hombre ante el contrasentido que supone postular tal cosa, después del cataclismo mental al que aluden los versos precedentes.

En efecto, las dos estrofas anteriores dan idea de la tremebunda conmoción que ha dejado al alma en suspenso, echando por tierra los soportes en los que se fundamentaba su fe en la realidad:

¡Oh, terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
como el caer subitáneo
de una Babel de cristal.

De Pascal miré el abismo
y vi lo que pudo ver
cuando sintió Baudelaire
el ala del idiotismo
.

Y remata el poema con los versos da capo (es decir, los que citábamos al principio) que ahora se nos revelan plenos de sentido. Y es que resulta un contrasentido pedir que, después de ese terremoto interior, el hombre pueda estar en condiciones de poner en práctica lo que esos versos pretenden.




martes, mayo 27, 2008

LA GUERRA DE LOS ALFILES

Como los alfiles (bishops, en inglés, es decir, obispos) los jerarcas de la COPE atacan en diagonal al Gobierno, empeñados en comerle una pieza que consideran importante en su lucha estratégica contra el Estado democrático. La pieza en cuestión es la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía que, pese a su inofensivo título, encierra por lo visto, para ellos, un solapado ataque a los principios de la moral católica. Ellos ven la serpiente oculta bajo la aparente inocuidad de ese título: latet anguis in herba (bajo la hierba se oculta la serpiente) La hierba encubridora del peligro latente son aquí las palabras ‘educación’ y ‘ciudadanía’, tapaderas del mal. ¿Quiénes sino ellos, avezados a distinguir este mal y conocedores, como nadie, del principio que reza “detrás de la cruz está el diablo”, podrían detectar que, tras esas palabras respetables, se disimulan y esconden las más abyectas aberraciones, esas que el perverso PSOE acaba legalizando?
Ahora bien, exhortar a sus prosélitos a la desobediencia civil, incitarlos a la objeción de conciencia frente a una disciplina cuyo principal objetivo es la formación de los educandos en los principios que inspiran el Estado de derecho, entre ellos el de la libertad de conciencia, es obrar en oposición a ese estado y, en definitiva, en contra de la democracia. La objeción de conciencia se convierte, en el presente caso, en oposición política, obstrucción al Estado de derecho, para que éste pueda cumplir su obligación de formar a los ciudadanos en los criterios cívicos. Si el estado de derecho, que es el democrático (jamás una dictadura fue estado de derecho, sólo de hecho) no educa a sus conciudadanos en los principios de la democracia, aquellos no podrán distinguirla de los totalitarismos, no adquirirán conciencia de sus derechos y deberes como ciudadanos.
¿Suponen los señores obispos que la educación para la ciudadanía consiste sólo en promulgar leyes que, no todos, aunque sí la mayoría estima necesario consensuar en aras del bien común?
La Educación para la Ciudadanía no requiere (para ser una disciplina recomendable de aplicar en un estado de derecho) ni tan siquiera mencionar aquellas disposiciones legales concretas, tendentes a evitar discriminaciones de cualquier índole, que menoscaben el derecho a ‘ser diferente’.
La Educación para la Ciudadanía es, simplemente, la disciplina que enseña al alumno a ser buen ciudadano, esto es, a ser demócrata. Le bastaría con que sus contenidos se limitaran a glosar la Constitución. A ser un prontuario de la ciudadanía, como los manuales de Urbanidad fueron antaño los prontuarios de la buena educación.

jueves, mayo 22, 2008

Reflexiones al margen de la crisis en el PP

El ex-presidente Aznar se ha pronunciado, según parece desprenderse de sus más recientes declaraciones, a favor de la línea dura de la derecha tradicional, la de la COPE y sus adherentes, ante el nuevo rumbo que Rajoy parece querer imprimir a la formación política que lidera, una vez que el partido ha perdido lastre con las defecciones de los más duros: los Acebes, los Zaplana y, últimamente, solidaria con ellos, la lideresa del PP vasco, María San Gil.
Aznar postula un PP “sin complejos”, para alcanzar los objetivos inmediatos de su partido, entre los cuales está el principal que es la recuperación del poder. ¿Qué entiende Aznar por la expresión “sin complejos”? En mi modesta opinión el ex-presidente entiende por esa expresión la postura engallada que consiste en “no achicarse en la actitud de profesar los principios tradicionales de la derecha, a cuya defensa (la de esos “principios”) convoca a todos los militantes de su partido.
Pero ¿cuáles son esos “principios”? Convendría explicitarlos una vez más para ver si, por ventura, no habrá algunos de los que convendría prescindir por anacrónicos y/u obsoletos. Por ejemplo, ¿convendría desprenderse de los últimos residuos del franquismo o, por el contrario, mantener la memoria de una dictadura “salvadora de España”? ¿Sería recomendable insistir en la cláusula del Estado aconfesional, recogida en la Constitución, o seguir con el antiguo colaboracionismo Iglesia-Estado, primando abiertamente la religión católica sobre cualquier otro credo religioso? (De hecho, un trato deferente hacia el credo católico ya se admite, si no recuerdo mal, en el vigente texto constitucional) Y, por último, ¿habrá que continuar dando caña por sistema al Gobierno, atizando la llamada crispación, de acuerdo con las prácticas de los francotiradores de la COPE?
En resumen, el sector duro del PP parece querer imponer a su líder la continuación de una línea de conducta que, en cierta medida, ha sido la que ha contribuido al anterior descalabro electoral (a pesar del éxito relativo, y engañoso, de haber aumentado el número de escaños en el Congreso). Con lo cual parece querer constreñir la libertad de su líder para aplicar el viejo principio que dice “rectificar es de sabios”. ¿No es preferible corregir el rumbo, en vez de mantener el orgulloso “sostenella y no enmendalla”? Reflexione, por su bien (y el bien común) el PP y acepte esta amistosa observación: el PP sólo podrá presentar con éxito batalla al PSOE desde una posición de centro.

jueves, mayo 15, 2008

ADIVINANZAS ANTIGUAS PUESTAS AL DÍA

*
“Soy la redondez del mundo,
sin mí no puede haber Dios;
Papas, Cardenales, sí;
pero Pontífices, no”.




Tampoco puede haber obispos. Ni COPE. Ni Jiménez Losantos (Federico). Ni Pedro Jota. No me ando por las ramas y me encuentro en todos los caldos. No tengo la mayoría, pero soy la que tiene más votos en la oposición. En los comicios, a pesar de estar entre las opciones más votadas, no paso del 25% de los votos. Una de las que más votos cuentan.
Di mi apellido a una popular tonadilla del famoso trío Quintero, León y Quiroga. En realidad, yo era la única cosa que tenían en común los componentes de la famosa terna.
Soy la imprescindible ‘O’, siempre en la oposición. Creo que me aguarda un futuro halagüeño en el PSOE. Sobre todo, si dentro del PP prospera la oposición a Rajoy. Porque la oposición de la oposición no puede más que beneficiar a Zapatero.


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* Fragmento del grabado de Goya "Los signos del alfabeto" para sordomudos.

miércoles, mayo 14, 2008

De cuando Eugenio D'Ors se hizo armar caballero falangista

*Eugenio D'Ors en 1937



Parece que, a instancias de algunos amigos falangistas, Eugenio d’ Ors fue invitado a enrolarse, de manera oficial, en la Falange, ya que de hecho pertenecía al bando de quienes estaban a favor del Alzamiento, cuya inopia doctrinal fue provisionalmente disimulada mediante la adopción, más aparente que efectiva, de la ideología falangista.
Eugenio d’Ors, ya madurito para cualquier tipo de noviciado (tenía 56 años en 1937, fecha de su ingreso en la orden de los mitad monjes, mitad soldados) se tomó la propuesta con talante lúdico. Ya unos años atrás (concretamente, en 1931) había profesado solemnemente en la orden del Barroco, en la abadía francesa de Pontigny, tomando los hábitos a los que le inclinaba una vieja vocación. Su credo intelectual pertenecía a la religión barroca, cuya más genuina manifestación del “desprecio del mundo” (contemptus mundi) consiste en tomárselo como una representación teatral. La conseja barroca data de mucho tiempo atrás en la historia de la Humanidad. Ya el egipcio Paladas, que figura en la Antología Palatina, había dejado escrita, de manera sentenciosa, una de las más claras formulaciones de ese consejo:
La vida toda es teatro y farsa: o aprendes a fingir,
dando de lado a lo serio, o tendrás que padecer las molestias
consiguientes.
(A.P. X, 72)

D’ Ors llevó a cabo con la mayor seriedad que cabía esperar de su talante barroco todo el ceremonial de ser armado caballero falangista. La ceremonia (de la que no conocemos detalles) tuvo lugar en una iglesia de Pamplona. No sabemos (no lo sé yo, al menos) si tuvo lugar la vela de armas, si hubo espaldarazo, etc. En alguna parte debe haber quedado constancia de la ceremonia.
Lo que de ella percibo claramente es la teatralidad barroca que la caracteriza. Ese tipo de seriedad, trufada de ironía, que los griegos entendían mediante la frase ‘spoudé charientídsomai’ (bromear seriamente).
¿A qué venía todo aquel ritual? ¿Podría alguien haberse tomado en serio la ceremonia?



Los turiferarios de Franco

*Retrato de Manuel Machado


Frente a los que Foxá llamó “los Homeros rojos”, los fascistas tuvieron sus correspondientes “Homeros azules”, los poetas e intelectuales que cantaron al dictador y la gesta que junto con sus conmilitones llevó a cabo. Hubo poetas ilustres que celebraron a sus respectivos héroes, de uno u otro bando. Así los hermanos Machado dedicaron sendos sonetos, cada cual a su líder, Antonio a Líster y Manuel a Franco:
Caudillo de la nueva reconquista,
señor de España que a su fe renace…

Uno cantó a un héroe de la democracia y el otro a un paladín de la dictadura. ¿Se prostituye la poesía si canta al tirano? Hay quien cree que sí. El poeta romántico catalán Manuel de Cabanyes admiraba a Horacio. Sin embargo, reprochaba a éste que dedicase sus elogios a Augusto, el dictador. El catalán exalta “la independencia de la Poesía”, personificada en una doncella que


las cumbres vaga en desnudez honesta.


Entre los panegiristas de Franco, hubo poetas y “sophoi”, intelectuales de diversa calaña. Uno de estos fue el reputado Eugenio D’ Ors, autor de un ditirámbico panegírico al Caudillo, ditirambo que el poeta de Villanueva y Geltrú, antes aludido, hubiera considerado una “envilecida loa”. Hay que decir, en descargo de D’Ors, que el autor del Glosari tenía a tres de sus hijos militando en las filas de Franco, jugándose la vida en las trincheras. Era comprensible, pues, que la euforia del triunfo, el respiro de alivio al ver que, por fin, gracias a la suerte y la pericia del Caudillo, sus hijos estaban a buen recaudo, lo llenara de gratitud y le hiciera pronunciar el encendido elogio que posteriormente se publicaría en Mio Cid. El autor asume en ese texto el papel del Precursor, Juan el Bautista:
Entre nosotros tenemos ya aquel de quien no soy digno de desatar las correas de la sandalia**. De Sotero y Paracleto te bautizo, de Salvador y Consolador. Y, aunque la tarea de prenuncio haya concluido, mi vocación me murmura «Et nunc dimittis»…; porque su mandato es que se imponga cada cual un «Et nunc laboremus»…; la nueva etapa del trabajo comienza en su nombre y en el del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Del Espíritu Santo, en la cúspide triunfal, porque Él es inteligencia, paz y alegría.
(Palabras pronunciadas en el acto inaugural del «Instituto de España», publicadas en Mío Cid, 28-II-1939)

Si esto no es un ditirambo en toda regla que venga Dios y lo vea. Se trata de un panegírico, en el que la figura del Caudillo se exalta hasta la apoteosis, con calificativos hasta entonces sólo empleados para ensalzar a la divinidad. Una especie de hipérbole rayana en lo sacrílego, por la que el exaltado panegirista, ebrio de entusiasmo, atribuye al dictador honores reservados a Dios, lo mismo que un enfervorizado clero recibía bajo palio en los templos al Generalísimo, agravio comparativo, por la irreverencia que supone equiparar al Santísimo Sacramento con la figura del dictador.
Esta hipérbole es comprensible en un hombre como fue Eugenio D’ Ors, un ingenio como hemos de ver en seguida, fuertemente inclinado a los excesos del Barroco.


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** Ioan, 1.26-28

lunes, mayo 12, 2008

COMENTARIO EN OFF

Era mi intención haber insertado un comentario a la reseña de José María Lama sobre el libro de Preston, recientemente publicado, El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco. Pero otras ocupaciones impidieron mi propósito y ahora me parece tarde para insertar un comentario a la reseña de Lama. El comentario rezagado podría pasar inadvertido, debajo de otros escritos posteriores. Así que, por haber dejado pasar la fecha, incluyo aquí, fuera de plazo, este comentario en off.


La segunda parte del título que da Preston a su libro presenta al dictador como un producto de la propaganda política en torno al personaje, una personalidad resultado de la publicidad, que él terminó por creerse.
En realidad, la culpa de que el dictador tuviera esa visión distorsionada acerca de sí mismo no fue sólo suya, sino de quienes, desde la autoridad que les conferían sus cargos de carácter jerárquico o académico, contribuyeron a que se creyera un hombre providencial, un elegido de Dios, el verdadero ‘salvador de la patria’.
El estamento eclesiástico, que bendijo como Cruzada lo que fue rebelión militar, contribuyó en gran medida a esa tergiversación. Y los elogios de la “gloriosa gesta” por parte de algunos intelectuales, más o menos oportunistas, del momento, tales como Pemán, Manuel Machado, Eugenio d’ Ors… glorificaron esa rebelión militar que, a partir de ahí se convirtió en “glorioso Alzamiento”.

Se consolidó así una visión deformada de la realidad con inversión de imágenes, como en una cámara oscura: la imagen invertida se tomó como la real. Y se produjo el fenómeno del ‘mundo al revés’. El leal fue tildado de rebelde, y viceversa.

Llamar ‘cruzada’ a lo que fue genocidio del pueblo, llamar ‘patriota’ y ‘salvador’ al que fue perduellionis reus, o reo de lesa patria, son aberraciones sólo explicables por esa radical inversión de valores.

La propaganda del régimen, al institucionalizar esa visión deformada de la realidad, institucionalizó la mentira, oficializándola.

Recuerdo un brillante artículo de Foxá que mereció el premio Mariano de Cavia en 1948. El artículo se había publicado en ABC, el 10 de marzo del citado año y se titulaba “Los cráneos deformados”. En el museo etnográfico de Lima, había visto Foxá los cráneos de algunos indios a los que les vendaban las cabezas desde la infancia para que crecieran en una determinada dirección. Esa especie de manipulación genética sugería al poeta otro tipo de manipulación: la que consiste en deformar, no la corteza, sino el interior de los cráneos: la manipulación de las ideas por una propaganda tendenciosa. Foxá imaginaba que ‘el Gran Manipulador’, en este caso, era un personaje siniestro al que él llamaba “El dueño del adjetivo”, personaje poderoso por encima de los mismos gobernantes. El artículo rezumaba una asombrosa veracidad, aun dejando traslucir una cierta apología del régimen que entonces gobernaba en España, pero sin reparar en que, en este caso, el “Dueño del Adjetivo” era el aparato propagandístico del Régimen. No está de más que reproduzcamos aquí algunos de los párrafos del galardonado artículo:

No interesa que un gobernante dicte las más justas leyes, si el dueño del adjetivo ha ordenado que se le llame “tirano”.
El dueño del adjetivo determina quiénes son héroes, aunque a sus pies humeen las ciudades, y quiénes criminales.
En toda una guerra civil no ha habido más que un muerto: el que interesaba al dueño del adjetivo.
Los crímenes, cuando convienen, son “justicia” del pueblo. Los juicios más legales de un Estado con el que no se simpatiza se denominan asesinatos.
Al capricho del dueño del adjetivo, los heroicos “guerrilleros” se transforman en “bandoleros”.¡Desgraciado del que en una guerra es calificado por él de “rebelde”!

Y termina el brillante artículo con este golpe de efecto:

Los quichuas deformaban el cráneo, es decir, la cáscara del pensamiento. Nuestro gusano corroe la carne, la pulpa jugosa.
Este gusano se llama “la Mentira”.

Consciente o subconscientemente, Foxá estaba retratando la realidad del franquismo.

jueves, mayo 08, 2008

LAÍN Y VESALIO: AFINIDADES EN LA ADOPCIÓN DE UN LEMA

Recientemente traíamos a colación en estas páginas la egregia figura de Laín Entralgo, a propósito de las inscripciones latinas esculpidas en el llamado Arco de la Victoria, en la Moncloa madrileña. Laín era un humanista de altos vuelos, buen conocedor de las lenguas clásicas, por lo que no tuvimos dificultad en dar crédito al testimonio de uno de sus más ilustres discípulos, el sacerdote e historiador de la Medicina D. Antonio Paniagua Arellano, quien afirmó haber oído de labios del maestro que él era el autor de los textos de aquellas inscripciones. De paso, nos recordaba el discípulo el lema que al maestro le gustaba repetir y que era La fuerza se consume, el ingenio siempre dura.



Pues bien, el lema es de la autoría de Diego Saavedra Fajardo, escritor y político español que vivió en la primera mitad del siglo XVII.





El haber adoptado Laín ese lema me lleva a pensar en el caso de otro médico humanista, éste de la época del Renacimiento. Se trata de Andrea Vesalio, natural de Bruselas, que vivió a comienzos del siglo XVI. Este médico, autor de un tratado de Anatomía escrito en Latín (De humani corporis fabrica) adoptó un lema filosófico muy similar al de Laín. El lema se encuentra en el poema titulado Elegiae in Maecenatem, entre una serie de obritas menores atribuidas a Virgilio. Todas esas obritas se incluyen en la llamada Appendix Vergiliana. En el verso 38 de la I Elegía encontramos la frase que Vesalio adoptó como lema vital:





Vivitur ingenio, cetera mortis erunt.





(Se vive por el ingenio, todo lo demás pertenece a la muerte)










Frase, como se ve, muy parecida a la de Saavedra Fajardo, que Laín Entralgo adoptó como lema de su vida.

martes, abril 29, 2008

ALEGORÍA DE LAS ARMAS Y LAS LETRAS

Minerva, la diosa de la sabiduría es también la diosa de la guerra defensiva. Entiende en estrategias de construcción de fuertes y ciudadelas, muros y trincheras. En su honor, las murallas y las barreras se llaman paladiones (de Palas, su otro nombre) No es, sin embargo, una diosa especialmente amiga de la guerra. No hay más que ver que ella fue la que ganó el primer premio en un concurso para remunerar el invento más útil a la Humanidad. Compitió en esta ocasión con Neptuno (Poseidón), que inventó el caballo. Minerva inventó el olivo y, como sabemos, el olivo es el símbolo de la paz.
Uno de los principios de la estrategia dice que la mejor defensa es un buen ataque, pero este principio, bien aplicado, debe entenderse también en sentido inverso: el mejor ataque consiste en una buena defensa. Minerva es maestra en el arte de la defensa (y, sin embargo, en lo que respecta a la defensa personal, se denominan ‘artes marciales’ a las artes defensivas, atribuyendo a Marte lo que es más bien propio de Minerva. En lo que atañe a la defensa de las ciudades, la ciencia y el arte que la estudia se denomina poliorcética.
Todo este preámbulo trata de llevarnos a la consideración siguiente: el arco de la Moncloa, símbolo de la victoria franquista, enclavado en la Ciudad Universitaria, puede ser considerado un bastión de la inteligencia (mens), muy similar a la célebre estratagema del caballo de Troya. En él (el arco digo) se parapeta la inteligencia (cuya muerte había sido la más miserable aspiración del vencedor) y desde su altura lanza su sibilino pronóstico por boca de uno de sus sumos sacerdotes del templo de la ciencia (aedes studiorum Matritensis) La inteligencia de uno de sus paladines (Laín) dirige al franquismo vencedor su mensaje críptico, henchido de espera y esperanza por parte de los vencidos: MENS IVGITER VICTVRA/ MONVMENTVM HOC/ D.D.D.
Si ahora interpretamos este último tramo de la inscripción como



D(anai) D(icant) D(onum)



es decir, los griegos dedican este regalo (siendo los griegos el mejor exponente de la intelectualidad) veremos en esta obra vindicativa de la inteligencia esa sutil ironía por la que el autor del proyecto, el arquitecto Modesto López Otero, y el autor de la inscripción, Pedro Laín Entralgo, aparentando ensalzar la grandeza del franquismo, vaticinaban su derrota futura.
Con el arco de la Moncloa, una vez más, la estratagema del caballo de Troya tuvo éxito.
Si Millán Astray, o el propio Franco, hubieran leído a Virgilio, habrían recordado el receloso pálpito de Laoconte, tratando de disuadir a los suyos de que introdujeran el caballo en la ciudad:
Timeo Danaos et dona ferentes *

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* Temo a los griegos incluso cuando nos ofrecen regalos (Aen. 2.49)

domingo, abril 27, 2008

DONDE SE CONFIRMA LA AUTORÍA DE LOS TEXTOS LATINOS DEL ARCO MATRITENSE DE LA MONCLOA






La carta y el comentario recibidos hoy creo que bien merecen gratitud por mi parte a su autor, por lo que la transcribo aquí para recreo de los lectores que se hayan sentido atraídos en su curiosidad por este apasionante asunto de las inscripciones latinas del Arco de la Moncloa.

Buenos días D. Juan : Soy Jesús M. Sánchez, autor del Blogg Hispaniarum, sevillano residente en Madrid. Estudié 4 años en Fuente de Cantos (Bup y Cou) y con gran cariño por Zafra donde mantengo grandes amigos. Respecto al tema de las inscripciónes latinas del Arco de la Victoria madrileño, lo leí hace años y desde siempre pensé que era algo sabido, aunque -sólo- en los ámbitos que este tipo de cosas interesan, que desgraciadamente no son muchos. Como ejemplo , le traigo aquí una cita del amigo y discípulo de Laín D. Juan Antonio Paniagua Arellano Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra y sacerdote. "Recuerdo que en un atasco circulatorio —poco frecuentes todavía— ante el arco de triunfo de la plaza de la Moncloa, nos dijo Laín que él era el autor del texto de la doble inscripción latina que campea a uno y otro lado del coronamiento de aquella construcción; y que algunos puristas del latín habían censurado el empleo de los términos aedes y iugiter en cada una de las frases allí estampadas." Como verá, parece que la polémica por el término IUGITER también se suscitó por entonces.


Le envío el enlace donde consultará el texto completo, y podrá comprobar que un lema que Pedro Laín se aplicó a sí mismo durante toda su vida era: "La fuerza se consume, el ingenio siempre dura". Según sus amigos lo repetía a menudo, y que -por ejemplo- dejó por escrito en su discurso de ingreso de la Academia de Medicina. Por ahí pienso yo que habría que buscar la clave del texto posterior del arco de Moncloa. Aunque suene a repipi, y antiguo, sepa que quedo a su entera disposición y que sus comentarios -sean de la índole que sean- serán siempre bienvenidos en Hispaniarm. Por mi parte pienso hacer lo mismo con su Blog. Es más: pienso tenerle como consultor de lujo, para cualquier duda que me surja con la lengua de Virgilio. Saludos capitalinos.JM.

sábado, abril 26, 2008

MENS IVGITER VICTVRA






La inteligencia que perennemente había de vencer, aquella contra la que veinte años atrás se había pronunciado ruidosamente el energúmeno de Millán Astray (tuerto, como Aníbal, pero infinitamente menos inteligente que él) inició su disidencia del régimen hacia 1956, fecha en la que, precísamente, se rematan las obras del Arco de la Victoria en la Moncloa y en la que Pedro Laín es relevado de su cargo de Rector Magnífico de la Universidad Complutense.



La vieja guardia de Falange comienza a hacerse incómoda al franquismo, que sigue incondicionalmente apoyado por la Iglesia y los terratenientes. La destitución de Laín ("Rector Magnífico y magnífico rector", como lo saludó, con cierta sorna, por aquellas fechas el matemático Rey Pastor, en una carta polémica publicada en la tercera de ABC) iniciaba la latente disidencia que comenzaba a producirse entre el régimen y las altas esferas de la intelectualidad. La Falange se sentía traicionada en sus principios por el régimen; y algunos de sus aristocráticos corifeos, como Foxá, declaraban sin empacho que ellos, de falangistas, tenían más bien poco. Dentro de la familia falangista más allegada al ideario joseantoniano se llegó a reconocer cuánto de quijotismo había en el falangismo; y esta conciencia de quijotismo inducía a no tomarse en serio su misma ideología, resaltando paródicamente su carácter 'caballeresco', en ceremonias como la que nos refiere Laín en su Descargo de conciencia, cuando unos cuantos amigos falangistas participaron solemnemente en la pantomima de armar caballero falangista a Eugenio d'Ors, un simulacro de las antiguas normas caballerescas, pero también un ejemplo de aquello que los antiguos griegos llamaban 'jugar con lo serio' ('spoudé charientissein') *



La inscripción de la Moncloa, atribuida a Laín, se carga así de un sentido simbólico precursor del ocaso del franquismo. Y encaja perfectamente que la interpretemos como el comienzo de la disidencia de los intelectuales con el régimen franquista.


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* Mi amigo Angel Balbuena, que me prestó hace mucho tiempo el libro de Laín, Descargo de conciencia, recién publicado por entonces, me dice que no ha encontrado en este libro la anécdota a la que aquí se alude. Es probable que yo haya sufrido un lapsus de memoria y que la anécdota la haya visto referida en otra parte (¿quizás en el libro de Ridruejo Casi unas memorias?) En todo caso, la ceremonia de armar caballero a Eugenio d'Ors es un hecho histórico comprobable (http://www.letraslibres.com/index.php?art=7837) y también (http://www.galeon.com/razonespanola/re87-gal.htm)

viernes, abril 25, 2008

¡Por fin, el autor de la inscripción!







Resulta que, de creer en la información que nos proporciona cierto desconocido (por mí, al menos) bloguero, Alfaraz de nombre (http://hispaniarum.blogspot.com/2008/04/armis-hic-victricibus.html) el autor de las inscripciones latinas del Arco de la Victoria, en la madrileña Moncloa, es el ínclito Pedro Laín Entralgo, el 'camisa vieja' de los primeros fervores falangistas, camarada y amigo de José Antonio y de Ridruejo, una terna de virtuales opositores al Régimen, de haber sobrevivido a la Guerra Civil el Fundador. De hecho, Ridruejo tuvo la valentía de desmarcarse de ese Régimen, lo que le costó, como sabemos, cárcel y persecución política. En cuanto a Laín, se vio en el caso de hacer catarsis, psicoanalizándose públicamente con su Descargo de conciencia.



No sospechábamos, la verdad, que fuera Laín el autor de los textos latinos del Arco de la Moncloa, por más que sabíamos que era cultivador de las lenguas clásicas y, detalle importante, que era consocio nuestro en la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Pero ahora que alguien lo dice (sus pruebas tendrá) lo acepto como muy verosímil y aun me parece que la autoría de Laín encaja bien y explica, en cierta manera, ese desmarque por el que el triunfo de las armas no se hace coincidir con el triunfo de la inteligencia; el triunfo que ha de llegar después y que será perdurable, no provisional y sujeto a las vicisitudes de un cambio político. Laín habría ideado así un texto en el que se reconocía el triunfo de las armas, pero no el de la razón (Laín guardaría en su alma el recuerdo del profético "venceréis, pero no convenceréis", de Unamuno) el triunfo definitivo que estaba por llegar. Cuando se concibió ese texto (entre 1953 y 1956, tiempo que dura la construcción del monumento), el autor (siempre admitiendo que fuese Laín) aunque todavía perteneciese en teoría al bando de los vencedores, ya tenía motivos para estar en latente discrepancia con el régimen que perseguía, por esos mismos años, a un amigo suyo tan apreciado como era Ridruejo.



Tiene, pues, sentido que veamos en el texto de la inscripción un indicio de distanciamiento entre la victoria de las armas y la victoria de la inteligencia, todavía sojuzgada por aquellas.

domingo, abril 20, 2008

OTRO LIBRO DE FRANCISCO CROCHE

Acaba de aparecer, en los pasados días, un nuevo libro de Francisco Croche de Acuña, un libro en torno a Zafra (como no podía ser menos) y que hace el número 45 de todos los que lleva publicados hasta el momento; y el número 9 de los que versan sobre el género poético (otros géneros por él cultivados son el narrativo, el periodístico y el histórico-artístico, el que se lleva la palma en el número de publicaciones del autor)
Es este último (por ahora) libro de Croche un bello tomito, pulcra y profusamente ilustrado con fotografías que retratan rincones y personajes típicos de su ciudad natal. Las fotografías ilustran los diversos poemas que se agrupan según los siguientes criterios de selección: “Zafra artística, monumental y urbana”, “Zafra festiva, costumbrista y simpática” y, finalmente, “Zafra religiosa”. Todo lo que de típico tiene la ciudad queda resaltado en los correspondientes versos de su entusiasta cronista oficial y trovador enamorado. Incluso se recogen, en sendas imágenes fotográficas, dos típicos personajes de la Zafra del siglo pasado, como son el menudo y arriscado “Abuelino” (que creo que aún vive) y el inefable y pintoresco “Curriqui”, fan impenitente del Caudillo, cuyos servicios propagandísticos al Régimen nunca fueron reconocidos y premiados como merecían.
Uno de los más loables empeños de Croche consiste en hacerse entender por el mayor número posible de lectores. Sus poemas, en este libro sobre todo, son sencillos, sin mayores complicaciones, y llegan al más amplio número lectores. De ahí que resulte agradable la andadura poética a lo largo de sus páginas. Es como un paseo poético que recrea nuestra mirada, dirigiendo sabiamente nuestra atención hacia cada uno de los rincones más pintorescos de nuestra ciudad. Enhorabuena a su autor por este logro.
Y enhorabuena a los patrocinadores (sus nombres, o sus logotipos, aparecen en la contraportada del libro) que han apostado sobre seguro al subvencionar la publicación de este poemario, una muestra más del sincero afecto que su autor siente hacia su ciudad natal.

jueves, marzo 27, 2008

DE NUEVO LA INSCRIPCIÓN DEL ARCO DE LA VICTORIA

(De la traducción a la hermenéutica)

Prometí volver a ocuparme de la inscripción latina del Arco del Triunfo, en la madrileña zona de la Moncloa, tan pronto como recibiera copia del artículo “Les emplois de 'iugis' et de 'iugiter' dans la latinité tardive”, firmado por Claude Moussy, e incluido en Latin vulgaire et latin tardif, Actes du 4e Colloque International sur le Latin vulgaire et tardif, Caen, 2-5 sept. 1994, coord. par Louis Callebat, (1998) pp. 237-249
Ayer recibí fotocopia de este artículo, enviada por el Servicio de Reprografía de la Biblioteca Nacional de Madrid. Leído el trabajo, el contenido del mismo viene a confirmar lo que, más o menos, ya sabíamos sobre el particular. El adjetivo ‘iugis’ ya era utilizado por Plauto y lo emplearon en la época clásica autores como Cicerón, Salustio y Horacio. El significado del adjetivo viene a ser ‘inagotable’, y se dice, en propiedad, del agua que brota de un manantial. De ese significado primario se deducen los significados afines de ‘constante’, ‘permanente’, ‘perpetuo’, ‘perenne’...
El adverbio derivado de ese adjetivo es ‘iugiter’ (que aparece en la inscripción de referencia) y su primera datación la encontramos en Séneca (Natur. Quest. 4.2.20.4) lo que nos mueve a sugerir que nuestro filósofo pudiera ser el creador del derivado correspondiente a ‘iugis’, aunque el hecho de que no exista constancia escrita de esa palabra antes de su empleo por Séneca no signifique que no se hubiera utilizado anteriormente por otros autores.
Y vayamos ya a las traducciones propuestas de la inscripción. La primera es la que pudiéramos llamar oficial y la encontramos en la reseña que sobre el monumento podemos ver en la Wikipedia:








Dice: A las armas que han vencido aquí, la mente, que vencerá siempre, ha dedicado como regalo, este monumento.
El ‘siempre’ traduce aquí al adverbio latino ‘iugiter’. (También hubiera podido decirse ‘permanentemente’, ‘perennemente’, ‘perpetuamente’...) Aunque es aceptable tal como está.
La traducción que se propone en el blog de Leguina es la siguiente: A las armas victoriosas, espíritu que siempre ha de vivir da y dedica este monumento. (http://www.joaquinleguina.es/arco-de-triunfo) Suponemos que falta el artículo ‘el’ delante de ‘espíritu’. La novedad de esta interpretación es que traduce el participio ‘victura’ como si fuera del verbo ‘vivere’ (vivir) , no del verbo ‘vincere’ (vencer)
Es una interpretación posible, pero menos probable, por las razones que en comentarios anteriores hemos aducido: el campo semántico de ‘vencer’ (establecido por el adjetivo ‘victricibus’, referido a las armas, atrae a su significado al participio ‘victura’ como procedente del mismo campo semántico (‘que ha de vencer’).
No obstante (y aquí está la ambigüedad, bien fortuita, bien intencionada, a la que también hemos hecho alusión en comentarios precedentes) se podría considerar válida la interpretación de ‘victura’ como participio de ‘vivere’ (vivir), teniendo en cuenta que las armas que vencieron se habían pronunciado, en memorable ocasión, hostiles a la inteligencia, con el famoso exabrupto de Millán Astray en la Universidad de Salamanca (“¡muera la inteligencia!”)
La posibilidad de esta interpretación viene a confirmar el carácter sibilino de la inscripción al que nos hemos referido en anteriores ocasiones, asimilándolo a las respuestas ambiguas de los oráculos. De donde se echa de ver que los escritos que tienen ese carácter oracular, o sibilino, requieren no sólo de traducción, si han de ser trasladados a otro idioma, sino también de ‘hermenéutica’, es decir, de interpretación.
El texto de la inscripción se nos plantea en el viejo contexto dialéctico de la oposición entre las armas y las letras. Éstas, en nombre de la inteligencia, brindan un homenaje a las armas vencedoras (los intelectuales rinden pleitesía a los militares, representados, respectivamente, por sendas metonimias: las letras de aquellos, a las armas de éstos)
El triunfo presente corresponde a las armas, pero la inteligencia augura para sí misma el triunfo futuro, el que ha de ser constante y duradero. Ese vendrá después y será perenne, inmarcesible. Mediante el adverbio ‘iugiter’ se denota el carácter persistente, indefectible, de esa victoria de la inteligencia; frente a esa otra victoria de las armas, que es, de suyo, aleatoria, ocasional y pasajera.
Recapitulando, la primera traducción que dábamos del texto de la inscripción, en la que vertíamos ‘iugiter’ por ‘conjuntamente’, era menos acertada por cuanto que, pese a tener en cuenta que esa palabra latina, derivada del adjetivo ‘iugis’, está emparentada con la raíz ‘iung-‘ (de donde, también, la voz española ‘yugo’) , el significado que predomina es el de ‘continuidad’ temporal, más que espacial.*
Finalmente, yo propondría una traducción un tanto anacrónica (por cuanto incluiría un término de hoy para unos conceptos más añejos) y consistiría en traducir ‘iugiter’ por ‘imparablemente’. O sea, podría redactarse en estos términos: A las armas vencedoras en este lugar, la inteligencia, que imparablemente ha de vencer, DEDICA, DA, DONA este monumento.
La inteligencia se impondrá, por fin, allí donde lo irracional triunfó de modo pasajero.


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*C’est surtout dans l’expression de la continuité temporelle, de la durée, que iugis et les formes apparentées se sont répandues dans l’usage à partir de l’époque impériale. Iugis ne présente pas une riche polysémie: qualifiant un substantif comme aqua, signifie “/qui coule / / sans interruption/” (art. cit. p. 238)

miércoles, marzo 12, 2008

La ley del silencio

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La Constitución de 1978 fue redactada, como todos sabemos, por un equipo formado por juristas de diversa procedencia política, entre ellos algunos provenientes del sistema cuyo relevo se preparaba, para sustituirlo por otro de signo democrático. El franquismo se iba a arrumbar, discretamente, al desván de los objetos inservibles.
La Constitución, en preparación, representaba el nuevo ordenamiento jurídico de la vida política que la sociedad demandaba, radicalmente incompatible con aquel del que se trataba de salir. La democracia iba a sustituir a la dictadura y este relevo había que hacerlo sin traumas, procurando no incomodar a quienes habían sido sus incondicionales y no estaban dispuestos a consentir la menor descalificación del sistema a reemplazar. Mucho menos, el anatema puro y duro del mismo. Nada que pudiera molestar a quienes, habiendo detentado el poder, estaban aún en condiciones de retenerlo por la fuerza.
De modo que no hubo condena explícita del sistema a sustituir. La democracia se inició, pues, con el permiso de la dictadura ¿Cómo se iba a cometer la indiscreción de condenar abiertamente el sistema que había tenido esa deferencia suprema de condescender con el nuevo sistema que iba a desbancarlo?
El texto de la Constitución omite cualquier referencia al sistema que ella venía a sustituir. Los casi cuarenta años de ilegitimidad y de ausencia de democracia se silencian en el documento como si nunca hubieran existido. La llamada transición consistió, en gran medida, en silenciar ese largo periodo durante el cual el pueblo español estuvo privado de democracia. ¿Se hubieran atrevido los padres de la Constitución a redactar una cláusula, más o menos, en estos términos?
"El Estado Español que, a partir de ahora, abraza el sistema democrático, condena la dictadura pasada, como sistema ilegítimo de gobierno, incompatible con la democracia".




Semejante cláusula hubiera hecho saltar por los aires el consenso y algunos juristas de la comisión afectos al franquismo (como Fraga) hubieran salido a la desbandada.
No era el momento ni la oportunidad. Y, sin embargo, ningún sitio más adecuado que el texto constitucional para dejar constancia del auténtico espíritu democrático que debe inspirar a una sociedad que se estime a sí misma.
De haberse admitido esa cláusula, u otra redactada en parecidos términos, no hubiera habido necesidad de que la oposición, en el año 2002 (20 de noviembre) planteara al gobierno del PP, a modo de “prueba del algodón”, o Jura de Santa Gadea, la condena de la dictadura. En tal aprieto el PP condenó, a regañadientes y para salir del apuro. Y pasó la prueba del algodón con éxito.
Sólo que después (¡lástima!) dio marcha atrás en el Parlamento europeo. En este foro internacional el Sr. Oreja se rajeó, por no decir se rajó.
Nuestra Constitución nació condicionada a no abjurar expresamente de la dictadura. Sus com-padres de filiación franquista quisieron hacerla invulnerable (como Tetis a Aquiles) sumergiéndola en las aguas del Leteo, es decir, de la amnistía. Desde entonces es el talón en el que nuestra democracia muestra su debilidad.




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* En la foto superior, los Padres de la Constitución.




De izquierda a derecha (en pie): Gabriel Cisneros,




José P. Pérez Llorca y Miguel Herrero y R. de Miñón.




(sentados) : Miguel Roca Junyent, Manuel Fraga




Iribarne, Gregorio Peces Barba y Jordi Solé Tura.

sábado, marzo 08, 2008

AMBIGÜEDADES

El lenguaje de los oráculos era con frecuencia deliberadamente ambiguo. El oráculo solía responder con evasivas y circunloquios, con palabras de doble sentido, todo ello para no ser cogido en mentira, y así sus respuestas podían tener más de una interpretación, incluso podían significar una cosa y su contraria. Un par de ejemplos de estas respuestas con truco se conoce desde la antigüedad. Uno es el de la respuesta que la sibila dio a Pirro al consultarle sobre el resultado de la guerra que pensaba emprender contra los romanos:
_ Aio, te Aeacida, Romanos vincere posse.
Frase que puede entenderse como:
_Digo que tú, descendiente de Eaco, puedes vencer a los romanos.
Aparte de que afirmar la mera posibilidad de un resultado no compromete a nada, en la frase de este ejemplo es posible tomar los acusativos te y Romanos, alternativamente, como sujeto o como complemento directo. De modo que lo mismo podría traducirse la frase, también, como:
-Digo, descendiente de Eaco, que los romanos pueden vencerte.
Otro ejemplo de ambigüedad reside en separar por medio de pausas los términos de la frase, de manera que la ilación se debilite:


Ibis.....redibis.....non.....morieris.....in....proelio



(Irás…volverás…no….morirás…..en…la…batalla)

El “no” puede entenderse aplicado al “volverás”; pero, por esa misma ambigüedad, se podría entender aplicado a “morirás” (“no morirás en la batalla”; o, bien, “¿Volverás? No. Morirás en la batalla)
Con el texto de la inscripción del Arco de la Victoria, en Moncloa, que hemos glosado en días pasados, ocurre algo parecido. La ambigüedad, ya sea intencionada o fortuita, reside, en este caso, en que la palabra ‘victura’ puede tomarse como participio de futuro del verbo ‘vincere’ (vencer’), pero también cabría tomarlo por participio de futuro del verbo ‘vivere’ (‘vivir)
Es cierto que, si nos inclinamos por una o por otra opción, debemos razonar por qué lo hacemos. Una razón muy a tener en cuenta la podemos explicar por el campo semántico. Veamos algún ejemplo que nos lo aclare:

­victurosque dei celant, ut vivere durent
felix esse mori
(Luc. B.C. 4.519-20)

(A los que van a vivir, los dioses les ocultan, para que persistan en su afán de vivir, que morir es la felicidad)

El campo semántico al que pertenecen los vocablos ‘victuros/ vivere’ hace que quede descartada automáticamente la posibilidad de que el participio ‘victuros’ sea, en este caso, del verbo ‘vincere’ (vencer), y sí del verbo ‘vivere’ (vivir)
En cambio, en el ejemplo de la inscripción, nos inclinamos por considerar que el participio de futuro ‘victura’ (referido a ‘mens’) corresponda ahora al campo semántico de ‘vincere’ (vencer) que ya aparece contenido en el adjetivo precedente, ‘victricibus’.
Otro ejemplo, esta vez tomado de Cicerón (Philip. 4.12.11)
_ Agitur enim non qua condicione victuri, sed victurine simus an cum supplicio ignominiaque perituri.
(Se trata, pues, no bajo qué condiciones vamos a vivir, sino si vamos a vivir o vamos a perecer con torturas y deshonor)
El campo semántico, en este caso, nos sitúa ahora frente al contraste, o el dilema, de vivir o perecer entre suplicios y deshonras. No cabe duda de que el participio ‘victuri’ corresponde ahora al futuro del verbo ‘vivere’.
Por tanto, aunque posible, la traducción del sintagma ‘iugiter victura’ de la inscripción de Moncloa, según la interpretación que se propone en el blog de Leguina, “que perennemente ha de vivir”, es menos probable que la que dice “que perennemente ha de vencer”. Así como las armas han vencido antes, la inteligencia vencerá siempre.
Es por esta razón que la propuesta que hemos hecho, en nuestra particular hermenéutica de la inscripción, creemos que permite sostener la hipótesis de que el autor de la misma quiso desmarcarse de la victoria militar y confiar en la futura victoria de la inteligencia.


miércoles, marzo 05, 2008

LAS ARMAS Y LA INTELIGENCIA

(Ritornello)

*


El Arco de la Victoria, en la Moncloa madrileña, es uno de los pocos monumentos del franquismo que puede ser asumido sin escrúpulo por la democracia, debido precisamente al texto de la inscripción latina que días atrás hemos glosado. En él, la inteligencia (aborrecida y proscrita por quienes habían empuñado aquellas armas) les dedica a éstas (evitando hacerlo directamente a quienes las esgrimieron) el monumento; no sin insinuar la propia victoria futura; victoria que ha de alcanzarse de forma constante y perdurable (jugiter)
La victoria de la inteligencia no será la del que vence, simplemente, sino la del que, además, convence. El triunfo de la inteligencia es la democracia.
Este monumento lo otorga la inteligencia (mens) en usufructo a la causa victrix, que es la dictadura; pero es recuperable, en la posteridad, por la causa victa de antaño: la República, la democracia. Pues, por el hecho de ser monárquica, no es menos democrática nuestra democracia. Ya los romanos contemplaban la existencia de una posible regali re publica (República real, es decir, auspiciada y tutelada por un rey) (Cic. R.P., 3.47.14)
El Arco de la Victoria es una parte de la Ciudad Universitaria (la Sede de los Estudios Matritenses), fundada por la munificentia regia (probablemente, se refiere a Alfonso XIII, en cuyo reinado se puso en marcha la Ciudad Universitaria, 1927), según viene a decir la otra inscripción del monumento; por legado real, su propietaria legítima es la Universidad Madrileña. Debe, pues, revertir a las manos de su dueño y donante, que lo cedió a las armas victoriosas, pero que puede ahora reclamarlo, con todo derecho, una vez desaparecida la dictadura. ¿A quién sino al donante debe revertir la propiedad de la donación? Con la democracia, la causa victrix es la inteligencia (mens)
Y los dioses, a quienes plugo la causa victrix de antaño, la dictadura, que se aburran en el Olimpo. Mientras Catón ─ el buen republicano ─ se recrea en el triunfo de la democracia, su causa preferida.



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* Busto de Catón de Utica, el republicano que se opuso a las dictaduras de su época y, particularmente a la de Julio César.

domingo, marzo 02, 2008

Y por último...

Volviendo a la inscripción de marras y a los escrúpulos de interpretación que plantea (al menos, que me ha planteado a mí) tengo que declarar lo que sigue. El adverbio iugiter es prácticamente inexistente en la época de la literatura clásica. Está, sin embargo, documentado el adjetivo iugis (en Plauto, con el significado de ‘inagotable’ ‘manante’, y en Cicerón y en Salustio, y en Horacio, con el mismo sentido, aproximadamente) En cambio, la utilización del adverbio ‘iugiter’ es, más bien, de época posclásica, correspondiente al latín tardío y medieval. Su significado puede ser el de (‘siempre’, ‘constantemente’, ‘ininterrumpidamente’…)
Personalmente, la memoria de esa palabra latina estaba, en mi caso, ligada a una oración de la liturgia que memoricé de tanto oirla, IVGITER, ‘constantemente’, en mis tiempos del Seminario. La oración decía: Deus, qui nobis sub sacramento mirabili passionis tuae memoriam reliquisti, tribue, quaesumus ita nos Corporis et Sanguinis tui sacra mysteria venerari ut redemptionis tuae fructum in nobis iugiter sentiamus, qui vivis et regnas in saecula saeculorum (Dios, que nos dejaste bajo un sacramento maravilloso el recuerdo de tu pasión, concédenos, te rogamos, que veneremos los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, de manera que sintamos perpetuamente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos)
Posteriormente, navegando por Internet, he topado con un título que juzgo vendría al pelo acerca del asunto que me interesa. Se trata de un trabajo de Claude Moussy titulado “Les emplois de ‘jugis’ et de ‘jugiter’ dans la latinité tardive”, publicado en las Actes du IVme Colloque International sur le Latin vulgaire et tardif” (Caen 2-5 sept. 1994. Coord. Louis Callebat, 1998, ISBN 3-487-10045-2 pp. 237-249)
Bueno, todo esto me hubiera servido para dar a mis escritos sobre la inscripción del Arco de la Victoria una mejor base científica. La interpretación del texto de la inscripción nos revela en él todavía cierta incoherencia de fondo.
Esa “inteligencia” (MENS) que siempre ha de vencer, en lo sucesivo, tras la victoria de las armas, y que les dedica y regala a ellas este ciclópeo arco, rematado por una cuadriga de bronce, ¿es la misma inteligencia cuya muerte pedía Millán Astray? ¿No será otra inteligencia, más en consonancia con los ideales que inspiraron el Alzamiento, no será, más bien, una Intelligentzia de tantas?
La inteligencia que inspiró la República estaba, en su mayoría, relegada al exilio; o en la cárcel, o bajo tierra. Y no es verdad, de esa afirmación, más que su victoria, la de la inteligencia de verdad, estaba reservada al futuro. Eso de que la inteligencia siempre ha de vencer sólo es verdad si se entiende: a la larga (in the long run).
La victoria de la inteligencia es la democracia.


viernes, febrero 29, 2008

UNA POSIBLE INTERPRETACIÓN DE LA INSCRIPCIÓN LATINA DE MONCLOA

Bueno, pues el caso es que existe una traducción diríamos oficial de esta inscripción. Se puede consultar en Google, pulsando la siguiente dirección:








La traducción es la siguiente: A LAS ARMAS QUE HAN VENCIDO AQUÍ, LA MENTE, QUE VENCERÁ SIEMPRE, HA DEDICADO COMO REGALO ESTE MONUMENTO.
El quid del asunto estaba en el empleo, inusitado, del adverbio latino jugiter. Parece ser que su sentido más aproximado sería incesantemente. Aquí traduce la versión oficial siempre. Aun admitiendo esta versión como la más ajustada a las intenciones del autor de la inscripción, del análisis interpretativo de ésta podemos deducir que:



a) La inteligencia reconoce y aprueba la victoria de las armas.
b) La inteligencia juzga que esa victoria es digna de honores y que, merecida mente, debe ser ensalzada con un monumento.
c) A la victoria de las armas se sumará, en lo sucesivo, para siempre, la victoria de la inteligencia.

Tal vez fue esa la intención del autor de la inscripción. Comoquiera que fuese, lo que no puede negarse es que:
a) La victoria de la inteligencia no coincidió en el tiempo con la victoria
de las armas: quedó rezagada con respecto a la victoria de dichas armas.
b) De donde podemos inferir que las armas vencedoras sólo vencieron, no
convencieron, tal como había predicho Unamuno.
c) La victoria de las armas no fue la victoria de la inteligencia. Una y otra
no servían a la misma causa. Significativamente, la causa vencedora


manifestó en memorable ocasión, en Salamanca, su aversión por la inteligencia, en general, y los intelectuales, en particular.
Por último, podemos afirmar con Lucano que:
La causa vencedora plugo a los dioses; la vencida, a Catón* (Fars. I, 128)
___
* Catón favorecía a la causa de la República, la causa de los vencidos.
La causa vencedora fue, en su tiempo como en el nuestro, la dictadura.


Con el tiempo, sin embargo, la causa vencedora sería la democracia.

sábado, febrero 23, 2008

¿Una inscripción con mensaje cifrado?

Entre los monumentos del franquismo que están llamados a perdurar (sin que existan amenazas fundadas de que la llamada Memoria Histórica solicite su demolición) está el llamado Arco de la Victoria, en la Moncloa de Madrid. En la década de los 60, cuando yo iba a la capital para examinarme por libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, tuve que pasar, en muchas ocasiones, a pie o en autobús, junto a este monumento. Y, en más de una, me detuve a leer la inscripción latina que señala la dedicatoria por la que se justifica la ciclópea construcción. Dice textualmente:



ARMIS HIC VICTRICIBVS
MENS JVGITER VICTVRA
MONVMENTVM HOC
D.D.D.
(A las armas aquí vencedoras, la inteligencia, que conjuntamente ha de vencer, este monumento (D)a, (D)ona, (D)edica)



A simple vista, el texto no parece desentonar en absoluto con la grandiosidad del monumento. Pero, cuando se intenta ahondar en el sentido profundo del mismo, advertimos cierto desajuste inquietante, revelador de contradicciones entre los dos elementos que tradicionalmente, en literatura, han sido objeto de contraste y oposición, a saber, las armas y las letras. Y no deja de ser llamativo que, mientras se reconoce paladinamente la victoria de las armas, se remita al futuro el triunfo de la inteligencia (MENS), que parece que debería ser coetáneo con el triunfo de las armas. El adverbio JVGITER (conjuntamente) parece sugerir que ambos triunfos debieran ir parejos; pero la realidad es que el participio VICTURA (referido, evidentemente, a MENS) pospone la victoria de la inteligencia, que llegará, sí, pero que, por lo pronto, aún está por venir.
Tal parece ser la mente del autor de la inscripción. ¿Quién sería el sutil ingenio que ideó de la sibilina frase? En alguna ocasión he pensado que bien pudiera ser Antonio Tovar el que redactara la inscripción. El gran lingüista que sirvió de intérprete al Caudillo en el famoso encuentro que éste tuvo con Hitler en Hendaya. No sabemos, a ciencia cierta, quién redactó la inscripción exaltando la victoria franquista, ni si le traicionó el subconsciente o fue intencionado su desglose de las dos victorias presuntamente exaltadas en el monumento; una, la de las armas, ya realizada; la otra, la de la inteligencia, aún por realizar.
Ese triunfo, presentido, de la inteligencia, sirve para desmarcarlo del triunfo de las armas y está en perfecta consonancia lógica con el unamuniano “venceréis, pero no convenceréis”. Inevitablemente, tenemos que recordar el episodio de Salamanca, en el que el energúmeno de Millán Astray gritó "¡Muera la inteligencia!", lo que provocó la valiente y acertada réplica de Unamuno. Pues, como sutilmente se reconoce en la inscripción, las armas han vencido; pero la inteligencia, no. Y es ésta, la inteligencia, la que reconoce la victoria de su competidora y rival, la fuerza.
Pues, por una vez más, la fuerza de la razón procura desmarcarse aquí de la razón de la fuerza.

Libertad de opinión

Las opiniones apologéticas sobre el franquismo, en la nueva línea que la emisora de los obispos viene fomentando, tienen generosa acogida en las páginas de opinión de nuestro periódico regional HOY que, en este sentido, a partir especialmente de sus más recientes directores (exceptuamos al siempre recordado Teresiano, más ecuánime en este punto, a nuestro modo de ver ) parecen dar cancha, con cierta predilección, a determinadas ideas que, con la mayoría de edad de la democracia, creíamos definitivamente superadas. Sendos artículos de opinión publicados en el citado diario (16-02-2008) y firmados, respectivamente, por Antonio Antúnez Trigo y Francisco Pilo Ortiz, están en línea con ese discurso apologético al que aludíamos al comienzo de este artículo.
En el primero de estos escritos (“El hombre que nunca existió”) su autor apela al recurso de la ironía, simulando adherirse a la iniciativa que trata de borrar el nombre de Franco y sus efigies de los muchos lugares, instituciones y emplazamientos en los que dicho nombre se prodigó por toda la geografía española. Pero, claro, consecuentemente, aduce que habrá que eliminar también lo positivo que aportó a Extremadura. Así los pantanos y las tierras de regadío que, por iniciativa del Caudillo, se pusieron en marcha en los varios “planes” que tuvo el personaje en otras tantas regiones de España. Es de recordar, a este propósito, el ingenioso chiste que circuló sobre estos planes en el XXV aniversario de la terminación de la guerra. La señora del Caudillo habría solicitado del Papa el divorcio, y el Santo Padre se habría mostrado extrañado de que un matrimonio tan católico hubiera tomado esa decisión. Al preguntar el Papa cuál era la causa grave para solicitar la separación, doña Carmen Polo habría contestado:
__ Es que, Santidad, mi marido tiene un plan en Badajoz, otro en Jaén, otro en Zaragoza. Y hace 25 años que está liado con la Victoria y no la suelta.
El Sr. Antúnez Trigo termina su irónico alegato apuntando que, “al menos para algunos”, Franco fue un hombre “que nunca existió”.
Por suerte o por desgracia (según se mire) existió. Pero sus merecimientos históricos no estuvieron a la altura de los honores que se le tributaron. Su poder lo obtuvo por un golpe de Estado y ejerció una dictadura represiva sobre el país durante casi cuarenta años. El apelativo “del Caudillo”, que numerosas poblaciones se vieron obligadas a soportar, se fue suprimiendo, empezando por el nombre de la propia ciudad natal del dictador, El Ferrol, que, tan pronto como pudo, se sacudió el tristemente célebre sobrenombre.
En cuanto a los alegatos del Sr. Pilo, son subsidiarios de las conocidas tesis de su casi homónimo, Pío Moa. Según Pilo, “Yagüe fue un militar que sirvió a la República” y que, junto con Franco, “fueron utilizados por ésta para luchar contra el PSOE, en el golpe de Estado que este partido llevó a cabo en 1934…” En cuanto a Mola, parece que fue el más dispuesto a sublevarse contra la República, por lo de la “sanjurjada”, pero después colaboraría, junto a Franco y Yagüe, en sofocar el “golpe de Estado de 1934”; que, por lo visto, fue el precursor del posterior golpe definitivo contra la República, en 1936, en el que los tres personajes intervinieron activamente en liquidar la democracia (Mola no tuvo tiempo, aunque dejó bien claro, desde el primer momento, cuál era su línea de acción: implantar el terror)
Peregrino, el discurso del Sr. Pilo. Porque han de saber ustedes que el PSOE, en 1934, intentó acabar con la República, implantando una dictadura de la izquierda. Y a este maquiavélico plan se opuso la democracia de la derecha, levantándose en pie de guerra con un golpe de Estado como Dios manda, por las armas, viéndose forzada, muy a su pesar, a implantar una dictadura. Yagüe y sus conmilitones no tuvieron más remedio que cargarse a todos los sospechosos de poder organizar en el futuro otro golpe de Estado como el de 1934. Eso es ser patriotas de pro.

viernes, febrero 15, 2008

Castelao, gallego de la diáspora

Murió en Buenos Aires, hace ahora 58 años. Ciertamente reconocido, agasajado y bien acogido en su patria de adopción, tanto por el paisanaje de procedencia gallega como por el resto de la población cosmopolita de la ciudad porteña. Antes había tenido que sufrir el exilio interior (fue deportado a Badajoz en 1934) y vivir fuera de su Galicia natal, hasta su recalado definitivo en la capital bonaerense, en 1940, con una estancia en París (1946-7) como representante del gobierno republicano en el exilio.

Sus restos reposan actualmente en Santiago de Compostela, en el panteón de gallegos ilustres. La foto de su sepultura podemos verla en el blog de José María Lama, “Las piedras del río”, correspondiente a la fecha


http://josemarialama.blogspot.com/2007/12/castelao.html
Castelao es una de las figuras más representativas de la cultura gallega. Dotado del fino humor característico de las gentes de su tierra, destacó especialmente en el terreno del dibujo y la caricatura.

Cultivó el género narrativo y el ensayístico, en lo literario, pero, sin duda, es en el terreno de las artes plásticas (la pintura y el dibujo) donde su genio brilla a mayor altura.

Sus colecciones de estampas tituladas Galicia mártir y Atila en Galicia constituyen un formidable documento gráfico de la represión que la sublevación franquista llevó a cabo en su propia tierra. Se comprende que durante toda la larga etapa de la dictadura el nombre de Castelao estuviese especialmente proscrito en Galicia: sus libros y sus dibujos constituían la más eficaz denuncia de la barbarie con que esa dictadura aplicó la represión en todas las tierras de España.

Esas estampas de la persecución política en Galicia son impactantes, sobrecogedoras. No sólo es el dramatismo de las escenas que pinta, sino que los títulos elegidos para cada una de esas escenas añaden una carga afectiva a cada estampa: así la que representa unos niños ante el cadáver de su maestro asesinado, lleva por leyenda “a derradeira lección do mestre” (la última lección del maestro); otra que nos muestra a una mujer arrodillada ante un ‘cruceiro’ lleva el siguiente pie: “queiman, rouban, asesinan no teu nome!” (¡queman, roban y asesinan en tu nombre!); el tema de la mujer violada junto al cadáver del marido se repite al menos en dos ocasiones. En una, se ve a una mujer en el suelo, con signos de haber sido violentada, y el cadáver del esposo atado al tronco de un árbol. El pie del dibujo dice: “Todo pol-a Patria, a relixión e a familia”.El fondo del dibujo lo constituye el pelotón de fusilamiento, alejándose entre el boscaje, una vez realizada su tarea. En otra estampa con el mismo motivo, la mujer violada está en pie, con desgarraduras en el vestido; en el suelo yace el cadáver del marido, del que sólo se le ven los pies. El texto que acompaña al dibujo es el del grito desesperado de la mujer: “¡Cobardes, asesinos!”. En la pared de la habitación los facinerosos han dejado una pintada: “¡Arriba España!”.
Castelao ha descrito vigorosamente las páginas más negras del franquismo en Galicia.



martes, febrero 05, 2008

La derecha como opción democrática






De cara a las próximas elecciones la derecha, como opción democrática, tendría más oportunidades (‘chances’, se diría también, con palabra extranjera de significado bien conocido) si de una vez por todas entendiera que debería enterrar su pasado franquista y se atreviera resueltamente a condenar la dictadura. Aquello que una fecha memorable, por capicúa, pero también por estar pregnante (es decir, preñada) de un trascendente simbolismo histórico, como fue la fecha del 20-N-02, ocurrió en el Parlamento español, cuando se condenó por unanimidad la Dictadura (toda dictadura y, por ende, la de Franco, la más ominosa, la más negra, la más nefasta de las dictaduras del siglo XX en España) Aquel día el PP ganó credibilidad democrática, aunque fuese un poco por carambola. Porque condenó con la boca chica y a regañadientes. La condena de la Dictadura y, consecuentemente, del franquismo, la forzó el PSOE, en la oposición por aquel entonces. El PSOE puso aquel día a parir al PP, entre la espada y la pared del sinsentido democrático, ante la incompatibilidad dialéctica “dictadura/democracia”. Aquel día la democracia, como las parturientas, salía de cuentas. La condena de la Dictadura (que debió ser gemela con el nacimiento de la Democracia) fue extraída con forceps, como en los partos difíciles. Pero hubo condena y, con ella, el PP adquirió en esa fecha su cuota de credibilidad democrática.
Lástima que años después (5 de julio de 2006) el Sr. Mayor Oreja lo echara todo a perder en el Parlamento europeo, negándose a refrendar la condena del franquismo. En esa tesitura continúa el PP y esa tesitura le resta credibilidad democrática.
Por esta vez, rectificar no fue de sabios, sino de zotes empedernidos. Lo sentimos, Sr. Mayor Oreja, pero hizo usted ese día un flaco favor a su partido en el terreno de la credibilidad democrática.
Fíjese que no se les pide que pongan al Caudillo de vuelta y media. O que le dediquen insultos tan viscerales y carpetovetónicos como el que le dedica cierto personaje de la novela autobiográfica La costumbre de vivir, de José Manuel Caballero Bonald. No hace falta llegar tan lejos. Con admitir que se cometió delito de lesa patria en el llamado Alzamiento Nacional, que se reprimió a mansalva a seres inocentes, que se secuestró la libertad y los derechos cívicos durante casi 40 años, que se manejó una propaganda descarada que monopolizó el patriotismo…etc. ya sería suficiente.
No, señores. Por ese camino se cierra el paso a la democracia. Es de lamentar, créanme, que ustedes parezcan no entenderlo.
Les va a costar unas cuantas legislaturas más, a ese paso, ganar las elecciones.
Sean sensatos y háganme caso. Posiblemente, por esa vía que me atrevo a sugerirles, incluso yo sería capaz de cambiar mi intención de voto.

viernes, febrero 01, 2008

ACEUCHAL NO FUE UNA EXCEPCIÓN

Desde luego, Aceuchal no constituye una excepción en el método represivo que la reacción fascista generalizó en todas aquellas zonas de la península sobre las que impuso su dominio con relativa facilidad y donde apenas halló resistencia. Situado en las cercanías de la ruta seguida por los Yagüe, los Castejón y demás golpistas, los destacamentos militares de los sublevados no tuvieron necesidad de personarse en estas zonas aledañas a su recorrido que, por lo demás, sabían suficientemente controladas por los paramilitares armados de la derecha, con los que mantendrían comunicación en todo momento.
Lo que allí ocurrió hace ahora 71 años fue, más o menos, lo que ocurrió en tantos y tantos pueblos de España por aquellos días. Se tergiversaron las verdaderas intenciones de la República, que aspiraba a implantar un sistema de gobierno más justo y solidario en lo social, y se hizo fracasar el proyecto, presentándolo como un plan para la desintegración de España, fomentado por un presunto enemigo exterior: el Comunismo de procedencia soviética.
Una parte del Ejército (institución pública a la que se suele confiar la misión de defender a la patria contra agresiones exteriores) se solidarizó con esta visión deforme de la realidad y decidió alzarse en armas contra la parte más débil, aunque más numerosa, que había expresado inequívocamente su voluntad a través de las urnas. Se demonizaron las reivindicaciones proletarias, identificándolas con el desorden, el ateísmo y la venta de la patria a potencias extranjeras. La Iglesia y el estamento religioso se consideraron las víctimas principales de ese presunto caos social que supuso la República, por lo que su causa se sumó a la causa que defendían los ricos, los otros perjudicados en sus intereses económicos. Dios y la Patria forman, a partir de ahí, una dualidad oportunista y artificiosa, en la que Dios representa los intereses de la Iglesia y, la Patria, los intereses de los ricos. Los jerarcas eclesiásticos bendicen el llamado Alzamiento Nacional como una Cruzada y exaltan la figura del Caudillo como hombre providencial y salvador de la Patria... Todo lo demás, ya se sabe.
El exterminio del elemento popular de la República (el Frente Popular) se justifica por la amenaza que supone para la conservación de esos pilares básicos que son la religión (Católica, por supuesto) y la Patria (patrimonio) En Extremadura, las izquierdas resignaron de inmediato el poder local (¿con qué medios lo iban a defender?) y las derechas asumieron ese mando. A medida que avanzaban las tropas rebeldes por la Vía de la Plata, esta presencia militar, o su mera proximidad, justificaba las actuaciones ilegales de la derecha, en el sentido de prender, encarcelar y asesinar a quienes se hubieran señalado como afectos a la República. La estrategia militar, en coordinación con las organizaciones paramilitares de “los suyos”, confió la retaguardia a esos paramilitares, quienes procuraron deshacerse cómodamente del enemigo; aunque, eso sí, cuidando muy mucho de contabilizar esas ejecuciones en el capítulo de los “hechos de guerra”.Este esquema es repetitivo y, desde luego, no es privativo de Aceuchal. Era lo que ocurría en la mayor parte de las poblaciones rurales de España.
De modo que, hasta ahí, todo normal. La culpa fue de la guerra. Ya se sabe, la guerra es una situación excepcional, anómala, mala, en la que ocurren cosas horribles, muertes de seres inocentes, sobre todo. A veces, un mal necesario para que se restablezca el bien. Por más que, ya nos enseñaban los curas en el Seminario que non sunt facienda mala ut eveniant bona (no hay que hacer el mal para obtener como resultado el bien) Pero esto es una regla y, como se sabe, todas las reglas tienen su excepción. Hay guerras “santas” y una de ellas, por lo visto, fue la guerra civil española. El estamento eclesiástico la santificó llamándola “Cruzada”. Había dos cosas que eran sagradas y que había que defender a toda costa: la religión (católica, por supuesto) y la propiedad privada. Ambas estaban en peligro. Razones más que suficientes para justificar una guerra.
Las poblaciones extremeñas quedaron a merced de los elementos de la derecha, autorizada por el mando rebelde, del que recibían licencia para matar. Licencia que, en ocasiones, podría venir investida de mandato, de orden inapelable, según los informes que del presunto culpable diesen los enlaces locales.
Lo de las cruces de los caídos (“por Dios y por España”) fue el Leitmotiv de la propaganda del régimen, empeñado, desde luego, en cohonestar el delito de rebeldía y de alta traición, que fue el Alzamiento, justificándolo como una acción protectora de la Iglesia y conservadora de los valores patrios. El sofisma era que todos los caídos del franquismo habían caído “por Dios y por España”, tanto los religiosos como los civiles. Y esos caídos se habían dado en todas las poblaciones españolas y, por tanto, en todas había que levantar un monumento, la Cruz de los Caídos, y relacionar nominalmente los nombres de esas presuntas víctimas en los muros de las iglesias.
El aparato de la propaganda franquista pretendía demostrar que ellos, los afectos a la causa noble, habían recibido un daño proporcional al que habían causado con sus represiones, con el mérito añadido de que sus muertos lo habían sido por patriotismo y religiosidad y, los del bando contrario, por traición. Eran los muertos “sin honor y sin recuerdo”, de los que hablaba Foxá, refiriéndose a los paseados que cayeron en Madrid a manos de los facinerosos de las Brigadas del Amanecer. Pero muertos “sin honor y sin recuerdo” hubo desproporcionadamente muchos más del lado contrario. Sin honor y sin recuerdo (al menos, oficial) durante cuarenta años o más.
No, Aceuchal no es una excepción. Fue una víctima más, en el corazón de la Tierra de Barros, entre aquellos que soñaron con unas mejores condiciones de vida para ellos y sus conciudadanos.

miércoles, enero 23, 2008

Aceuchal revisitado

Esas palmeras altísimas que se alzan como guardianes erguidos junto a la Cruz de los Caídos, en Aceuchal, son (si no me equivoco) del género llamado Washington. Son palmeras septuagenarias, casi tan viejas como yo. ¡Cuánto han crecido, desde que yo pasaba junto a ellas, enfilando la calle del Medio camino de la escuela! En el muro de la parroquia de San Pedro Apóstol que corresponde a la capilla del Sagrario, estuvo durante algunos años la lista que recordaba, con nombres y apellidos, a los caídos de Aceuchal (bien entendido que nos referimos a los “caídos por Dios y por la Patria"). Recuerdo que el entonces alcalde, Horacio Valcárcel, cuando pasaba por la acera donde estuvo la tienda de Manganés y, después, la barbería de Domingo Robles, alzaba la mano levemente, en un gesto de patriótico homenaje a los supuestamente caídos por las más nobles de las causas. ¿Hubo caídos en Aceuchal “por Dios y por la Patria”? Yo no recuerdo a ninguno, claro que por entonces era muy pequeño. Y los contemporáneos de aquellos caídos ya se han muerto todos… o casi todos. Me gustaría haber podido comprobar la existencia de cada uno de los caídos que figuraban en la pared de la iglesia. Si hubo caídos de Aceuchal, todos debieron caer en el frente, con el fusil en la mano, defendiendo aquellas nobles causas. Los otros caídos de Aceuchal cayeron junto a las tapias del cementerio y sus nombres no figuraron nunca en ningún sitio público. Fueron, sencillamente, asesinados con alevosía, inermes y sin opción a defenderse. Los propietarios pudieron respirar tranquilos de que, en lo sucesivo, nadie les iba a molestar con el reparto de tierras entre los jornaleros. Dios y la Patria fueron las excusas con que se justificó el aborto de la reforma agraria que postulaba la República.



Otros recuerdos me vienen a la memoria.- Fui monaguillo con el cura Trenado y el sacristán, señó Lorenzo Moreno. Este me endosó un quehacer que le correspondía a él: el de darle cuerda al reloj de la torre. Subía con miedo por aquellas empinadas (y oscuras) escaleras, sobre todo, el primer tramo que iba desde el coro a la tabluna. Los escalones, de bordes desgastados, eran propicios a los resbalones. Había serio peligro de descalabrarse, sobre todo bajándolos con la rapidez que yo lo hacía, impulsado por el miedo. Un abuso más, con que un mayor delegaba en un subordinado la obligación que a él le incumbía y por la que cobraba.


El coro.- Desde el coro se podía repicar las campanas: dobles, vísperas, aleluyas… En el coro había un órgano viejo, que no funcionaba. Le faltaban muchas de las trompetas que algún desaprensivo habría robado para venderlas por chatarra. También había dos armonios: uno más grande, que no funcionaba, y otro más pequeño. Este era el que tocaba Fernando Muñoz. El señó Lorenzo canturreaba un latín macarrónico en los entierros. Y, en el mismo idioma, a ritmo de pasodoble, cantaba el credo de la misa: Patrem omnipotentem factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium…Luego, en las misas de réquiem, el “Dies irae” tenía ritmo de vals una especie de vals de la muerte: Dies irae, dies illa / solvet saeclum in favilla/ teste David cum sybilla…
Después del señó Lorenzo, estuvo de sacristán Domingo Flores. Y cuando éste murió le sucedió en el cargo mi compañero de monaguillo, Antonio el de señá Antoñita. Yo había ido ya a estudiar al Seminario.
Cuando venía de vacaciones, naturalmente, seguía prestando servicios gratuitos a los cultos de la Parroquia (cultos no es aquí lo contrario de incultos, claro). En el año 50 supimos en el Seminario que nuestro párroco, D. Antonio Trenado se había tirado a un pozo. Sin duda, debido a un trastorno mental. Mi paisano Rodríguez Flores, también por entonces seminarista, lloriqueó un poco, por compromiso. Yo me mantuve impasible. Contra los designios de Dios no hay nada que hacer.
Luego vendría Don Carmelo, bonachón, tranquilote. Yo abandoné el Seminario en el verano del 52. Pero procuré seguir cumpliendo con los preceptos de la Santa Iglesia Católica y Apostólica. Iba a misa, confesaba, comulgaba y participaba de novenas y demás prácticas religiosas.
Me gustaba oír los cantos de las jóvenes en el coro. Todavía recuerdo muchas de las letras y las canciones que por entonces cantaban las solistas más representativas de aquel conjunto musical. Carmen Blans (casi todo el mundo decía Blas) cantaba un motete impregnado de melancolía cuya letra creo recordar (por lo menos, en parte): Bálsamo suave, si estamos tristes, / si a ti clamamos, gracia y perdón,/ vital aliento, si moribundos ... Y resumía, tras enumerar ese cúmulo de perfecciones: Todo lo tiene, Madre querida, / todo lo tiene tu corazón...
Flora González cantaba aquello de Tiene el corazón sagrado/ de mi divino Jesús/…
¿Y Juani Muñoz? La letra de uno de los solos que cantaba Juani comenzaba así: Con la fe del alma mía, / con todo mi corazón, / te ofrezco, Virgen María, mi fervorosa oración./ Virgen de mi amor y guía / de mi alma que espera en ti./ Y guía de mi alma que espera en ti./ Madre mía, madre mía, / vuelve tus ojos a mí. Tú que sabes la amargura / del que implora sin consuelo, / tú que alumbras, Virgen pura, / la senda que lleva al cielo: / vuelve hacia mí tu mirada / y alégrese mi alma en ti. / Y terminaba con el recordatorio: Madre mía, madre mía, / vuelve tus ojos a mí.
En la novena del Carmen, Juani cantaba un motete en latín que decía: Flos Carmeli, vitis florifera, splendor caeli, virgo puerpera singularis. Mater mitis et viri nescia, Carmelitis da privilegia. Stella maris, Stella maris! Traduzco: Flor del Carmelo, vid floreciente, esplendor del cielo, virgen singular, habiendo parido. Madre apacible, sin haber conocido varón. Otorga a los carmelitas tus favores. Estrella del mar. Estrella del mar.
A Juani también correspondía entonar otra canción a la Virgen del Carmen: Rosa entre las rosas, flor entre las flores del monte Carmelo, iris de los iris de paz y de amores... Sin duda, Aceuchal era en aquellos tiempos un pueblo devoto...y sentimental. Y la parroquia, refugium peccatorum y consolatrix aflictorum, paño de lágrimas de tantas frustraciones, soledades y desamores...




¡Cuántos recuerdos, Santo Dios! Habría para seguir así un buen rato.
Pero tengo que cortar aquí.