lunes, agosto 13, 2012

SIEMPRE HABRÁ POESÍA (Bécquer en latín)

(“No digáis que, agotado su tesoro...”



Ne dixeritis citharam silere /neu rerum vacuam tacuisse lyram, / quod, exhausto thesauro, / nihil haberet quod caneret poeta./ Ut poetae defuerint , / at poesis semper erit!.



Dum lucis osculantis undae fulgidae / magnifice splendebunt, / dum sol disseminatas nubes / et igne et auro induet, / dum sinu suo feret aura gratos / odores et harmonias, / dum ver erit in mundo.../ et poesis erit! .

Dum hominis scientia non reperiet / quales sint fontes vitae, / et caelo aut mari abyssus invenietur / quae perquiri recuset, / dum nesciet homo, vel progrediens semper, quonam gressus suos dirigat, / dum aliquid arcanum erit homini,/ et poesis erit! .

Dum quidam sentiet animum laetari / quin risus ad labra subeat, / dum quidam lugeat neque planctu tamen /eius madeant pupillae, / dum cor et caput continenter certent, / dumque spes et memoria permanebunt /...et poesis erit!.

Dum lumina quae aspiciunt quaeque aspecta / identidem consentiant, / velut imago geminata speculo,/ dum labro suspiranti respondebit / labrum aliud suspirans, / dum osculo experientur duo amantes / animas confundi suas, / dum pulchra mulier erit... / erit et poesis.

viernes, agosto 10, 2012

ANTONIO MACHADO EN LATÍN (II)

("Soñé que tú me llevabas...")

Somniavi de te ducente / me semita quadam alba, / medio in campo viridanti / versus montana caerulea, / versus montes caerulantes/ in mane quodam sereno. /

Manu mea sensi tuam, / manum tuam amicalem, / vocem tuam in aure mea,/ velut puellae virginalis / vox, ut novum tintinnabulum / aurorae vernantis die.

Et erant vox tua manusque / in somniis tam veri similes! /
Vive, mea spes, nam quis scit /quod terra sinu suo condit?

TEXTO EN EL ORIGINAL ESPAÑOL:

Soñé que tú me llevabas / por una blanca vereda, / en medio de un campo verde,/hacia el azul de las sierras,/ hacia los montes azules, / una mañana serena./ Sentí tu mano en la mía, / tu mano de compañera, / tu voz de niña en mi oído, / como una campana nueva, / como una campana virgen / de un alba de primavera. / ¡Eran tu voz y tu mano, / en sueños, tan verdaderas!... / Vive, esperanza, ¿quién sabe / lo que se traga la tierra?

(Campos de Castilla, CXXII)

jueves, agosto 09, 2012

¿SE PUEDE CORREGIR A ARIAS MONTANO?

*Arias Montano vistiendo el hábito de Santiago
Por supuesto que si 'equivocarse es propio de cualquier ser humano' (cuiusvis hominis est errare) este principio es válido para cualquier persona, incluido el sabio latinista de Fregenal. Hasta de Homero, el aedo que cantó la cólera de Aquiles y la astucia de Ulises, se dijo lo de ... "quandoque bonus dormitat Homerus". Lo dijo Horacio en su Arte poética (v. 359) La frase completa de Horacio es "indignor quandoque bonus dormitat Homerus" ('me irrito cuando Homero dormita alguna que otra vez') ¿Por qué no podría tener algún que otro descuido nuestro ilustre Montano, sin que ello obste para que lo consideremos, con razón, un verdadero sabio?
Seguro que tuvo algún que otro descuido, aunque, probablemente, sin demasiada importancia. Si se tratase de algún descuido 'importante', probablemente habría que achacarlo a que no prestase atención a lo que hacía, o decía, en ese momento... Ya he referido, en una ocasión anterior, que mi paisana de Aceuchal, la recordada propietaria y fundadora del Museo Taurino de mi pueblo natal, guardaba entre sus curiosidades una dedicatoria de puño y letra de Ortega y Gasset con el siguiente gazapo: José Ortega y Gasset brinda a esos hojos. Escribir 'hojos', con hache, se puede considerar un descuido gordo. ¿En qué estaría pensando Don José para sufrir ese despiste?

El descuido del que hoy me propongo tratar aquí no tiene mayor importancia. A lo mejor incluso podría resultar que ni siquiera fuese un descuido, sino que el autor lo hizo a sabiendas de que se trataba de algo correcto... En todo caso, para aquilatar ese presunto descuido hace falta saber algo de Latín, 'saber algo de la asignatura', como reza cierta zumbona conseja que circulaba antaño entre los opositores a cátedras de Universidad:
Lo primero y principal es tener al tribunal. Lo segundo e importante es no tener contrincante. Lo tercero, por añadidura, saber algo de la asignatura.

Si se tratase de un descuido, en este caso, (a mí me lo parece) tampoco revestiría demasiada importancia. Consiste en el empleo de 'quem' en vez de 'cui' (que es lo que yo creo más correcto)

Se trata del poema latino que el sabio de Fregenal compuso en honor de nuestro paisano y discípulo suyo, Pedro de Valencia. Cito textualmente las dos primeras estrofas de ese poema, acompañándolas de su traducción al castellano:

Pura mente viam quamlibet arduam / quam monstrat pietas ire Valentiam / certum carmine quali / dilectum stimulem mihi , // vati, Christe, tuo praecipe quem bonus / cunctis esse Pater terrigenis dedit / lumen quos bene caecae / noctis paeniteat modo.

(Con qué versos animaré a mi querido Valencia, resuelto a marchar, con limpia intención, por la senda que nos señala la virtud, por ardua que ella sea, // inspira a tu poeta, Cristo, a quien el buen Padre celestial concedió ser luz para todos los nacidos de la tierra, con tal que sientan el arrepentimiento de la ciega noche del pecado) *

Me pregunto si el poeta quiso escribir cui en lugar de quem, que fue lo que en realidad escribió. Creo que mejor hubiera quedado utilizar el dativo cui, en lugar del acusativo quem, por más que, métricamente, cualquiera de las dos palabras es válida. Ahora bien, sintácticamente, 'cui' desempeñaría la función de objeto indirecto del verbo 'dedit' . Pues, ¿a quién concedió Dios el ser 'luz para todos los nacidos de la tierra' ? Ciertamente, al poeta (vati) que está en el uso de la palabra en este momento, a Montano.

La corrección métrica estaría asegurada en cualquiera de los casos ('quem' o 'cui'), pero la corrección sintáctica demandaría mejor el uso de 'cui'.

Esto es lo que yo pienso, salvo que algún latinista que lea este blog me convenza de lo contrario.


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* Ver el comentario adjunto. Efectivamente, debo modificar la traducción dejando bien claro que la palabra 'quem' está correctamente empleada por Montano, ya que el antecedente de este pronombre relativo es la palabra 'Christe'. Cristo, a quien nos dio el buen Padre celestial a todos los nacidos de la tierra, para que fuese luz que nos guiara si queríamos salir de la ciega noche del pecado.

sábado, julio 28, 2012

CERNUDA EN LATÍN

Un breve poema de Cernuda, prendido en mi memoria desde hace tiempo, me sirve hoy de pretexto para ensayar una versión de esta composición al latín. Se trata del poema titulado "Epitafio". Consta de dos estrofas compuestas, cada una de ellas, por cuatro versos: endecasílabos los tres primeros y heptasílabo el 4º. Dice:

La delicia, el poder, el pensamiento,
aquí reposan. Ya la fiebre es ida.
Buscaron la verdad, pero, al hallarla,
no creyeron en ella.
Ahora la tierra acuna sus deseos
saciándolos, al fin. No compadezcas
su sino, más feliz que el de los dioses
sempiternos arriba

Propongo la versión siguiente:

Voluptas, dominatio, cogitatio,
hic quiescunt. Febris penitus abivit.
Veritatem quaesierunt sed, inventae,
non crediderunt ei.

Nunc terra mulcet desideria eorum
et denique satiantur: misereri
eorum fata noli, feliciora
dis sempiternis sursum.

jueves, julio 26, 2012

REFERENCIAS FOLKLÓRICAS

*Valderrama con su típico sombrero cordobés

El folklore, particularmente el que corresponde a la canción popular, constituye uno de los referentes más adecuados para caracterizar la época de la posguerra y la de los primeros años de la Transición. Los principales protagonistas de esa etapa de nuestra historia fueron, desde luego, las tonadilleras y las grandes figuras del cante, tanto masculinas como, especialmente, las femeninas. Entre éstas nos vienen a la memoria los nombres de nuestras inolvidables tonadilleras, Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores, Antoñita Moreno, Marifé de Triana...Las voces masculinas más representativas de esta época fueron, sobre todo, la de Juanito Valderrama, Rafael Farina, Antonio Molina... A unos y a otras los vemos como hitos representativos de una época a la que se pudo muy bien aplicar, con toda propiedad, el dicho de ‘quien canta sus males espanta’. Los grandes artífices que pusieron letra y música a los principales éxitos de aquellos tiempos fueron, entre otros, el famoso trío formado por Quintero, León y Quiroga, a los que hay que añadir el nombre del maestro Solano y algunos más que ahora no recuerdo. No aspiro, desde luego, a emular al periodista Antonio Burgos, que se ha aplicado con la suficiente competencia en la materia a estudiar este aspecto particular de la música popular.

Únicamente puedo referirme a ciertas vivencias propias sobre el particular, a mis recuerdos personales a propósito de estas figuras que, en su día, hicieron más llevadera y menos áspera la situación del país, tras la guerra que lo había dejado hundido en la miseria.

Si he de fijar mi atención en alguna de esas figuras del cante, en particular, dejando de lado a las demás, me fijaré especialmente en Juanito Valderrama. Una de sus más populares canciones (sonaba mucho en las emisiones radiofónicas hacia finales de los años 40) era la titulada “El emigrante”. El comienzo de esta copla revelaba (ahora me doy cuenta, tras tantos años) cierta intención ‘fetichista’. Recuerdo que nuestra parienta Santa (Libertad Pavón) se guaseaba de lo absurdo de la letra: '¡Mira que quererle quitar los dientes a la novia para hacerse con ellos un rosario!' La letra decía, en efecto: “Tengo que hacerme un rosario / con tus dientes de marfil, / para que pueda besarlo / cuando esté lejos de ti”. Recuerdo que una de mis primas tenía algo viciada la dicha letra y en vez de decir “yo soy un pobre emigrante”, decía “yo soy un pobre muy grande”. Lo de ‘emigrante’ parece que no se entendía tan bien.

Valderrama sonaba a todas horas en la radio y, particularmente, en las sesiones de ‘discos dedicados’ (a las madres, a los niños que hacían la primera comunión, etc.) se podía escuchar aquello de “¡Ay, mi mare! Como un rayito de luna / regüerto con asahares ...” . O bien aquello otro de: “Mi niña ya está en su casa, / llena de grasia de Dios, / como la mira su madre / y como la miro yo”...

Sí, debemos mucho a los folklóricos y a las folklóricas, porque nos hicieron la vida más llevadera. Porque con sus melodías supieron colorear una existencia que, sin ellos y ellas, hubiera sido invariablemente gris, monótona y aburrida.

Voy a poner aquí punto final a esta evocación con una de las canciones que popularizó el famoso artista del sombrero cordobés. Esta canción (lo recuerdo bien) sonaba hacia mediados de los años 60, al anochecer, en los altavoces de alguno de los bares de la plaza de Aceuchal. La he localizado por You-tube y la he grabado.Tómese como un pequeño homenaje a aquel gran artista que se llamó Juanito Valderrama.

sábado, julio 21, 2012

EVOCACIÓN DE LUIS ÁLVAREZ LENCERO

Entre los poemas que integran el libro Juan Pueblo, del poeta Luis Álvarez Lencero, me fue dedicado, a petición mía, el poema que a continuación transcribo:

JUAN NADIE
A Juan García Gutiérrez


Yo apenas me llamo Juan
ni sé quién soy todavía,
pero aquí en la patria mía
nací como los demás.

Tengo claro que cantar
para que me entiendan bien
y no pregunten después
qué es lo que quise decir,
con que ya podéis abrir
los oídos de una vez.

Al que dice la verdad
lo apuntan con frío dedo,
y tentaciones de miedo
su corazón sentirá.
Y tal vez lo matarán
a la vuelta de una esquina
o una corona asesina
le pondrán sobre la frente,
y sólo por ser valiente,
colgado, al fin, de una encina.

El hombre que tiene "eso"
y se viste por los pies
no tiene por qué temer
que Judas le escupa un beso;
y si se lo llevan preso
no sienta el más leve espanto,
que le haga un nudo a su llanto
y muera como aquel Juan
que se dejó fusilar
junto al mismo camposanto.

No se mata la simiente,
y aunque se pudra enterrada
nacerá multiplicada
con más vida, nuevamente
Ya temblarán diente a diente
estos amos de la tierra
que tantos muertos de guerra
como hienas se han comido,
y aunque aparentan olvido
sólo el pensar les aterra.

Tener tranquila la hora
y esperar de tal manera
que ninguno se nos muera
de impaciencia redentora.
Bendito el ojo que llora.
La mano que no da pan
no la tenéis que cortar
pues, como le falta vida,
como una rama partida,
solita se ha de secar.


Dibujo de Alfonso Castelao

No entierran cadáveres, entierran simiente

viernes, julio 20, 2012

CUANDO NADIE ES NOMBRE PROPIO

La literatura nos ofrece, desde antiguo, casos en los que, por conveniencia o estrategia, se ha adoptado el nombre de Nadie como una forma de anonimato, a fin de preservar la propia identi-ficación, o de ponerse a cubierto, adoptando el pro-nombre indefinido, como si del nombre propio se tratase. El ejemplo más conocido de esta especie de camuflaje se encuentra en Homero (Od. 9.364-367) en el episodio de Polifemo y Ulises. Éste se caracteriza por su astucia y es el gran estratega de la guerra de Troya. El engaño del caballo de madera lo planeó él, aunque el que fabricó el artefacto (el doli fabricator) se llamaba Epeo (Od. 11. 523) Entre las peripecias del accidentado viaje de regreso de Troya (aquella odisea tipifica todas las posteriores experiencias azarosas), se encuentra la de la llegada a la isla de los Cíclopes. En el encuentro con Polifemo Ulises pierde a varios de sus compañeros, que son devorados por el gigante. Pero, aplicando la astucia como su arma favorita, el de Ítaca consigue doblegar al cíclope. Primero lo embriaga con el vino de reserva que lleva en la bodega del barco. Y cuando el gigante duerme la borrachera, le perfora su único ojo, lo deja literalmente en la ‘inopia’, de manera que éste no pueda localizarle. Antes, cuando el cíclope le pregunta cuál es su nombre, Ulises le responde que se llama Nadie: Οὖτις ἐμοί γ' ὄνομά (Od.9.366). De modo que cuando los compañeros del gigante le preguntan quién ha sido el que lo ha dejado ciego, Polifemo contesta que “Nadie es el culpable”. Sólo cuando ya está a buen recaudo, Ulises le declara al cíclope su verdadera identidad: "¡Cíclope!: Si alguno de los mortales te pregunta quién te privó de la vista, dile que fue Ulises, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca (Odis. 9.502-5)

Otro de los personajes de novela que adoptó el nombre de Nadie (Nemo) es el protagonista de aquella otra odisea titulada 20.000 leguas de viaje submarino, de la que es autor el visionario Julio Verne, que anticipadamente intuyó muchos de los logros posteriores de la técnica, imaginándolos en sus relatos de ciencia ficción. Nemo es un personaje un tanto arisco y misántropo, que rehúye el trato con la sociedad y consigue evadirse de ella a través de una larga singladura submarina. Nemo busca la autosuficiencia en el mar. Oculta su identidad mediante el seudónimo, lo mismo que otro conocido personaje de aventuras la oculta detrás de un antifaz. Nemo es, con relación a las personas, lo que sería la utopía con relación al lugar: lo inencontrable. Así, cuando al loco que es el personaje cervantino conocido como El licenciado Vidriera le preguntan quién es, en su opinión, el hombre más feliz del mundo, contesta: Nemo (Nadie) Porque Nemo sua sorte contentus, Nemo novit patrem y Nemo sine crimine vivit (‘Nadie está contento con su suerte, Nadie conoció a su padre y Nadie vive sin pecado’) Por último recordaré aquí el libro poético del extremeño Luis Álvarez Lencero. Me estoy refiriendo a Juan Pueblo, un libro en el que el poeta de Badajoz puso su más ambicioso empeño y que, en su día, estuvo amordazado por la censura. Lo que ahora me interesa señalar aquí es el hecho de que el poeta esboza en este libro una serie de arquetipos que, a su modo de ver, son representativos de esa entidad que solemos llamar pueblo. Entre esos arquetipos está Juan Nadie. Antes de publicarlo, el poeta me expresó su deseo de dedicarme el poema que yo eligiera. Creo ahora recordar que todavía no tenía comprometida ninguna dedicatoria y que yo estaba en la situación privilegiada de escoger el que quisiera. Entre los varios arquetipos (Juan Tonto, Juan Risa, Juan Odio, Juan Hambre...incluso hay una Juana Libertad) le dije que me quedaba con Juan Nadie. ¿El motivo? Ese personaje me recordaba a cierto pariente mío, de nombre Juan, primo hermano de mi abuela materna. Había sido alcalde durante la República. Fue víctima de la represión franquista (noviembre de 1936) Era como un pequeño homenaje a un hombre honesto, cuyo nombre oí mencionar muchas veces en labios de mi madre. Los apellidos de este hombre eran Pavón Rosario; los de mi abuela materna, Rodríguez Rosario. Sus respectivas madres eran hermanas.

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* Un artículo reciente de Amador Savater (hijo del filósofo Fernando Savater) se ha adelantado a proponer, ante la grave crisis que nos amenaza, un gobierno de Nadie. Se puede consultar aquí.

miércoles, julio 18, 2012

LAS TRES ANTINOMIAS DE J. R. J. Y SU RESOLUCIÓN FINAL

En mi estudio sobre Juan Ramón Jiménez, incluido en mi libro de ensayos titulado De la Vida a la Teoría (2001), dedico al poeta de Moguer dos ensayos que abordan el aspecto metafísico, en mi opinión el más importante de cuantos pueden considerarse en la poesía del “andaluz universal”. El breve ensayo donde se abordan esas antinomias aludidas en el epígrafe lleva por título “El principio de inmanencia en la poesía de J. R. J” y fue publicado en la revista NUEVO ÍNDICE, (nº 4, pp. 28-30, Madrid, 1982)

Una antinomia consiste en un conflicto lógico entre dos conceptos opuestos. En el caso de la poética juanramoniana, las instancias en conflicto son tres: la antinomia dentro-fuera, la antinomia yo-lo otro y, por último, la antinomia todo-nada.

Todas esas antinomias estaban ya planteadas previamente por la filosofía del idealismo alemán. Notemos, por ejemplo, que la antinomia yo - lo otro había sido ya tratada por Fichte, bajo un enunciado ligeramente diferente: el yo y el no-yo. La vía de acceso del moguereño al idealismo alemán se realiza a través del krausismo*.

Se trata de determinar lo que Ortega denominaba la “realidad radical”. Juan Ramón cree, con Ortega, que esta ‘realidad primaria’ hay que situarla en la conciencia. He aquí el testimonio del pensador de El Escorial: “Lo primario que hay en el Universo es mi vivir, y todo lo demás lo hay, o no lo hay, en mi vida, dentro de ella”. El mismo Ortega identifica esta realidad radical con la ‘conciencia’: “la conciencia no es reclusión, sino al contrario, es esa extrañísima realidad primaria, supuesto de toda otra, que consiste en que alguien, yo, soy yo precisamente cuando me doy cuenta de cosas, de mundo” * *

Para J. R. J. la vida y la propia conciencia son conceptos equivalentes y de ahí que todo lo que existe, o pueda existir, hay que localizarlo dentro de ese ámbito. ‘Lo otro’ es una especie de inquilino que comparte piso con el ‘yo’. “¿Qué es lo otro?”, llega a plantearse el poeta, como una forma de aporía.

Cuando el poeta alcance la plenitud a la que ha aspirado ardientemente a lo largo de su vida, cuando logre la unión con su “dios deseado y deseante”, desaparecerán, se esfumarán, como por ensalmo, todas esas aporías. Antes de que llegue ese momento mágico, el poeta tiene barruntos del mismo, a través de ciertos anticipos “mensajeros de la estación total”: “A veces siento / como la rosa / que seré un día, como el ala/ que seré un día; / y un perfume me envuelve, ajeno y mío; mío y de rosa; / y una errancia me coje, ajena y mía, / mía y de pájaro” (Poesía, 10)

La antinomia dentro / fuera se esfuma igualmente cuando llega el momento del éxtasis, de la fusión entre lo de dentro y lo de fuera. Cuando llega ese momento supremo, inefable, quedarán rotas las cercas / del paraíso completo: / lo de dentro y lo de fuera. Como escribió la filósofa portuguesa Dalila Pereira da Costa, mi buena amiga, fallecida el 2 del pasado marzo:
Esse mundo, estava fora ou dentro de mim? Estas distinções não tinham nenhum sentido; não existia nem dentro nem fora; como se os límites habituais do meu ser tivessem caido ou rebentado: nesse momento senti uma realidade trancendente, o Outro, mas ao mesmo tempo impossível de separar do meu ser: eu era essa realidade ela própria. Porque nesse momento, eu era o Outro, e nunca foi eu mesma tão profundamente, tão irredutìvelmente; nunca atingi tão poderosamente o meu ser verdadeiro, a minha identidade. * * *

Por último, la antinomia todo-nada. Esta es, a mi modo de ver, la antinomia que resulta más irreconciliable, ya que parece querer hacer compatibles la plenitud más gratificante con el nihilismo absoluto, especie de nirvana de Buda. Salvo que lo que se pretenda significar es la aniquilación del ‘yo’, al fundirse con lo Otro. El caso es que para el místico de Moguer es proverbial el planteamiento de esta antinomia y su resolución consistirá en la identificación de lo uno y lo otro: ens et nihil convertuntur. Lo mismo que se dice en la filosofía escolástica ens et unum convertuntur, o ens et bonum convertuntur. El ser es intercanjeable con lo uno, lo verdadero y lo bueno. Y, en Juan Ramón, el ser es intercambiable con la nada. El tópico se encuentra reiterado a lo largo de toda la segunda época. Aquí van algunas muestras del mismo:

¡Todo es ya mío –¡todo!– digo , nada
es ya mío, nada!

___

¡Oh, qué entrar tan gustoso
en la miel tuya, todo, o tuya, nada
!

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¿Nada todo? Pues, ¿y este gusto entero
de entrar bajo la tierra, terminado
igual que un libro bello?

___

y IV

...Ahora, ¡qué tranquilo
recomenzar la senda con cimiento
firme, hacia todo,
...o, es lo mismo, hacia nada!

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* El tema de la filiación krausista de la poesía juanramoniana ha sido objeto de estudio por F. Javier Blasco Pascual, en su libro La poética de Juan Ramón Jiménez, desarrollo, contexto y sistema (Univ. de Salamanca, 1981)

** Ver J. Ortega y Gasset, ¿Qué es Filosofía?, col. Austral, pág. 175
*** Ver D. Pereira da Costa, A força do Mundo, (Porto, 1972) pp. 11-12

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ



(Un coleccionista de vivencias)


Quisiera clavarte, hora,
igual que una mariposa
(J. R. J.)

Lo que J.R.J. pretende fijar en sus libros de la llamada “segunda época” es una sucesión de vivencias, a modo de instantáneas de la realidad por él percibida. Esas vivencias componen una colección al estilo de las que suelen anotarse en los diarios. El título del libro más representativo de esa época es, precisamente, el de Diario de un poeta recién casado y se tomará como punto de arranque para fijar, cronológicamente, la característica que mejor define esa etapa de su poesía: ésta adopta, a partir de ahí, el aspecto de un diario poético. Hay que tener en cuenta, no obstante, que, como han señalado algunos estudiosos del poeta (entre ellos pienso ahora concretamente en Antonio Sánchez Barbudo), la voluntad de hacer permanente la cotidianidad y fijar de alguna manera lo pasajero de aquello que acontece cada día, ya se puede rastrear en algunas otras obras anteriores a este libro. Por citar un ejemplo, me referiré a Estío, cuya publicación data de un año antes a la del Diario. Luego vendrán Eternidades y, continuación, Piedra y cielo, hasta llegar a Poesía y Belleza (1923) que marca una primera pausa en esta serie. Todos estos libros siguen la misma pauta del Diario. La continuación del mismo se retoma en 1948 con la reedición del libro, que elimina parcialmente el título antiguo, para titularse ahora Diario de poeta y mar. Todos estos libros apuntan hacia un mismo objetivo: buscar lo permanente a través de lo mudable. Ya en el pórtico de Estío (1915) se cita íntegramente un poema de Shelley titulado “Mutability”, con el verso final (nought may endure but Mutability) que evoca un conocido verso de Quevedo:
lo fugitivo permanece y dura



Una de esas vivencias que el poeta fija para la eternidad está recogida en uno de los poemas de Piedra y cielo. Se trata del poema XL, dividido en cuatro partes. En la I de ellas, el poeta nos transmite una vivencia singular, de la que él mismo es el primer sorprendido:

Al abrir hoy los ojos
a la luz, he pensado
– por vez primera –
con gusto – ¡corazón mío! – en la muerte.

Ese pensar en la muerte no tendría nada de extraño de no ser porque, por primera vez, el poeta advierte que lo hace con gusto, cosa de la que parece escandalizarse un poco; y por lo que, en cierta manera, llega a amonestar a su propio corazón. Como si le reprendiese: “¿No será que, en el fondo, estás ya deseando morir? Esto nunca antes lo había visto en ti”.

Es el primer guiño que la muerte, seductora, (antes o después consigue ‘camelarnos’ a todos) le hace al poeta. La seducción de la muerte consiste, etimológicamente, en el hecho de apartar el alma del cuerpo, la ‘psyche’ del ‘soma’. Dice Virgilio en uno de sus versos:


Et cum frigida mors anima seduxerit artus (Aen. 4.385) *

Se aplica a la muerte la característica que propiamente conviene al cadáver (‘frígida’ en este caso, ‘pálida’ en otros) Es como el ‘tiempo amarillo’ de Miguel Hernández. La ‘amarillez’ es la de la fotografía, pero se desplaza el adjetivo de la foto al tiempo (‘hipálage’)

Juan Ramón es el coleccionista de esas vivencias que son como mariposas que el poeta quiere dejar ‘clavadas’ en las páginas de sus libros: sus ‘diarios’. Esos álbumes donde el poeta va dejando constancia de los instantes volanderos conscientemente vividos.

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* 'Cuando la muerte fría separe al cuerpo'de la vida .

lunes, julio 16, 2012

EL FLIRT DEL FILÓSOFO

Los escarceos del filósofo con la Sabiduría se asemejaron, ya desde la antigüedad, a lo que hoy llamaríamos un flirt. También frívolamente lo podríamos llamar un ligue. En este sentido – sospecho – tal vez se manifestaba, un tanto jocosamente, Pitágoras cuando se consideraba “amante de la sabiduría” (φίλος τῆς σοφίας) La Sabiduría (que tiene nombre de mujer, ΣοΦία) seduce al filósofo con el señuelo de la verdad. Por eso, un poco humorísticamente, solía decir cierto filósofo:

La verdad no sólo se me insinúa; es que también, a menudo, se me declara.

Este flirt del filósofo con la sabiduría (la Sofía), que le propone como señuelo la verdad, hace que, en ocasiones, éste desatienda sus obligaciones para con los suyos: la familia, los hijos, los amigos...

Las dedicatorias de muchas obras tratan de paliar estas desatenciones y por ello se hace constar en las mismas que el tiempo que se le ha dedicado a la obra ha sido detraído a los débitos familiares: conyugales, filiales, etc. En la dedicatoria de su conocido y, por tantos conceptos, meritorio Diccionario de uso del español, su autora, María Moliner, nos ofrece un ejemplo de este ‘cargo de conciencia’ que constituye para un autor el tiempo sustraído al trato con la familia. Dice la autora: “A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada, en restitución de la atención que por ella les he robado”. Admirable y sincera María Moliner.

Por motivos mucho menos importantes que los suyos, hay quienes han postergado las atenciones debidas a sus seres queridos, para consumir, egoístamente, en bagatelas sin importancia, el tiempo que a ellos se les debía. Alguna parte de ese remordimiento me toca hoy a mí. Y por ello entono aquí, arrepentido, esta especie de mea culpa.

FRANCO Y BUDA (¿Vidas paralelas?)

Un servidor puede asegurarles a ustedes que jamás se me habría pasado por la imaginación establecer un paralelismo entre Buda y Franco. Pero hubo quien lo hizo antaño, en los primeros tiempos del franquismo y el testimonio se conserva en uno de los números de la Revista de la Feria de Zafra, en su edición correspondiente al año 1939. Era el IV Año Triunfal, contabilizados éstos a partir de julio de 1936. El parte anunciando el fin de la guerra civil se publicó el 1 de abril de dicho año (“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo...”) El comunicado iba firmado por Franco.
El escrito en el que se establecía el inaudito paralelismo entre el líder espiritual y el líder militar estaba firmado por el escritor local Antonio Meca y se publicó unos meses más tarde, seguramente en septiembre de 1939.

Se trata de uno de los numerosos poemas panegíricos que por aquellas fechas se le dedicaron a Franco. Figuras muy relevantes de las letras españolas habían escrito poemas elogiosos al “Caudillo de la nueva reconquista”, verso inicial del conocido soneto que le dedicó Manuel Machado, quizás el primero que puso en circulación el tópico de la “sonrisa de Franco”. No tardarían en referirse al tópico otros escritores del momento, entre ellos Pemán, Marquina, y algunos más. En esa misma línea temática se puede encuadrar el titulado “Romance de la buena sonrisa”, del escritor local Antonio Meca. En este poema se plantea un inaudito parangón entre Buda y Franco, partiendo del Leitmotiv de la sonrisa.

Se inicia el poema con un halago a Buda, puesto en boca de uno de sus discípulos:

Con esa dulce sonrisa
al mundo esclavizarías
.

Sonrisa, por tanto, cautivadora, pero inconveniente, por cuanto genera servidumbre: esclaviza. Resumimos los versos que siguen y que relatan la historia, más o menos mítica, de Buda: un príncipe oriental, disoluto, entregado a los festines y las orgías, dueño de un harén fastuoso de odaliscas, bayaderas y otras furcias de lujo. Entre estas elegantes cortesanas había también algunos animales elegantes, esbeltos y gráciles, como las gacelas, que solían lamer los cuerpos desnudos de las huríes del príncipe, libando el néctar de las copas derramadas sobre ellos durante las orgías. Tomen nota del detalle porque tendrá su contrapunto en el poema alegórico de Meca: España será, en este caso, la cortesana borracha por el comunismo y el animal que la lame es

el oso que allá en la estepa
roba al Mundo su sonrisa
y pretende de la Cruz
arrancar las raíces mismas,
cebado por los estultos
y por las arcas judías.

Que no falte la alusión a los usureros por excelencia, odiados y perseguidos por el régimen del Führer, nuestro amigo y aliado... Ya otros escritores, como el susodicho Pemán, les dedican parecidos anatemas:

Todo el oro judío
no podrá con el brío
y la entereza sana
de esta tierra...

Porque el régimen naciente comparte ideales con Hitler y Mussolini y, por tanto, aborrece a los judíos:

Sobre la piel de toro cien narices ganchudas
como picos de cuervo, y cien barbas de chivo
planean el reparto
de la segunda túnica de Dios.

Pero no perdamos de vista las afinidades entre Buda y Franco. Tenemos ya la de la sonrisa cautivadora (lo de ‘esclavizante’ suena peor). Tanto el uno como el otro son ‘príncipes’. Aunque Franco:

No fue un príncipe de sangre,
mejor título lucía.
Su trono era el corazón;
su diadema, la pericia;
su Corte, el valor sin tacha;
su corona, la Justicia;
su ambición, el sacrificio,
y sus armas... ¡la sonrisa!

Pero el príncipe de nuestro cuento estaba a la sazón en Canarias, a donde lo había destinado el gobierno de la República que le abonaba su sueldo de militar y que lo había relegado allí porque ya atisbaba en él algunos síntomas de que iba a resultar un "príncipe rana":

allí el príncipe doliente
en santa impaciencia ardía
.

¿Por qué? Pues porque veía que su más preciada cortesana, España, era como una bayadera borracha por la República y el comunismo. El animal que en este caso la lame, pero pretendiendo devorarla, es el oso de la estepa rusa, el comunismo:

Gruñe el oso, ronca España,
triunfa el Mal, muerde la Envidia;
y, mientras, allá en Canarias,
Franco, despierto, vigila.

En medio de la orgía de la República, unos desmandados rompen una copa llena “con sangre de Protomártir”. Se conoce con este nombre a Calvo Sotelo, como es bien sabido. Por supuesto, el urdidor de esta alegoría omite decir que si Calvo Sotelo fue el protomártir del bando A, hubo previamente otro “protomártir” del bando C, y que esta muerte fue el desencadenante de la otra. Pero, claro, se pasa por alto este pequeño detalle, pues ya se ha resuelto de antemano quiénes son los buenos y quiénes los malos de esta película. Sabemos que el homicidio de Calvo Sotelo fue la respuesta a otro homicidio anterior, el del teniente Castillo, perpetrado por los pistoleros de la Falange.

El asesinato de Calvo Sotelo fue, tal vez, el detonante que prendió la mecha de la guerra civil; pero la gestación de la misma venía tramándose desde atrás y la decisión de acabar con la República estaba ya tomada, con independencia de aquel episodio sangriento, como otros tantos que precedieron a la intervención militar.

Franco planea la rebelión militar desde Canarias, en connivencia con los restantes mandos insurrectos de la península. Los preparativos del golpe estaban a punto y Franco voló en el Dragón rapide desde Canarias al norte de Africa, para desde allí cruzar el Estrecho con un contingente de tropas.

El Ángel (por contraposición a la Bestia) tiene ahora alas de metal, pero en el poema da la impresión de que es Franco el que vuela con sus propias alas. Y ahora recuerdo que en este mismo blog hay una entrada que se titula “Las alas del franquismo” (31-03-07)

El panegirista llama a Franco “el Enviado de Dios”, identificándose con el periodista Herrera Oria (otro Ángel, que luego llegaría a obispo y a cardenal, y que tuvo la ocurrencia de aplicar a Franco una frase del evangelio de San Juan (sustituyendo el nombre de Juan por el de Franco): Fuit homo missus a Deo cui nomen erat Franciscus (Ioan. 1.6)

Y es que, como escribe J. Rodríguez Puértolas en su artículo aquí aludido, “el fascismo instrumentaliza a Dios y a la religión para justificar sus propósitos y acciones”.

En el romance de Meca se llega a comparar a Franco con el sol:

Franco es el límpido sol
que sus facetas* irisa
.

Termina con el Leitmotiv inicial de la “sonrisa”:

¡Va a dar comienzo el milagro!
Por equipaje traía
cual Buda, su horror al Mal
y su serena sonrisa.

¡¡Y ésta sí que, para el Bien,
al Mundo esclavizaría!!

Y tanto. Que lo digan, si no, los que trabajaron a destajo para levantar el panteón del Régimen, en el Valle de los Caídos. Y en cuanto a lo de que acabara la orgía hay un error de percepción. Pues con el llamado Alzamiento dio comienzo otra orgía mayor y más duradera.

Pero esto ya es historia, no fantasía poética.

____

* Las facetas son las del diamante que es, metafóricamente, el honor.

lunes, julio 09, 2012

A VUELTAS CON LA SONRISA DEL CAUDILLO

Gracias a la curiosidad de mi buen amigo PeSaR (autor del blog titulado "El coro de los grillos", incluido entre los enlaces reseñados en la primera página de nuestro propio blog) he podido localizar un ejemplo del tópico que constituía el tema de la entrada precedente, a saber, el Leitmotiv de "la sonrisa de Franco". El eco del último verso del soneto panegírico al Caudillo, escrito por Manuel Machado, influyó de manera decisiva en el aparato de la propaganda del régimen. No en vano procedía de uno de los más insignes poetas de la primera mitad del siglo XX, que además, era hermano de otro poeta, también extraordinario, pero de ideología diametralmente opuesta a la causa franquista. En este caso, el prestigio del panegirista contribuyó en gran manera a poner en circulación el tópico de "la sonrisa de Franco", secundado por una numerosa legión de imitadores.
En una de las revistas de la famosa Feria de Zafra, concretamente la correspondiente al año 39 (IV Año Triunfal, si contamos desde el 36) acabo de localizar la "joya" en cuestión: el famoso tópico de la encomiada, si no encomiable, sonrisa de Franco.
El autor de esta perla literaria se llamaba Antonio Meca, conocido franquista local, uno de los promotores y propulsores del proyecto de un monumento que, hace sólo unos pocos años, fue desmantelado. Me refiero al famoso "pericuto", el llamado obelisco de Castejón, en la glorieta de su mismo nombre, de cuya demolición dimos cuenta en su día en este mismo
blog .
El eco del conocido verso machadiano prendió en nuestro vate local y el fruto de su ingenio (que lo tenía, a no dudarlo) vio la luz precisamente en la revista de la feria correspondiente a ese año.
Como mi amigo, el citado bloguero, está publicando en la actualidad los contenidos de las diversas ediciones de la revista de la Feria de Zafra, no quiero pisarle el terreno en este sentido. Espero que uno de estos días PeSaR publique el poema íntegro del vate zafrense.
Aquí les adelantamos sólo unos fragmentos, a manera de anticipo:

(...) No era un príncipe de sangre, / mejor título tenía. / Su trono es el corazón, / su cetro, la Voz divina; / sus blasones, la modestia; / su corona, la Justicia; / su ambición, el sacrificio,/ y sus armas... esta risa / que es la luz de la Cruzada, / pues la joya nunca brilla / hasta que un astro, gozoso, / sus entrañas ilumina,/ y si el honor, cual diamante, / lanza hoy mil chispas bellísimas, / ¡Franco es el límpido sol / que sus facetas irisa! / No era un príncipe de sangre, / mejor título tenía. / Y al pisar tierra, ligero, / todos los pechos palpitan. /"¡Las luces del alba llegan, /acabe pronto la orgía!" /¡Va a dar comienzo el milagro!. / Por equipaje traía, / cual Buda, su horror al Mal / y su serena sonrisa. / ¡¡Y ésta sí que, para el Bien, / al Mundo esclavizaría!!.

Fin del panegírico. O el ditirambo. El tópico de "la sonrisa de Franco" se hizo presente en el panorama literario zafrense tan tempranamente como en 1939. Hace ya casi 73 años.

lunes, julio 02, 2012

LA INSCRIPCIÓN DEL TEMPLETE DE ALCÁNTARA

Me he ocupado en varias ocasiones de la inscripción latina que puede leerse sobre el dintel del templete llamado de San Julián, en la cabecera del puente romano de Alcántara. La inscripción, según consta en doble lápida de mármol, se mandó grabar de nuevo tras la reconstrucción de los desperfectos que había sufrido el monumento durante la guerra de la Independencia. El texto completo de la inscripción es como sigue:

IMP· NERVAE· TRAIANO· CAESARI· AVG· GERM· DACICO· SACRVM

TEMPLVM· IN· RVPE· TAGI· SVPERIS· ET· CAESARE· PLENVM
ARS· VBI· MATERIA· VINCITVR· IPSA· SVA
QVIS· QVALI· DEDERIT· VOTO· FORTASSE· REQVIRET
CVRA· VIATORVM· QVOS· NOVA· FAMA· IVVAT
INGENTEM· VASTA· PONTEM· QVI· MOLE· PEREGIT
SACRA· LITATVRO· FECIT· HONORE· LACER
PONTEM· PERPETVI· MANSVRVM· IN· SECVLA· MVNDI
FECIT· DIVINA· NOBILIS· ARTE· LACER
QVI· PONTEM· FECIT· LACER· ET· NOVA· TEMPLA· DICAVIT
ILLIC· SE· SOLVVNT· HIC· SIBI· VOTA· LITANT
IDEM· ROMVLEIS· TEMPLVM· CVM· CAESARE· DIVIS
CONSTITVIT· FELIX· VTRAQVE· CAVSA· SACRI

IVLIVS· LACER· H·S· F· ET· DEDICAVIT· AMICO· CVRIO· LACONE· IGAEDITANO

HVNC· TITVLVM· PROCELLIS· ABRASVM· PILIPPVS· IV· RENOVARI· MARMORE· DENVO· INCIDI· ELISABETH· II· DECREVIT

Antes de comprometernos con cualquier interpretación del texto, tal como aparece en la lápida, tenemos que precisar si estamos o no de acuerdo con la redacción del mismo. Y es el caso, precisamente, que no estamos de acuerdo con el texto adoptado por la comisión de la RAH que se encargó de supervisar la inscripción de la lápida restaurada. Esta comisión se decantó por la lectura que para el verso 10º habían propuesto en el siglo XVI Gabriel de Castro y Juan Fernández Franco. Se trataba de un verso especialmente desgastado por la erosión, ilegible prácticamente. Pedro Apiano, a comienzos del siglo XVI, propuso reconstruir el verso en estos términos:

SCILICET ET SVPERIS MVNERA SOLA LITANT

El verso así reconstruido recibió el beneplácito de Nebrija y fue incluido en la edición póstuma de su Diccionario (1536) Pero el arreglo de Apiano no satisfizo a varios de los estudiosos de la inscripción. Ese verso de trámite es convencional y, además, nada convincente: no es verdad que sólo las ofrendas propician a los dioses. El verbo ‘litar’ (litare) se recoge en el DRAE con el significado preciso de “hacer sacrificios gratos a los dioses”. Pues es el caso de que no todos los sacrificios resultan aceptables a la divinidad. Así en la Biblia (Gen.4.5) se nos informa de que los sacrificios de Caín no eran gratos a Dios. Y sabemos que de nada sirvieron a Dido los sacrificios propiciatorios para que los dioses dieran su aprobación a su matrimonio con Eneas. El verso supletorio de Apiano, además de convencional, era falso. Si para tantear la voluntad de los dioses se hicieron ofrendas por parte de Dido y éstas, según los sondeos, fueron ‘litadas’ (esto es, se realizaron con auspicios favorables), Dido fue engañada por los encargados de interpretar los auspicios.

El verso suplido no valía y se propusieron otras soluciones. Resende, el humanista de Évora, tuvo la idea de llevarse una escalera para leer por el tacto, como los ciegos, el verso desgastado, dejándose guiar por las huellas de las letras borradas. Y así llegó a deducir que el verso semiborrado decía:

ILLIC SE SOLVIT, DIS NISI VOTA LITANT

Su solución fue aceptada por otros estudiosos de la inscripción. Especialmente resultaba coherente con el verso precedente, con el que formaba pareja (dístico) y que contenía el sujeto del verbo principal SOLVIT:

QVI PONTEM FECIT SIMVL ET QVI TEMPLA DICAVIT

La traducción del dístico (que en la ordenación llevada a cabo por Bucheler, con la aquiescencia de Hübner, en el s. XIX, ocupaba el último lugar) se podría presentar así:





El que hizo el puente e, igualmente, dedicó los templos,
allí se libró de su promesa (si los votos no son del agrado de los dioses)


En cambio, en el texto aprobado por la RAH y elogiado por el P. Enrique Flórez en su España Sagrada (t. XIII, pág. 126) se opta por la propuesta que en el siglo XVI hicieron Castro y Fernández Franco.

Esta propuesta tiene de entrada el inconveniente de la falta de ilación sintáctica entre el hexámetro y su pentámetro correspondiente. Según ellos, el verso casi ilegible debía reconstruirse así:

ILLIC SE SOLVVNT, HIC SIBI VOTA LITANT

¿Quién es el sujeto de “solvunt”? Debe ser un hipotético “illi” (ellos) pero ¿quiénes son ellos? ¿Acaso los pueblos que sufragaron la construcción? Y “ellos” serían, igualmente los que en el templete (HIC= aquí) hacen su ofrenda a los dioses. Pero, entonces, ¿a qué ese “SIBI”? ¿Se trata de una promesa consensuada, convenida de antemano de manera solemne? La aceptación de esta lectura admite ciertas incoherencias sintácticas y de sentido. Por tanto, preferimos la lectura de Resende (la del Anónimo de Turín) y optamos por la disposición de los dísticos propuesta por Bucheler y aceptada por Hübner. Es como sigue:

IMP. NERVAE TRAIANO CAESARI AVG. GERM. DACICO SACRVM

TEMPLVM IN RVPE TAGI SVPERIS ET CAESARE PLENVM,
ARS VBI MATERIA VINCITVR IPSA SVA.
QVIS QVALI DEDERIT VOTO FORTASSE REQVIRET
CVRA VIATORVM QVOS NOVA FAMA IVVAT:
PONTEM PERPETVI MANSVRVM IN SAECVLA MVNDI
FECIT DIVINA NOBILIS ARTE LACER.
IDEM ROMVLEIS TEMPLVM CVM CAESARE DIVIS
CONSTITVIT; FELIX VTRAQVE CAVSA SACRI.
INGENTEM VASTA PONTEM QVI MOLE PEREGIT,
SACRA LITATVRO FECIT HONORE LACER.
QVI PONTEM FECIT SIMVL ET QVI TEMPLA DICAVIT
ILLIC SE SOLVIT, DIS NISI VOTA LITANT.

(Este templo en la roca del Tajo, habitado por los dioses y por César, donde el arte es superado por su propio contenido. Quién y en virtud de qué promesa lo hizo, tal vez indagará el viajero curioso de novedades. El puente destinado a permanecer perpetuamente a lo largo de los siglos, lo hizo el noble Lácer, con arte divina. Él mismo construyó el templo a los dioses Romúleos y a César: felizmente consagrados el uno y el otro.
El que edificó el enorme puente, de vastas proporciones, Lácer, lo hizo para el que se propusiera ofrecer sacrificios con los debidos honores. El que hizo el puente y, a la vez, consagró el templo, * allí se libró de su voto, si es que los votos no son del agrado de los dioses.

En la inscripción de la época de Isabel II se añade, en la subscriptio:

Julio Lácer hizo esta capilla y la dedicó a su amigo Curio Lacón, de Idaña.
Este letrero, desgastado por las tempestades, lo mandó renovar en mármol
Felipe IV, e Isabel II ordenó que fuese esculpido nuevamente.
______
* Traduzco ‘templo’ en singular, aunque en el texto, seguramente por razones de
Métrica, aparece en plural

miércoles, junio 13, 2012

LOS OJOS VERDES: UN MOTIVO FOLKLÓRICO Y LITERARIO

La vieja copla que popularizó Concha Piquer hacia los años 40 del siglo pasado (letra de Rafael de León y música del maestro Quiroga) tiene ecos literarios desde, al menos, la Edad Media. Se supone que este color del iris de los ojos realza la belleza, masculina o femenina. En el caso de la canción antedicha, los ojos pertenecen a un varón y la pupila (dicho en otro sentido) es, en este caso, una mujer de la vida, empleada en una mancebía, o prostíbulo, o burdel (varios sinónimos para nombrar estos lugares donde se ejerce el ‘oficio más antiguo del mundo’ y, no digamos, los sinónimos que hay para designar a quienes lo ejercen)
Sin embargo, en la mayoría de los casos, el color verde del iris constituye uno de los mas peculiares atractivos, en especial, del rostro femenino. Con todo, en la antigüedad grecolatina no se advierte una especial predilección por el color verde de los ojos, al menos en lo que respecta a la cultura latina. En este sentido me parece atinada la observación que hace, en un reciente artículo, N. Ealy, acerca de que “los ojos color de esmeralda no se encuentran dentro de la tradición latina del retrato femenino”*. En cuanto a la literatura griega, los poemas homéricos de la Ilíada y la Odisea, principalmente, aluden a un hipotético color verde que sería el característico de los ojos de Minerva. Así lo han entendido muchos de los que creen que la expresión homérica γλαυκῶπις (literalmente, ‘ojos de lechuza’) ha de interpretarse como la de los ‘ojos verdes’. Pero ya Segalá (quizás el mejor traductor al castellano de las dos epopeyas homéricas) traduce “ojos de lechuza”, en su traducción española de la Odisea, y, en cambio, traduce la misma expresión como “ojos brillantes”, en la Ilíada.
Que Minerva /Atenea tuviera los ojos verdes no está muy claro. Parece, en cambio, fuera de duda, que los tuviera brillantes. Sin embargo, hay una tradición en la literatura que da por hecho lo del color verde de los ojos de Minerva. Bécquer se decanta por esta tradición:

Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar, te quejas;

verdes los tienen las náyades,

verdes los tuvo Minnerva,

y verdes son las pupilas

de las hurís del profeta.

También Antonio Machado se refiere probablemente al color verde cuando escribe:
Guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.
El epíteto ‘glauco’ parece emplearse aquí para no repetir el adjetivo 'verde'. Se registra, efectivamente, en el diccionario de María Moliner como sinónimo de “color verde o grisáceo”. Conviene recordar que el nombre latino del mochuelo es noctua, o Athene noctua, en la nomenclatura zoológica. Sabemos por la mitología que Atenea / Minerva fue “inventora del olivo” y que su ave totémica es el mochuelo. Los ojos verdes de Minerva tal vez se corresponden con el color que nuestro castúo Chamizo atribuye a los ojos del mochuelo. En el poema “La nacencia”, de Chamizo, leemos:
(...) De la rama
d’arriba de un guapero,
con sus ojos
reondos
me miraba un mochuelo;
(...)
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu’otras veces a mí me daban risa,
hora me daban mieo.
Según el estudio antes mencionado de Ealy, el color verde de los ojos entra a formar parte del retrato literario de un personaje a partir de la Edad Media. Dante alude explícitamente al color ‘esmeralda’ de los ojos de Beatriz, y Calisto, el personaje protagonista de La Celestina, resalta que es verde el color de los ojos de su amada Melibea.
No obstante, la cualidad que prima sobre el color de los ojos es, especialmente a partir de esa época, el brillo y la luminosidad de los mismos. Esto se hace especialmente notar en la poesía de Rubén Darío, como ya observamos en un trabajo anterior. Para Rubén, los ojos pueden ser negros, como los de Julia; azules, como los de la marquesa Eulalia; o verdes (‘color de aceituna’) como los de Berta (la niña melancólica de Azul...) En todos los casos, el poeta prima el brillo de esos ojos sobre el color de los mismos.
Existen, por lo demás, ciertas prevenciones que relacionan el color de los ojos con la conducta de sus propietarios/-as. Pues, según dice una canción gallega:
Ollos verdes son traidores,
azules son mentireiros:
los negros y acastañados son firmes
e verdadeiros.
Pero habrá que recordar siempre el consejo de Virgilio; Nimium ne crede colori: No fiarse demasiado del color. Las cualidades morales de la persona no pueden deducirse, a priori, ni para lo bueno ni para lo malo, tomando como referente el color de los ojos.

____
*El texto citado por el autor del artículo y que se reproduce a continuación corresponde a Valeria Pizzorusso. Dice: “Emerald eyes are not found within the Latin tradition of female portraiture”. (Cf. “Calisto’s Narcissistic Vision: A reexamination of Melibea’s “ojos verdes” in Celestina”, eHumanista, t. 21 (2012) pp. 390-409

jueves, mayo 24, 2012

HUMANO, DEMASIADO HUMANO

Et ait Deus: faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram



(Gen. 2. 26)



Dice la Biblia que ‘Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza’. Pero, recíprocamente, el hombre proyectó sobre Dios (y sobre el Demonio) sus propios esquemas humanos. Es decir, el hombre imaginó a Dios como imagen y semejanza de sí mismo. Los propios defectos y virtudes los proyectó en esos ‘espíritus superiores’ que son, respectivamente, Dios y el Demonio, o el Ángel Caído. Cuando el hombre concibe a Dios, o al Demonio, suele atribuirles características humanas, los imagina como humanos, a veces, ‘demasiado humanos’. Así Dios se considera susceptible de ser poseído por la ira. Y una de las invocaciones de la letanía dice expresamente: Ab ira tua, libera nos, Domine. Este Leitmotiv de la ira divina lo repite la liturgia en más de una ocasión. Por ejemplo, en la secuencia Rorate caeli desuper, en el tiempo de Adviento, se pide a Dios: Ne irascaris, Domine, ne ultra memineris iniquitatem... (No te irrites, Señor, no recuerdes más nuestra maldad...) En el Libro de Job, volvemos a encontrar de nuevo la alusión a la ira divina: Ubi me abscondam a vultu irae tuae? (¿Dónde me esconderé del semblante de tu ira ?) Veíamos recientemente, en las letras de algunos himnos religiosos, a Satanás, reducido a la condición de un ‘pobre diablo’. Y a la grey piadosa interpelándolo como si se tratase de un ser humano, despechado y rencoroso. Y encarándose con él, le reprendía en estos términos:
-¡Escúchalo, escúchalo, Satanás, en tu rencor furibundo! ¡Jamás te olvides, jamás, jamás!
Aunque la apóstrofe está dirigida expresamente a Satanás, el mensaje está abierto a todos los que escuchan. Estos deben enterarse de que existe una promesa por parte de Cristo y es la de “reinar en España”, con un trato de favor sobre los súbditos de otras nacionalidades. Que lo sepan cuantos escuchen la letra de ese himno.
Otrosí, en el himno dedicado a ese “Rey de los siglos, rey vencedor”, se dedica una apóstrofe, esta vez a Cristo, para refrescarle la memoria, por si acaso hubiera olvidado su conocida 'promesa':

Acuérdate, Señor, que prometiste

que en nuestra España habías de reinar.

Este tu pueblo, un día memorable,

se consagró a ti sin vacilar.

Nuevamente caemos en la simpleza de considerar a Dios como un ser "humano, demasiado humano", capaz de tener fallos de memoria, como el hombre. Es un dios muy casero ese al que hay que recordarle (no sea que se le vaya a olvidar) la promesa "hecha a un hijo de Loyola". Un dios demasiado parecido al ser humano, hecho "a imagen y semejanza del hombre".

Al fin y al cabo, más que aquello de que "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza" lo que resulta evidente es que "el hombre concibió a Dios con los parámetros del ser humano". Y muy especialmente desde el modelo de la sociedad heril: un señor y unos servidores, un rey y unos vasallos, etc.

Por eso, la definición que el catecismo Ripalda daba de Dios resulta un tanto pintoresca:

"Un señor infinitamente bueno, sabio, poderoso, principio y fin de todas las cosas".

Por muy bueno, sabio y poderoso que lo imaginemos, y por más que lo reputemos 'como el principio y fin de todas las cosas', empezamos por imaginarlo como "un señor". Dios es..."un señor" (quidam senior) La imagen proviene de los esquemas mundanos conocidos: amos / siervos, dueños / esclavos. Incluso, padres / hijos. Esta última es una imagen más dulcificada y amable.

Lo de "acuérdate, Señor", es un recordatorio que más bien está dirigido, subliminalmente, a los fieles creyentes: 'Acordaos de que Dios prometió...

Un dios, en fin, "ad usum delphini", ese eterno educando que es el pueblo, sencillo y crédulo.

miércoles, mayo 23, 2012

THΔE TH HΛIKÍA

"A esta edad" (τῇδε τῇ ἡλικίᾳ), la frase en lengua griega que da título a esta entrada, corresponde a una expresión de Sócrates, según refiere Platón en su diálogo titulado Defensa de Sócrates. Con ella, con la frase en cuestión, Sócrates enfatizaba la que él consideraba su ‘avanzada’ edad. ¿Cuál era esta edad que el maestro consideraba ‘avanzada’? Pues, según precisaba el propio interesado, había cumplido ya los 70 años (ἔτη  γεγονς   ἑβδομήκοντα) Bueno, puede que en su criterio se tratara de una edad bastante considerable, pero hoy día parece que el listón de lo que se entiende por edad provecta está un pelín más alto que la cifra que resultaba para Sócrates notablemente alta. Ese listón sobrepasa ya la raya de los 80 y se aproxima bastante a los 90.

“A esta edad”, enfatizaba Sócrates, porque, sin duda, en aquellos tiempos, alcanzar los 70 años supondría todo un record de longevidad. Lo que Sócrates consideraba impropio de esa, en su opinión, avanzada edad, era preocuparse, como un mozuelo, por pulimentar sus discursos, esmerándose en el aspecto retórico de los mismos. Él se proponía exponer los argumentos en los que basaba su propia defensa, con palabras corrientes, espontáneas, tal como le acudieran a la memoria, sin preocuparse por las florituras del discurso “como si de un adolescente se tratara”. Sócrates promete hablar lisa y llanamente, preocupado sólo por exponer la verdad de la manera más escueta y directa.

Otro de los inconvenientes de los que, en su opinión, se ve dispensado, en consideración a lo ‘avanzado’ de esa edad, es el ‘miedo a la muerte’. A esa edad, Sócrates piensa haber vivido ya lo bastante como para no sentir miedo a morir. Se considera tan próximo a la muerte, que puede decir que la tiene perfectamente asumida, que está preparado para la misma.

El optimista que era Sócrates consideraba que lo avanzado de su edad le reportaba, por tanto, más ventajas que inconvenientes. 70 años, según él, eran muchos años. O, al menos, los suficientes para sentirse liberado de prejuicios y vanos temores, como el del miedo a la muerte.

“NO LE HACE”

*Monumento al ajero, en Aceuchal

El latiguillo, modismo o clisé verbal que da título a esta entrada está, hoy día, (que yo sepa) en desuso; pero hubo un tiempo en que se utilizaba con relativa frecuencia. Su significación era equivalente a decir “no tiene importancia”, “no hay inconveniente”, “no es obstáculo”, etc. Pongamos algunos ejemplos de su empleo. Si alguien decía, por ejemplo, “quisiera acercarme a comulgar, pero no he guardado el ayuno eucarístico”. Alguien podría decirle: “No le hace. Ahora se puede tomar la comunión sin haber guardado el ayuno desde las 12 de la noche del día anterior”. En general, el “no le hace” venía a significar que el presunto obstáculo, o inconveniente, alegado por el que lo proponía, no era impedimento a tener en cuenta. Probablemente, el latiguillo ni siquiera fue originario de España. Puede que viniera de alguna de las naciones de habla hispana. Es lo que parece desprenderse de la letra de una vieja canción (recuerdo haberla oído cantar a mi tía M., la más joven de mis tías, allá en mi ya lejana niñez)
La letra la he visto, a través de Google, como perteneciente a una cancioncilla popular de Chile: La chiquitita quiere casarse; / dicen que le hace, pero no le hace...etc. Y el estribillo:
Dicen que le ha- que le ha- que le ha-ce, ¡ay, ay, ay.../ pero no le hace!

Este sonsonete me rondaba hace días la cabeza, traído a la memoria por el reflujo del tiempo. Leyendo ahora en Google la copleja, veo que corresponde al grupo de las cancioncillas picaresco-sicalípticas, que tanto se prodigaron en una época de represión sexual; cuando la sobrecarga obscena se aliviaba a través de cuplés, con letras alusivas a los órganos sexuales. En este caso se habla de una ‘pollita’: “
El otro día la encontré / debajo de una niara, / debajo estaban los huevos / y arriba... y arriba estaba la paja” .
Eran coplillas de las que aún queda memoria en mi lugar, como la que habla del ‘cebollinero’ que ‘plantó sus cebollinos en lo más hondo del huerto’.

En fin, puede que alguien me reproche traer a la memoria estas antiguallas. Pero...¡no le hace!.

Lo importante es que, a estas alturas de la vida, aún funcione aceptablemente la memoria.

viernes, mayo 11, 2012

“REINARÉ EN ESPAÑA”

La devoción al Corazón de Jesús, promovida principalmente por los jesuitas, se prolongó durante más de tres siglos, aproximadamente desde el último cuarto del siglo XVII hasta el último cuarto del siglo XX, en el que parece haber iniciado su declive. Nótese que este declive corresponde plenamente a la etapa que políticamente se conoce como la Transición.

Los hitos más destacables a tener en cuenta en relación con esta devoción son las presuntas revelaciones de Cristo, bajo la advocación del Corazón de Jesús, a la monja Sor Margarita María de Alacoque, de una parte, y, de otra, al jesuita P. Bernardo de Hoyos. A base de las supuestas promesas divinas recibidas por el uno y la otra, tomó un auge extraordinario la devoción al Corazón de Jesús. La propagación de esta devoción fue fulgurante, extendiéndose desde Europa a América, en especial, la de habla hispana. Se multiplicaron las imágenes y monumentos de Cristo bajo esta advocación. El plan era consolidar el reinado de Cristo en la tierra: Cristo Rey. Este era el lema, el mot d’ordre, que propugnaba el nuevo movimiento religioso. Algo que parecía contradecir las mismas palabras de Cristo: “Mi reino no es de este mundo” (Ioan. 18.36) Entre los monumentos al Sagrado Corazón adquiere especial relieve el conocido como el del Cerro de los Ángeles, donde tuvo lugar el episodio del fusilamiento de la imagen, que serviría para demonizar la causa republicana, a la vez que para justificar el golpe de Estado que dio al traste con ella y a la represión sistemática de quienes fueron considerados los enemigos de Dios.

Los jesuitas, como se ha dicho, fueron los principales promotores de la devoción al Corazón de Jesús. En el clima favorable que la nueva devoción suscitaba, los jesuitas fundaron la revista El Mensajero del Corazón de Jesús, de gran difusión en España. La devoción alcanzó uno de sus puntos culminantes con la consagración solemne de España al Sagrado Corazón, llevada a cabo en 1919, por el rey Alfonso XIII.

Fue un día apoteósico en los anales de la nueva devoción: una fusión entre lo temporal y lo eterno, monarquía y reino de Dios, en la persona de Cristo, casaban admirablemente. Cristo Rey se entronizaba en los hogares, se multiplicaban las imágenes del Sagrado Corazón, a veces con la leyenda “Reinaré en esta casa”. Proliferaban los himnos y motetes con el tema del reinado de Cristo, el Leitmotiv “Christus regnat” se repetía por doquier, tanto en latín como en castellano. Se practicaba la devoción de los primeros viernes, según la promesa hecha por el propio Cristo a la beata, luego santa, Margarita María de Alacoque. Según la cláusula duodécima de esa promesa, comulgando los nueve primeros meses de cada mes, ininterrumpidamente, se aseguraba uno prácticamente la eterna salvación. ¿Cómo no caer en el señuelo de tan jugosa promesa? Total, a cambio de una práctica que no suponía demasiado sacrificio, se podía ganar el cielo fácilmente.

En vano, desde el propio seno del clero secular surgieron voces para atajar unas creencias que rondaban abiertamente la superstición. Sin duda, resultaba un infundio lo de que Cristo prometiera reinar con especial predilección en España. En realidad, esa creencia constituía una variante de la vieja alianza de Dios con el pueblo “elegido”, alianza sobre la que se asienta el Antiguo Testamento. España era ahora el pueblo elegido, el “pueblo de Dios”, por antonomasia.

Pero, claro, todo este empeño por disuadir a quienes procuraban mantener este estado de cosas era “ir contra corriente”. Especialmente porque el franquismo fomentó esa particular simbiosis del catolicismo con el régimen. Había demasiados intereses creados entre el uno y el otro, como para intertar desmontar los respectivos mitos que, en provecho mutuo, habían fabricado tanto el primero como el segundo.

miércoles, mayo 09, 2012

LETRAS VICIADAS

Suele ocurrir con bastante frecuencia que, al tomar al oído las letras de algunas canciones, se producen algunos errores, no siempre achacables a problemas de audición. Se pueden atribuir, a veces, a defecto de conocimiento de la palabra o palabras erróneamente captadas. Se ha mencionado, en alguna ocasión, el ejemplo del himno a la Virgen de Guadalupe, en el que según una anécdota, verosímil, aunque poco creíble, algunos malentendían la letra así:


Somos los hijos del gran Pizarro,
los hijos somos del gran Cortés;
y en nuestro pecho, noble y Pizarro,
un almanaque que fuego es.

(Las palabras en negrita corresponden a otros tantos defectos de audición, o bien de desconocimiento de la palabra, o palabras correctas. Respectivamente, en este caso, “Hernán”, “bizarro” y “alma late”)

Recuerdo que, siendo yo niño, oía cantar a las chicas en corro, aquello de “Soy el farolero de la Puerta’l Sol”, donde las chavalas decían (o, al menos, así lo oía yo): “y siempre me sale la cuenta cagá”, cuando lo correcto era entender “cabal”. En otra de las canciones (“A la puerta está la ronda”...), las niñas modulaban (o yo lo escuchaba así) “la gallina colorada / nacida en el mes de enero”... En vez de “clavellina colorada”, que era lo correcto.
Entre las muchas canciones que yo escuchaba a mi madre, una de ellas era “Abuelita, ¿qué horas son?”. Mi madre tenía muy buen oído, en su juventud, tanto para la música como para las letras. En esa copla, según ella, se decía “y la buena viejecita más cundía su contento, / cada vez que los tres nietos levantaban el acento”... Buscando rastros de esta canción en Internet, encuentro que la letra correcta era “y la buena viejecita no escondía su contento”. A mí, sin embargo, me parecía lógico lo de “cundía”, pues lo interpretaba como “aumentaba”, en el sentido en que decimos que algo “cunde”: se multiplica, se propaga, etc.

Entre los que cantaban el “Cara al sol”, algunos entendían que decía “imposible el ademán”, donde los poetas de la Falange habían escrito “impasible”.

En las letras de las canciones y los himnos religiosos también se daban, con cierta frecuencia, gazapos de este tipo. Recientemente, me ocupaba yo de ‘colacionar’, no de ‘coleccionar’, (o quizás, también) todas las canciones religiosas que aludían al “Reinado” del Corazón de Jesús. Son varias. En una de ellas, se perciben ciertas incoherencias, debidas, precisamente, a que han sido mal asimiladas. Veamos, por ejemplo, la que empieza con la frase “Nuestro apostolado avanza...” He consultado la letra por Internet y se dan algunas variantes de transcripción. Ésta, por ejemplo: Nuestro apostolado avanza / porque, donde Cristo impera, / la oración todo lo alcanza... Esto parece ser lo correcto. Pero, como en el adverbio “donde”, en la canción, se da, entre las dos sílabas de la palabra, una cierta elongación de la primera sílaba, había quien entendía la frase así: porque don de Cristo impera” (entendiendo “don” como un sustantivo, seguido de una preposición) Pero para encontrar gazapos por un tubo en la letra de este himno se puede consultar una de las varias versiones viciadas del mismo, que ofrece Internet, aquí.

En el citado himno se dan, muy probablemente, otras ‘corrupciones’ textuales. Anotemos las que parecen más probables:

Después de la estrofa que dice: Entre sus pliegues [los de la bandera] tremola / promesa de gran valor, / hecha a un hijo de Loyola...Más adelante, después de los versos "Cristo ha de ser, Cristo ha de ser el Señor de la nación española", las mujeres en las procesiones, continuaban así: “¡Escúchalo, escúchalo, Satanás, / en tu rencor furibundo; / jamás, jamás te olvides, jamás, jamás!... Como la palabra 'promesa' es de género femenino, parece más coherente con la sintaxis decir: “¡Escúchala, escúchala, Satanás!”. Pero, bueno, podemos admitir lo de ‘escúchalo, escúchalo’ entendiendo que se refiere a lo dicho, o lo prometido, por Cristo en su supuesta revelación al P. Hoyos. Mas, a continuación, en vez de reproducir literalmente las palabras de la supuesta promesa “Reinaré en España, más que en todo el resto del mundo”, las cantoras de la procesión continuaban así: ¡Reinarás en España, y más que en todo el resto del mundo! Con lo cual parecían asegurar a Satanás (al que iba dirigida la apóstrofe) que sería él quien reinaría en España, en lugar de Cristo Rey, que era lo que preconizaban los jesuitas, denodados promotores de este “reinado”, pese a la afirmación categórica de Cristo en sentido contrario: “Mi Reino no es de este mundo” (Ioan.18.36)

Era muy confortadora la idea de que Cristo tuviera una predilección especial por España. Pero, desde luego, no nueva. Todo el Antiguo Testamento parte del supuesto de que Dios, en persona (o en personas), tuvo un “pueblo elegido”, un pueblo de su predilección: el israelita. Y un pacto o Alianza con dicho pueblo, por antonomasia llamado el “pueblo de Dios”.

Esto, en resumen, es lo que preconizaba la nueva devoción basada en la “promesa”. Lo criticable, lo ‘viciado’ de esta doctrina, era la pretensión de asociar el poder temporal a la fe religiosa. Desde esos presupuestos resultó justificable entender como una Cruzada la operación de exterminio de la izquierda, que llevaron a cabo, sistemáticamente, los mandos del ejército rebelde y la derecha, con la bendición y la aquiescencia de las jerarquías eclesiásticas.

El humanista extremeño Luis García Iglesias, académico de número de la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura, en un interesante artículo* sobre el particular, aun reconociendo la saña anticatólica y antirreligiosa de ciertos sectores de la izquierda, reprobable por supuesto, no deja de notar lo criticable de la actitud opuesta, la que consistió en tratar de identificar el Reino de Cristo con la causa nacional.
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* “Cristo Rey: El Sagrado Corazón de Jesús y la España Nacional”. Se publicó en la revista XX Siglos, t. IV, nº 14, pp. 34-48.

viernes, mayo 04, 2012

PUNTUALIZACIONES AL ENLACE DE LA ENTRADA ANTERIOR

Buscando en Internet información sobre el episodio de Salamanca referente al enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray, he topado con la grabación de cierta entrevista llevada a cabo por el conocido memorialista de Intereconomía, Alfonso Arteseros, teniendo como interlocutores a una hija de Millán Astray y al biógrafo del propio militar. Lo de que Millán tuviera una hija no me cuadra con el dato aportado por Wikipedia sobre Millán Astray. Allí se dice que la esposa del fundador de la Legión reveló a éste (tras el matrimonio) que ella tenía voto de castidad de por vida y, a partir de esa revelación, el militar aceptó vivir con ella "como una hermana". Conclusión: o la buena señora terminó rompiendo su voto, o la hija de Millán que vimos en la entrevista fue una hija extramatrimonial. Primera contradicción.



Otra cosa: según el citado comentarista remiendapifias, maquillador del régimen, en aquel célebre rifirrafe de Salamanca lo que Millán dijo exactamente no fue "muera la inteligencia", como se afirma, sino "muera la intelectualidad traidora". Pero, de haber sido así, no tendría sentido que Pemán corrigiera al botarate en estos términos: "¡No! ¡Viva la inteligencia!, ¡mueran los malos intelectuales!" La primera parte de esta frase contradice la blasfemia previa de Millán condenando la inteligencia. La corrección de Pemán tiene sentido como oposición a un previo "¡muera la inteligencia!" Más bien lo que ocurre, creo, es que, con el paso del tiempo, se ha corregido la insensatez de Millán partiendo de la puntualización de Pemán. Porque Millán, con su desaforada proclama, acababa de insultar a la inteligencia de las personalidades presentes, incluidas las del propio Pemán, la de Pla y Deniel, como autoridad eclesiástica, y la de Unamuno, como autoridad universitaria. Millán trata de imponer la razón de la fuerza, frente a la fuerza de la razón, representada por Unamuno. La brutalidad del mílite no para en barras; por más que ahora, después de tantos años, Arteseros trate de endulzar la píldora.

Aquel suceso daba la medida de la arrogancia con la que se pronunciaban los presuntos 'salvadores de la patria'.











* Caricaturas respectivas de Millán Astray, Unamuno y Pemán, vistos por Sirio (los dos primeros) y por Fresno, el último.

miércoles, mayo 02, 2012

LOS NOVIOS DE LA MUERTE

Ilustración de G. Doré para El Quijote (parte 1ª,cap. XXXIV)


______ "Nihil sub sole novum" (Eclesiastés, 1.10)
Cuando hablamos de los “novios de la muerte” pensamos, invariablemente, en los así nombrados por antonomasia, los soldados del cuerpo militar de la Legión. Como sabemos, este cuerpo fue fundado, hacia 1920, por uno de los mandos militares destinados a la zona de Marruecos, el entonces comandante Millán Astray. Pero la palabra ‘legión’ era, como también sabemos, mucho más antigua, de la época romana; e incluso la psicología del legionario, especialmente en su rasgo más esencial y característico, como es el “amor a la muerte”, no constituía ninguna novedad en la historia de la milicia. Ya hubo “novios de la muerte” en la antigüedad; de lo que expresamente hay constancia por el testimonio poético de Lucano, el poeta cordobés, sobrino de Séneca y autor del poema sobre la guerra civil entre César y Pompeyo, poema conocido como la Farsalia. Los rasgos típicos del legionario, particularmente el del amor mortis, están suficientemente descritos en sendos pasajes de los libros IV y VI, respectivamente, del citado poema. Se refiere, el primero de ellos, al legionario Vulteyo; y, el segundo, al legionario Esceva. Nada mejor que acudir a los textos correspondientes para apercibirnos de que en ambos personajes se dan los rasgos característicos que configuran el perfil psicológico del legionario: la querencia de la muerte. Como el poema en cuestión ha sido magníficamente traducido por mi gran amigo (por desgracia, ya desaparecido) Antonio Holgado*, echaré mano de esa traducción que, por cierto, recibió el Premio Nacional de Traducción (1985).


En el primero de estos pasajes, Vulteyo, legionario de César, arenga a las tropas estimulándolas para el combate. Y las enardece descubriéndoles ese atractivo insospechado de la muerte:
‘He arrojado fuera mi vida, camaradas, y estoy, todo entero, empujado por los aguijones de la muerte inminente: es un delirio. Sólo a quienes ya roza la cercanía del destino les es dado conocer lo que los dioses ocultan a quienes han de vivir, para que puedan seguir viviendo: que morir es una felicidad’. (Farsalia, IV, vv. 516-520)
La proximidad de la muerte agudiza el deseo de entrar en contacto con ella, como si de una amada se tratase.
El segundo pasaje corresponde, como ya queda dicho, al libro VI, donde el legionario Esceva, también del bando cesariano, mata antes de morir, no sin declararse a su manera “novio de la muerte”:
Que reciba su castigo cualquiera que esperó el sometimiento de Esceva. Si de esta espada pretende la paz el Magno, que humille sus enseñas, rindiendo homenaje a César.¿O es que me consideráis semejante a vosotros e indeciso ante el destino? Vuestro amor a Pompeyo y a la causa del senado es menor que el mío a la muerte’. (id. ibid., VI, vv. 541-546)


Este fanatismo de la muerte, propio de ciertas individualidades, corresponde a la tipología en la que también podría encuadrarse el espíritu del legionario. Una vez más, resulta comprobada la sentencia del Eclesiastés, “nada hay nuevo bajo el sol”, citada en el epígrafe.
Llegados a este punto resulta oportuno recordar el episodio que tuvo lugar en el paraninfo de la universidad salmantina, con ocasión de celebrarse el llamado Día de la Raza (hoy se llama Día de la Hispanidad) el 12 de octubre de 1936. Ese día, a tenor del clima de guerra que ya se vivía en España, se pronunciaron unas palabras violentas contra el separatismo vasco y el catalán. La falta de sindéresis del orador y, especialmente, del fundador de la Legión, presente en el acto, no reparó en el detalle de que se hallaban también presentes, en el mismo, un vasco, el rector de la universidad, D. Miguel de Unamuno; y un catalán, el obispo Pla y Deniel. El episodio es de sobra conocido y se ha comentado ampliamente en numerosas ocasiones. Se puede mirar en Google alguna de estas versiones, por ejemplo, la que proporciono aquí.
Por último, quiero hacer algunas observaciones a propósito del conocido himno que ha venido a ser el más representativo del talante legionario. Si bien, según se afirma, el himno oficial de este cuerpo es el que comienza con las palabras “Soy valiente y leal legionario”. La letra y música del “Novio de la Muerte” parece que fue originariamente la de un antiguo cuplé, que luego se adoptó como segundo himno oficial de la Legión.
Del análisis de esta otra versión del himno adoptado, se desprende que el auténtico legionario era un perfecto desconocido en el momento de su ingreso en el cuerpo militar:

Nadie en el tercio sabía
quién era aquel legionario,
tan valiente y temerario
que a la Legión se alistó.

A pesar de que “nadie sabía su historia”, se adivinaba que el recién llegado venía afectado por una fuerte conmoción espiritual, algo así como una desesperación que le movía a alistarse a ese determinado cuerpo militar:

Nadie sabía su historia,
mas la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo el corazón.

Respondiendo a las preguntas de quienes se interesaban por averiguar su origen y procedencia, el recién incorporado declaraba:

Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpas de fiera;
soy el novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera.
Y, a partir de esas declaraciones, los propios legionarios descubren que el desconocido es el modelo en el que deben mirarse, como el dechado de las virtudes con las que ellos mismos tienen que identificarse, en tanto que legionarios: los novios de la muerte.

El amor mortis (un Leitmotiv de la literatura universal) no parece, sin embargo, que pueda justificar, en ningún caso, el grito “necrófilo” (Unamuno dixit) que alguien profiriera un día en el paraninfo de la universidad de Salamanca: “¡Viva la muerte!”**.

Porque, como ya nos hizo ver el propio Unamuno, esa desaforada proclama equivale a decir: “¡Muera la vida!”.
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* Véase M. Anneo Lucano, Farsalia, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1984

** Para mi sorpresa, he descubierto que el poeta Luis Álvarez Lencero, a quien tengo en gran estima, suscribió la chocante paradoja en su poema titulado "La cosecha", del libro HOMBRE (1961): Viva la muerte hermanos Ser simiente es preciso (...) (El poeta no utiliza signos de puntuación: ni comas ni signos de admiración, etc. Sólo excepcionalmente, cuando no queda más remedio, utiliza el signo de interrogación. Y entonces, sólo al término de la frase. Es la norma que sigue en todo el libro)